martes, 28 de abril de 2009

La cumbre franco española ha ido de culo

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De culo o mejor dicho de culos. ¿A ustedes les parece normal que la foto de portada que ha ilustrado la información sobre la cumbre Francia España sea ésta imagen de la agencia EFE?.


Y ojo que no hablo de medios “del corazón” sino de diarios prestigiosos, de esos que en el interior se ocupan de explicar cabalmente los acuerdos, importantes acuerdos, que los dos países han alcanzado: Desde la colaboración antiterrorista hasta el apoyo a la presencia de España en foros internacionales, entre otros.

No suelo comulgar con algunos excesos habituales de los grupos feministas y, por supuesto, ambas mujeres me parece que son muy guapas, pero esa foto no creo que tenga interés informativo como para el despliegue que se le ha dado

Ya se apuntaba que la esposa del Presidente francés concitaba un interés desmedido. En fin, es de comprender pero de verdad me ha parecido increíble que las fotos de la señora Bruni y de la princesa Letizia y especialmente esta foto sea recogida por toda la prensa y hasta que ocupe, ella sola, la portada de algún periódico serio como El País.

Esos mismos medios que dice sostener firmemente el derecho a la igualdad entre sexos (suelen utilizar el palabro “género” que es más políticamente correcto) resulta que a la primera oportunidad que tienen, se deshacen de gusto -y de morbo- cuando se les presenta la ocasión de hacer una portada de revista frívola.

Y no es verdad que no tenga importancia. Sí la tiene, sobre todo porque apunta a que mucho del discurso de la igualdad, incluso en entornos cultos y pretendidamente progresistas, quizás sea solo un barniz que oculta un fondo de consideración de las mujeres como objetos bonitos.

Mal, muy mal esa portada. De culo.
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miércoles, 22 de abril de 2009

Monte Mirugain



El sábado un grupo de amigos subimos al monte Mirugain, muy cerca de Ochandiano, el pueblo de mi abuelo. Es un paraje de postal, típico de esta tierra. Entre hayas centenarias el camino nos llevó hasta una cumbre en la que el 4 de abril de 1937 murieron más de 350 milicianos y gudaris defendiendo el gobierno legítimo de España y, sobre todo, defendiendo la libertad.

Fue una excursión campestre, alegre como todas, en la que no faltaron la bota de vino y los bocadillos de tortilla, pero también fue un homenaje sincero y sentido a aquellos hombres que perdieron su vida en unas trincheras cuyas marcas aún son visibles a pocos metros de la cumbre.

Mientras los niños jugaban y reían en aquellas zanjas que un día fueron lugares de muerte, Toni, que es un manantial de entusiasmo y de pasión, nos contó a todos cómo fue la batalla: nos hablo de los batallones Salsamendi, Meabe 1, Rebelión de la Sal, Fermín Galán y Loyola. Nos contó cómo otros españoles cercaron a estos y del triste desenlace final. Terminó diciendo “nos pasaron por encima pero hemos regresado”. Así lo dijo. Como si en lugar de hablarnos a nosotros, lo hiciese a quienes allí murieron agarrados a su fusil. Y en aquel mismo momento sentí una punzada de emoción en el pecho y en los ojos.

Al final me quedé con la imagen de la alegría de los niños, que correteaban a nuestro alrededor y a los que nosotros sí hemos podido entregar el mundo más justo y más libre que aquellos soldados soñaron.

jueves, 16 de abril de 2009

De perdices y salsas

.Hay un viejo aforismo castellano que reza: “cuesta más la salsa que la perdiz” y que sirve para señalar la paradoja de que a veces lo accesorio pueda resultar más gravoso que lo fundamental. Parece, en efecto, una estrategia bien poco inteligente y que choca claramente con el sentido común. Sin embargo, inteligente o no es una circunstancia que cada día resulta más habitual en nuestro entorno. Lo he recordado hoy al ver a los ganaderos manifestarse, otra vez, contra los bajísimos precios que les pagan sus clientes por la leche.

Vivimos en una sociedad tan opulenta, con tantas opciones de consumo, que tenemos por normal poder disponer en todo momento y lugar de cualquier producto, sea el que sea. Ni se nos pasa por la cabeza que el supermercado pueda no tener naranjas en el mes de julio o fresas en cualquier momento del año y los más exigentes preferimos los kiwis de Nueva Zelanda a los de cualquier otro origen.

Las baldas de los grandes centros comerciales les hubiesen parecido a nuestras abuelas (que eran las que hacían la compra) una auténtica orgía de cantidad y variedad, un cuerno de la abundancia del tamaño de una fábrica.

La leche misma, que tanto inquieta a los ganaderos, se nos presenta en los lineales con una variedad de envases, marcas y presentaciones que marea: entera, desnatada, semidesnatada, con grasa vegetal, con vitaminas, con calcio, en batidos de diferentes sabores…De las frutas y hortalizas ni hablo.

Sin embargo, para que todo esto sea posible no sólo se ha tenido que abaratar enormemente el transporte sino que se ha tenido que desarrollar una enorme red logística de manufactura, tratamiento y distribución de ámbito mundial. El resultado es que esa red, que solemos simplificar denominándola “los intermediarios”, ha monopolizado absolutamente el espacio entre el productor original y el consumidor final acabando de hecho con cualquier posibilidad de conexión directa entre ellos.

Cualquier fabricante, ganadero, agricultor, incluso el más cercano a sus clientes, tiene que subir sus productos a la inmensa rueda de la distribución comercial y, lo que es peor, atenerse a las reglas de juego con las que trabaja ese monstruo.

Las antiguas tiendas tradicionales, aunque vendiesen solo productos de su zona, gustaban de llamarse “Ultramarinos” lo que ya apuntaba una vocación de alcanzar lo lejano, lo raro, lo exótico. Aquel sueño de abundancia se ha convertido ahora en una realidad de pesadilla para quienes están en el primer eslabón de la larga cadena que une el campo con el carro de supermercado.

Conviene que los consumidores reflexionemos sobre algunas obviedades: Chile está lejos de España; pero de allí traemos manzanas. No hay nada que esté más lejos de España que Nueva Zelanda; pero comemos kiwis cultivados en ese lado del planeta. Las hortalizas, que ni sabemos de dónde son, las compramos lavadas, clasificadas por tamaños, envasadas en bandejas y, por supuesto, desechamos cualquier envase que tenga el más leve roce. En esta locura los consumidores somos un poco reyes o niños tiranos que decidimos a nuestro capricho lo que queremos, cuándo y cómo lo queremos. Con esa regla premiamos o castigamos a nuestro proveedor en su cuenta de resultados pero no queremos o no sabemos ver que la salsa de nuestras perdices cuesta muchísimo más que la perdiz misma. Y esa "ignorancia" la pagan los más débiles.
Nota: La imagen es del diario “la Región”.

miércoles, 15 de abril de 2009

Corolario final a la guía de comportamiento intersexual

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Muchos amigos, y amigas, llevan tiempo reclamándome nuevas entregas de esto que he venido en llamar “guía de comportamiento intersexual”. Parece que ha hecho reír a bastantes y creo que también ha hecho pensar a algunos. Todo un éxito.

El caso es que, aunque he procurado localizar otros comportamientos femeninos o masculinos que merecieran reflexiones similares a las 25 entregas ya publicadas, la verdad es que no he sido capaz de hilar nuevas ideas que me convenciesen y me parece, por tanto, que es el momento de dar por terminada la serie. Puede que sea culpa del tiempo transcurrido, de mi natural pereza o de que no doy para más, pero el hecho es que, a riesgo de decepcionar a algún incondicional, prefiero terminar de una vez esta “guía” sin esperar a una inspiración que ya no llega.

La idea original surgió tras leer un artículo de Carmen Posadas en un semanario en el que la escritora manifestaba su asombro al haber descubierto la capacidad de los varones para no pensar “en nada”. Aquello me sobresaltó, porque lo que a la señora Posadas tanto le extrañaba formaba parte evidente de mi propia realidad cotidiana, y de la de mis amigos varones. Aquella chispa encendió unas reflexiones que han dado de sí lo que han dado.

Habréis visto que en todos estos textos he huido de cualquier alusión a comportamientos y aspectos relacionados directamente con la sexualidad. No se trata de ningún olvido. Mi intención era evitar deliberadamente entrar en este aspecto y encaminar mis reflexiones por otro sendero menos obvio y más interesante.

Es evidente que, a lo largo de la historia, la cultura o, mejor dicho, las culturas nos han obligado a cada sexo a elegir unos determinados roles y a desechar otros. Quien no se atuviese a esos comportamientos socialmente aprobados, fuese hombre o mujer, tenía problemas. Problemas que iban desde la simple desaprobación callada de sus vecinos hasta la misma hoguera, pasando por un abanico de castigos tan amplio y variado como solo el ser humano es capaz de imaginar.

Precisamente esa inmensa capacidad creativa del ser humano, que se manifiesta para lo malo pero también para lo bueno, perdía muchas posibilidades por culpa de una determinación social tan estricta sobre el papel de cada sexo. Toda capacidad o sensibilidad que no fuese de las que "correspondían" al sexo concreto de cada persona era olvidada, se abandonada su cultivo o era mantenida en silencio.

Era tan evidente que la vida de cada ser humano venía determinada por el rol que socialmente le correspondía en función de su sexo que muchas personas llegaron a pensar -yo mismo- que todo comportamiento era resultado únicamente del entorno social y cultural. La deducción era obvia: hombres y mujeres actuaríamos igual si no estuviésemos influidos, marcados, por el entorno. Seguramente es parte de la verdad.

Ocurre, sin embargo, que viendo a las mujeres más libres de la historia (las occidentales por supuesto) y viéndonos los varones reflejados en ellas y en su libertad, algunos hemos llegado a pensar que esa estructura o ese funcionamiento cerebral distintos de los que hablan los científicos, conllevan de verdad una serie de actitudes, modos de ver y capacidades distintas y características de cada sexo. He intentado buscar algunas y explicarlas.

Cierto es que la “programación” que cada cultura ha impuesto en hombres y en mujeres ha sido enormemente distinta y decisiva en la vida de cada persona pero sospecho que la base –el sistema operativo, podríamos decir- también es distinto. De esa sospecha es de donde nacieron esta serie de entregas.

Ha sido mi forma de reflexionar sobre la otra mitad del mundo, la femenina, y de paso, sobre mi propia mitad, la masculina. Como creo también que las cosas más serias se ven mejor desde la atalaya del humor he procurado poner unas gotas de él en cada entrega.

A todos y todas las que me habéis sugerido ideas para desarrollar: muchas gracias. Y a quienes me habéis seguido sin conocerme espero que hayáis pasado algún buen rato.

jueves, 2 de abril de 2009

El ascensor “McDonald’s”

Atentos que viene la modernidad. Vosotros –incautos- creíais que la innovación era cosa de las empresas y del lenguaje de los políticos pero no. Está arrasando en las cosas más cotidianas. Ya no es solo mi portero automático.

Este fin de semana estuve en un edificio (emblemático por supuesto) en el que para tomar el ascensor primero tienes que indicarle a qué planta vas tocando una pantalla interactiva en la que, con varias pulsaciones, vas acotando los pisos hasta llegar al deseado.

Una vez hecha la selección, el sistema te dice cual de los varios ascensores deberás tomar. Dentro de la cabina no hay botonera.

Me recordó la impresión que tuve cuando entré por primera vez en una de esas hamburgueserías en las que pagas antes de que te sirvan.
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miércoles, 1 de abril de 2009

Tecnología para una vida más difícil

Hace un año aproximadamente sustituyeron el portero automático de mi casa por un flamante videoportero. En el portal hay ahora un teclado numérico parecido al de un teléfono en el que debes marcar (si la sabes) la clave de cada piso que, por supuesto, no aparece en ningún lugar visible.

Es más, las brevísimas e ininteligibles instrucciones de la micropantallita aparecen en inglés y encima alternando cada pocos segundos con el nombre y dirección del instalador, por lo que no es posible leerlas de corrido ni siquiera para los que conocen el idioma.

Cuando lo estaban instalando pregunté por su funcionamiento al operario que me explicó lo fácil que era: Solo había que conocer la clave o bien teclear repetidamente el botón de la flechita hasta que apareciese en pantalla el piso deseado y entonces pulsar la tecla de campanilla: El orden de los pisos es 11 = 1ºA; 12 = 1ºB; 13 = 1ºC; 21 = 2ºA; 22 = 2ºB; 23 = 2ºC... y así sucesivamente. Yo le pregunté ¿Me estas diciendo que para llamar a mi casa en el 7ºB, tendrán que pulsar 20 veces y luego campanilla? y él me miró como a un reaccionario enemigo del progreso.

Por supuesto quienes vienen a visitar a mis padres llaman desde el móvil cuando están en la puerta.
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