martes, 31 de mayo de 2011

Serenidad, confianza y también imaginación


Los tiempos de dificultades parece que invitan a usar términos rotundos. Las crisis convocan a los profetas de remedios taumatúrgicos y radicales que no suelen tener más virtud que la simple rotundidad. La tentación, sin embargo, es grande porque nada gusta más a los profesionales del espectáculo que las emociones fuertes, que casi se nos exigen. Así ha sucedido que el resultado del Comité Federal ha provocado algo así como una gran “satisfacción cesante” en los que esperaban ver una guerra fratricida dentro del PSOE.

SERENIDAD

Así que lo primero ha sido tomarse las cosas con serenidad y ha sido bueno. Espectáculos como los que dieron el PP en 2004 o el PNV en 2009 no son de recibo en ninguna sociedad democrática y la nuestra sin duda lo es.

Zamora no se tomó en una hora. Hoy parece como si la reflexión tranquila fuese un defecto que pretendiese anular las supuestas virtudes de lo ruidoso y lo tremendo. Por el contrario, sin serenidad es imposible valorar los problemas con tino y correríamos el riesgo de no ver las cosas obvias, de minusvalorar los problemas o, al contrario, de dramatizarlos y preferir la urgencia a la idoneidad en las soluciones.

CONFIANZA

El PSOE es una “casa seria”. En el Partido Socialista Obrero Español hay mucho y de todo: de lo malo, de lo regular y de lo muy bueno. Esto último es lo que más abunda y ya va siendo hora de que lo reconozcamos, lo reivindiquemos y dejemos de dar crédito tontamente a quienes hablan mal de nosotros sin conocernos de nada.

La verdad es que no hay una organización política en España como el PSOE, ni tan estructurada, ni con tanta gente, ni con gente tan exigente consigo misma. Y desde luego no hay una organización con convicciones democráticas más profundas. Estoy de acuerdo en que podríamos ser mejores, estar más abiertos, mejor organizados, ser más dinámicos y más ágiles, todo verdad. Pero no voy a dejar de reconocer que tenemos el partido más potente, autocrítico y capaz de todos. Así que no tengo ninguna duda de que esas mismas capacidades nos permitirán volver a ganarnos la confianza de la mayoría.

Tenemos, además, el electorado más exigente y menos conformista de España. Siempre ha sido así y no hay en ello novedad alguna. De hecho si nos votan (cuando lo hacen) es porque nos hemos ganado su confianza esa vez también, como cada una de las demás. El pasado día 22 hubo muchos de esos votantes que no nos dieron su confianza. No siempre acertamos pero tengo confianza.

IMAGINACIÓN

En su día nos inventamos las primarias, de las que todos hablan pero que nadie más que los socialistas hemos practicado. Nos inventamos la polémica paridad entre hombres y mujeres y ahora resulta que la política ha cambiado con tantas mujeres en puestos de responsabilidad que se ve como natural lo que entonces era “insultante” excepción. Ahora nos toca poner la imaginación a trabajar y proponer reflexiones y propuestas que cambien cosas menores pero que de ellas salgan cambios duraderos y profundos. Algunas propuestas nos las han hecho llegar desde los campamentos de Sol y de otras ciudades, otras las tendremos que proponer nosotras y nosotros. Lo que sí sabemos es que la mayoría quiere reforzar y no privatizar la sanidad pública, que la mayoría quiere asegurar derechos sociales y no perderlos, que no estamos ante una ola ultraliberal sino ante una reacción cívica de personas que creen en la solidaridad colectiva y que no están conformes.

Ahí van algunas preguntas que tal vez ayuden
  • ¿Por qué no perseguimos la corrupción cada partido dentro de sí mismo, sin señalar a los demás? Ganaríamos en credibilidad.
  • ¿Por qué aceptamos que dedicarse a la política conlleve que te pidan soluciones mientras te insultan? Así disuadimos a los excelentes.
  • ¿Quién ha dicho que sólo lo malo vale la pena de ser contado? ¿De verdad lo creéis?
  • ¿De verdad le hacen falta al país cientos y cientos de leyes y de normas para todo?
  • ¿Por qué creemos que la política puede sustituir a la moral?
  • ¿Y los tribunales de justicia sustituir a la política?
  • ¿Por qué tememos decirle a la gente lo que cuestan las cosas que paga?
  • ¿Por qué hemos pretendido hacer creer a tantas personas que somos responsables nada menos que de su felicidad?
Estas pocas preguntas se me han ido ocurriendo pero rascando saldrían, y saldrán, muchas más pero lo importante es que éstas y otras nos las hagamos nosotros mismos y las hagamos en la calle, desde la sinceridad y la prudencia (entiéndase ésta en el sentido más noble de la sabiduría y el equilibrio que le daba Gracián, no en el de miedo).

Recuperar el valor de sentirse ciudadana o ciudadano es una exigencia urgente porque ahora sabemos que podríamos perderlo. Los famosos "mercados" nos lo han hecho ver con cruel evidencia y no podemos hacer como si no hubiese pasado.

jueves, 26 de mayo de 2011

Desconfianza y decepción


En los últimos años el mundo de la televisión está sufriendo un verdadero terremoto. Las bases sobre las que se sustentaba se tambalean. Una televisión con una programación variada y general, que ajusta su programación a los horarios de cada tipo de público, recibe ahora el nombre de “generalista”, mientras que eso antes se llamaba simplemente “la televisión”.

La aparición de la TDT ha supuesto un cambio radical con la irrupción de decenas de canales que compiten por la menguada tarta de la financiación publicitaria.

La tele en el salón con la familia alrededor es una imagen que empieza a ser residual, salvo en grandes acontecimientos. Por el contrario el público (ahora habría que decir los públicos) ya no se sienta pasivamente a contemplar lo que programan a la hora que lo hacen sino que busca donde sea exactamente lo que desea ver a la hora que quiere verlo. Es una tendencia imparable que se ve reforzada por la posibilidad de consumir los productos audiovisuales a través de internet. Las televisiones lo saben y se adaptan con aplicaciones web de televisión “a la carta” para su consumo individual a través del ordenador o de los actuales teléfonos móviles.

En medio de todo este lío, las cadenas se pelean a muerte por una publicidad que necesitan como el comer. Poco dinero, muchas cadenas y ansia de grandes audiencias no son ingredientes con los que se pueda elaborar un producto de calidad, sino todo lo contrario. Así, el deterioro de la televisión ha eliminado el espejismo de que la TDT nos traería más opciones parecidas a lo que conocíamos. No ha habido tal. Hay más opciones -si- compitiendo por la audiencia, pero no son muchas las que alcanzan el umbral mínimo de satisfacción de sus espectadores.

Las teles públicas tienen sus propios problemas en medio de esta encrucijada maldita: Menos financiación pública. Menos publicidad (o ninguna en TVE) y una conciencia de que no pueden sobrepasar determinados límites en su pelea por una audiencia sin la que ellas tampoco tienen sentido.

Y por si fuera poco las televisiones privadas, en su angustia por levantar cabeza, presionan ahora para que se les suprima la publicidad a las públicas y pronto lo harán para que simplemente desaparezcan, aunque sin duda querrán que parezca un accidente.

Pues en medio de esta batalla, hoy en el Parlamento Vasco se ha demostrado que quedan demasiadas inercias y que todavía pesan la desconfianza, la suspicacia y la sospecha. Se ha aprobado una moción bastante cabal y razonable pero el acuerdo no ha podido ser unánime porque las palabras se han retorcido en el debate para intentar ver significados ocultos, traiciones disimuladas o intenciones escondidas: modernización, adaptación, racionalización, adecuación, redimensionamiento, remodelación, han sido disparadas en medio de una polémica que me ha resultado otra vez decepcionante cuando hablamos, precisamente, de un servicio público que atraviesa un momento tan difícil.

martes, 17 de mayo de 2011

Quiero que condenen a Strauss-Kahn.

Hasta que ha surgido el escándalo del supuesto intento de violación confieso que no sabía nada de quién era Dominique Strauss-Kahn. Supongo que no debería admitir estas cosas pero no me gusta disimular como tantos a los que les pasaba como a mí pero que jamás lo reconocerán.

Ni sabía quién era, ni que era el presidente el Fondo Monetario Internacional ni mucho menos que parecía ser el próximo candidato a enfrentarse a Sarkozy por la presidencia de la República Francesa. De todo eso me he enterado ahora que su carrera política ha sido devastada.

Tanto si es condenado por los delitos sexuales que se le imputan como si es declarado inocente, para la opinión mundial ya siempre será culpable, si no es por eso lo será por presidir tan infausta institución como el FMI así que, pase lo que pase son los últimos días de vida pública de este señor.

Yo espero, y deseo, que todas las terribles acusaciones sean verdad. No me entiendan mal: me parece tremendo que esa mujer haya sufrido un intento de violación, faltaría más, y que este ya expresidente sea un acosador. Todo eso me parece terrible, merecedor de la mayor reprobación y desde luego de la condena que el juez o el jurado le impongan a este señor.

Pero una vez dictada la ya inapelable condena social (lo que resulta inevitable en una sociedad tan amiga del espectáculo como perezosa ante los engorrosos procedimientos de la justicia) yo prefiero que exista realmente ese terrible delito porque nada me daría mas miedo que pensar que a quienquiera que tenga enemigos puede organizársele cualquier acusación aterradora y que si es suficientemente antipático toda la sociedad dará por válida tal acusación.

Me quedaré mucho más tranquilo si le juzgan, demuestran el delito y le condenan. Ni comparación.

martes, 10 de mayo de 2011

Fíjate tú !

Interesante gráfico que publicó ayer el periódico El Correo. No he podido encontrarlo en la web del periódico así que lo he escaneado de la edición en papel.

Como los pocos visitantes de este blog son gente inteligente me abstendré de hacer comentario alguno.

viernes, 6 de mayo de 2011

Empieza la esquizofrenia


En esto de Bilbu ha sido tan enorme la manipulación política e informativa que no vale la pena intentar meterse, no servirá de nada, al menos por el momento; cuando pase algún tiempo ya veremos. Lo peor ha sido que se ha demostrado que aquí somos poquísimos los que creemos de verdad en el Estado de Derecho y en la independencia de los jueces y quienes así lo manifestamos nos arriesgamos a ser considerados malvados por los adversarios e ingenuos por los cercanos.

Yo, mentiroso para unos y bobo para otros, me sigo alegrando de que los jueces hayan actuado según su criterio y no según lo conveniente. Me gustará más o menos lo decidido pero me alegro de que hayan demostrado que la justicia funciona pese al estruendo.

Mucho peor que yo parece que lo tienen los propios líderes de Bildu. Resulta que tanto han insistido en reclamar a un tribunal supuestamente manipulado por el Gobierno y los poderes políticos que, ahora que el tribunal les da la razón, se han quedado sin argumento y siguen repitiendo lo mismo que hubiesen dicho si la sentencia hubiera sido la contraria. Quien tiene el victimismo no como principal sino como único argumento queda descolocado cuando la causa desaparece.

Los líderes de la perfectamente legal coalición formada por EA, Alternatiba y acompañantes, se han despachado diciendo que ponen en duda la existencia de la separación de poderes en el Estado Español, y que “habrá habido decisiones políticas”.

Es decir que: No quieres que yo sea legal y eres quien manda en los jueces. Si no me legalizan eres malo por obligarles a negarme mi derecho pero si me lo reconocen eres igual de malo porque les has forzado a que me legalicen para que no se notase que no querías legalizarme. Bonito argumento ¿Lo han podido seguir? Creo que los psiquiatras saben algo de esto.

Veremos si Bildu es capaz de cambiar algún día de discurso y cuánto tarda en hacerlo. Bueno, y algunos otros que no son Bildu también.

jueves, 5 de mayo de 2011

Argumentos de autoridad

Congreso de los Diputados
Real Academia Española




















La Comisión de Política Territorial del Congreso de los Diputados se ha equivocado hoy creyéndose con autoridad para decretar cómo debemos escribir el nombre de las provincias vascas los hablantes del español de todo el mundo. Desde hoy ya sabemos los argentinos, los chilenos, los filipinos hispanohablantes, los andaluces y los vascos que cuando escribamos Vizcaya o Guipúzcoa en ese idioma que compartimos estaremos cometiendo un error ortográfico y que deberemos escribir Bizkaia, Gipuzkoa y Araba/Álava (sic)

No es una actitud nueva, ya se vio una cosa parecida cuando decidieron que los hispanohablantes de todo el planeta debíamos escribir, y decir: A Coruña, Lleida o Girona.

No sé cuál es mayor error, si creerse que las instituciones son las dueñas del país, en lugar de sus administradoras, o creerse que los españoles somos los dueños del español, en lugar de un pequeño grupo de sus hablantes. Me queda el consuelo de que seguramente no será ni una cosa ni otra sino una simple pose facilona para contentar a los partidarios de que en Euskadi y Cataluña el castellano sea tratado como un idioma incorrecto en lugar de cómo lo que es: uno de los dos idiomas propios del país. En el fondo se trata de una posición política que, obviamente, no comparto.
 
Aunque nadie hablase ya castellano en el País Vasco y no fuese, como es, no solo cooficial sino el único idioma de la mayoría de sus habitantes; aunque así ocurriera, sería absurdo pretender que los hablantes del Español no tuviesen derecho a poner en su propia grafía los nombres de unos territorios que ni siquiera en esa hipótesis les serían ajenos.
 
Todos los idiomas tienen términos acomodados a su fonética y a su grafía para denominar ciudades, territorios y lugares del mundo que son auténticamente extraños a su idioma pero que se conocen y se reconocen como importantes. Otra cosa sería absurda. De pretenderlo nos encontraríamos con el abuso de que no se podrían escribir en español: Londres, Támesis, Nueva York, Florencia, Casablanca, Amberes, Pekín y otros miles de ejemplos más. Pero no solo eso sino que tampoco se podrían escribir en catalán Saragossa, Conca o Cadis, ni Sant Jaume de Compostel.la, que es como se escriben, ni podríamos utilizar Bartzelona o Kantabria cuando escribiésemos en euskera.
 
Las 22 academias de la lengua española, todas ellas formadas por personas con auténtica autoridad moral y científica sobre el idioma, se han cuidado siempre de obligar a nada. Solo cuando han podido comprobar fehacientemente que el uso de los hablantes y de los literatos, únicos dueños del idioma, ha asentado un término, lo han recogido o modificado en el Diccionario. Ese mismo diccionario recoge distintos matices de lo que significa el término Autoridad y creo que el Congreso y las Academias usan cada cual una acepción distinta:
  • Poder que gobierna o ejerce el mando, de hecho o de derecho.
  • Prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia.
Cuando se trata de la lengua que hablamos cientos de millones de personas en todo el mundo, entre ellos todos los vascos, creo que debería atenderse a la segunda acepción y nunca a la primera.

domingo, 1 de mayo de 2011

Una sociedad lesionada

Depresión. Vincent Van Gogh

Los vascos hemos convivido tantas décadas con la violencia que ésta ha tenido tiempo de lograr muchos más efectos que los que pretendía. De hecho no ha logrado ninguno de los objetivos que buscaba y seguramente la gran dificultad que encuentran sus partidarios para aceptar la desaparición del terrorismo totalitario sea reconocer que su fracaso ha sido tan incuestionable como caro. Pero que no haya conseguido sus metas totalitarias no quiere decir que la acción constante e insidiosa del terrorismo no haya tenido otras consecuencias.

Ayer en un acto en el teatro Campos Elíseos de Bilbao, Txiki Benegas recordó que en los tiempos más duros de su vida, cuando cada año 80 personas eran asesinadas por ETA, llegó a sentir vergüenza. Vergüenza de un pueblo vasco en cuyo nombre se cometían tales horrores y que miraba para otro lado, disimulaba o aplaudía a los asesinos. El miedo es una emoción primaria perfectamente eficaz para sacar de cada uno de nosotros lo más inhumano que nos queda de cuando aún no éramos personas. La fijación social del miedo ha sido una de las peores lesiones que nos han impuesto tantas décadas de terror.

Miedo que generó pasividad y desapego hacia las víctimas y hacia nuestra propia libertad. Actitudes éstas, innobles que casaban muy mal con la imagen de país pionero de las libertades y modelo de modernidad (y con tan buena gastronomía) que tanto nos gustaba contarnos a nosotros mismos y a los demás. Recuerdo un personaje de la película 1,2,3 de Billy Wilder, que al preguntarle qué hacía cuando los nazis gobernaban su país contesta “yo trabajaba en el metro y ahí abajo no nos enterábamos de nada”. Algo así nos ha pasado también en este país, que el miedo obligó a demasiada gente a buscarse un subterráneo íntimo en el que poder pasar sin enterarse de nada.

El terrorismo no logró su objetivo: el poder, pero consiguió muchos de los efectos secundarios que la violencia causa, especialmente en una sociedad pequeña como es la nuestra.

Y tenemos ya tantas ganas de que piten el final de este partido infernal que no nos damos cuenta de cuántas lesiones llevamos acumuladas, de cuántos dolores sociales tiene esta sociedad y de qué contracturas y heridas nos impedirán desenvolvernos con agilidad aun cuando alcancemos la paz. Ahora que todo parece que puede terminar, con la calma sin duda aflorarán dolores que a mi generación tal vez le duren para siempre.

Faltan unas horas, quizás minutos, para que se sepa lo que el Tribunal Supremo decidirá sobre la coalición que la izquierda abertzale ha tejido con las hilachas de EA para ver de volver a la política en estas próximas elecciones. No sé lo que decidirán los jueces (casi nunca se sabe) pero sí sé que pase lo que pase la sociedad vasca no va a poder aceptarlo con normalidad. La desconfianza es otro de esos efectos secundarios, otra zona lesionada que nos queda a los vascos después de tanta muerte y de la que no nos vamos a curar de hoy para mañana.

Somos muchos y muy distintos los que tenemos ganas, muchas ganas, de que la violencia termine, de que nadie amenace a nadie, de que todo el mundo pueda ir en libertad a decir lo que quiera en la calle, en el Parlamento y en las elecciones, pero no puedo ignorar que las cosas no serán tan fáciles como el pitido final de un partido. Hay que recomponer muchas cosas y la rehabilitación social sospecho que es igual o más dura que la que requieren las lesiones físicas. Al menos estamos empezando a respirar más hondo; por ahí se empieza.