viernes, 28 de septiembre de 2012

La ley del más fuerte


Para que alguien pueda imponerte una conducta necesita, de entrada, ser más grande o más fuerte que tú. En caso contrario tendrá muchas dificultades para conseguir que hagas algo que no harías de forma voluntaria. Comprendo que suena un poco salvaje pero así ha sido siempre, lo es ahora y lo seguirá siendo.

Descartada la seducción, que trata de despertar tu propia voluntad, los Estados Nacionales que conocemos (democráticos o no) nacieron para que existiera una autoridad colectiva y reglada que fuera más fuerte que la de los particulares y así poder imponer normas y establecer reglas. Max Weber lo describió como el “monopolio legítimo de la violencia y de la coacción”. También esto suena terrible pero no por ello es menos cierto.

Los mercados, que son ahora mundiales, instantáneos y cuajados de intereses privados, se han hecho ya demasiado grandes y poderosos para que ningún Estado les tosa, ni siquiera los más consolidados. Ellos ponen sus normas, o sea sus no normas, deciden lo que les importa y lo que no y toman sus decisiones, a veces en segundos, sin otro límite que su deseo. No hay leyes en el planeta que deban respetar porque no hay nadie en el planeta más fuerte que los propios mercados. La consecuencia es el espectáculo de desorientación que están dando incluso los gobiernos de países que fueron poderosos. Del nuestro mejor ni hablamos, que ya he escrito bastantes crueldades es un texto tan pequeño.

Quienes siempre quisieron crear Estados Nacionales a su medida; más pequeños y familiares, más uniformes, menos plurales y -dicen- más “auténticos” están presentando ahora su vieja aspiración como salida a los desastres de la crisis. El último ejemplo es Cataluña. No criticaré yo los sentimientos legítimos de nadie pero es evidente que, tratándose de la economía, si los grandes Estados ya no son suficientemente poderosos para imponerse al capitalismo especulador mundial, el camino para defender los intereses de la gente normal debería ser crear algo que sea más fuerte que los mercados, que pueda imponerles normas como hacen los Estados actuales con nosotros. Y para eso habría que acelerar la creación de, al menos, una Europa más unida, compacta y poderosa y no trocear los Estados actuales.

Sin duda podremos discutir con todo respeto sobre identidades, culturas, idiomas, tradiciones…pero la economía y la crisis por favor que ni las nombren, que a la gente ya la han engañado bastante.
Publicado en Danok Bizkaia el 28 de setiembre de 2012

viernes, 21 de septiembre de 2012

Respeto, memoria y olvidos

Foto El Mundo

Los grandes protagonistas históricos de la que se llamó Transición Española nos van dejando por ley natural. El martes supimos que había fallecido Santiago Carrillo y los medios se han llenado estos días de epitafios y reseñas sobre su incansable, compleja y, por eso mismo, controvertida biografía.

Es probable que muchas personas jóvenes que lean estas líneas no conozcan ni la figura ni la trayectoria de un hombre que protagonizó casi un siglo de historia de España. Si es así, les recomiendo que aprovechen la ocasión de informarse en los numerosos repasos históricos y políticos que todos los medios están haciendo con motivo de la muerte del líder comunista.

Verán que en esos 97 años de historia que Carrillo vivió, España ha sido escenario de grandes avances y de terribles desgracias. Leerán acerca de su impagable contribución a la recuperación de la democracia en España, de su valentía ante los golpistas, de su compromiso con las libertades y contra el fascismo (no el del insulto callejero, sino el de verdad) y también sabrán de su evolución heterodoxa dentro del comunismo. Y, por supuesto, leerán acerca de sus errores, particularmente sobre aquellos vinculados a una guerra en la que nuestros abuelos se mataron unos a otros con gran crueldad y en la que él participó activamente, del lado del bando legítimo, por cierto.

Ante la muerte suele ser norma referirse sólo a los momentos más admirables de la persona fallecida y dejar de lado lo desagradable pero estoy viendo que tal cosa no va a suceder con Carrillo. No me parece mal que así sea, porque creo que es bueno saber que todos aquellos que han tenido una responsabilidad importante en la torturada historia de España se han visto arrastrados alguna vez por sus luces y por sus sombras. Pero ese valioso ejercicio de ecuanimidad histórica me resultaría más creíble si algunos que con tanto detalle recuerdan aún hoy lo ocurrido en plena guerra no hubieran olvidado tan convenientemente las muchas y muchísimo más recientes sombras de otros grandes políticos fallecidos, sin duda tan valiosísimos como el propio Carrillo para nuestra democracia, pero que en tiempos también muy negros para España impulsaron la tiranía y la muerte, doblegaron a los humildes desde el poder y pelearon contra la libertad de todos.

Mostremos nuestro respeto por todos los muertos, especialmente por aquellos de cuyas largas y complejas vidas podemos aprender algo. Tengamos memoria para que no nos arrastren los errores terribles de nuestra historia, pero jamás aceptemos el olvido selectivo, consciente y culpable que los indignos nos quieren imponer.

Publicado en Danok Bizkaia el 21 de setiembre de 2012

sábado, 15 de septiembre de 2012

Cataluña tiene un problema


En relación con la manifestación independentista de la Diada quizás convendría poner un poco de hielo para rebajar el calentón general que parece que se está produciendo.

Aclaremos que la manifestación ha sido muy multitudinaria y que merece ser tomada en serio sobre todo porque, siendo tan masiva, ha resultado bastante más nítida y concreta en sus reclamaciones de lo que haya sido antes ninguna otra. Los muchísimos miles y miles de asistentes querían un Estado independiente y separado de España y se les entendió muy bien cuando lo dijeron, sin titubeos ni matices.

Tan nítida ha sido que le ha pasado por encima al Presidente Mas, que se ha quedado descolocado allí con su pacto fiscal temblándole en la mano y sin saber muy bien cómo evitar que se le derramase mientras se subía al huracán que habían planteado sus compañeros de viaje independentista.

Después de tantos siglos de formar parte fundamental del país, el movimiento de desafección manifiesto de buena parte de los catalanes es, desde luego, un problema muy serio para el resto de España pero es una auténtica bomba social y política para Cataluña, que es la que va a sufrir los problemas más graves en su propio tejido humano, empresarial, económico y también cultural. Por mucho que diga Mas, que se equivoca también en eso, la pelota está ahora en el tejado del independentismo. Y no va a bajar sola.

Planteado ya con toda claridad que su objetivo es la separación, están ahora obligados a explicarles cuidadosamente al resto de catalanes que no fueron a la manifestación -sobre todo a ellos pero de paso también al resto de españoles- cómo se sustancia el proceso de gestación de la Cataluña independiente que desean y cómo será ésta una vez en marcha. Están en su derecho de querer irse y ningún Estado democrático puede negarse a escucharles del mismo modo que ellos no pueden tampoco negar a los catalanes no independentistas una explicación detallada y concreta de qué clase de país les proponen compartir con ellos en caso de que su sueño salga adelante.

Y no estoy hablando de economía, que también, sino de nacionalidad y ciudadanía compartidas o no, de sufragio universal o no, de cómo se articularían los derechos a la identidad, culturales y lingüísticos de los catalanes que querrán seguir siendo españoles y no por eso dejar su tierra, de qué tipo de relación desean tener con la España a la que aquellos se sentirán vinculados… mil cosas. Y todas ellas deberán explicarlas con sumo cuidado, detalle y honestidad porque los antecedentes de países creados en contra del sentimiento de buena parte de sus habitantes han acabado todos como el rosario de la aurora.

Por eso es muy preocupante que parezca como si esta tarea se diera por hecha y que el siguiente paso fuera ya simplemente hablar con España en nombre de “toda Cataluña” para ver cómo se sigue adelante con sus planes. No puede ser. La etapa de explicación y “seducción” de los millones de compatriotas que no son hoy independentistas no solo es ineludible sino que será la más larga, compleja y difícil de todas. Y la más decisiva para que el resto del mundo al que quieren pertenecer se convenza de que esta vez no se repetirán los episodios de secesión que hemos conocido hace no tanto en Europa.

Mucho antes de hablar de la liquidación ordenada de los bienes vinculados durante siglos con el resto de España, de los servicios e infraestructuras comunes o de la Unión Europea, del euro y -¡por favor!- del Barcelona y sus ligas, hay que empezar con lo más importante: aclarar y traducir al papel y al compromiso concreto la emoción de la Diada 2012. Y que se entienda todo tan bien como el se les entendió el pasado día 11. Aunque pasar de las musas al teatro no será cosa sencilla, así que paciencia.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Cierran Garoña… sin querer


No deja de tener su guasa que haya tenido que venir un gobierno de derechas para que la central nuclear de Garoña cierre para siempre. Desde finales de los 70´s del siglo pasado, Garoña ha sido blanco de infinidad de movilizaciones, marchas y protestas. La central es antigua, desde luego, pero ha demostrado una indiscutible resistencia, no solo contra los peligros inherentes a su propia actividad sino también contra el acoso del movimiento ecologista (que entonces se llamaba directamente antinuclear). Superó el paso de una dictadura a una democracia, aguantó gobiernos de uno u otro color y las polémicas consiguientes. Y en los últimos años hasta ha sobrellevado el desprestigio que le acarreó el accidente de su gemela en Fukushima.

Todo lo ha soportado estoicamente Garoña, todo menos un cambio aparentemente menor en la política energética impulsado por el Gobierno Rajoy. ¡Qué cosas! De nuevo la contabilidad vence a la épica. Lo que fue imposible tras décadas de manifestaciones, críticas y ruidosos debates políticos, lo ha conseguido en un pispas un ministro y un partido que, paradojas del destino, se habían manifestado con vehemencia a favor de la continuidad de la central. Tanto era así que el ministro Soria ha confesado en rueda de prensa que la decisión de la empresa de abandonar su actividad le ha pillado completamente por sorpresa.

Convendría que aprendiésemos de esto alguna lección; que fuéramos mucho más conscientes de que la política es el difícil arte de establecer buenas reglas de juego para sociedades complejas como son las nuestras. Un político solvente debería ser capaz de prever que cuando toma una decisión, o la contraria, algunas consecuencias puede que sean distintas a las que pretende de entrada: Si encarecemos el acceso a la educación, sin duda reduciremos gastos pero deberemos asumir que habrá más gente expulsada del sistema, que se buscará la vida en la calle… y que algún día todos pagaremos un precio por ello. Cobrando los medicamentos a los jubilados crónicos ahorraremos algún dinero hoy que seguramente tendremos que gastar multiplicado mañana, cuando muchos de ellos acudan a urgencias. Y como estos ejemplos, cientos. Garoña es solo uno más.

Son precisamente las decisiones que parecen pequeñas las que tienen consecuencias más profundas y duraderas. Esa es la verdadera esencia de la política y su auténtica dificultad. La pasión por las soluciones inmediatas y milagrosas puede que resulte grata para una sociedad que parece necesitar que cada día sea un espectáculo, pero es uno de los caminos que nos llevan al seguro deterioro de la política, de su utilidad y -claro- también de su credibilidad. Un ministro no puede decir, como hace mi niña: “Ha sido sin querer”.

Publicado en Danok Bizkaia el 14 de setiembre de 2012

sábado, 8 de septiembre de 2012

El miedo y el mercado


Regresados del verano tanto este periódico como quienes todavía hemos podido pagarnos unas vacaciones, retomo la columna con una reflexión de plena actualidad. ¿Prestaría usted su dinero a alguien que cada día que pasa es más pobre? ¿Le consolaría mucho saber que, aunque no recuperará el dinero, su deudor lo va a pasar fatal?. Mi respuesta sería en ambos casos no. Rotundamente no.

Si, como yo, no quisiese usted dejarle su dinero a quien no podrá devolvérselo, compartirá también conmigo el asombro que me causa que la estrategia del Gobierno de España ante quienes nos pueden prestar sea, precisamente, la de demostrarles lo muy pobres que estamos dispuestos a ser y lo mucho que estamos dispuestos a sufrir. Como si a los prestamistas internacionales les moviese la misericordia (o el sadismo) en vez del interés económico.

Admira que se nos presenten los llamados mercados con un enfoque tan absurdo, olvidando que son negocios y atribuyéndoles comportamientos cuasi-divinos. Así se habla de “calmarlos”, de que vean cómo nos “sacrificamos” y cómo nos “esforzamos”, de que “valoren nuestra austeridad”. Delirante.

Como si se tratase de una de aquellas crueles deidades de la antigüedad ante las que se asesinaban ritualmente vírgenes o niños para asegurar las cosechas o la victoria militar, nosotros ahora ofrendamos a los mercados en sacrificio cosas como nuestra salud… (desmontando la sanidad pública), a nuestros hijos…(minando la educación que les daba oportunidades), el bienestar económico…(destruyendo la capacidad de compra de la gente), o nuestras posibilidades de innovación futura… (acabando con los proyectos de investigación). Y lo peor es que a todas esas “muertes sociales” se les atribuye hoy la misma inapelable eficacia que a aquellos sacrificios humanos. Habremos cambiado las túnicas sangrientas por las corbatas de seda pero está visto que la superstición sigue intacta. Usted me dirá.

Algunos dicen que el Gobierno de España está aprovechando la crisis para desmontar los derechos de la gente que tanto han incomodado siempre a la derecha. Tal vez. Puede que la voladura de los servicios públicos sea en realidad una maniobra para que finalmente los puedan comprar baratos las empresas amigas. Quizá se trate de utilizar el miedo para mantener a la ciudadanía dócil y callada ante tanto estropicio. Todo eso es indecente, claro, pero lo que me resulta más alarmante es que realmente puedan llegar a creerse en serio que empobrecer España va a ser aplaudido por nuestros acreedores.

No me extraña que los mercados, lógicamente aterrados a la vista de estos locos españoles que se afanan en destruir su propio futuro, nos presten dinero con intereses de usura. La prima de riesgo se ha convertido en el termómetro de nuestros problemas pero también en el indicador del miedo que damos.
Publicado en Danok Bizkaia el 7 de setiembre de 2012