sábado, 29 de junio de 2013

Mandela


Nelson Mandela en estado crítico. No sé lo que pasará desde que yo escribo estas líneas hasta día en que sean publicadas*. En todo caso será un buen momento para reconocer a quien tal vez sea el último gran líder mundial del siglo XX. Mandela no será reconocido por su victoria política, ni por sus métodos antes de entrar en prisión sino porque pudiendo odiar y sobrándole razones para hacerlo, escogió con plena libertad personal renunciar a ese odio.

Los humanos nos hacemos distintos de otros seres precisamente cuando no nos dejamos llevar y cuando somos capaces de escoger nuestro propio camino, de vencernos a nosotros mismos cada cual en su propia intimidad. Imponernos a nuestro miedo y a nuestra ira, que viven en lo más hondo de nosotros, es nuestra mayor victoria. La misma que Nelson Mandela conquistó primero para sí y después para su país. Supongo que en este momento es muy difícil, acaso imposible, encontrar un líder que sea capaz de caminar delante de su gente sin darse la vuelta a cada instante para contar cuántos le siguen.

Empieza el verano, se supone, y será una buena ocasión para que lea usted “El Factor Humano” del periodista John Carlin. Es un relato de la vida de Mandela, de sus sufrimientos, de su evolución y de su madurez como líder. Si lo prefiere también puede ver la magnífica “Invictus” dirigida por Clint Eastwood y con Norman Freeman de protagonista. Seguro que la vuelven a poner pronto. Le recomiendo encarecidamente ambas cosas. Si no las conoce le sorprenderán y, en todo caso, le harán mejor persona de lo que ya es.

Esta es siempre una columna sin pretensiones, si acaso la de entretener y ayudar a ver la actualidad desde una ventana pequeña pero diferente a lo que se lee o se escucha por todos lados. Siempre hay otros puntos de vista y buscarlos, además de una buena gimnasia mental, puede ser divertido.

Pero cuando estamos frente a alguien, como Nelson Mandela, que al precio de su vida nos pone delante de nuestros ojos las verdades más profundas y los sentimientos colectivos más valiosos de la especie humana, el ingenio tiene que apartarse y dejar paso a una corriente profunda de sentimiento que mana de mucho más adentro, que no entiende de culturas ni de razas y que traemos de serie todos. Es la admiración por los hombres no santos pero verdaderamente libres y honestos. Un sentimiento en el que todos los seres humanos somos, por supuesto, iguales.

* Publicado en Danok Bizkaia el 28 de junio de 2013

viernes, 21 de junio de 2013

Extraterrestres

Habrá que pensar en nuevos productos y tallas
Es definitivo: El FMI (Fondo Monetario Internacional) apuesta claramente por la existencia y pronta visita de seres extraterrestres.

Parece que han hecho números y que están convencidos de que la salud y prosperidad de nuestros mercados se recuperará en cuanto arriben al planeta esos exóticos y adinerados hombrecitos verdes, y mujercitas tal vez fucsias, que nuestros dirigentes económicos esperan sin duda para dentro de pocos meses. (Reconozco que tengo yo impaciencia por saber si es cierto lo de las antenas y las orejas en forma de trompetilla)

Viene un nuevo tiempo en el que serán estos seres quienes nos sustituirán a todos nosotros, que éramos quienes hasta ahora habíamos mantenido el consumo, la economía y el mercado.

En consecuencia, el FMI propone varias medidas para que los terrícolas de esta parte del globo abandonemos definitivamente nuestra antigua posición de consumidores y nos centremos en nuestra nueva y exclusiva tarea de producir bienes y servicios que podrán ser adquiridos por tales alienígenas pero ya nunca más por nosotros.

Las medidas son claras y contundentes: Aunque nos reconocen el éxito parcial de que los salarios estén ya a niveles de hace 6 años, proponen bajarlos aún más, facilitar el despido y subirnos el IVA y demás impuestos al consumo. Tan partidarios son de la equidad que les preocupa que las políticas de empobrecimiento (que ellos llaman de austeridad) estén tan mal repartidas. No les gusta nada que haya millones de trabajadores pobres y millones de parados y propugnan igualarnos para que todo el mundo trabaje a cambio de ingresos de estricta subsistencia. Dicen que ese reparto de la miseria activará el consumo interno (supongo yo que de cuencos de arroz y de mendrugos) pero nada dicen del mercado de verdad, del que obviamente esperan nuestra expulsión masiva.

Así que si tiene usted una fábrica, una empresa o un comercio, esté tranquilo y no se apure por esta momentánea desaparición de sus antiguos clientes. Al contrario, aproveche para hacer limpieza, deshágase casi gratis de sus trabajadores, que éramos quienes antes comprábamos, y espere confiado la inminente llegada de los platillos volantes que el FMI ya avizora.

Solo una sospecha amenaza tan prometedor panorama ¿A ver si va a resultar que esos hombres de negro son en realidad los únicos extraterrestres y que no van a venir más?

Publicado en Danok Bizkaia el 21 de junio de 2013

viernes, 14 de junio de 2013

130 Km/h


Anda el Gobierno de España enredando con la posibilidad de permitir que en algunas autopistas, y siempre que se den determinadas condiciones de seguridad, se pueda circular a 130 Km/h en lugar de los 120 actuales. Bonita polémica. Todavía recuerdo la algarabía cuando se bajó la velocidad máxima a 110 Km/h y se nos previno entonces de toda clase de males que vendrían, algunos tan pintorescos como un supuesto aumento del gasto y de los accidentes. Finalmente el saldo económico fue de 230.000 euros invertidos en nuevas señales y 450 millones de ahorro energético (casi 2.000 veces lo gastado).

Dicen que esta nueva propuesta tiene como único objetivo contentar a los propietarios de buenos coches y a las concesionarias de las ruinosas autopistas de peaje que se construyeron con muchísimo entusiasmo y poquísimo cálculo. De hecho el partido que sustenta al actual gobierno lo reconocía así con toda claridad cuando, estando en la oposición, propuso subir el límite a 140 para “incentivar al usuario” y mejorar así la situación de tales vías de peaje.

Naturalmente las asociaciones de accidentados han replicado con datos que señalan el incremento demostrado de muertes cuando se aceptan velocidades mayores. Son cosas de la estadística, una ciencia nada proclive a la negociación o al trapicheo y por eso mismo, principal enemiga de opinadores y tertulianos como yo mismo.

Sin pretender competir con ella y limitándome, por tanto, a mi percepción personal sí diré que una buena parte de quienes abogan entusiastas por que se eleve a 130 Km/h el límite no lo hacen para respetarlo sino para poder seguir conduciendo muy por encima de esa velocidad, como es su costumbre, y que su único objetivo es que las sanciones que les apliquen si les sorprendieran sean menores. O incluso que pagando lo mismo puedan correr aún más. Son los mismos que te dan luces enfurecidos para protestar cuando adelantas legalmente a un camión coartándoles a ellos el que creen que es su derecho a seguir lanzados.

Recuerdo el día en que un buen amigo, bastante prudente en carretera por cierto, expresó con indignación pero con ingenua simplicidad esta percepción popular tan perversa y dijo: “¡No, si al final vamos a tener que ir a lo que marca!”.


viernes, 7 de junio de 2013

Eusko melting pot


En 1952 cantaba Georges Brassens que cuando era Fiesta Nacional él se quedaba en la cama igual. Unos acordes que nos llegarían años después en la voz de Paco Ibáñez.

Parece que en Euskadi se suprimirá el festivo que implantó el anterior Gobierno Vasco coincidiendo con cada aniversario del referéndum estatutario por lo que cada cual vamos a poder quedarnos en la cama el día que mejor nos parezca ya que no habrá Fiesta Nacional contra la que poder ejercer la rebeldía de las sábanas.




Tal vez sea lo mejor: Reconocer que, de hecho, no todos los paisanos vascos estamos convencidos de vivir en el mismo país. Que Euskadi, o como usted prefiera llamarla, es diferentes cosas para cada uno y que, por lo tanto, no es aceptable ni posible que se nos imponga una fiesta, un nombre, un símbolo, un sentimiento, una cultura, una tradición o incluso un idioma.

Están los que piensan que Euskadi se estrenó como realidad política efectiva sólo con el Estatuto de Gernika. Otros prefieren ver aquello como una oportunidad perdida en un largo camino hacia otro sitio y no faltan quienes evocan -vehementes- certezas milenarias ante las que deberían rendirse las leyes y los hombres.

Somos los vascos, y las vascas, tan distintos que no puedo sino reconocer el acierto de los portavoces nacionalistas que han manifestado que es mejor que nadie imponga legalmente el reconocimiento de Euskadi como país, que unos podrán celebrar el día del Estatuto, otros lo harán con el Aberri Eguna y habrá quienes no celebren nada (sic).

¡Albricias! Si fuera cierta, ya me apuntaría yo –entusiasta- a esa novísima posición tan respetuosa con la individualidad ciudadana, tan “ilustrada” ella y, sobre todo, tan sorprendente en quienes han sido siempre primeros espadas de una simbología patria única y de una sola identidad que sería la propia y fetén de los vascos. Escucharles hoy partidarios de la multiculturalidad contra la que llevan tanto tiempo luchando me abre una ventana de esperanza junto a un inocultable atisbo de desconfianza.

Llaman los anglosajones melting pot al modelo de integración social en la que culturas y tradiciones presentes en un territorio se mezclan en un caótico puchero cultural donde la mayoría originaria acepta, disfruta y hace suyas aportaciones y valores de sus convecinos sin que nadie pretenda un resultado final concreto. Fantástico. Tal vez resulte que nos estamos normalizando al fin. I hope so.