lunes, 16 de mayo de 2022

Escucha Yolanda!

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© Biblioteca Nacional

Desde que el PCE, tu partido, admitió no ser hegemónico en la izquierda ha hecho muchos intentos por buscar “compañeros de viaje” entre grupos, colectivos y movimientos sociales, hasta ahora con poco éxito. Convendría que tu iniciativa no recordase a las anteriores, algunas de las cuales tuvieron como consecuencia obvia el refuerzo de la derecha.

Supongo que eres consciente de la responsabilidad que asumes para movilizar a muchos izquierdistas a los que si no convences de que te voten, se quedarán en su casa porque antes muertos que votar a la vil socialdemocracia. La misma a la que echarán la culpa -nunca a sí mismos- si finalmente tenemos un gobierno no de derechas sino muy de derechas.

Tienes toda la razón cuando dices que lo que ha pasado en Andalucía es lo que aleja a la gente de la política, solo que esta vez es inocultable que ha sido tu gente la que ha dado un auténtico espectáculo...mejor no hacer sangre con calificativos. Has de reconocer que ha sido un obstáculo que te será difícil superar diciendo que no tenía nada que ver con tu iniciativa, porque sí lo tenía.

Algún día tendrás que bajar de la celestial política buena y feliz para decir lo que de verdad propones. Lamentablemente la gestión pública consiste en tomar decisiones complicadas en las que algunos siempre saldrán perdiendo más que otros. Cuentas con el aval de haberlo hecho bien dentro del Gobierno de Pedro Sánchez pero no podrás hacer campaña si no bajas algún día de las nubecillas ideológicas en que te mantienes ahora al suelo de la realidad y empiezas a decir algo.

El éxito de todo en la vida depende no tanto del resultado como de las expectativas. Tantos anuncios y aplazamientos de tu “proceso de escucha” y de tu frente amplio hacen recordar la antiquísima fábula de Esopo “El parto de los montes”, que Samaniego versionó en el siglo XVIII y que no juega en tu favor.

lunes, 9 de mayo de 2022

Votar en Amazon

 Tiempo de lectura 2 min

Foto Danny Caminal. El periódico
Cuando el bipartidismo era el paisaje político aparentemente natural, en los círculos de enterados triunfaba el lamento porque la gente votase atendiendo a su ideología, identidad política, clase social o sentimientos personales o familiares, en lugar de hacerlo según sus intereses inmediatos, que era lo que se consideraba en tales foros como moderno, cabal y signo de madurez democrática. Ser de este o de aquel partido era visto como un residuo de tiempos pasados que retardaba la renovación política de España.

Aquellos visionarios fallaron a la hora de desdeñar el peso que la identidad tendría en el futuro; no hay más que ver la polarización extrema de la política actual, donde solo hablar con el del otro bloque ya es sospechoso y se califica al adversario como ilegítimo, susceptible de ser no ya vencido sino, si se pudiera, ilegalizado.

Sin embargo, en algo acertaron. Una parte sustancial de la sociedad ha abandonado, en efecto, su cercanía personal o su apego a unas siglas u otras y mira el escaparate político como el lineal de un supermercado, tal vez incluso como una página de compra por internet. Uno entra en la “tienda” de la política, deambula por ahí, si tiene tiempo mira los comentarios y finalmente compra esta o esta otra papeleta sin más pasión que la que pone al comprar un bote de mayonesa o unos calcetines de topos, tal vez porque le gustó el envase o le pareció gracioso el diseño. Sospecho que no es esto lo que esperaban aquellos partidarios del voto desapegado pero es lo que hay. 

Que el 35% de los electores decida su voto la última semana y un 11% el último día, no solo dificulta las previsiones electorales a las empresas demoscópicas sino que es síntoma de que tanto presentar la política con los métodos de la mercadotecnia la han convertido en un producto más y así se comportan muchos ciudadanos, como compradores de algo efímero, no como partidarios de una visión política que importe.