jueves, 18 de diciembre de 2008

Por la retirada del Premio Nobel a Al Gore

Si estás de acuerdo con este texto te sugiero que lo suscribas en el grupo que vamos a crear en Facebook.


Los ciudadanos que suscribimos este escrito, vecinos de la cornisa cantábrica, manifestamos nuestra profunda decepción e íntimo malestar por la escasa credibilidad del mensaje proteccionista que ha encarnado mundialmente el que fue Vicepresidente de los USA, Al Gore, que con enorme éxito mediático ha trasladado por todo el mundo y que ha tenido como consecuencia, entre otras, la concesión del prestigioso galardón de la Academia Sueca.

Hemos de confesar, de entrada, que las informaciones sobre el peligroso cambio climático que nuestro planeta está sufriendo despertaron en nosotros un sentimiento ambivalente. De un lado nos sumamos en general a la preocupación sincera por las consecuencias de tal cambio y sobre el irresponsable comportamiento de la humanidad. Pero también hemos de decir que términos como “calentamiento global” despertaron en nuestros corazones la secreta esperanza de que esta zona de la península, de natural brumosa, gris y húmeda, iniciase un nuevo tiempo en el que el sol, la luz, el calorcito muelle y sobre todo la reducción de las precipitaciones abriese una ventana de esperanza en el sueño tropical que anida en lo más profundo de nuestro ser.

El Sr. Gore hizo crecer en nosotros la ilusión, hasta ahora siempre reprimida por la cruel realidad, de que las calles y parques de nuestras ciudades y pueblos podrían convertirse poco a poco en espacios amables, habitables y lúdicos; que a los paraguas que todos tenemos repartidos por primeras y segundas viviendas, casas de amigos, oficinas y vehículos les llegase, por fin, el momento del abandono y de la herrumbre y, sobre todo, soñamos en que ese carácter triste, mohíno y renuente a la alegría carnal que, no sin razón, se nos achaca le llegase, como a la España de Machado, su mármol y su día, su infalible mañana y su poeta.

Sin embargo, nuestro sueño caribeño de trasladar las humedades del exterior al interior de nuestra piel, comienza a resquebrajarse de forma dramática tras mes y medio ya de aguas, lluvias, charcos, granizos, frentes, tormentas y toda clase de fenómenos meteorológicos adversos que vuelven a encerrarnos sin piedad en nuestros goretex, nuestros barbours, nuestros horribles sombreros encerados y, sobre todo, en nuestra tristeza del alma, siempre temblorosa por la puñetera humedad que hasta a ella misma llega.

Por este motivo, que esperamos que puedan comprender el resto de los habitantes del planeta proponemos:

Que si en un plazo inmediato, pero inmediato, eh? No se empieza a hacer visible en la costa cantábrica y aledaños ese tan prometido calentamiento global, le sea retirado al Sr. Gore el premio que la Academia Sueca le concedió por motivos que a todas luces están resultando falsos.

Y para que así conste lo hacemos público por este medio y por cuantos están al alcance de nuestra mano y nuestras posibilidades.

¡Que ya está bien hombre!

viernes, 17 de octubre de 2008

La Marquesa de la Igualdad (Grande de España)

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Desde hace un par de años, en concreto desde 2006, la ley española ha reconocido a las mujeres el mismo derecho que los varones a heredar títulos nobiliarios. Se ha terminado así con 501 años de preferencia legal de los hombres sobre sus hermanas a la hora de heredar los títulos de nobleza. A partir de ahora, y también con carácter retroactivo en algunos casos, serán los primogénitos, hombres o mujeres los agraciados o agraciadas con el título que tal vez hace siglos, un Rey o Reina concedió a sus antepasados.

No ha faltado cierta polémica, tanto por los más fervientes partidarios de la tradición como, sobre todo por una disposición transitoria que da la razón con carácter retroactivo a algunas mujeres que pleitearon con sus familiares varones para hacerse con los títulos de nobleza de sus familias. Pero eso es otra historia.

Esta discriminación estaba en vigor desde las Leyes de Toro, promulgadas por una mujer (Juana I de Castilla) y para cambiarla se ha invocado el artículo 14 de la Constitución, que reconoce la igualdad de todos ante la ley “sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.”

Todo, como ven, muy democrático y muy moderno. De hecho ha habido poca polvareda y a la opinión pública le ha parecido algo así como una reparación indiscutible, propia de los tiempos y obviamente sustentada en nuestra ley fundamental.

A mí, sin embargo, me asalta una duda grave. Se utiliza una legislación igualitaria para dirimir conflictos dentro de un grupo que nació, existió y que solo puede entenderse en base a leyes, tradiciones y “certezas” basadas en que las personas no son iguales en absoluto y que hay unas: los nobles, que están y estarán siempre por encima de los demás: los plebeyos.

Superada mi primera perplejidad sigo adelante para ver que la contradicción se hace firme en la propia norma ya que el artículo constitucional que se invoca para eliminar la prevalencia del varón sobre la mujer es olvidado inmediatamente al reconocer el derecho a quien nació primero y negárselo al más joven. ¿Y eso?

Es la tradición, me dicen, y yo digo: ¿no era esa misma tradición la que hacía herederos a los varones y no a las mujeres?¿Por qué la misma ley que se utiliza para vencer a la tradición cuando de sexo se trata, es ignorada ante otra circunstancia personal como es la edad? Cuando mañana un varón, o tal vez otra mujer, pleitee contra su hermana primogénita por un título y se acoja al artículo 14 de la Constitución ¿Qué va a decir la Vicepresidenta del Gobierno?

Incluso, ya por fastidiar: si los títulos nobiliarios fueron concedidos en base a méritos excepcionales (lo que es admitir muchísimo) ¿Por qué han de heredarlos los descendientes y no se otorgan a otras personas ajenas que demuestren mérito? Sería una buena forma de aplicación del artículo 14 ¿No les parece?

Estas cosas pasan cuando uno se mueve en las circunstancias y se olvida de lo fundamental. Todos los españoles son iguales ante la ley y, por lo tanto, eso de la nobleza puede ser una tradición más o menos entretenida y vistosa pero no solo no puede significar ventaja alguna, que de hecho no lo es, sino que ni siquiera puede ser contemplada como asunto a tratar por las leyes ni por los tribunales de la democracia. Menos aún alegando el derecho a la igualdad.

Entiendo que la prisa y la imagen pública nos hacen más difícil reflexionar y así se cae a veces sin quererlo en actitudes ridículas pero no por eso me parece menos criticable. No me gusta que un Gobierno democrático y progresista gaste nuestro dinero en intentar arreglar estos jardines tan exclusivos, tan privados y tan rancios.

miércoles, 15 de octubre de 2008

“Ya lo decía yo” o la vanidad del pesimista

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Esta crisis que estamos viviendo y los innumerables comentarios y valoraciones que se hacen de ella me está permitiendo comprobar de nuevo la fuerza que entre nosotros tiene el pesimismo.

El pesimismo tiene, en efecto, un halo de credibilidad del que su contrario, el optimismo, carece por completo. Por alguna razón que no entiendo estamos más dispuestos a creer a quien nos da malas noticias que a quien nos las da buenas. Tal vez sea una derivación del miedo, de ese sentimiento humano que es a un tiempo protector y carcelero. Es posible que prepararnos para lo peor nos sirva para contentarnos con lo que tenemos y que por eso hagamos tanto caso a los agoreros. Quién sabe.

A la persona alegre, que confía en sí misma y en los demás, que siempre encuentra motivos de satisfacción y que afronta el futuro con esperanza la queremos. Nos gustan esas personas y su compañía. Parece natural que así sea. Pero que las apreciemos no impide que las consideremos un poco simples. El optimista es visto por los demás como ingenuo, como incauto e incluso a veces, como irresponsable y algo tontaina.

Nada que ver con el pesimista. El pesimista, para empezar, casi siempre habla muy serio. Muy en su papel de oráculo, lo que ya es un punto a su favor. Además, sus avisos nos conciernen directamente ya que las desgracias suelen ser colectivas. Los muy “profesionales” viven cargados de datos escalofriantes sobre el futuro y todos ellos, en general, manifiestan una opinión tan crítica con el mundo que les rodea que a todos nos parecen personas extraordinariamente informadas y clarividentes, al contrario que nosotros mismos que nos vemos en ese momento como estúpidos adormecidos frente a la realidad que se nos viene encima.

Precisamente su lema favorito es aquel de “un pesimista es un optimista bien informado”. Suena bien y refuerza su prestigio pero lo cierto es que los pesimistas suelen estar tan mal informados como cualquier otra persona, o peor, porque al ser tan reacios a admitir las buenas noticias su visión de la realidad casi siempre está fuertemente sesgada.

Da lo mismo que la realidad les contradiga, que los grandes Apocalipsis o las pequeñas desgracias cotidianas que nos anunciaron nunca se produzcan. Lo que sostiene su discurso es la propia negatividad, a la que tanto oído prestamos. Acertar es lo de menos, lo importante es pronosticar desgracias y proclamar la desconfianza eterna en el ser humano. Nuevos oráculos hacen olvidar los anteriores y una vez olvidados ¿quién los comprobará?

Esa es su mercancía y eso es lo que les compramos. Nada les arredra. Y cuando alguien les planta cara con información positiva reaccionan despreciando a su contrincante y dándose aires de perdonavidas.

También es cierto que los agoreros muy cerriles acaban cansando, pero aquellos que son cuidadosos con la dosis de hiel suelen mantener mucho tiempo la atención y, por supuesto, la autoridad sobre su público.

Los agoreros tienen su Paraíso, su Nirvana, su Walhalla en la desgracia. Cuando ésta se produce la satisfacción que experimentan no tiene parangón. Una sola mala noticia que se confirme les sirve para enterrar bajo ella todas las demás que anunciaron y que jamás se produjeron. Definitivamente ellos tenían razón.

Es evidente que una buena crisis, como la que vivimos, no pueden dejarla escapar. Por eso en periódicos y emisoras se desgañitan insistiendo en que ya lo dijeron. Comentaristas, tertulianos, economistas, periodistas y políticos se lanzan a reivindicar ahora su enorme capacidad de predicción: …todo el mundo lo veía…… el Gobierno negaba la evidencia… se dijo por activa y por pasiva…(no sé quién ni cuando inventó esa frasecita pero funciona de maravilla).

Tampoco sé cuántos de esos sesudos analistas de tertulias vendieron su piso el año pasado y se pusieron de alquiler ante la debacle inmobiliaria que ahora dicen que preveían. Desconozco cuántos de ellos rescataron sus planes de pensiones en 2006 para, aun perdiendo dinero, poder comprar oro, por ejemplo, sabedores como eran del colapso que se nos avecinaba y que el Gobierno se negaba tercamente a admitir. En todo caso a ninguno se lo he oído decir, y es raro porque esos datos avalarían irreprochablemente su posición.

Me indigna que los políticos del PP, tan clarividentes como insolidarios, no tuviesen la decencia de avisar confidencialmente de la llegada de este huracán económico, que tan claramente veían, a sus correligionarios Sr. Bush, Sra. Merkel o Sr. Sarkozi, obligándoles por su desidia a pasar ahora por un trago tan amargo.

Y, sin embargo, lo extraño es que contra toda evidencia seguimos alimentando la vanidad de los tristes. Aunque, como ahora, sepamos que mentían antes cuando anunciaron desgracias que no han llegado y mienten ahora cuando sostienen que dijeron que iba a pasar lo que está pasando.

Con esta crisis todos vamos a ser algo más pobres pero a ellos, a los agoreros, les quedará la satisfacción de decir “yo ya lo dije”, espero que eso les consuele cuando comprueben el saldo de su plan de pensiones.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Las sotas de Bizkaia

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En la villa de Gernika (antes Guernica) hay una antigua ermita llamada, precisamente, Santa María la Antigua. Está justo al lado del histórico roble y en ella se celebran las sesiones plenarias de las Juntas Generales de Bizkaia (antes Vizcaya), que es como el parlamento provincial.

La tradición político-romántica del siglo XIX se empeñó en convertir los fueros en un mito haciendo pasar unas normas que fueron muy generalizadas en la antigüedad como si fuesen algo así como una democracia originaria de los vascos.

No es tema menor puesto que como consecuencia de aquellos polvos jurídicos tenemos ahora unos lodos económicos bien sustanciosos, que los vascos defendemos con fragor y con rara unanimidad.

El árbol de Gernika, que hasta tiene un himno y todo, es el símbolo de aquella democracia originaria en la que “solo existía una clase social: la de vasco” (Sabino Arana dixit). Tal consideración de monumento singular nos obliga -no crean- a considerables desembolsos en su mantenimiento y a tener diseminados por ahí esquejes del Quercus para poder sustituirlo en caso de que muera. Una circunstancia que se ha dado últimamente quizás por la misma consanguinidad (si es que existiera en las plantas) o tal vez porque al roble le sentaban mejor las bostas de caballeriza de los antiguos Señores que los humos de los turbodiesel oficiales de los representantes democráticos actuales. Vaya usted a saber.

Todo el lugar forma un espacio excelente para las visitas de los turistas y, siendo el parlamento territorial, ya imaginará el lector que el edificio está perfectamente conservado y cuidado. Además, los miembros de las Juntas Generales trabajan sobre todo en Bilbao y la actividad parlamentaria en Santa María la Antigua se circunscribe a los actos de mayor protocolo por lo que los visitantes pueden ver el edificio con tiempo y comodidad.

El salón de plenos es un verdadero parque temático de aquella “democracia originaria vasca”. Así lo atestiguan los bancos corridos en los que los junteros, sentados como un cuatro, machacan sus lumbares mientras escuchan los debates sobre carreteras e impuestos. Las paredes y techos acogen textos en euskera y castellano, de hechura impecable y reciente pero con caligrafía de falsa antigüedad, en los que se da cuenta de los Señores de Vizcaya que juraron los fueros cabe el árbol: desde Juan I, en el siglo XIV, hasta el sinvergüenza de Fernando VII, en el XIX. Todo tiene un fuerte tufo kitsch pero lo más de lo más son los cuadros de los antiguos Señores que adornan los muros. Unos con armaduras y yelmos, otros con golas y casacas y los menos con...en fin...vaporosos vestidos, todos asisten impertérritos a los debates sin pizca del cansancio que ablanda a los actuales miembros de las Juntas. He comprobado que los cuadros, todos muy parecidos, los pintaron Sebastián de Galbarriartu y los hermanos Bustrín en el siglo XVII pero a mí, que quieren que les diga, no me hubiese extrañado nada si hubiese leído que los dibujó un tal Heraclio Fournier, de Vitoria, como bocetos para las sotas de sus naipes.

Aunque hay cosas más bonitas para ver entre Gernika y el mar les recomiendo una visita corta a la Casa de Juntas pero, ojo, de esto que han leído ni una palabra. Mantengan el tipo y dejen los sarcasmos para la salida no sea que alguno de los empleados se moleste pensando que se ríen ustedes de la democracia vasca. Hasta ahí podíamos llegar.

Perdon por la calidad de la foto, ya buscaré otra.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Un viejo manifiesto revolucionario

Este texto que adjunto no es mío, pero seguro que Cariátides me permite que lo reproduzca desde su blog. 13 años 13, ha dormido el sueño de los justos este papel entre sus cosas.
Vosotros juzgaréis


Por cada mujer que está cansada de actuar con debilidad, aunque se sabe fuerte, hay un hombre que esta cansadode parecer fuerte cuando se siente vulnerable.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Pedalós y piraguas en la Ría

Mientras participaba ayer en un multitudinario paseo ciclista por Bilbao pude ver en la ría varias piraguas y algo más, unos pedalós de esos que suelen utilizarse en las playas. La imagen me produjo una enorme sorpresa. Pedalear por la ría... ¡en Bilbao!.

Para quienes no conozcáis Bilbao os diré que era una ciudad portuaria e industrial, contaminada, gris y sucia y que cuando yo era joven la ría era una auténtica cloaca tóxica en la que nadaban los desechos de todos los habitantes de sus riberas y también los de las industrias. Como para pedadelar.

Ahora todo esto ha cambiado, para bien. La ciudad, y también la ría, están más limpias, el cielo se ve más azul y a las grandes industrias se las llevó por delante la crisis de los años 80 (por cierto con gran estruendo económico y social). Incluso tenemos un museo de titanio junto al agua que atrae turistas calzados con sandalias y calcetines de rombos.

Pero cambiar la mentalidad de los bilbaínos era harina de otro costal. Por eso me gustó lo de las piraguas y los pedalós. No sólo porque muestra que la ría está más limpia sino porque veo que –oh cielos- parece que también estamos empezando a perder esa tontuna provinciana que nos impedía disfrutar de cosas nuevas y diferentes. Esas cosas que no se hacían en Bilbao... porque no.

Para que os hagáis una idea yo he tenido que oír recriminaciones de transeúntes por usar la bici en ciudad que me han espetado eso de “ya eres mayorcito”. Así de abierta y vanguardista ha sido la mentalidad de mis vecinos.

Por eso lo de las piraguas me sorprendió tanto. Y lo de los pedalós aún más porque si las primeras podrían pasar por un deporte, los segundos son puros juguetes lúdicos, propios de playas y veraneos y en absoluto admisibles en una ciudad “de fuste” como es Bilbao donde...“ya somos mayorcitos”.

Pero lo que más me complace es ver cómo van cayendo los tabúes inmutables de la ciudad de provincias que siempre hemos sido. Algo que, como todas las que efectivamente lo son, hemos negado con rabiosa vehemencia. No ha habido, ni hay, insulto mayor para un bilbaíno de pro que negarle a su ciudad (metrópoli nos gusta más) la condición de modelo de modernidad y árbitro de la vanguardia internacional.

Desapareció la contaminación de cielo de Bilbao y mientras empieza a disiparse la de los cerebros ahí están los pedalós, las piraguas, las bicicletas y los turistas. Espero que, como la anterior crisis, éstos se lleven por delante nuestro tradicional paletismo con ínfulas.

Yo no voy a la concentración conta ETA

Me ha dicho mi amiga Marta que si quería acompañarla a la concentración de repulsa por los últimos atentados de ETA, que han costado la vida a un hombre en Santoña.

Le he dicho que no, que no me da la gana de ir. No porque me parezcan bien los atentados, claro, sino porque hace tiempo que he perdido toda esperanza de que estos fanáticos hagan caso de nada. Es más, siento que manifestarme prolonga la idea falsa pero bien grata a algunos, de que ETA es una organización que, aunque lo hace de forma equivocada, se ocupa de “defender” los que considera intereses o “derechos” de los vascos.

Nadie se manifiesta jamás para decirle al virus del Sida que deje de complicarnos la vida ¿verdad? Tampoco nos concentramos en los ayuntamientos para que los mosquitos anofeles se den por enterados de nuestra repulsa por su actitud de contagio de la malaria, ¿A que no?

Por qué, entonces, nos manifestamos contra ETA? Supongo que por dos razones, de las que no comparto ninguna:

Porque aún hay incautos que pueden pensar que ETA escucha en algún momento algo de lo que le dicen los vascos. Como si esos asesinos tuviesen un criterio moral algo superior al del virus o al de los mosquitos. No me encuentro entre quienes así piensan.

Como fórmula de catarsis colectiva que permita expresar el duelo de las personas de bien y la cercanía con las víctimas. Esta actitud me merece todo el respeto pero no logra superar en mi interior el rechazo y la sensación de ser unos panolis que se me queda cuando me he visto en alguna ocasión rodeado en silencio de los ingenuos que aún creen en la primera de las dos opciones. No lo soporto y por eso no voy.

Hace ya mucho tiempo que no queda otro camino útil para que ETA desaparezca que la policía. Y no parece que lo estén haciendo mal.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Qué bien escribe Pedro Ugarte

Pedro Ugarte, brillante como siempre, me hace mirar con pena unas notas que tenía apuntadas sobre lo que podríamos llamar "culpabilidad social". Después de leer su artículo titulado "la muerte exige culpables" no sé si las reharé o simplemente las tiraré a la basura.

lunes, 15 de septiembre de 2008

El superacelerador de hadrones, los tertulianos y mi amigo Juan Carlos

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El pasado miércoles se inició el que los científicos han denominado como el experimento más grande de la historia de la humanidad. La Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) puso en marcha el Gran Colisionador de Hadrones (LHC) que está ubicado bajo tierra entre Suiza y Francia. Nada menos que 27 kilómetros de túnel, 130 toneladas de helio líquido para enfriar 1.600 enormes imanes hasta los -271º C. 6.000 millones de euros invertidos en una obra en la que han colaborado 10.000 científicos de 80 países, según leo en la prensa. Una pasta y un lío del demonio.

Todo esto es bastante desmesurado, lo reconozco, y también tengo que reconocer que el tema me sobrepasa. Ya me costó un considerable esfuerzo aprobar, hace muchos años, la asignatura de física newtoniana en una época en la que solo te hablaban al final del último curso de que un tal Einstein había empezado a poner en cuestión todo el temario que acababas de estudiar. Ahí me quedé. Tal vez por eso, décadas después tuve dificultades graves para seguir el hilo de la “Historia del tiempo” de Stephen Hawking.

Apenas sé nada y comprendo aún menos sobre mecánica cuántica, teoría de cuerdas, el bosón de Higgs o la inflación cósmica. Pero procuro aliviar la vergüenza de mi ignorancia echando mano del respeto por aquellos que saben más que yo, que son tantos. Pero hay una cosa que sí se, de la que estoy seguro y que me complace defender: la pasión humana por el conocimiento. Esa sí que existe. Y no solo existe sino que es una fuerza imparable, arrolladora, equiparable solo al instinto de supervivencia y al sexo.

El afán de conocimiento es, además, algo de lo que nos podemos sentir orgullosos, porque es una pasión bien humana y bien positiva. Todo lo contrario que el orgullo de la propia ignorancia, que tan a menudo se asoma a los medios de comunicación y que es una de las actitudes humanas que más me irritan.

No voy a reprochar a los tertulianos y comentaristas de radio y televisión que sepan tan poco como yo mismo de lo que se juega en el CERN pero sí que se atrevan a juzgar aquello de lo que nada conocen. Están tan acostumbrados a emitir sentencias y juicios inapelables basados en el único criterio de “sonar bien” al respetable e ignorante público, que no han dudado en lanzarse a despreciar el experimento del acelerador basándose en la pregunta-admonición de ¿Y eso para qué sirve? Los menos imprudentes de ellos (una minoría) manifestaban su asombro con cierta cautela para no meter la pata e incluso ponderaban las muchas cosas que se han inventado o desarrollado tras ese tipo de experiencias científicas. Algo es algo. Pero la mayoría de los que he oído y visto juzgaba y condenaba el experimento (y la inversión) con la alegría y el desparpajo de quien -como decía Machado- “desprecia cuanto ignora”.

La pregunta ¿Y eso para qué sirve? Se pronunciaba no desde el respeto o la curiosidad sino desde el desprecio y la soberbia. Asombra que los experimentos científicos sin los que jamás hubiesen existido la radio y la televisión merezcan tanto desdén de los idiotas a los que estos mismos medios han dado la posibilidad de difundir sus bobadas de forma tan multitudinaria como eficaz.

A mi amigo Juan Carlos, que es un viejo aficionado y un entrañable fan del equipo Ferrari nadie le pregunta “¿Para qué sirve la Fórmula 1? Es evidente: La Fórmula 1, las carreras de caballos, las traineras de mi mar Cantábrico, el Tour de Francia o la final de los 100 metros lisos sirven para saber quién llega primero. Solo para eso. Nada más y nada menos que para eso. Para saber quién es el campeón. Si luego, además, los bólidos que tanto apasionan a Juan Carlos sirven como banco de pruebas para mejorar la seguridad o el funcionamiento de mi coche y del tuyo, mejor que mejor. Pero la Fórmula 1 (en la que también se gasta un dineral) no existe “para” mejorar los coches. Esa es una consecuencia, no un objetivo.

Me pregunto lo siguiente ¿Por qué la pasión por llegar el primero merece una consideración social tan alta que cualquier esfuerzo, incluso económico y aun de vidas humanas, es automáticamente excusado y justificado, mientras que la pasión por el saber (la Ciencia) tiene que justificar su esfuerzo y su inversión para que no se la considere un despilfarro inútil?

Prefiero terminar con un pensamiento positivo. Si tantos países, tantas universidades, tantos científicos y tanto dinero se han podido dedicar a un gran experimento como el del acelerador de hadrones, será porque, aunque la mayoría de los medios de comunicación lo ignoren, en este planeta aún está presente y sano el mismo afán de conocimiento humano que movió a Newton, a Ptolomeo, a Copérnico a Galileo, a Einstein y a tantos otros que incluso pagaron con su vida por ejercer la más noble de las pasiones humanas.

Puede que sea solo que la estulticia es más visible que el conocimiento. Eso espero.

jueves, 12 de junio de 2008

Vigesimoquinta entrega. Los probadores

(Útil para las mujeres)

En una entrega anterior hice referencia a las dificultades que tenemos muchos hombres para manejarnos con la ropa.

Los colores, las texturas, las combinaciones, el corte, el cómo sienta y todo el mundo que rodea al “textil” nos resulta a muchos un universo incómodo. Por eso es tan habitual que demoremos la compra de ropa cuanto podamos. Luego nos pasa, claro, que cuando ya no tenemos qué ponernos nos vemos obligados a salir, pesarosos e inquietos, a comprar ropa en cantidades que atentan gravemente contra nuestra economía.

Resulta lógico que una tarea tan poco gratificante la queramos hacer en el menor tiempo posible, por lo que es habitual que a vosotras os parezca que nos precipitamos y compramos de forma apresurada. Y seguramente tenéis razón.

lunes, 26 de mayo de 2008

Vigesimocuarta entrega. El zafarrancho nupcial.

(Útil para los hombres)

Las bodas son un acto social bastante peculiar. En una sociedad en la que la edad y el entorno laboral determinan casi en exclusiva nuestras relaciones, asistir a una boda es a veces la única ocasión que tenemos para relacionarnos con familiares a los que nunca vemos. Además, en las bodas se produce una rara agregación de personas de diferentes generaciones, algo muy poco común en la actualidad y que evoca modos de diversión propios de otros tiempos.

Pero no me quiero perder por otros caminos que los que corresponden a esta guía así que a lo que estamos.

Atención los varones cuando se avecina una boda. Tened en cuenta que lo que para la mayoría de nosotros no es más que apuntar la fecha en la agenda, para ellas es el inicio de un proceso extraordinariamente complejo y, además, mucho más largo.

martes, 13 de mayo de 2008

Vigesimotercera entrega. Desde el 15 de marzo (Interludio de la guía de comportamiento intersexual)

Lo de Barcelona no es nada comparado con la sequía de mis neuronas. No sé si necesito el trasvase de los populares, la conducción de los socialistas o una inyección en el culo, pero desde luego algo me hace falta para recobrar el ritmo de trabajo de esta guía de comportamiento.

Diré en mi descargo que los hados de la informática me han sido renuentes en los últimos meses y mi ordenador ha adquirido vida propia como si se tratase de aquel HAL 9000 que era verdadero protagonista de la película 2001 Una odisea del espacio.

Pero estoy chocando también con otra dificultad más profunda. Me explicaré. He procurado que los conceptos que iba describiendo fuesen reconocibles como típicamente masculinos o como femeninos y me resulta cada vez más difícil encontrar otros nuevos que cumplan tal condición. Como me señalaba Oscar y también Cariátides (que por cierto tiene un blog magnífico) los conceptos empiezan a no ser tan nítidamente asignables a hombres o a mujeres. Tal vez sea por mi propia falta de atención o de imaginación pero quizás también porque simplemente empieza a agotarse la diferencia y a aparecer lo que hombres y mujeres tenemos de verdad en común, que es nada menos que ser seres humanos. O sea todo.

De hecho he repasado algunos borradores de conceptos que tenía en la nevera y los veo como demasiado “intersexuales” como para asignarlos a hombres o a mujeres.

Tengo que reconocer que mi objetivo era muy atrevido. Nada menos que buscar lo específico de cada sexo. Relativizar, por tanto, la interpretación exclusivamente cultural de nuestro comportamiento como personas y ejercer así una suerte de “determinismo recreativo”. Ahí es nada
Puede que sencillamente se trate de una pérdida del ritmo. Me voy a poner a ello antes de que aparezca alguien con una jeringuilla.

sábado, 15 de marzo de 2008

Vigesimosegunda entrega. Los tíos no hablamos entre nosotros de sentimientos

(útil para las mujeres)

Si hiciese caso a Baltasar Gracián en sus recomendaciones de brevedad, esta entrega debería acabar con sólo el mismo enunciado del título. Porque de hecho no hay mucho más que decir. Me extenderé algo más solo porque creo que estamos ante uno de los escollos típicos de la incomprensión entre hombres y mujeres.

No es cierto de los hombres solo hablemos de sexo, de deportes y de trabajo. Hablamos mucho de sexo, de deportes y de trabajo, por supuesto, pero la variedad de temas de nuestras conversaciones aumenta con la confianza y con el nivel cultural de los participantes. Bien es cierto que, como si se tratase de un “suelo” básico, este crecimiento, que puede llegar incluso a la filosofía, parte sin embargo de los tres elementos “sexo, deportes y trabajo”.

Por mucho que nuestros temas de conversación se amplíen hay, sin embargo un aspecto que siempre queda fuera. Son los sentimientos. No hablamos de ello. Es así de simple. Puede pareceros extraño que incluso con los buenos amigos, con quienes pasamos muchos ratos, prácticamente nunca hablemos de tristezas o de depresiones ni mucho menos de enamoramientos, pero es así.

Nos gusta la compañía de los amigos, nos sentimos a gusto con ellos, compartimos tiempo y a veces aficiones. Incluso somos muy capaces de mantener viva la relación con los amigos de siempre por encima de las separaciones temporales o geográficas que las circunstancias de la vida a veces imponen, pero no nos hace falta hablar de sentimientos. O tal vez sí, pero somos incapaces. Da igual. El resultado es el mismo. Ni se nos pasa por la cabeza hablar de ello y ya está.

Y entonces ¿De qué habláis? Pues de todo aquello que nos ayude a mantenernos acompañados y que no nos enfrente. Por eso vosotras mismas, el fútbol y el trabajo nos resultan temas tan gratos. Pero podemos hablar también de viajes, de política, del coche, de libros, de música, de los problemas con los hijos (nunca de los sentimientos con ellos). Podemos recordar viejas anécdotas de nuestra amistad, contar chistes... Y podemos también hacer algo que resulta extraordinariamente cómodo y relajante: estar juntos sin hablar de nada.

Por eso importa que entendáis que es perfectamente posible que no sepamos cuántos hermanos tiene uno de nuestros buenos amigos, cuánto tiempo lleva en su actual trabajo, dónde estudió o qué curso estudian sus hijos. Que no os sorprenda.

viernes, 7 de marzo de 2008

Hasta el útimo minuto

Esta semana está surgiendo una cierta polémica a cuenta de la prohibición de publicar sondeos y encuestas electorales en los cinco días anteriores a las elecciones. Parece que se ha destapado de pronto un deseo muy “sentido” que hacer públicas las previsiones de voto ciudadano hasta el mismo momento de las elecciones. Con objeto de reforzar tal reivindicación se dice incluso que disponer de encuestas es un derecho de los ciudadanos.

Son sobre todo los responsables de empresas dedicadas a la realización de tales encuestas y algunos medios de comunicación quienes mantienen una postura más rotunda a favor de la eliminación de la actual prohibición. Una Asociación Nacional de Empresas del ramo (ANEIMO) se ha planteado ya iniciar trámites para que se revoque esa disposición electoral que data de 1985. Hasta ahora no se ha visto, sin embargo, ninguna manifestación de ciudadanos reivindicando tal derecho, aunque todo podría ser.

No les falta razón a quienes dicen que intentar imponer barreras es una batalla perdida en el mundo de Internet y el último ejemplo evidente han sido los sondeos que periódicos de Andorra o el Reino Unido han publicado sobre las elecciones en España. Seguramente esta es una prohibición a la que el tiempo y las circunstancias han hecho perder casi toda su fuerza. Sin embargo antes de derogar normas conviene repasar qué problemas han podido evitarse con ellas. No vaya a ser que aparezcan después.

Dicen algunos sociólogos que los sondeos no condicionan el voto. Puede ser, pero fue la opinión contraria la que estuvo sin duda en el origen de la norma que ahora se quiere derogar. Que los sondeos, sobre todo los muy cercanos al acto mismo de votar, podían condicionar efectivamente el voto. Imaginemos que no hubiese existido tal prohibición.

Imaginemos que en cada elección hubiésemos estado siendo bombardeados con los resultados de innumerables encuestas y sondeos hasta última hora. ¿Seguro que no influirían en el comportamiento de los electores? Hacer una buena encuesta es complejo, caro y requiere de tiempo y de una buena dosis de conocimiento y profesionalidad. Pero publicar los resultados de una encuesta falsa es muy fácil, tanto que podrían hacerse cientos de ellas en los últimos días de campaña. Cientos. La tentación sería muy grande y el único límite sería entonces la honestidad profesional de las empresas demoscópicas. Una honestidad que no tengo ningún motivo para creer mayor que la de los políticos o los medios de comunicación que encargan los sondeos.

¿Quién distinguiría entonces las pocas honestas de las muchas compradas? ¿Quién evitaría que políticos con más dinero que complejos utilizasen a empresas con más necesidad que prestigio para convencerme a última hora de que ni opción política es marginal? ¿Quién evitaría el deterioro de la credibilidad del conjunto del sector, señores de AENIMO?

Es posible que nada de esto hubiese ocurrido, pero también es posible que sí. Y a uno las cautelas de ciudadano escéptico le previenen contra quienes quieren hacerle pasar por evidencias indiscutibles lo que no son sino opiniones razonables.

lunes, 3 de marzo de 2008

Vigesimoprimera entrega. El umbral de mierda

(útil para las mujeres)

Con ese nombre me refiero al nivel de suciedad y desorden con el que una persona es capaz de convivir sin que sus alarmas salten y le obliguen a ponerse inmediatamente a limpiar, recoger y ordenar. Cada persona tiene su umbral, las hay más pulcras y las hay menos. Hay un amplio margen dentro de lo que podríamos considerar “la normalidad”. No faltan quienes dicen que el orden que tenemos en nuestras cosas define cuál es el que hay en nuestra cabeza y seguramente alguna razón tienen. Por eso creo que no solamente quienes son un desastre sino también las personas exageradamente ordenadas y pulcras también deben tener algún problema.

A lo que iba. Creo que puedo decir que aunque hay excepciones, en general, el umbral de mierda de los hombres tiende a ser más alto que el de las mujeres. Esto significa, claro está, que nosotros somos capaces de vivir con total tranquilidad en un entorno que un gran número de mujeres considerarían inhabitable.

jueves, 21 de febrero de 2008

Vigésima entrega. Señalando la dirección dentro de una habitación

(sin sexo definido)

He de confesar que esta es una reflexión que en un primer momento pensé que debía explicar a los hombres, porque vosotras soléis tener peor sentido de la orientación en general. O al menos eso creía. Sin embargo de cuando empecé a escribir las primeras notas a ahora he podido ir viendo que esta carencia está también muy presente en varones y ya no estoy tan seguro de que sea una dificultad primordialmente femenina. Por eso he revisado el texto y le he asignado un tibio “sin sexo definido”.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Pena de cámara

El domingo pasado me pilló una manifestación de la izquierda abertzale entrando en Bilbao. Hacía una mañana espléndida y los alrededores de mi casa, que son de mucho ambiente en las mañanas festivas, estaban llenos de gente paseando o tomando el vinito, el vermú y el pincho en la calle con la familia o los amigos.

Enseguida se escucharon los pelotazos de goma de los antidisturbios mientras muchos manifestantes corrían por la zona. Se les distinguía bien por su actitud, obviamente, y también por su indumentaria que resultaba bastante uniforme. Más uniforme de la que se suele ver entre los jóvenes –me sorprendió-.

Pero lo que me llamó la atención fue que, excepción hecha de los manifestantes, la mayor parte de las personas que estaban en la calle se inquietaron bien poco. Algo más apartados del centro de las amplias aceras, eso sí, los vecinos mantuvieron las posiciones y los vermús en la mano (antes muertos) mientras contemplaban el “espectáculo” que, además de los pelotazos y alguna carrera, incluyó el volcado de contendores de basura en la calle, ¿cómo no?

Era algo extraño ver como tres grupos de personas compartían la calle con una extraña normalidad. Unos intentando levantar una revolución a base de destrozar mobiliario urbano, otros persiguiendo a los primeros en cortas carreras y los más, mirando lo que pasaba con su consumición en la mano o incluso sin detener el ritmo del paseo dominical.

Un día me dijo un periodista amigo, al que aprecio por su bonhomía y por su inteligencia, que los vascos éramos tan opulentos que hasta teníamos un grupo terrorista local. No he podido olvidar aquella frase y la volví a recordar nítidamente el pasado domingo.

Es una idea perturbadora y tremenda para un país en el que miles de personas no tienen libertad. Es muestra de una vergonzante anestesia moral colectiva pero es también una forma de decir que, pese a tanto sufrimiento y tanta sinrazón lo que hay detrás de esos vándalos y de quienes les mandan es nada. Como mucho el deseo de imponer a los demás lo de uno piensa y temo que en algunos casos, la pura y simple excitación de la falsa batalla contra la policía.

Es como una comedia, una performance. Sale cara porque luego hay que reponer lo que se rompe, pero todo el mundo sabe que es mentira. Que nadie está haciendo una revolución. Que no hace falta dejar el vermú.

Cuando la algarada se alejó y antes de que los mismos ciudadanos retirasen los contenedores del centro de las calzadas pude ver cómo una niña de 10 ó 12 años, que paseaba con su padre, depositó cuidadosamente el envoltorio de sus patatas fritas dentro de un contendor de papel, aunque éste se encontraba volcado y cruzado en la calzada. En medio de la destrucción gratuita y retadora de los “revolucionarios” el ritmo de la ciudad seguía su curso sin interrupción y la actitud cívica de aquella niña desmentía el mensaje de levantamiento popular airado que los chicos extrañamente uniformados querían hacer creer.

Pena de cámara para haber captado aquel momento. Mi amigo periodista no me lo perdonará.

martes, 29 de enero de 2008

Decimonovena entrega. La iniciativa doméstica masculina ¿Qué quieres que te haga?


(útil para las mujeres)

Este tema me lo sugirió mi amiga Cristina. Después de evacuar consultas con personas de distintos sexos he comprobado que es un concepto que no solo está muy presente en las relaciones intersexuales sino que es considerablemente polémico. Lo voy a comentar, no obstante, confiado en que mis lectores y lectoras hayan comprobado a estas alturas que la presente guía está cuajada de buena intención y humor y ayuna por completo de acidez y mala leche. Vamos allá.

Las labores domésticas son una actividad en la que los varones hemos entrado hace bien poco en términos históricos. Los que conocimos de las monedas de 25 céntimos de peseta (que como tenían agujero usábamos como tope para el cordel de las peonzas) vivimos en un mundo en el que las mujeres eran las únicas encargadas del hogar. Así se consideraba socialmente correcto y así era.

Afortunadamente los tiempos cambian y ahora lo socialmente correcto es que los varones compartamos las responsabilidades del hogar. Por supuesto que sea tenido por correcto no quiere decir que todos los tíos se apliquen a la tarea, ni muchísimo menos, pero es innegable que hemos avanzado en esto.

jueves, 17 de enero de 2008

Decimoctava entrega. Bolsas, bolsitas y bolsetas

(Útil para los hombres)

Para bien o para mal tengo edad suficiente para recordar, bien que en mi niñez, el momento en que hizo su aparición en el mundo occidental uno de los productos claves de nuestra civilización actual: la bolsa de plástico. Tan humilde elemento ha supuesto una callada pero definitiva revolución en nuestro modelo de vida. Las bolsas de plástico han transformado los sistemas de distribución y venta, han hecho posible el desarrollo del comercio a través de las grandes superficies y han supuesto un cambio radical en las rutinas de consumo así como en el almacenamiento y transporte dentro del mundo desarrollado.

El plástico ha terminado con la cestería y la alfarería, que nos acompañaron desde la prehistoria, relegándolas al mundo del arte. Seguimos hablando de “la cesta de la compra” pero ya solo como un concepto económico.

domingo, 13 de enero de 2008

Decimoséptima entrega. Las escopetas de feria (hombres meando)


(De utilidad para mujeres y hombres)

Cuando se utilizan herramientas inadecuadas para realizar una labor el resultado no suele ser brillante. Así me lo recordaba mi amigo Epi. Además de nuestras carencias mentales, los hombres solemos tener otras “dificultades” físicas que a menudo provocan situaciones comprometidas.

El cuerpo de los seres humanos ha ido evolucionando a lo largo de millones de años pero tengo para mí que la ubicación y forma de algunas partes de nuestra anatomía se han mantenido básicamente invariables desde los primeros australopitecus que poblaban las sabanas africanas hace tres millones de años.

jueves, 3 de enero de 2008

Decimosexta entrega. Las cadenas nutricias

(Útil para los hombres)

Debo este concepto y su magnífico nombre a mi amigo Fermín que, como otros y otras, me ha sugerido nuevas ideas a medida que iban recibiendo los textos anteriores.

En este mundo occidental en que vivimos, en el que casi cualquier producto alimentario es fácilmente accesible en todo tipo de comercios o grandes superficies subsiste sin embargo entre las mujeres un residuo de otros tiempos más difíciles, en los que no era sencillo conseguir determinados alimentos. Las mujeres con responsabilidades familiares son las principales protagonistas de este concepto, que conecta, a mi juicio, con los más profundos y primarios recovecos del cuidado de la prole y del clan.