Los ciudadanos que suscribimos este escrito, vecinos de la cornisa cantábrica, manifestamos nuestra profunda decepción e íntimo malestar por la escasa credibilidad del mensaje proteccionista que ha encarnado mundialmente el que fue Vicepresidente de los USA, Al Gore, que con enorme éxito mediático ha trasladado por todo el mundo y que ha tenido como consecuencia, entre otras, la concesión del prestigioso galardón de la Academia Sueca.
Hemos de confesar, de entrada, que las informaciones sobre el peligroso cambio climático que nuestro planeta está sufriendo despertaron en nosotros un sentimiento ambivalente. De un lado nos sumamos en general a la preocupación sincera por las consecuencias de tal cambio y sobre el irresponsable comportamiento de la humanidad. Pero también hemos de decir que términos como “calentamiento global” despertaron en nuestros corazones la secreta esperanza de que esta zona de la península, de natural brumosa, gris y húmeda, iniciase un nuevo tiempo en el que el sol, la luz, el calorcito muelle y sobre todo la reducción de las precipitaciones abriese una ventana de esperanza en el sueño tropical que anida en lo más profundo de nuestro ser.
El Sr. Gore hizo crecer en nosotros la ilusión, hasta ahora siempre reprimida por la cruel realidad, de que las calles y parques de nuestras ciudades y pueblos podrían convertirse poco a poco en espacios amables, habitables y lúdicos; que a los paraguas que todos tenemos repartidos por primeras y segundas viviendas, casas de amigos, oficinas y vehículos les llegase, por fin, el momento del abandono y de la herrumbre y, sobre todo, soñamos en que ese carácter triste, mohíno y renuente a la alegría carnal que, no sin razón, se nos achaca le llegase, como a la España de Machado, su mármol y su día, su infalible mañana y su poeta.
Sin embargo, nuestro sueño caribeño de trasladar las humedades del exterior al interior de nuestra piel, comienza a resquebrajarse de forma dramática tras mes y medio ya de aguas, lluvias, charcos, granizos, frentes, tormentas y toda clase de fenómenos meteorológicos adversos que vuelven a encerrarnos sin piedad en nuestros goretex, nuestros barbours, nuestros horribles sombreros encerados y, sobre todo, en nuestra tristeza del alma, siempre temblorosa por la puñetera humedad que hasta a ella misma llega.
Por este motivo, que esperamos que puedan comprender el resto de los habitantes del planeta proponemos:
Que si en un plazo inmediato, pero inmediato, eh? No se empieza a hacer visible en la costa cantábrica y aledaños ese tan prometido calentamiento global, le sea retirado al Sr. Gore el premio que la Academia Sueca le concedió por motivos que a todas luces están resultando falsos.
Y para que así conste lo hacemos público por este medio y por cuantos están al alcance de nuestra mano y nuestras posibilidades.
¡Que ya está bien hombre!
Hemos de confesar, de entrada, que las informaciones sobre el peligroso cambio climático que nuestro planeta está sufriendo despertaron en nosotros un sentimiento ambivalente. De un lado nos sumamos en general a la preocupación sincera por las consecuencias de tal cambio y sobre el irresponsable comportamiento de la humanidad. Pero también hemos de decir que términos como “calentamiento global” despertaron en nuestros corazones la secreta esperanza de que esta zona de la península, de natural brumosa, gris y húmeda, iniciase un nuevo tiempo en el que el sol, la luz, el calorcito muelle y sobre todo la reducción de las precipitaciones abriese una ventana de esperanza en el sueño tropical que anida en lo más profundo de nuestro ser.
El Sr. Gore hizo crecer en nosotros la ilusión, hasta ahora siempre reprimida por la cruel realidad, de que las calles y parques de nuestras ciudades y pueblos podrían convertirse poco a poco en espacios amables, habitables y lúdicos; que a los paraguas que todos tenemos repartidos por primeras y segundas viviendas, casas de amigos, oficinas y vehículos les llegase, por fin, el momento del abandono y de la herrumbre y, sobre todo, soñamos en que ese carácter triste, mohíno y renuente a la alegría carnal que, no sin razón, se nos achaca le llegase, como a la España de Machado, su mármol y su día, su infalible mañana y su poeta.
Sin embargo, nuestro sueño caribeño de trasladar las humedades del exterior al interior de nuestra piel, comienza a resquebrajarse de forma dramática tras mes y medio ya de aguas, lluvias, charcos, granizos, frentes, tormentas y toda clase de fenómenos meteorológicos adversos que vuelven a encerrarnos sin piedad en nuestros goretex, nuestros barbours, nuestros horribles sombreros encerados y, sobre todo, en nuestra tristeza del alma, siempre temblorosa por la puñetera humedad que hasta a ella misma llega.
Por este motivo, que esperamos que puedan comprender el resto de los habitantes del planeta proponemos:
Que si en un plazo inmediato, pero inmediato, eh? No se empieza a hacer visible en la costa cantábrica y aledaños ese tan prometido calentamiento global, le sea retirado al Sr. Gore el premio que la Academia Sueca le concedió por motivos que a todas luces están resultando falsos.
Y para que así conste lo hacemos público por este medio y por cuantos están al alcance de nuestra mano y nuestras posibilidades.
¡Que ya está bien hombre!
1 comentario:
Me parece apropiado. Suscribo.
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