Hace algunos años, mientras comentaba con un amigo la constante evolución de ETA hacia una mayor crueldad y la asombrosa capacidad de gran parte de la sociedad vasca para aceptar atentados que poco antes le parecían intolerables, le pregunté ¿Qué pensarás cuando le peguen un tiro en la nuca a un niño? Mi amigo se sobresaltó y soltó un exabrupto.
Lo he recordado hoy al leer que ETA pensaba secuestrar a la familia de un piloto de helicóptero para utilizarla como rehén y obligar al padre a ayudarles en un espectacular plan de fuga.
Los medios y los analistas se han apresurado a comentar las intenciones del grupo terrorista y su intento de elevar la moral de sus “tropas” con una acción espectacular, que demostrase que aún mantiene capacidad “operativa” o sea, de matar. Incluso se han hecho revisiones de otras fugas y otros intentos frustrados.
Sin embargo nadie se ha apercibido, al parecer, de lo que supone que la acción requiriese amenazar al padre con matar a su hijo.
Aquella idea -deliberadamente escandalosa- que un día expresé para denunciar la anestesia moral vasca formaba parte hoy de los planes reales de ETA. Y lo peor es que no he visto u oído una reflexión sobre la profundidad de lo que significa: Que ETA es capaz de amenazar con matar a un niño cualquiera, solo porque su padre (o su madre) sepan manejar un helicóptero. Así. Fríamente. Con premeditación, después de secuestrarlo y de esperar, como hicieron con Miguel Ángel Blanco.
Igual pero con un niño anónimo. Hasta aquí hemos llegado, de momento.
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