El Consejo Económico y Social vasco es una institución consultiva en la que participan empresarios, sindicatos, organizaciones pesqueras, agrarias y de consumidores, cámaras de comercio, cooperativistas, sociedades laborales, cajas de ahorro y la Universidad del País Vasco. La función del CES es asesorar al Gobierno y al Parlamento en los aspectos que tengan que ver con la política económica y social.
Hoy el Consejo ha hecho público un dictamen en el que advierte al Gobierno de que las ayudas que en Euskadi reciben las personas que atraviesan graves problemas económicos pueden disuadir a algunas de ellas de buscar trabajo. Sin trabajo ni ingresos se pueden recibir en el País Vasco entre 650 y 930 euros y existen ayudas también para quienes tienen ingresos muy bajos.
He leído con atención la información y he visto que estaba elaborada con cuidado, cosa muy de agradecer en este mundo en el que parece que lo normal es buscar la espectacularidad y la bronca.
Pero según avanzaba en el texto se me ocurrían unas reflexiones que les traslado. ¿Es el Gobierno Vasco demasiado generoso con las ayudas? ¿Sirven estos subsidios para que sus beneficiarios se peguen la gran vida o al menos vivan con extraordinaria holgura? Yo creo que no es así, en absoluto. Y si no pásese usted por un supermercado y por una inmobiliaria.
Más me parece que lo que sucede es que en los últimos años las empresas vascas y no vascas han acostumbrado a la sociedad a un nuevo estándar salarial que sencillamente mantiene a millones de trabajadores activos y cualificados al borde mismo de la miseria, permanentemente necesitados de ayudas familiares y, por supuesto, sin expectativas de salir de tal situación. Es un fenómeno que algunos han bautizado como los “trabajadores pobres”. Y ojo que no es de ahora sino que ha sido “lo normal” en los momentos de enorme alegría económica y de beneficios sin cuento.
No es, por tanto, la “generosidad” del Gobierno de Euskadi sino la cicatería de las empresas lo que podría convertir a esos subsidios en tentadoras alternativas. El fenómeno de los mileuristas está disminuyendo pero no porque sus protagonistas hayan superado ya ese salario mensual sino porque hoy dos idiomas y una titulación universitaria reciente ya no dan para alcanzarlo en la mayoría de los casos.
Esta visión cortoplacista de las empresas, que exigen titulación y experiencia a cambio de mendrugos salariales no creo que nos lleve muy lejos. Se nos llena la boca hablando de la importancia de la educación para el futuro pero como no empecemos a ofrecer un presente más atractivo a nuestra gente, especialmente a la más joven y mejor preparada, vamos a pasarlo muy mal. Si optamos por remunerarlos como si fuesen gorilas más pronto que tarde tendremos gorilas trabajando en las empresas. Y entonces hablaremos de innovación y competitividad. ¡Que risa!
Hoy el Consejo ha hecho público un dictamen en el que advierte al Gobierno de que las ayudas que en Euskadi reciben las personas que atraviesan graves problemas económicos pueden disuadir a algunas de ellas de buscar trabajo. Sin trabajo ni ingresos se pueden recibir en el País Vasco entre 650 y 930 euros y existen ayudas también para quienes tienen ingresos muy bajos.
He leído con atención la información y he visto que estaba elaborada con cuidado, cosa muy de agradecer en este mundo en el que parece que lo normal es buscar la espectacularidad y la bronca.
Pero según avanzaba en el texto se me ocurrían unas reflexiones que les traslado. ¿Es el Gobierno Vasco demasiado generoso con las ayudas? ¿Sirven estos subsidios para que sus beneficiarios se peguen la gran vida o al menos vivan con extraordinaria holgura? Yo creo que no es así, en absoluto. Y si no pásese usted por un supermercado y por una inmobiliaria.
Más me parece que lo que sucede es que en los últimos años las empresas vascas y no vascas han acostumbrado a la sociedad a un nuevo estándar salarial que sencillamente mantiene a millones de trabajadores activos y cualificados al borde mismo de la miseria, permanentemente necesitados de ayudas familiares y, por supuesto, sin expectativas de salir de tal situación. Es un fenómeno que algunos han bautizado como los “trabajadores pobres”. Y ojo que no es de ahora sino que ha sido “lo normal” en los momentos de enorme alegría económica y de beneficios sin cuento.
No es, por tanto, la “generosidad” del Gobierno de Euskadi sino la cicatería de las empresas lo que podría convertir a esos subsidios en tentadoras alternativas. El fenómeno de los mileuristas está disminuyendo pero no porque sus protagonistas hayan superado ya ese salario mensual sino porque hoy dos idiomas y una titulación universitaria reciente ya no dan para alcanzarlo en la mayoría de los casos.
Esta visión cortoplacista de las empresas, que exigen titulación y experiencia a cambio de mendrugos salariales no creo que nos lleve muy lejos. Se nos llena la boca hablando de la importancia de la educación para el futuro pero como no empecemos a ofrecer un presente más atractivo a nuestra gente, especialmente a la más joven y mejor preparada, vamos a pasarlo muy mal. Si optamos por remunerarlos como si fuesen gorilas más pronto que tarde tendremos gorilas trabajando en las empresas. Y entonces hablaremos de innovación y competitividad. ¡Que risa!
Imagen de archivo del portero del Ay Carmela obtenida de http://anomaliacitrica.wordpress.com/
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