El ser humano, más que nada por la importancia que se da a sí mismo, tiene dificultades para entender la ciencia de la estadística que, por definición, desprecia el valor de lo individual y solo tiene en cuenta los resultados agregados, la muy desabrida.
El error más patético y común es creer que lo que yo conozco es representativo del todo, que lo que dice mi mujer es lo que piensan “las mujeres” y que mi cuñado, que es un hombre “de la calle”, representa él solo lo que piensa el “hombre de la calle”.
Pero sin llegar a esos extremos ridículos, pasa a menudo que detrás de los grandes números todos caemos en el error de ver una voluntad, un trazado o un itinerario hacia alguna supuesta “meta”, cuando lo cierto es que no hay tal, que no hay ninguna voluntad sabia y colectiva sino una mera agregación de intentos privados y, por lo común, egoístas.
Pondré tres ejemplos:
1.- La evolución del ser humano se suele representar como un camino evolutivo “a mejor”, siendo nosotros, por supuesto, los últimos y los más guáis. Falso. Lo cierto es que cada especie fue la mejor adaptada a su momento (un momento de cientos de miles de años, por supuesto) pero ninguna fue superior ni mejor, solo que en cada época y en cada lugar alguna funcionaba mejor y por eso sobrevivió mientras lo hizo. De hecho lo normal ha sido que coexistiesen varias especies: antepasados idénticos a los que hemos votado el domingo vivieron a la vez que lo hacían el Homo erectus, el Homo neanderthalensis y el Homo floresiensis. Lo excepcional es que ahora estemos solos. Pero no es así porque seamos “mejores” sino por nuestra mejor capacidad de adaptación al entorno que nos tocó. Justo por la misma razón por la que se mantuvieron nuestros antepasados y “primos” en su propio entorno.
2.- Quienes hablan de la capacidad de generación de empleo y riqueza colectiva de las empresas suelen engañarnos haciendo ver como si ese fuese su objetivo. No hay tal. Como señala Adam Smith “No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero de lo que esperamos nuestra comida, sino de la consideración de su propio interés”. De forma que la virtud colectiva nace de la actitud egoísta de cada uno. Así es. Cada empresa busca su propio y exclusivo beneficio y las demás como si desaparecen. Es más: si son la competencia no solo aplaudirá su ruina sino que buscará provocarla a no ser que el Estado tenga suficiente poder para impedírselo. A los feudalistas del capital les gusta mucho la primera parte de las ideas de Smith pero abominan siempre de este corolario arbitral. Ningún poderoso quiere reglas.
3.- Tras las elecciones vuelvo a leer chorradas como que “Los ciudadanos quieren que se consensúen las políticas principales”, “el mensaje de las urnas” o “la voluntad del electorado”. Tontadas: tanto los que manifestamos respeto a quienes votan distinto a nosotros como quienes alardean de despreciarlos: “que parece mentira que haya gente que vote a esos”, todos, unos y otros, hemos votado para que ganen “los míos” o “los que yo quiero que ganen” y lo que hay es una suma estadística, un dato colectivo, una tendencia social pero nada que se parezca ni se acerque a una voluntad colectiva consciente.
Sería estupendo que fuese así porque eso nos convertiría en sabios por agregación. Solo que es mentira. Luce en los titulares y alimenta el ego colectivo pero es tan falso como que haya un camino de perfección en la evolución de los homínidos o que las empresas se esfuercen por el interés colectivo y la libre competencia. ¡Qué risa!
3 comentarios:
Fino, elegante, deliciosamente irónico y totalmente real. ¡¡Gracias tocayo!!
Muchas gracias. ¿Leíste el post de la mano invisible?
http://mirandoalasmusaranas.blogspot.com.es/2015/08/la-mano-invisible-tiene-sede-en-alcala.html
Publicar un comentario