Por fin el candidato del PSOE lo ha dicho: no hará presidente a Iglesias. Es la primera declaración clara y nítida de que el PSOE tiene intención de quedarse en su propio espacio, sea este el que sea que le asignen los votos ciudadanos.
En realidad se trata de la primera declaración electoral significativa de Sánchez en toda la campaña y parece obvio que ha venido obligada por unos sondeos que repetidamente indicaban que está en juego precisamente esa posibilidad: que Podemos obtenga más votos y escaños que el PSOE. Una opción tan repetida que el líder socialista ya no podía seguir ignorándola.
Es lógico, y legítimo, que cualquier candidato de un partido grande diga que su único objetivo es ganar. Sin embargo también es legítimo que los votantes sepan a qué atenerse respecto a lo que hará cada partido ante situaciones previsibles y, si puede ser, incluso ante las imprevisibles. Lo otro es esconder las cartas.
Finalmente Sánchez se ha visto obligado a hablar de lo que todo el mundo hablaba por la combinación de tres factores: la unanimidad de los sondeos (ya veremos si acertados o no) las declaraciones de destacados dirigentes socialistas y, sobre todo, la evidentísima y creciente desconfianza de los afiliados y simpatizantes socialistas hacia Iglesias.
Puede que Sánchez se equivoque de adversario al atacar al de Podemos pero es seguro que Iglesias se equivoca de amigos apelando a los militantes socialistas.
Con toda lógica los partidos quieren alcanzar el poder y no es defecto sino virtud que sean capaces de moverse de sus posiciones originales para negociar o acordar cosas con sus adversarios. Pero para poder moverse de una posición original es imprescindible tenerla y en los últimos tiempos no se sabía muy bien cual era la casilla de salida del PSOE, por lo que resultaba imposible saber cuánto se estaba alejando o no de ella.
Las declaraciones de Pedro Sánchez vuelven a colocar las cosas en su sitio y al PSOE en el suyo, aquel en el que sus votantes y militantes sientan que pisan terreno firme (aunque sea pequeño) y no arenas movedizas, por extensas y prometedoras que pudieran resultar.
También es posible que los estrategas del PSOE hayan calculado que a estas alturas estaban perdiendo más votos hacia la abstención que los que se pudieran escapar todavía hacia los morados, pero un PSOE que no se sabía lo que iba a hacer en un escenario tan de extremos como el que padecemos estaba dejando el mensaje de la moderación contra la aventura en manos exclusivas de Rajoy. Lo que tiene bemoles.
El domingo veremos si este inicio de campaña tan tardío le sirve o no.
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