lunes, 24 de junio de 2024

Emmanuel Macron ha hecho lo que era su deber

  Tiempo de lectura: 2:50 min


Seguramente la ultraderecha de Le Pen ganará las elecciones legislativas de este domingo en Francia, como ganó de calle las europeas del pasado 9 de junio. El convencimiento de que eso es lo más probable ha hecho que al Presidente de la República se le haya criticado duramente por disolver la Asamblea Nacional y convocar elecciones. No han faltado quienes le reprocharon haberlo hecho en el peor momento, abriendo la puerta a un Gobierno que muy probablemente será presidido por la Agrupación Nacional (RN).


Sin embargo, las razones de Macrón son poderosas y democráticamente intachables. Como él mismo dijo tras el resultado de las Europeas en Francia “no podemos hacer como si no hubiera pasado nada". Efectivamente, así es. Macron no ha hecho otra cosa que cumplir con su deber. Escuchar la voz de la ciudadanía expresada en las urnas y actuar en consecuencia. Porque los franceses han dado una victoria electoral contundente e indiscutible a una opción electoral abiertamente contraria a las políticas europeístas y liberales que hasta ahora han movido la gobernanza en Francia, justo las que ha apoyado el Gobierno del presidente Macron. No se trata de un matiz, sino de una censura nítida y rotunda a la política actual por lo que hubiera sido faltar a su deber como presidente ignorar el mensaje de la ciudadanía.


Comprendo a quienes le critican por dar una oportunidad tan obvia a los enemigos de la democracia y de la construcción europea pero también creo que buena parte del desprestigio de la política viene, precisamente, de quienes la entienden como un juego superficial, como si se tratase de una serie televisiva o de un entretenido libro por entregas. Por supuesto que en el ejercicio de la política hay artimañas más o menos imaginativas, presentables unas e indecentes otras (tengo de tonto lo normal) pero nunca se debería pensar que eso es lo único que hay. Hacerlo es lo que abre la puerta a los enemigos de la democracia, a los que se carga de razones para despreciarla y, al cabo, de votos.


Por el contrario, la clave de la política democrática, su verdadero valor, es entender que no se trata de ningún juego sino de la vida de las personas, de su libertad y de sus derechos. La política de verdad no se hace con una calculadora en la mano, ni con el reloj o el calendario sino con la honestidad y con el respeto a la voluntad de los electores. Le guste o no, le convenga o no al político que esté en ese momento al frente. Macron se ha tomado en serio el mensaje popular y ha cumplido con su obligación. Ahora toca que los electores decidan lo que quieren para Francia.


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