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Ha tenido que venir un gestor eficiente a destapar la verdad. Y lo ha hecho con tanta sinceridad que le ha costado el puesto.
Tradicionalmente la derecha española se ha presentado a sí misma como mejor gestora, más experta en la Administración y más profesional que la izquierda, a la que tildaba de frívola, derrochadora y amateur en materia de Gobierno. A despecho de las múltiples ocasiones (algunas bien cercanas y dramáticas) que desmienten ese tópico de la supuesta eficacia mejorada de los conservadores, hay que reconocer que es una impresión que, no por falsa, deja de estar muy instalada en el imaginario colectivo.
El propio alcalde de Madrid alimentaba la idea en 2021 cuando dijo -irónicamente- que “seremos fascistas, pero sabemos gobernar". Ninguna de ambas cosas era cierta, ni Almeida es un fascista (término que ha perdido ya su significado real para convertirse en puro insulto) ni saben gobernar mejor.
La última demostración es el sistema de hospitales de gestión privada que ahora hemos sabido que arruina a las empresas concesionarias, como la que gestiona el hospital de Torrejón. Ha tenido que venir un gestor eficiente, una persona profesional de lo suyo a destapar la verdad. Y lo ha hecho con tanta sinceridad que le ha costado el puesto. Gracias a esa persona experta que se atrevió a decir en alto cuál es su verdadero trabajo: incrementar el EBITDA (el dinero para la empresa) sabemos que el sistema de privatización de la sanidad no es que no garantice el derecho a la salud, cosa que en absoluto era responsabilidad del señor Gallart, sino que simple y llanamente no se sostiene desde el punto de vista económico, que era lo que a él sí le incumbía.
El “Modelo Alzira” que utilizan estos centros tomó ese nombre del primer hospital que inauguró el sistema de cesión privada en aquella localidad. El nuevo modelo se nos presentó entonces como novísima solución porque traspasaba al siempre virtuoso sector privado las obligaciones del sistema público, ineficaz y parasitario por definición (entiéndase todo esto sin prejuicio ideológico alguno, por supuesto). Alzira volvió finalmente a manos públicas que con dinero de todos tuvieron que reparar el profundo deterioro que tras 18 años en manos privadas encontraron allí.
Lo peor es que esta ruina de modelo sigue siéndolo pese a que la Comunidad de Madrid inventó un sistema (el de la libre elección) para poder pagar a estos hospitales cantidades adicionales por atender a pacientes de fuera de su zona. Fueron en total 2.354 millones de euros más de lo asignado para la atención “normal” a los pacientes correspondientes cada uno de esos centros sanitarios. Pues ni siquiera con ese jugoso premio. Ni por esas.
No se debería jugar con la salud pública pero si se juega, al menos que sea para ganar, porque de otro modo a la muy discutible opción de nuestra derecha de: “mejor privado que público”, se añade la ineptitud flagrante de quienes tanto presumen de buenos gestores.
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