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Ayer fue un día normal en el País Vasco. La gente se ocupó de su trabajo y de sus problemas, los niños fueron a la escuela, las industrias funcionaron, los mercados y los comercios vendieron la mercancía que pudieron y cada uno estuvo a lo suyo.
También ayer un grupo considerable de personas estuvimos en Gernika viendo cómo se traspasaba el poder político de Juan José Ibarretxe a Patxi López.
A algunos nos hizo más gracia que a otros y las demostraciones de afecto o de distancia lo certificaron. El cambio es, sin duda, importante y traerá consecuencias políticas. Sin embargo mientras ese cambio se materializaba bajo el simbólico roble de la Casa de Juntas, la vida cotidiana seguía su curso normal, su inercia de cada día, su rutina.
La democracia es una gran cosa porque los ciudadanos que viven en ella saben que el cambio más trascendente y hasta el que pudiera ser más traumático para los políticos, no les va a afectar en su libertad y en su derecho. Quien mejor lo expresó fue Winston Churchill diciendo: Si alguien llama a tu puerta a las 5 de la madrugada y sabes que sólo puede ser el lechero es que vives en una democracia.
Ayer estuvo nublado. Fue un día normal en Euskadi, aunque no fuese un día más.
Foto de El Correo
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