Txiki Muñoz Foto El Correo |
Los medios de comunicación son una de las herramientas básicas en un régimen democrático donde la discusión pública de las cosas forma parte de la misma raiz del sistema. Prensa, radio y televisión cuentan lo que pasa, y para ello seleccionan lo que creen que es noticia y lo que no. De ahí que se les haya llamado, con justicia, “el cuarto poder”.
Son los medios los que deciden de facto quién existe (aquel del que hablan) y quién no. Y es por eso por lo que estar entre los escuchados ha llegado a ser una obsesión, hasta el punto de que hay quien no para en barras para conseguirlo a cualquier precio. Es este un grave defecto que mina la calidad de la misma democracia porque para conseguirlo se convierte en espectáculo lo que debería ser discusión prudente y respetuosa, se hace pasar por simple y fácil lo que es complejo y enmarañado y –sobre todo- se busca la declaración o la imagen que resulte irresistible para los periodistas, a sabiendas de que irán a ella como polillas a la luz.
El resultado es una enorme falta de respeto a los ciudadanos, a los que se trata como si fueran personas sin criterio, incapaces de entender nada y dispuestas a acudir enardecidas allí donde el griterío sea mayor. Todo lo contrario de la forma en que debería tratarse a quien en una democracia es el origen de todo poder.
Ayer mismo el ex presidente Aznar hizo una declaración incendiaria respecto a la política antiterrorista que, independientemente de lo que usted o yo pensemos, cumplió perfectamente su función de atraer la atención pública a cualquier precio.
Y hoy he escuchado a Txiki Muñoz, secretario general de ELA, el primer sindicato vasco, decir nada menos que en la historia “en ningún imperio se ha esquilmado jamás como ahora a las clases trabajadoras”. Eso ha dicho. El problema del estruendo es que para destacar en él es preciso subir el nivel de desmesura y se corre así el riesgo de, queriendo parecer un visionario rotundo, se quede uno en simple ignorante.
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