Una vez rasgado el telón de la cortesía parlamentaria con los aplausos y abucheos es muy difícil regresar a la sensatez y, por el contrario, muy fácil que aparezcan profesionales del show.
Siempre me ha molestado que en los parlamentos se aplauda, como si estuviésemos en un show. Esta vez he desarrollado un poco más ese sentimiento. Lo puedes leer en mi columna semanal en Vozpópuli.
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