miércoles, 16 de agosto de 2017

Hacienda me ha devuelto todo mi dinero

Miguel mandó la semana pasada un whatsapp muy breve: “Me voy a urgencias. Posible trasplante”. Llevaba ya mucho tiempo atado a un aparato de oxígeno que, en los conciertos clásicos a los que solemos acudir juntos apagaba para que el rumor del motorcito no molestase. Este fin de semana hemos ido a verle. Se recupera bien mientras se acostumbra a usar su nuevo pulmón.

Una inflamación en el pecho fue lo que hace dos años hizo que le descubrieran a mi mujer un cáncer. Después de un duro tratamiento de quimioterapia, la operaron de ambos pechos. Eso antes de recibir varias decenas de sesiones de radioterapia que también le afectaron bastante. Ahora está bien. Solo tiene que tomar la medicación y hacerse sus revisiones.

No es fácil saber a cuánto hubiesen ascendido las facturas de ambos tratamientos (y de la medicación que los dos tendrán que seguir tomando) pero una revisión somera me ha bastado para saber que en los países desarrollados en los que no existe cobertura sanitaria pública, el dinero que hubiésemos tenido que pagar superaría con creces no ya mis impuestos, sino probablemente los ingresos totales de toda mi vida, y los de mi mujer y mi amigo también. Dudo, además, que ninguno hubiésemos podido pagar las primas de un seguro médico privado que cubriese ambas operaciones.

Así que lo que hubiésemos hecho con mi mujer sería lo normal, lo que todo el mundo: pagar la parte del tratamiento que hubiéramos podido, deshaciéndonos de todos nuestros pocos bienes y ahorros hasta quedar exhaustos, y cruzar los dedos esperando que un tratamiento parcial e interrumpido hubiese resultado tan eficaz como el absolutamente completo que ha recibido ella en un hospital público de Madrid. En el caso de Miguel, insolvente para inscribirse simultáneamente en varias listas de espera privadas para así ganar tiempo, posiblemente no hubiésemos podido hacer nada. 

Desde luego que una enfermedad grave es muy mala noticia para cualquier familia, pero no puedo evitar pensar que, en ambos casos, a las duras consecuencias propias de las dolencias mismas se hubiesen sumado las que hubiesen afectado a nuestra vida cotidiana en todo lo demás que no es la enfermedad, básicamente la angustia y la ruina económica, que habría afectado sin duda al futuro de nuestra hija que hoy, sin embargo, sigue teniendo madre y padrino a los que sonreír, y ello sin necesidad de renunciar a sus esperanzas y a sus sueños.

El año pasado en España, pionera mundial en algo bueno, se realizaron 4.818 trasplantes de órganos y en los últimos años se están tratando en torno a 250.000 cánceres anuales. Miles de dramas personales y familiares que pasarían a la categoría de auténticas catástrofes si no dispusiéramos de la cobertura asombrosa de un sistema público sanitario como el que pagamos con nuestros impuestos. 

Sin duda todos los afectados, particularmente Marisol y Miguel, hubiésemos preferido no pasar por ambos tragos, que a nadie deseo, pero sufrirlos me ha hecho coger la calculadora y ver que estos dos últimos años a mi familia le han devuelto con creces todo lo pagado en IRPF, IVA, IBI y otras exacciones. Aunque hemos pagado y seguiremos pagando, sé que nuestros impuestos no hubiesen alcanzado ni de lejos así que le agradezco a usted que haya pagado los suyos porque gracias a ellos y a los de los demás contribuyentes mi mujer y amigo están vivos y mi hija puede seguir con su vida. Le deseo, de verdad, toda la salud del mundo para usted y los suyos y que pase un buen verano. Cuídese. 

Publicado el 16 de agosto de 2017 en 

1 comentario:

Manuel Aresti Larrauri dijo...

¡Qué suerte o qué milagro! ¡Enhorabuena!