lunes, 14 de marzo de 2022

El PP pacta con su escisión

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En la derecha española siempre hubo un sector al que la democracia le resultaba como mínimo incómoda. En el inicio de la Transición ese segmento era bien visible y notorio. Hablaban claro, acostumbrados a la libertad de expresión que siempre habían disfrutado (y que habían negado a los demás) y se les entendía todo fenomenal.

Estaban furiosamente en contra de que España fuese un Estado autonómico. No ocultaban su inquina contra Juan Carlos I, el Rey traidor. No les gustaba nada la laicidad del Estado, ni el divorcio, ni la reforma fiscal y unos votaron la Constitución con la nariz tapada mientras otros la rechazaron.

Afortunadamente el esfuerzo de los derechistas más inteligentes fue integrando a aquellos sectores ultras en la corriente de una democracia que se iba construyendo, lo que no fue mal servicio a España. El éxito fue tal que hasta hubo una refundación que dio a luz un partido de derechas normal, que incluso integró la palabra liberal en su ideario.

La cosa funcionó durante mucho tiempo. Pero la debilidad que supuso para el PP la pérdida del poder en 2018, junto con la efervescencia de partidos nacional-populistas en Europa y los EEUU, hizo que para esos sectores, siempre renuentes a la democracia, empezase a resultar mucho más atractivo estar fuera de la casa común de la derecha, diciendo abiertamente lo que siempre pensaron, que resignarse a estar arropados, pero callados, dentro de ella. 

Y así ha sido que no es que haya aparecido ahora una extrema derecha nueva en España, sino que un sector que siempre estuvo vivo dentro del partido “de orden”, ahora está en la calle, con su propio logo, sus mensajes y sus exitosas papeletas de voto. Con ellos es con quien han pactado Mañueco, y antes Bonilla y Ayuso; con los que hasta ayer eran de los suyos, aunque ni ellos ni nadie imaginaba que fueran tantos.

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