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Foto Unicef |
Así que mejor será que nos vayamos adaptando porque son las mujeres quienes van a tomar esa enorme decisión; ni los gobiernos, ni las empresas, ni las iglesias. Y no es un asunto nacional sino de todo el planeta. En Estados Unidos y en China las tasas de crecimiento de población son las más bajas en décadas (por debajo de nivel de 2,1 hijos por mujer que se supone que garantiza la reposición de los que fallecen). Incluso países como India y México, tradicionalmente con tasas muy altas, están por debajo de esa cifra del 2,1. Hasta en África empiezan a verse síntomas de descenso, obviamente de momento en los países menos castigados por la pobreza, pero todo les llegará, como ha llegado a Europa, América y Asia.
Estamos ante una marea imparable, que tiene múltiples facetas pero muy especialmente una: la libertad de las mujeres para tomar decisiones sobre su vida y su fertilidad, algo que históricamente no fue así. A lo largo de miles de años y con civilizaciones de todo tipo, las mujeres nunca pudieron elegir y ahora que pueden vamos a comprobar que la continuidad de nuestras sociedades depende de ellas por completo. Así de simple ¿Así de inesperado tal vez?
Se hartan las noticas de señalar el problema del envejecimiento pero, tranquilos, que se solucionará por sí solo puesto que es imposible que si hoy nacen pocos niños en el mundo haya muchos ancianos dentro de 75 años. A no ser que se refieran -claro está- a unos ancianos concretos: a nosotros, pero ese es nuestro problema, ni el de ellas ni el del mundo.
Por supuesto que cuando, además, les ponemos a las mujeres dificultades laborales, económicas, de conciliación, precariedad y otras, aún se lo hacemos más difícil, pero -no nos engañemos- es una decisión suya, que no se arregla con un cheque, que es compleja pero que es solo suya. A algunos les parecerá lógico, a otros, egoísta y a algunos incluso antipatriótico. No se cansen. Da lo mismo lo que hablemos los hombres, ellas serán quienes decidan. Mejor dicho, son ellas las que ya están decidiendo cada día, en todos los continentes, con cualquier religión, raza, cultura o clima.
Esa es la verdadera revolución, el gran cambio mundial que ya está aquí. Mejor que nos vayamos acostumbrando sin tanto aspaviento y adaptándonos porque es lo que han decidido ellas, que son las que, ahora sí, pueden hacerlo.
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