martes, 2 de agosto de 2022

Una opción ganadora

 Tiempo de lectura 2:20 min

De entre las muchas expresiones de moda esta de “opción ganadora” es una de las que más me desazona siempre escuchar, sobre todo porque se usa para designar iniciativas, estrategias o soluciones antes de que estas se enfrenten a la realidad y no después.

Llamar ganador a quien ha ganado no tendría nada de particular pero designar así a lo que aún no ha pasado la prueba es lo novedoso. Al escucharlo me resulta inevitable pensar que, por muy modernos que nos creamos, volvemos a recuperar el concepto del destino de la tragedia griega o como cantaba más recientemente Rubén Blades “si naciste pa’ martillo, del cielo te caen los clavos”. Recuperamos la suposición de que hay personas o grupos que por naturaleza son distintos a los demás, que no es que ganen como podrían perder, sino que son en origen ganadores, sin necesidad de pasar por el incómodo trámite de enfrentar la realidad. Se restablece así el orden primordial, ajeno y por completo superior a la mísera voluntad de los humanos.

Con o sin corbatas, pero ninguna diferencia con los tiempos medievales en que las personas se dividían por estamentos de los que no podían salir porque ese era el orden instaurado por Dios. Ahora que hemos sustituido a Dios por el mercado como hemos hecho con todo lo demás, el orden de las cosas lo ponen el triunfo y el dinero, pero lo mismo que cuando era la divinidad quien se ocupaba, se trata de anular el poder de la voluntad a la hora de ganar o de perder y, por el contrario, designar ganadores previos que ganarán siempre que las cosas se hagan como es debido y “losers” que siempre perderán si todo va como debe ser. Volvemos a las castas, pero avaladas ahora por las escuelas de negocios.

No crean que esta neolengua es cosa menor porque aporta considerables ventajas. Como en la antigüedad, quien señala al indiscutible ganador es el poder, que blinda así su infalibilidad puesto que cuando una opción ganadora resulta que pierde el resultado negativo no podrá achacarse a quien brillantemente la pensó, ya que su idea era ganadora previamente, sino que la culpa será de la torpeza de quien la aplicó, quedando intacto el valor del estratega.

Tal vez detrás de todo esto lo que esté sea el puro miedo, el de siempre, el miedo del ser humano a la incertidumbre, el mismo que tuvieron los griegos, otros muchos antes que ellos y que tenemos nosotros mismos intacto. Va a ser eso.

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