La semana pasada me atrevía yo a señalar el influjo de un anuncio de refrescos en el comportamiento de los munícipes bilbaínos, que se han “venido arriba” y se han lanzado a una revisión completa de la historia local. Esta semana hemos sabido que la Diputación, sin duda siguiendo los consejos de una conocida empresa sueca de mobiliario, va a proponer una modificación de la Norma sobre Demarcaciones Territoriales a las Juntas Generales de Bizkaia para que, reunidas so el árbol, debatan y aprueben que las poblaciones menores puedan convertirse en nuevos municipios, siempre que sean al menos 2.500 personas, así lo deseen la mayoría, tengan un territorio diferenciado y demuestren que podrán disponer de dinero para pagar los servicios básicos. Una ventaja que tiene este nuevo proceso a la hora del buen rollo vecinal es que las desanexiones habrán de ser aprobadas por el Pleno del municipio actual y no solo entre los vecinos “díscolos”. En esta curiosa mezcla de condiciones, procedimientos y prodigiosos buenos deseos nada se dice sobre que en esos pueblos renacidos deba hacer sol y buen tiempo, por ahora.
Que los municipios sean entidades prestadoras de servicios, que son cosas que cuestan entre mucho y muchísimo dinero, solo les importa a los franceses que, vista la crisis, han decidido empezar a agrupar los que tienen, buscando economías de escala y demostrando, de paso, que siguen siendo una panda de jacobinos sin remedio.
Aquí en cambio lo que nos mola es la identidad: el “Tú ¿de quién eres?” que cantaban los de “No me pises que llevo chanclas”. Y la Diputación, repentinamente consciente de los sentimientos vecinales, ha cambiado radicalmente su postura, que hasta ahora era contraria a la atomización, para convertirse de nuevo a la fe identitaria que llevó a que Iurreta se desanexionara de Durango, Alonsotegi de Barakaldo, Bolivar de Markina-Xemein, Erandio, Derio, Loiu y Sondika de Bilbao y Forua y Kortezubi de la propia villa foral de Gernika.
De momento hay en la gran Bizkaia 112 municipios y en la parrilla de salida de esta nueva carrera de “libertad para los pueblos” están ya Usansolo y La Bilbaina, al volante de sus respectivas reivindicaciones por el “derecho a decidir” local. La competición puede ser muy entretenida y seguramente resultará también cara pero yo no me pierdo los argumentos y razones que se avecinan (nunca mejor dicho). De momento ya se han visto dos explicaciones bien llamativas: la primera la del alcalde de Galdakao, al que se le quieren marchar los vecinos, que se felicita por el compromiso de su partido con el derecho a decidir y –supongo- por la rectificación de la postura contraria a la desanexión que él mismo mantenía hasta ahora. La segunda, la de los “independentistas” de Usansolo, que andan preocupados porque solo quedan dos plenos en la Casa de Juntas de Gernika antes de que la legislatura termine. En este caso las garantías parlamentarias, que obligan justamente a parlamentar, a hablar, a discutir, a contrastar opiniones y a votar, las ven como lentos y engorrosos trámites. Contrasta tanta prisa con el argumento de que estos cambios administrativos responderían a rocosos sentimientos, profundísimos, seculares y, de suyo, inasequibles al paso del tiempo.
Lo más evidente de todo este lío es que la publicidad demuestra, una vez más, que es un excelente termómetro de lo que son las preocupaciones, deseos y sueños de la gente. A la fuerza, porque su objetivo es ganar más dinero y no como otros, a quienes no parece importarles pagarlo.
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