Dicen que los motoristas nos dividimos en dos grupos: los que ya nos hemos caído y los que se caerán. Yo, que soy reincidente de los primeros, pensaba algo parecido de las ciudades actuales; que se dividen en dos: aquellas donde ya hay un Mercadona y aquellas donde lo abrirán. Bilbao era de las segundas y va a incorporarse pronto al primer grupo. Esta semana el pleno municipal, salvo sorpresas muy inesperadas, aprobará la nueva ordenación de la parcela en la que se instalará el primer supermercado de Juan Roig en la villa.
El solar es ahora parte de la zona de juegos de una ikastola, a la que le van a venir muy bien los ingresos atípicos que aportará el supermercado. Que un símbolo de nuestra especificidad y diferencia más notable vaya a ser la puerta por la que entre en Bilbao el emblema de nuestra uniformidad cotidiana con el resto del país no deja de tener su “aquel” ¿no le parece?
Los responsables de Mercadona han dicho siempre que su estrategia de expansión es la de mancha de aceite (no consta si de oliva, virgen, español o de Marruecos…). El aceite, como es sabido, es un producto que se extiende lenta pero irremisiblemente por las cercanías de donde ya ha pringado. Bueno pues nos ha tocado por fin que nos llegue la mancha, que unos considerarán infamante mientras otros esperan con impaciencia el advenimiento de las cremas Deliplus, las pizzas Hacendado y la lejía Bosque Verde. Ya ven que mis viajes por la geografía española me han hecho un experto así que les aviso de que no es para tanto: ni el anticristo de la distribución ni el edén del empujador de carritos.
Los nuevos negocios que los consumidores miramos con especial atención son aquellos que nos sorprenden con un halo de novedad, que puede venir de los precios, de los horarios (con perdón) o del tipo de productos que ofrecen. Lo curioso es que la expectación que despiertan los nuevos modelos comerciales, como en su día McDonald´s, IKEA, luego OpenCor y ahora Mercadona viene siempre acompañada de un fenómeno también muy del momento, que son los nuevos enemigos 2.0, que las redes sociales han popularizado con el nombre de trols.
Seguramente el desembarco de la cadena de alimentación en Bilbao dará ocasión a que escuchemos las denuncias más asombrosas e increíbles sobre sus retorcidas estrategias de malignidad que recuerdan casi al Dr. No de 007 pero que, sobre todo, de puro desmesuradas lo que consiguen es apagar las objeciones razonables que sin duda habrá en este caso, más o menos como en todos los demás.
A veces, cuando me pongo conspiranoico, llego a pensar si no será una estrategia impulsada por los propios negocios, justamente para que la propia enormidad de las denuncias, capte la atención sobre ellos y les acerque nuevos clientes, deseosos de visitar en persona ese “averno” del ultramarinos.
La vida cambia y sigue adelante. Nuevos negocios y franquicias sustituyen a los tradicionales templos de la hostelería. El último en caer ha sido el Lekeitio, de la calle Diputación, dando la razón así a Jorge Manrique, cuando nos recordaba “pues que todo ha de passar por tal manera”.
Yo, por si acaso, procuraré que mi moto no resbale con la mancha de aceite que Roig ha extendido también a Bilbao, que creo que ya llevo el cupo de golpes cubierto, ¡demonios!
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