jueves, 23 de julio de 2015

Era la publicidad, estúpido!

Incluso los caramelos están atentos a la actualidad

Cuentan que cuando el escritor catalán Josep Pla llegó a Nueva York, en 1954, le enseñaron la ciudad iluminada con un esplendor que podemos imaginar que no existía entonces en la noche de ninguna otra urbe del mundo. Dicen que al ver el espectáculo, primero se asombró pero enseguida preguntó: y esto ¿quién lo paga?

Ahora que muchos lectores nos quejamos (yo el primero) de la pérdida de calidad del periodismo y de que tantos medios se arrojen entusiastas por la pendiente de la militancia, abandonando toda pretensión de rigor, la vieja pregunta de Pla vuelve a tomar sentido: Y esto ¿quién lo paga?

Porque me lo pregunto es por lo que me resulta tan extraño que parte de la culpa del deterioro de los medios se achaque a la publicidad. Me aburre esa idea tan manida de que la publicidad tendría por objeto condicionar los contenidos, aparte de molestar a los lectores. Parece que son legión quienes piensan así: que los anunciantes a lo que se dedican es a vigilar y controlar la línea editorial de los medios.

Es un error pero un error secundario, que parte de otro previo y mucho peor: el de pensar que la publicidad no sirve para nada y que no influye en el comportamiento de las personas; menos aún de nosotros, que somos gente tan inteligente, que no nos dejamos influir por mensajitos, photoshops y tonadillas tontas a la hora de decidir lo que contratamos o compramos. Faltaría más.

Solo que es mentira. Obviamente quien sea tan engreído para pensar así solo puede creer dos cosas: o que los anunciantes son idiotas (por gastar tanto dinero en cosas inútiles) o que lo gastan para controlar la línea editorial del medio ¿qué otra cosa si no? Así que rápidamente deducen que “mejor sin publicidad” o, cuando echan cuentas, que ésta debería ser repartida con criterios de subvención y no de una rentabilidad que ya de origen, niegan que sea posible.

La realidad es bastante más compleja. En general a la publicidad no le importa nada lo que ponga en la página de al lado de su anuncio. Lo único que quiere es que “eso que ponga” le interese a mucha gente, cuanta más mejor, para que una parte de ella se fije en el slogan de al lado, conozca la marca o el producto anunciado y finalmente…compre.

Lo cierto es que si hubiera más publicidad los medios serían más libres, menos dependientes del poder, con menos miedo a la ruina y seguramente menos sumisos, aunque la rebeldía tuviese que ir acompañada de anuncios de bragas, de caramelos, de coches, incluso de planes de pensiones, también de esos.

Por el contrario con menos publicidad hay menos medios, menos periodistas, peor pagados y más tentados de ser voceros de quien les garantice las lentejas, ya que su medio lo hará solo a medias, o no lo hará en absoluto.

La catástrofe en los contenidos de las principales cadenas televisivas demuestra que los anunciantes, cuando solo buscan audiencias millonarias, también pueden ser dañinos, además de poderosos, pero despreciar a estos poderosos es suicida porque cuando se van son inmediatamente sustituidos por los poderosos de verdad, que son los que no pagan para comprar lectores sino para comprar periodistas. Usted me dirá lo que prefiere.

¡Ah claro! que lo ideal sería una ciudad bien iluminada pero sin que nadie tuviese que pagar la factura de la luz. Cómodo, pero algo ingenuo. Yo, por el contrario, prefiero hacerme la misma pregunta que se hizo Pla, porque estoy seguro de que todo lo paga alguien, siempre. Y, sinceramente, prefiero que sea la publicidad, que acostumbra a preferir medios con audiencia y prestigio y suele huir despavorida de los panfletos para convencidos.

Aunque duela reconocer nuestra dependencia del “vil mercado capitalista”, sin anunciantes no hay dinero, sin dinero no hay medios libres, sin medios libres no hay periodistas y sin periodistas no hay democracia.

viernes, 17 de julio de 2015

Tsipras y las malditas sirenas

Ulises y las sirenas Herbert James Draper (1909)
Bien se ve que el primer ministro Tsipras conoce los clásicos. Hace unos días me refería yo al mito de Escila y Caribdis, el monstruo y el remolino, como símbolo de la difícil elección entre dos males a la que se enfrentan los nuevos políticos y citaba en particular a la alcaldesa de Madrid.

El dirigente griego ha leído también la historia de Odiseo y, como aquel, decidió hacerse encadenar al mástil de un referéndum tras tapar cuidadosamente con dignidad y patriotismo los oídos de su pueblo.

Convertirse en prisionero de su propia tripulación le serviría, como al héroe, para poder escuchar la melodía de las peligrosas sirenas europeas y de la Troika sin caer en la tentación de ceder a sus horrendas pretensiones. “Os oigo, pero no puedo moverme porque, como veis, mi tripulación -que no os escucha- me tiene atado al mástil”, tal y como hizo el de Ítaca. Solo que las sirenas de Artemisa, al verse vencidas, se arrojaron a las aguas y se ahogaron pero en absoluto ha ocurrido lo mismo con los acreedores de Grecia.

La evidente maniobra para no caer en la tentación de aceptar las exigencias europeas, y de paso afearles la conducta a quienes tanto exigían a su país, quiero pensar que contaba de fijo con que, por mucho que piaran, los líderes europeos nunca aceptarían de verdad el "Grexit", que jamás permitirían la salida del Euro de ninguno de sus miembros, pasase lo que pasase.

Quiero pensar -insisto- que Tsipras creía contar con esa carta en la negociación. Se equivocó, ciertamente, pero prefiero pensar que fue un error de cálculo, comprensible en momentos de tanta dificultad y tensión. Porque a lo que no doy crédito es a que un político tome la decisión de levantar a su pueblo para que se manifieste en referéndum contra una decisión a sabiendas de que al final habrá de adoptarla. Me resultaba increíble que no tuviese plan B y ahora me asombra comprobar que, efectivamente, no lo tenía.

Aunque bien pensado tal vez sí lo tuviese: Que hubiera ganado el “Si” de tal modo que, él, viéndose desautorizado, hubiera podido dimitir, marcharse a su casa como un héroe sin cargar para siempre con el baldón de ser quien obligó a su país a pasar por esas Horcas Caudinas que se le imponían. Comprendo que suena raro pero es que todo lo que está pasando en torno a Grecia suena raro y lo que hace Tsipras, lo que más.

Finalmente se ha derretido la cera con la que había tapado los oídos de los suyos y ahora todo el mundo ha podido escuchar la desoladora melodía de las sirenas económicas de Europa. Y, lo peor de todo, comprobar que no hay ningún otro son al que bailar.

Si no ha sido justo ocultar la auténtica verdad a su pueblo, tampoco lo sería disimular que la situación de desastre a la que ha llegado la economía griega tiene mucho que ver con quienes le precedieron y, sobre todo, con ese capitalismo de burbuja, miope, bravucón, codicioso e irresponsable que aquí hemos sufrido con el ladrillo y en Grecia con… todo.

Los grandes y admirables pensadores del liberalismo clásico no me parece que tengan nada que ver con este neofeudalismo del capital que nos asola y que puede acabar, si no le ponemos remedio, con el otro gran sueño de otros grandes hombres: el de Europa. Me pregunto qué leen los grandes responsables de la economía hoy ¿Juego de tronos?

Como Tsipras, conviene que no olvidemos la literatura clásica porque se ha demostrado que las sirenas de hoy, mitad humanas mitad fondos de inversión, siguen siendo seres muy peligrosos.

martes, 14 de julio de 2015

Alcaldes low cost

Mauricio José Schwarz

Mi amigo Mauricio, un personaje muy activo en las redes sociales, inteligente y extraordinario de conocer en persona, asturiano de adopción nada menos, ha colgado esta oferta de empleo.

Es muy interesante, no por deseable sino porque deja claro cómo los ciudadanos estamos pretendiendo ofrecer como exigentes empleadores de nuestros alcaldes condiciones que, con toda razón, tildaríamos de absolutamente intolerables si se nos ofreciesen como empleados. Es esta:

Se precisa persona preparada, responsable, dedicada, consciente y decidida para que se haga la máxima responsable de nuestra organización, que tiene un movimiento financiero de varios cientos de millones de euros anuales. Deberá ser responsable último del desempeño de un par de decenas de miles de empleados y gestionar de modo responsable y fiable créditos por decenas de millones de euros, además de mantener un sistema oportuno y eficaz de pagos a proveedores, supervisar concursos de adjudicación de contratos, tomar decisiones (con un mínimo de asesores, de preferencia ninguno) sobre aspectos urbanísticos, de tráfico, distribución de agua, red de drenaje, policía, bomberos, protección civil, cuidado del medio ambiente, protección a personas con dificultades o excluidas, organización y autorización de establecimientos comerciales, relaciones con otras empresas, gobiernos y personas individuales.

Entre otras muchas responsabilidades que le corresponderán y por las cuales deberá responder legal, civil, penal y socialmente.

Sueldo 1900 euros.


A Mauricio se le ha olvidado añadir otro requisito: Que tenga puesto de trabajo al que regresar una vez que sea despedido y que éste sea completamente ajeno a la responsabilidad por la que se le contrata ahora, ya que de otro modo será acusado y perseguido por supuesto aprovechamiento de los contactos y conocimientos obtenidos durante su periodo de ejercicio.

No hay día en que los periódicos no se hagan eco de cuánto se sube, no se sube o se baja el sueldo cada alcalde de los recientemente electos, incluso he leído un titular que criticaba a un regidor (no recuerdo de dónde, ni me importa) por “mantenerse el sueldo mientras hacía despidos”. Es decir que solo el hecho de tener un sueldo le incapacita, al parecer, para tomar decisiones (!!).

Parece que ahora lo más importante es que los alcaldes cobren poco y, cuando es así, cuando cobran muy poco, el titular buscará el porcentaje que siempre es alto por pequeña que sea la subida real.

Evidentemente el motivo es la desafección general que ha sufrido la política pero, una vez expresada la mala leche, solo encuentro tres vías de explicación a que se mantenga este delirio. A cual peor:
  1. No nos importa si los ayuntamientos y entornos públicos funcionan mal o bien. Peor aún, damos por hecho que funcionan y seguirán funcionando irremediablemente mal, por lo que una vez desahuciados y sin esperanza, optamos porque al menos nos cuesten lo mínimo posible. En tal caso no entiendo por qué no gratis, es decir, por qué simplemente no disolvemos los ayuntamientos al grito de ¡Dios proveerá!. Servicios públicos cero a precio cero (el paraíso de los ricos)
  2. Hay un segmento de personas que piensan que rebajando la remuneración de los políticos ellas sí podrán acceder a tales puestos dado que el nivel de exigencia de sus conciudadanos disminuirá proporcionalmente y podrán ocupar cargos sin que se les pidan resultados, bastará con que sean honrados. Probablemente no alcancen las exigencias que describe Mauricio y hasta la líen como alcaldes pero en el camino se harán populares. Que igual es eso.
  3. Estamos abriendo la puerta a que, de nuevo, los ricos de familia o empresarios se ofrezcan a hacerse cargo “gratuitamente” de las responsabilidades políticas. “Por los colores” tal como pasa con los presidentes de muchos clubes de fútbol ¿verdad? o como ocurría cuando la política era realmente cosa de una verdadera casta de ricos. Habría que recordar a los olvidadizos que, en tiempos, para acceder a un cargo no bastaba con obtener votos sino que la ley obligaba a demostrar que se tenían bienes considerables.
A mí me gustan las compañías low cost y no me quejo cuando el espacio del asiento es reducido, ni cuando tengo que imprimirme yo en casa la tarjeta de embarque, ni cuando solo me permiten un bulto y no aceptan ni siquiera una bolsa de revistas adicional. Muchos se quejan pero yo no. Es así, lo sé desde el principio y lo acepto sin malas caras. Probablemente porque es un servicio que no utilizo a menudo. Pero no compro zapatos baratos de plástico, ni ahorro en el dentista, ni pongo pastillas de freno usadas al coche, ni aceptaría que me operasen en un quirófano que se limpiase una vez por semana (afortunadamente creo que no los hay).

Pues eso, que espero que esta fiebre de alcaldes low cost no se prolongue mucho más porque entre estrellar nuestras instituciones cobrando una pasta, como en algunos casos ha pasado hasta ahora, y estrellarlas igualmente pero cobrando muy poco, yo prefiero que no se estrellen, incluso pagando razonablemente a gente razonable o incluso excelentemente a personas excelentes. Solo que temo que ni unas ni otras de éstas aceptarán la oferta de empleo de Mauricio.

lunes, 6 de julio de 2015

Como si fuéramos “La Roja”, Txarlie


Txarlie García tiene un blog que sigo y algunos de cuyos post he rebotado en ocasiones. Sé que él también sigue el mío y ha manifestado su opinión respecto a uno de mis post.

A menudo coincidimos en muchas cosas y respecto a mi post “El lechero, el adanismo y la bandera de Pedro Sánchez” también lo hacemos en parte. Concretamente Txarlie dice coincidir conmigo en el buen trabajo de marketing del acto en que Sánchez se presentó con una gran bandera de España de fondo. Debo aclarar que Txarlie y yo tenemos en buen concepto el marketing y no consideramos tal término como algo insultante sino como una herramienta imprescindible en la sociedad actual ¿digo bien?.

Me atrevo a esta aclaración a riesgo de introducir más confusión pero sin pizca de miedo a la discrepancia, menos aún si ésta es civilizada, respetuosa y cabal, como lo es con Txarlie. Puede ser que mi licencia redaccional de referirme al aburrimiento como una de las virtudes de la democracia haya llevado a confusión. Mea culpa si así hubiese sido.

Txarlie me dice en su blog que, sin embargo, discrepa conmigo respecto al resto de mi argumentación, es decir, en lo principal, que básicamente es que aplaudo que el candidato socialista utilice la bandera del país que quiere gobernar.

El PSOE es un partido que ha peleado por que España tuviera un sistema democrático que no tenía. Por que hubiese unas reglas de juego equiparables a las democracias europeas que España nunca había sido. Esa labor de “construcción” debe ser reivindicada, en mi opinión.  Guste más o menos insisto en que la bandera que representa ahora ese proyecto es la que tenía Pedro Sánchez detrás en el acto del Circo Price. Naturalmente, como ya digo en mi post original, hubo otros intentos de democracia: las dos repúblicas fueron algunos de ellos, pero el más exitoso de todos y aquel en el que el PSOE ha tenido más protagonismo y responsabilidad ha sido el que se inicio con la ﷽ que se inicisabilidad que el PSOE ha tenido mia y con otras banderas pero el m nunca habó con la hoy denostada transición. Como decía en mi post original, nadando contra la corriente actual de descrédito, se trata de un “régimen” que brilla en comparación con cualquiera de los que España ha sufrido a lo largo de su historia. Por tanto, que el candidato socialista reivindique que somos constructores de la estructura democrática de España me parece no solo un acierto sino una obligación, además de –permítanme que insista- un excelente marketing político.

Todo esto no tiene nada que ver con quedarse quieto, ni “formal” ni callado, Txarlie. Un partido de fútbol puede ser de máxima rivalidad sin que se discuta si deben ser once los jugadores o el tamaño de las porterías o si el balón puede o no cogerse con la mano. Las reglas no impiden la competición, tampoco en democracia, sino que son lo que la hace posible. Es más dicen, con razón, que la democracia son las formas.

En segundo lugar, ha sido bajo ese “régimen” cuando España, de la mano del PSOE ha ido introduciendo derechos y libertades contra las que una poderosa derecha rancia (que es la que mayoritariamente hay ¡qué le vamos a hacer!) ha peleado siempre: Desde el divorcio, al aborto, hasta las autonomías y el derecho universal a la sanidad y a la educación. Todos esos derechos que los españoles hemos adquirido no venían “de serie” sino que han tenido que ser insertados de la mano del PSOE en la legislación de la España constitucional, y ha sido siempre en contra de la derecha y, por cierto,  sufriendo el desprecio de los comunistas de todas clases, colores y purezas a los que hoy se les llena la boca hablando de las virtudes de la socialdemocracia. ¡Lo que hay que oír!

Sería estúpido, e injusto, dejarle a aquella derecha el monopolio de una bandera que, gracias al esfuerzo de la-izquierda-que-sirve-para-algo representa hoy algo muy diferente a lo que era cuando se inició la transición. Lo que hizo Pedro Sánchez me gustó, insisto de nuevo, por esas dos razones: primero para recordar nuestra tarea como coarquitectos del edificio mismo de la democracia española y en segundo lugar para reivindicar que en ese edificio el mobiliario de derechos no venía incluido sino que se construyó en los talleres del PSOE.


Que ahora enfrentemos nuevos desafíos, como ocurre, no me parece razón para desdeñar lo conseguido. Es más puede que uno de esos muchos desafíos, además de la corrupción, la selección de los gobernantes, la destrucción de los derechos de los trabajadores, la tambaleante igualdad de las mujeres, el descenso de la población, las burbujas económicas…sea también que la izquierda utilice la bandera del país con normalidad, como si fuéramos la selección de futbol.

domingo, 5 de julio de 2015

Mi primer Aurrulaque





Mi amistad con Antonio Sáenz de Miera se forjó hace ya años a base de paseos por los montes guipuzcoanos. Antonio es un hombre inabarcable, de actividad imparable, ingenioso, culto y excelente conversador.

Por fin he podido asistir al primero de sus Aurrulaques, a los que insistía siempre en invitarme. Se trata de una excursión a la sierra de Guadarrama que Antonio organiza desde hace varias décadas (ni siquiera recuerda bien cuantas) pero en la que no falta nunca ni el humor ni el espíritu cívico de defensa de la sierra como patrimonio natural de todos.

Como se dijo ayer, la sierra de Guadarrama es no solo un espacio físico extraordinario, sino también un universo de literatura, historia, poesía y ciencia. Los árboles, los pedregales, los ríos, la fauna pero también las memorias, los versos y los relatos son parte de Guadarrama.

Precisamente la edición de ayer (mi primer aurrulaque pero seguro que no el último) conmemoraba el centenario de la muerte de Francisco Giner de los Ríos, guadarramista, creador de la Institución Libre de Enseñanza y uno de los hombres clave de la historia de la cultura española.

Allí arriba, en el mirador Luis Rosales se leyó el poema que Antonio Machado le dedicó a los pocos días de su fallecimiento.






A don Francisco Giner de los Ríos 


Como se fue el maestro, 

la luz de esta mañana 

me dijo: Van tres días 

que mi hermano Francisco no trabaja. 

¿Murió? . . . Sólo sabemos 

que se nos fue por una senda clara, 

diciéndonos: Hacedme 

un duelo de labores y esperanzas. 

Sed buenos y no más, sed lo que he sido 

entre vosotros: alma. 

Vivid, la vida sigue, 

los muertos mueren y las sombras pasan; 

lleva quien deja y vive el que ha vivido. 

¡Yunques, sonad; enmudeced, campanas! 



Y hacia otra luz más pura 

partió el hermano de la luz del alba, 

del sol de los talleres, 

el viejo alegre de la vida santa. 

. . . Oh, sí, llevad, amigos, 

su cuerpo a la montaña, 

a los azules montes 

del ancho Guadarrama. 

Allí hay barrancos hondos 

de pinos verdes donde el viento canta. 

Su corazón repose 

bajo una encina casta, 

en tierra de tomillos, donde juegan 

mariposas doradas . . . 

Allí el maestro un día 

soñaba un nuevo florecer de España.

jueves, 2 de julio de 2015

El lechero, el adanismo y la bandera de Pedro Sánchez


Dicen que fue Winston Churchill el autor de la frase “La democracia un sistema político en el cual, cuando alguien llama a tu puerta a la seis de la mañana, puedes estar seguro de que es el lechero". Podía haber dicho simplemente que previsibilidad y aburrimiento son las primeras virtudes de la democracia pero lo expresó con bastante más gracia.

Como a nadie le gusta aburrirse resulta comprensible que en España sea mucho más fácil escuchar vehementes y ruidosas propuestas de refundación en lugar de ideas más o menos razonables (y opinables) para mejorar lo que ya hay. Aquí lo que mola es la recreación del país. Ese tan liberador “de una vez por todas” que, al menos de boquilla, aplicamos a todos los ámbitos de la vida.

“Andarse con chiquitas”, “jugar a pequeña”, “hacer política con minúsculas” son expresiones despectivas hacia la prudencia, que no da prestigio a quien la ejerce. Todo lo contrario, le pone en la lista de los timoratos que no merecen crédito alguno. Hacer las cosas bien solo puede entenderse entre nosotros como sinónimo de tirar lo que hay a la basura y empezar de nuevo. Eso es lo fetén.

Cuando veo cómo se critica a los nuevos políticos tildándoles de adanistas, no puedo sino revolverme porque, siendo cierto en muchos aspectos, también lo es que a lo largo de toda la transición los partidos que ahora les critican han presentado cada elección como si fuera un acto de refundación del país. Así pasaba que la victoria del contrario era señalada como un desastre, provisional e incluso con un punto de ilegitimidad, al tratarse de un ataque a la normalidad que solo podría recuperarse más adelante con la victoria de “los nuestros”. En esto sí que derecha e izquierda han actuado igual.

Ni siquiera ha habido respeto hacia la voluntad popular de cada una de las convocatorias electorales, y sus resultados se han valorado siempre muy poco en lo que representaban por sí mismos y mucho como presagio de los que pasaría en las próximas elecciones, llamadas a traer, esas sí, el advenimiento de otra nueva nación, bien distinta de la actual. Llamo la atención del lector sobre el hecho de que tales extrapolaciones, además de incorrectas, son un evidente insulto a los votantes, a los que se nos considera incapaces de distinguir unas elecciones de otras y se nos supone, en cambio, arrastrados por una especie de marea hoy de confianza y aplauso, mañana de desconfianza o enfado que expresaríamos en las urnas, como niños, sin saber muy bien cuáles serán las consecuencias reales de nuestro voto. Un insulto, como digo.

A mí me ha gustado lo de la bandera española de Pedro Sánchez. Primero como marketiniano, para el que resulta obvio que el candidato del PSOE se ha dirigido al segmento de votantes moderados que serán quienes den la victoria en las generales al PSOE o al PP. Sánchez sabe que es difícil que pierda más votos por su izquierda y por eso ha tratado de ganarlos por donde puede y por donde más los hay, que es el centro. Bien jugado.

Pero es que, además, como ciudadano, lo de la bandera también me ha recordado el aforismo del lechero. La garantía de que en una democracia hay cosas que no van a cambiar gane quien gane las elecciones.

Se ha levantado cierta polvareda, lógica porque no es la monarquía sino la República la que forma parte del imaginario colectivo de los socialistas españoles, como icono de una experiencia histórica excepcional de modernidad, de libertad y de progreso que sus abuelos protagonizaron en buena medida. El símbolo es tan fuerte que poco importa que las cosas no fuesen exactamente así y que la segunda república tuviera grandes luces y también terribles sombras. El levantamiento militar que la destruyó también la mitificó y la fuerza de los mitos no está en su certeza sino en su capacidad de movilización.

Sin embargo la España democrática que Sánchez quiere gobernar es, con todos sus defectos pero sin duda alguna, un país más cercano al que seguramente soñaban tantos de aquellos que sufrieron y murieron por la causa de la libertad y la democracia bajo la bandera tricolor, que era la que representaba entonces ese ideal.

Reivindicar la bandera constitucional, tal y como lo ha hecho Pedro Sánchez, es poner en valor el régimen democrático de libertad, derechos sociales y culturales, autonomía territorial e imperio de la ley que no solo el PSOE, pero también el PSOE ha impulsado desde la transición. Un “régimen” que brilla en comparación con cualquiera de los que España ha sufrido a lo largo de su historia. No crean que no me consta que no está de moda decir estas cosas. Justamente por eso lo hago.

Me gusta que quien se presenta a unas elecciones democráticas no pretenda ganarlas para construir un nuevo país sino solamente para modificar las políticas cotidianas (nada más y nada menos que eso) mientras se deja a los lecheros que sigan repartiendo con plena normalidad. Estoy con Bertrand Russell en que soportar cierto grado de aburrimiento es necesario para lograr metas más altas.

Publicado en eldiarionorte.es el 2 de julio de 2015



jueves, 25 de junio de 2015

Las dos almas de Podemos

Escila o Caribdis también fue una difícil elección para Ulises

Nunca se había visto que solo unas pocas horas después de la elección de un político éste se viese en los apuros en que se ha visto envuelta la nueva alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena.

El asunto presenta muchas facetas, desde las más deplorables, relacionadas con el carroñerismo político nacional, hasta las más interesantes, como la que tiene que ver con la enorme capacidad de las redes sociales para mantener una vigilancia extrema y desatar en minutos una tormenta sobre cualquiera.

La nueva alcaldesa no solo no ha contado con los 100 días de gracia sino ni siquiera con 100 horas de tranquilidad. Tras los escándalos de los twits de Guillermo Zapata y Pablo Soto, vino la imputación judicial de su portavoz “in pectore”, Rita Maestre. El ritmo ha sido tan veloz que espero que estas líneas no se queden viejas para cuando llegue el momento de su publicación, porque hayan surgido nuevos conflictos.

Mala papeleta para la alcaldesa, que tendrá que echar mano de su sentido común y de su demostrada templanza para manejarse en medio de tanto barullo. Convertida inevitablemente en símbolo de la nueva política, no lo tendrá fácil porque se encuentra entre dos fuegos: uno de ellos muy ardiente y aparatoso y el otro, tal vez más calmado, pero muchísimo más grande y peligroso.

De un lado tiene a los miles de personas que han reaccionado enardecidas, sobre todo en las redes sociales, ante la obvia injusticia de que a los suyos se les busquen las cosquillas desde el minuto uno en un país en el que escándalos mayúsculos se han mantenido durante años como moneda corriente. En este grupo tiene la nueva alcaldesa a sus incondicionales y fallarles no será plato de gusto.

De otra parte están los no miles, sino millones de personas que votaron por el mensaje de limpieza, transparencia y renovación que han venido transmitiendo eficazmente desde Podemos y sus marcas asociadas. Es este un segmento enorme de público, que ha pensado que era el momento de que, por fin, las cosas se hicieran de otra manera. Son personas que aunque vean claramente que tras los escándalos destapados hay intereses indudables, también recuerdan muy bien cuáles eran los mensajes por los que votaron. Y de ninguna manera estaban entre ellos la selección de los cargos entre la gente de confianza, sin más garantías que esa, ni tampoco el sectarismo de defender a los propios a toda costa, y mucho menos la estrategia del “Y tú más” que asola estos días las redes sociales y los comentarios en defensa de los ediles atacados. Precisamente estos tres vicios eran de lo que tales votantes querían escapar cuando depositaron su papeleta y no ayuda nada a tranquilizarlos que sean los que primero han estallado. Lo peor es que esas personas no son incondicionales, como lo son los primeros, sino sólo votantes. Pero son quienes dan y quitan el poder. Y las generales están a la vista.

Por si fuera poco, la táctica de deslegitimar generalizadamente a todos los políticos “de antes”, expulsándolos a las tinieblas de la indignidad, ha tenido considerable éxito, de forma que muchos de tales votantes ya daban por descontada la maldad intrínseca de “la casta”, de manera que no se extrañan de que ésta actúe y acuse como lo hace, así que criticarla de nuevo ni es novedad ni sirve para desacreditarla, puesto que, para ellos, lo está ya por completo. Son los militantes podemistas quienes pusieron bien alto el listón de la honorabilidad que sus votantes compraron y resulta que ahora se han visto en dificultades para saltarlo ellos mismos.

Para contentar a los indignados militantes, tan necesarios, que defienden a los suyos con vigor, ingenio y mala leche, la alcaldesa y otros altos responsables del movimiento pueden caer en la tentación de despreciar estas acusaciones y otras que vendrán dejando, por ejemplo, a personas imputadas en sus cargos, pero con seguridad tal cosa no será bien vista por el otro sector, por los millones de votantes inmunizados ya de tanto escuchar siempre que “los míos son acusados injustamente”.

La idea de que “todos son iguales…menos nosotros” ha sido eficaz pero es peligrosamente frágil y estos zarandeos pueden deteriorarla gravemente, con peligro de que muchos votantes a quienes se ha alimentado tan cuidadosamente su justa indignación puedan quedarse al final sólo con la primera mitad del slogan. Va todo tan rápido.


lunes, 15 de junio de 2015

Una ciudad que se gusta

La Ría de Bilbao en dos imágenes de la web del Consorcio de Aguas.
No es imposible que las haya recuperado el propio Ibon Areso, me consta su afición a este tipo de documentos. 
Dicen los psicólogos que una condición necesaria para que una persona sea feliz es que se guste a sí misma. Algo así les pasa también a las ciudades. Reconocerlas como un lugar “disfrutable” es una actitud de su ciudadanía que de verdad impulsa a las ciudades que tienen la suerte, o el buen juicio, de gustarse.

Pronto tendremos la noche blanca y estos últimos días Bilbao acogió una nueva edición del triatlón, que es una cosa festiva y vistosa pero también muy tremenda, en la que los participantes, hombres y mujeres, se pegan una pechada que ni sé cómo es posible que lleguen vivos a la meta después de nadar casi dos kilómetros, hacerse otros 90 en bici y, para rematar, 21 kilómetros más a la carrera. Espeluznante.

Pero de esas tres agotadoras pruebas -les digo la verdad- la que más me desasosiega a mí es la de natación. Cuando un bilbaíno de mi generación ve cualquier cosa viva dentro o sobre las aguas de la ría, les juro que no podemos reprimir un estremecimiento. Nuestra memoria aún se mantiene bien contaminada de la imagen de cloaca a cielo abierto que siempre tuvo el Nervión para nosotros así que cientos de personas nadando como un gran banco de mubles, bajo el puente de la Salve, nos parecerá algo espectacular pero nos inquieta siempre por dentro porque, aunque ya sepamos que no hay peligro, el susto lo traemos de serie.

El alcalde saliente, Ibon Areso, que el sábado pasó la makila al que acabamos de estrenar, ha dicho muchas veces, y con toda la razón, que la transformación de Bilbao empezó con la regeneración de la ría. El más prolongado en el tiempo de todos los proyectos y uno de los más caros, si no el que más. El plan de saneamiento ha sido, con mucho, la inversión medioambiental más importante de la historia del País Vasco. Sin ese cambio, que empezó nada menos que en 1979, la transformación más visible de Bilbao hubiese sido imposible.

Como imposible nos parecía, al menos a mí, que pudiera hacerse realidad cuando allá por los primeros 80’s se nos hablaba de que el objetivo era conseguir que la ría volviese a acoger vida. Muchos no lo creíamos y alcalde hubo que propuso cubrirla y hacerla desaparecer de la vista. Sin embargo hoy la ría acoge incluso nadadores humanos y es el eje central de la regeneración de la villa.

Areso sabía de lo que hablaba porque durante muchos años presidió el Consorcio de Aguas, que es el organismo encargado de poner en marcha el plan a lo largo de todos los municipios de la Ría. A él y a quienes le precedieron les corresponde legítimamente el derecho a sentirse satisfechos del trabajo realizado y a esta columna, por lo común crítica, como saben si me leen, hoy le tocaba un punto de reconocimiento de lo equivocado que yo estaba en mi tierna juventud y de la satisfacción que me produce ver a esos competidores salpicando con sus brazos en plena carrera sin peligro de morir intoxicados al instante. Una gozada. Cosa diferente será que me meta yo un día en esas aguas para lo que me temo que, además de bañador, necesitaré un psicólogo que me ayude a superar previamente mis fijaciones de juventud.

lunes, 8 de junio de 2015

Tetrabrick y ropa usada


Hace bastantes años leí un curioso informe sobre tetrabrick (que no he vuelto a encontrar). Yo estaba entonces plenamente convencido de que una botella de vidrio, que puede utilizarse muchas veces (devolviendo “el casco”) y que, además, puede reciclarse al fin como vidrio, era a todas luces mejor desde el punto de vista ambiental.

Pero mi vida es un sendero en cuyas cunetas voy dejando todas las certezas y allí dejé una más, al saber que el consumo energético y la huella ambiental de un envase de cartón y aluminio, de una sola vida (que entonces no era siquiera reciclable) era mucho menor que cada uno de los usos de una pesada botella reutilizada y finalmente reciclada. En realidad la botella podía alcanzar al tetrabrick en costo por cada uso, siempre que fuese utilizada al menos 14 veces, cosa que estadísticamente era casi imposible que ocurriese. Supongo que hoy, en que ya es posible reciclar esos envases de cartón y aluminio, la diferencia será aún mayor.

Mi conclusión fue entonces que, como en casi todo, había que pensar un poco más porque las cosas no eran nunca tan claras ni tan simples, como seguramente tampoco lo son con el tetrabrick.

Aprendí a ver que reciclar no solo no es gratis sino que es muy caro. En dinero, en energía, en tiempo y –vaya por Dios- también en “huella ecológica”.

Lo que aporta valor al reciclaje no es cada una de las piezas que entran en él sino el hecho de estar reunidas en una gran cantidad. Cada elemento no vale nada, lo que vale es que haya miles juntos en un mismo lugar. Y para eso “alguien” tiene que juntarlos. Les pasa como a las monedas, pero eso es otro negociado…

Como usuarios-consumidores que somos ahora (una vez que abandonamos la incómoda categoría de ciudadanos) solemos creer que el único esfuerzo necesario para reciclar es que bajemos las botellas o los cartones, o la ropa al contenedor. Terminada “nuestra tarea” damos también por terminada nuestra preocupación y, es por eso que tendemos a creer que una vez realizado tan buen gesto se pondrá en marcha una especie de sistema benéfico y “mágico” de protección de la naturaleza.

Solo si dedicásemos un pensamiento a ese proceso, se nos ocurriría que tal vez, solo tal vez, hagan falta camiones (muchos camiones) operarios, centros de clasificación y de envasado, cintas transportadoras, aviones de transporte, etc. Todas ellas cosas carísimas que empiezan a funcionar justamente cuando nosotros creíamos que todo terminaba, en el contenedor. Esto, naturalmente, nos resulta muy inquietante y nada mejor que asignar todas estas cosas a alguna ONG, que se ocuparía de continuar nuestro gesto limpio con el mismo altruismo que nosotros, sin contaminarlo de ningún interés económico.

Y como esto es lo que queremos oír, esto es justamente lo que se nos dice. Como se hace siempre con los consumidores.

Solo que, claro está, tal cosa es imposible a largo plazo o para grandes cantidades porque “los niños amigos del cartón” siempre serán menos eficaces que un departamento de la compañía papelera y, además, ni a los unos ni a la otra le va a regalar nadie los contenedores, ni los camiones, ni el gasoil ni el sueldo de los conductores/operarios. Pero como el consumidor pide ONGs pues se le venden ONGs.

Solo así es posible que una empresa normal, con legítimo ánimo de lucro, como todas, se llame Eco Textile Solidarity. Lo que hace pensar que en este sector hay que entrar con cara de Madre Teresa de Calcuta para que te abran la puerta. Eco Textile Solidarity es el nombre de compañía ganadora del concurso para reciclar la ropa usada en Madrid. Su oferta resultó insuperable ya que elevaba de 516 a 3.200 euros (¡) el canon anual que deberá abonar al Ayuntamiento de la capital por cada uno de los 175 contenedores de ropa, que además instalará la propia empresa. ¿De dónde va a salir tanta tela?

La perdedora ha sido Humana, una “entidad” supuestamente sin ánimo de lucro, a la que sin embargo, se le ha acusado no solo de tener tiendas donde vende la ropa, cosa que es cierta, sino de vinculaciones financieras con una secta supuestamente “destructiva”, que es una cosa muy mala, mucho peor que ser de una secta “constructiva” (no me hagan dar nombres).

He dejado tantas certezas en el camino que ya no sé qué pensar pero el sentido común me dice que posiblemente las cosas irían mejor si aceptásemos que una actividad tan importante, y tan beneficiosa como es el reciclaje, aunque comience a partir de nuestro gesto desinteresado de separar los residuos, no puede, ni debe, ser una actividad marginal, sostenida en la buena voluntad y realizada por aficionados que viven de otra cosa sino que sería mucho mejor que funcionase como una industria.

Mientras tanto sospecho que nos seguirán ocultando la verdad que no queremos oír: que detrás de las entidades que se ocupan del reciclaje hay negocio, incluso puede que negocio oscuro.

No he encontrado aquel informe (de antes de Internet) pero sí algunos links.




Pitar es divertido

Foto Reuters

Los himnos son símbolos muy exigentes. Así como las banderas y los escudos únicamente precisan “estar ahí” a la vista de todos, del conmovido, del desafecto o del adversario, los himnos requieren una actitud más proactiva. No hay más que ver a los deportistas de otros países cantándolos con fervor, algunos con la mano en el corazón.

En España (y en Euskadi) el fervor lo reservamos para la tribu propia, no para la nación así que nunca ha cuajado mucho eso de los himnos. Hay que reconocer que el hecho de que ni el himno vasco ni el español tengan letra y, por tanto, sólo pueda uno participar escuchando la melodía, no ha ayudado a hacerlos populares pero a cambio ambos tienen la enorme ventaja de ahorrarnos el bochorno de vernos cantar a voz en grito inquietantes estrofas como las alabanzas “a nuestros brazos vengadores”, que hacen en Francia con La Marsellesa, o al “estruendo de bombas y resplandor de cohetes” de los americanos, ni apelar al “corazón quemado de Austria”, como los italianos, ni tampoco invocando “a las mujeres, la lealtad, el vino y las canciones alemanas”. Todo esto sea dicho desde el mayor respeto a los sentimientos y tradiciones de nuestros vecinos.

En el tiempo en que el fútbol era un deporte de caballeros despreciar un himno nacional se hubiese considerado una “deplorable falta de estilo” pero lo mismo ocurría entonces con las faltas intencionadas, con las pérdidas de tiempo, con los hachazos a la rodilla del delantero que se escapa, con las patadas en el suelo…con todas esas cosas que hoy se consideran lances normales de juego.

Ya nadie se extraña, y menos aún se escandaliza, de que los partidos de máxima rivalidad sean clasificados como de “alto riesgo”, como si se tratase de fenómenos meteorológicos, y nos parece lo más normal del mundo que en esos casos las hinchadas de los equipos sean pastoreadas por fuerzas antidisturbios que se ocupan de que accedan y abandonen el campo sin mezclarse jamás.

El fútbol se ha convertido en el espacio físico en el que, armados de testosterona y parapetados en el anonimato de la masa, damos rienda suelta a nuestro yo gamberro. Nada que ver con el Fair play, que tuvo en otros tiempos. El fútbol es hoy un campo reseco para la educación y la cortesía pero sus gradas son vergel en el que resulta muy fácil conseguir que prosperen la bronca, el desprecio y el insulto, que son cosas reprobables pero muy divertidas.

Yo, que no soy de himnos, de ninguno, creo que la pitada es un desahogo más de los muchos de los que el fútbol es ahora escenario principal. Y ni de lejos el peor de tales desahogos. Pero no ignoro que muchos de quienes la han promovido y la acogieron con indisimulada satisfacción no son en absoluto tan descreídos respecto a los símbolos patrios como yo. Todo lo contrario; aunque reivindiquen ahora el derecho a la libertad de expresión y la soberanía de los graderíos, jamás aceptarán que esa misma libertad y ese derecho de la muchedumbre se utilizase para insultar a sus propias banderas, sus himnos ni ninguna de sus fuertes convicciones nacionalistas que desprecian en los demás pero que reivindican, orgullosos, para sí.

Afortunadamente el Lehendakari no está entre ellos y su expresión: “lo que no quiero para mí no lo quiero para los demás” es un punto de cordura muy apreciable que le honra porque demuestra que no se ha querido dejar llevar por la marea.

Porque en esto y en el rascar, dicen que todo es empezar. Una vez descubierto lo divertido que es pitar aquello que se supone que otros estiman, y si encima tan cosa es ennoblecida como supuesto acto de libertad y no de gamberrismo, no es nada improbable que de ahora en adelante en otros campos se animen a manifestaciones parecidas y, como pasó con las insoportables pero estupendas vuvucelas, pitar y despreciar himnos pueda ser la nueva moda de los estadios.

A mí me dará igual, no soy ni de fútbol ni de himnos, pero a muchos de los que repartían silbatos a la entrada del Camp Nou no les va a hacer ninguna gracia y sospecho que mañana, de producirse, considerarán desprecio intolerable esa manifestación que hoy califican de irreprochable acto de libertad de expresión. Puede que el himno de España sea únicamente el primero de todos al que se le pitó de forma tan bien organizada. Veremos.

lunes, 1 de junio de 2015

El trenecito y la gabarra


Cuando esta columna se publique Bilbao estará en plena resaca de la fiesta o de la decepción. Supongo que, siendo éste un diario digital, podría haber esperado a conocer el resultado del partido antes de ponerme al teclado pero no quiero desaprovechar la ocasión de escribir sin conocer el marcador final del partido y también, lo reconozco, sin una afición al fútbol que no me va a entrar de aquí al sábado. Así tal vez pueda decir algo diferente de ¡AUPA ATHLETIC!, que es el verdadero pensamiento único estos días.

Bilbao es ciudad plural a despecho de muchos, que la querrían aldeana, unitaria y unánime en todo. Afortunadamente siempre han fracasado, aunque episodios como este les nublan la vista y les reverdecen el espejismo de que tal vez un día lo consigan. Yo espero que no.

Aquí hay de todo y todo lo que hay es bilbaíno. Solo al Athletic parece que le corresponde la bandera de la identificación de todos, el monopolio del bilbainismo. Tanto es así que a quienes no somos futboleros ningún día del año nos sorprende la omnipresencia y el ardor que nos rodea en fechas como estas. La tristeza y la alegría nos suelen provocar a todos fuertes sentimientos colectivos de pertenencia tribal y mejor que sea por una alegría; ni comparar.

Porque, sin duda, es una alegría ver el espectáculo de los balcones engalanados, las tiendas, las camisetas en la calle, en los trabajos y en todas partes y hasta ese trenecito rojiblanco que irá hasta Barcelona llevando su león, su escudo y un diseño tan cuajado de pasión como ayuno de buen gusto. Lo mismo que pasa en Navidad, los adornos y tradiciones más asombrosos se disculpan ante el entusiasmo colectivo, más aún cuando éste no se produce todos los años.

Hoy, jueves, me sumo a la marea de entusiasmo colectivo pero inevitablemente lo hago como invitado, con ganas sinceras de compartir la sonrisa de mis amigos y amigas que se saben los nombres de los jugadores, no como yo. Pero en el mismo vagón de la sinceridad no puedo dejar de subir que la cosa está teniendo un punto de desmesura.

El “aquí todos somos de…” es un enunciado que me incomoda siempre, sea lo que sea lo que se escriba sobre los puntos suspensivos. La inundación de banderas y gallardetes me encanta verla en Pozas y en los alrededores de San Mamés pero estraga un poco, o bastante, en los edificios oficiales. Los sentimientos pueden ser personales y colectivos pero nunca forales ni municipales, ni tampoco universitarios.

El otro asunto que siempre me chirría es lo de “histórico”. Porque no tengo ninguna duda de que la jornada se presentará como histórica, sobre todo si acaba con la gabarra en la Ría. Esa manía de convertir en “histórico” cada acontecimiento que nos entusiasma (sobre todo los del fútbol) dice poco de la consideración que tenemos sobre la importancia de la historia y tampoco habla bien de la prudencia de los comentaristas deportivos. Pero es lo que hay.

El lunes, cuando usted lea esta columna, estaremos frente a una de dos tareas, no sé cuál de ellas más ardua: la de desmontar la pasión, el trenecito, los restos de la fiesta y pasar las barredoras o la de mantener viva la hoguera mientras se prepara la gabarra y se organiza su recibimiento. No sé qué me da más miedo. Pero eso será el lunes, de momento a disfrutar.

Publicado en eldiarionorte.es el 1 de junio de 2015

lunes, 25 de mayo de 2015

Lo peor de todo es que será verdad

Foto EFE

Aparte de que pronto tendremos nuevo alcalde hay más noticias en Bilbao, como que el año que viene seremos sede del Campeonato Mundial Juvenil de Bádminton.

El bádminton lo conocemos todos. ¿A quién no le regalaron de niño las dos raquetas y el volador que estrenamos un día de playa y arrinconamos ese mismo día al volver a casa? Fue muchos años después cuando supimos que aquello incluso tenía un nombre. Pues eso.

Reunida en China, en la ciudad de Dongguan, la Federación Mundial de ese deporte designó a nuestra villa como sede de la competición, en dura pelea con Yogyakarta, en Indonesia que, no obstante, ha conseguido acoger el campeonato en 2017, por lo que aquí paz y después gloria.

La estrategia de atracción de eventos desplegada por nuestros responsables municipales se apunta así un nuevo tanto, esta vez con una actividad que suena bastante exótica, lo mismo que nos suenan también los propios nombres de Dongguan (8 millones de habitantes) y Yogyakarta, capital de una región con 3 millones de almas. A la vista de tales cifras, y la de 200 millones de practicantes que dicen que tiene ese deporte, tal vez los exóticos seamos nosotros, los escasos 2,1 millones de vascos, arracimados y mal avenidos en un pequeño territorio que se asoma al mar Cantábrico.

El torneo nos traerá mil participantes de cincuenta países, dicen que doce mil pernoctaciones y unos ingresos aproximados de millón y medio de euros para los servicios, la hostelería y el comercio de la ciudad. Además, los asiáticos parece que no solo no arrinconaron nunca las raquetas sino que tienen una gran afición, de forma que los partidos se emitirán en directo en China. Excelente promoción para Bilbao en mercados lejanos pero enormes. Un éxito sin la menor duda.

Lo chusco de este asunto ha sido saber que la primer ciudad vasca a la que se dirigieron los responsables para proponerle el asunto fue San Sebastián, cuyas instituciones -dicen- acogieron con “frialdad” la propuesta, pese a ser la única capital de Euskadi en la que el bádminton se practica con cierto fundamento. Y leo por ahí que la razón de tanto desapego fue que en la competición está previsto que participe la selección Española.

Con toda lógica el sector turístico donostiarra ha considerado algo “inaudito” que su Ayuntamiento y Diputación despreciasen un evento tan importante. A mí lo que me asombra es que el motivo del rechazo sea tan pacato y que los motivos de la secta se pongan tan sin pudor por encima de la conveniencia evidente de la ciudad. Pero lo peor de todo es que no me resulta en absoluto increíble; asombroso y desconcertante sí, pero increíble no.

Así que no me queda más remedio que darle algo de razón a Teo Uriarte, uno de los condenados en el Proceso de Burgos que hace unos días declaraba en una entrevista que “Euskadi ha llegado políticamente a donde se merece, a la mediocridad más estúpida”, mejor no generalizar pero algo de eso sí que hay.

lunes, 18 de mayo de 2015

Yo, siempre con los buenos

La diligencia. John Ford

Recuerdo que cuando éramos niños y nos sentábamos a ver una película ya empezada, lo primero era preguntar “¿quiénes son los buenos?” Una vez informados, ya estábamos por entero preparados para seguir el hilo de la narración, cuyo final nunca defraudaba.

En Bilbao también se está desarrollando estos días una interesante película en torno al comercio local. El éxito de la ciudad y su notoriedad internacional, de la que en general estamos tan orgullosos, está atrayendo a importantes inversores en el ramo inmobiliario y comercial, que dicen que Bilbao es uno de los mercados con “mayor potencial” de España. ¡Albricias!

Compañías de moda se pelean por comprar edificios completos y el run run de estas informaciones hace pensar que los motores económicos más punteros rugen ya en la parrilla de salida a la espera de que se apaguen las luces rojas de la crisis.

Supongo que se trata de buenas noticias para la ciudad, pero de lo que estoy bien seguro es de que son estupendas para los propietarios de locales comerciales en las zonas más céntricas (entre los que lamento profundamente no encontrarme) que están oyendo hablar de inminentes y espectaculares incrementos en los precios de los alquileres, fruto de una demanda intensísima.

En este contexto no resulta extraño que los propietarios de locales en nuestro también muy comercial Casco Viejo, también se estén “animando” y, aunque no lleguen a la estratosfera económica del Ensanche y la “milla de oro”, también quieran ampliar su parte del pastel. Así lo ha denunciado estos días la plataforma Alde Zaharra Bizirik, que defiende a los comerciantes de nuestra parte vieja preocupados por los súbitos incrementos en las nuevas rentas de los locales que ocupan. Dicen, con razón, que el Casco Viejo puede perder su carácter tradicional en favor de las mismas grandes cadenas de franquicias y reclaman medidas al Ayuntamiento que salga de las urnas el próximo domingo.

Los “caseros” no han hablado pero me imagino que pensarán también ¿por qué tengo yo que cobrar menos de lo que vale mi local en el mercado? ¿Acaso mi inquilino cobra los pinchos más baratos para hacer del Casco Viejo un lugar más tradicional?

El peligro de que las Siete Calles se conviertan en otro centro comercial al uso, con las mismas marcas, los mismos maniquíes y los mismos bocadillos que en los demás es real pero la solución no es ni fácil ni obvia. No solo no lo es sino que tiene que ver mucho con la política.

Podemos dejar que la corriente de la oferta y la demanda siga su curso sin trabas, y que sea lo que el mercado quiera. Podemos reglamentar con normas y prohibiciones exhaustivas lo que cada cual puede hacer con su local o su comercio, y que sea los que los jueces digan al final, o podemos enfrentarnos a un dilema complejo y difícil, como todos los que tiene que ver con la acción política.

Nos hemos acostumbrado tanto a la política de titulares y no a la de soluciones, a que se defiendan a muerte los más altos e inamovibles principios, a que todo el mundo esté siempre inequívocamente de parte de “los buenos”, que nos cuesta mucho bajar al vil acuerdo, a la vergonzante negociación y a la incomodísima complejidad que presentan siempre los problemas reales.

Paradójicamente remontar la crisis, con todas las enormes dificultades que nos está suponiendo, puede resultar en el Casco Viejo más fácil que responder a aquella pregunta infantil de “¿quiénes son los buenos?”.

Publicado en eldiarionorte.es el 18 de mayo de 2015

lunes, 11 de mayo de 2015

TAV. En picos, palas y azadones, cien millones

La monumental estación de Canfranc, en su tiempo la segunda
más grande de Europa, cerrada desde 1970.
Hoy recibe algunos trenes regionales desde Zaragoza. 
En picos, palas y azadones para enterrar a los muertos del enemigo, cien millones de ducados, en limosnas para que frailes y monjas rezasen por los soldados del Rey caídos, ciento cincuenta mil, en guantes perfumados para que los soldados no oliesen el hedor de los cadáveres… en reponer las campanas rotas de tanto repicar a victoria… y, finalmente, por la paciencia de tener que descender a estas pequeñeces del Rey a quien he regalado un reino, cien millones de ducados.

Las cuentas del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, suelen ponerse como ejemplo de chulería, mala administración y de un reprochable poco cuidado en el gasto por parte de quien administra dinero ajeno, auténtico “pecado nefando” de nuestros días.

A mí, por el contrario, me gusta la actitud a contrapelo de aquel militar que con un ejército menor que el de sus enemigos, peor abastecido y armado, fue capaz de vencer a quienes recibían de sus monarcas suministros mucho más generosos. Pero lo más admirable fue su valentía de decirle al soberano a la cara lo que sus economistas no sabían o -peor- no se les había ocurrido calcular: el valor del Reino de Nápoles.

Algo parecido está pasando ahora con el Tren de Alta Velocidad, al que no le han faltado nunca detractores. Estos días hemos sabido que a ellos se han sumado destacados economistas que, como es su obligación, hacen las cuentas y las previsiones a largo plazo y apuntan cosas que, al menos a mí, me resultan incomprensibles como por ejemplo que las líneas del AVE nunca serán rentables. Siempre me pregunto ¿rentables en comparación con qué?

Los economistas de Fernando el Católico no respondieron a la pregunta de cuánto valía el reino recién ganado y los de hoy se dejan también muchas preguntas sin responder. Ahí van algunas. Ojo que, tal y como dicen hacer ellos, las formulo pensando a largo plazo:
  • ¿Y si el que hoy llamamos TAV dentro de unos años es simplemente “el tren” porque nadie aceptará entonces tiempos de viaje más largos? ¿Cuál sería el precio de no tener tren?
  • El transporte aéreo es ahora excelente y bien barato, lo que hace dudar de la conveniencia del tren ¿alguien puede asegurarme que siempre será sostenible un transporte aéreo tan barato? 
  • Cuando se habla de retorno económico ¿Por qué nadie hace la cuenta entre el retorno económico por uso (que es cero) y los costos de construcción, ampliación y mantenimiento de las autovías? ¿No será que nos gusta mucho conducir?
  • Hablando de autopistas y autovías, tan caras ellas (en el sentido de queridas y demandadas) ¿No generan el mismo efecto túnel con el que se señala acusadoramente al tren? Yo aún recuerdo los viajes de 7 horas y pico a Madrid, tan largos que te daban para el amaiketako de morcilla en Burgos y el cordero en Sepúlveda o Aranda. Es una pena pero yo ya casi no paro, y no consumo ¿y usted?
  • Ya metidos en este oscuro y maléfico efecto túnel que comparten el AVE y las autopistas, se denuncia la injusticia de que las zonas no servidas por el AVE quedarán fuera de la dinámica económica y, por tanto, empobrecidas. Ciertamente. ¿Queremos formar parte de ellas?
Me alegro de que se hagan cuentas y que se hagan bien. Los propios economistas reconocen que hacer previsiones siempre es difícil, “sobre todo si se refieren al futuro”, así que agradezco el esfuerzo pero cuando las decisiones tienen tanta trascendencia, y sobre todo cuando se dice pensar a largo plazo, me gustaría que también se incluyesen en las cuentas conceptos como los que planteo.

Estoy muy dispuesto a ser convencido pero, por favor, no nos olvidemos una vez más de incluir “el valor del Reino de Nápoles” (en este caso todo lo que el tren comporta). Porque es seguro que a quien no le salió nada rentable la guerra y en particular la batalla del río Garellano (un nombre tan bilbaíno) fue a los franceses, que la perdieron.

Publicado en eldiarionorte.es el 11 de mayo de 2015

jueves, 7 de mayo de 2015

A portagayola

Foto realizada por Manu Fernández. El Correo

Antonio Fernández Casado es un señor de Bilbao experto en hostelería, a la que siempre ha aportado conocimiento, dinamismo y valor añadido. En tiempos, su activísimo trabajo en uno de los más clásicos hoteles de la ciudad llegó a convertirlo en sorprendente centro de la vida social. Vamos que lo de Antonio ha sido siempre un no parar.

El año pasado aceptó hacerse cargo de la Presidencia del “Club Cocherito”, que es uno de los 2 clubes 2 que los amantes de la tauromaquia tienen en Bilbao, y muy antiguo además.

Recuerdo que la noticia de su llegada a la presidencia me hizo pensar algo así como “seguro que a partir de ahora sabremos más de ese club, ¡bueno es Antonio!”. Ya empezamos a saber. De entrada 6 candidatos 6 para las próximas elecciones fueron convocados esta semana a un debate sobre los toros. Algunos mandaron a buenos gregarios pero todos los grupos políticos comparecieron. Allí estuvieron el socialista Alfonso Gil, Luis Eguiluz, del PP, Andoni Rekagorri, por el PNV, Rodrigo Vilallonga, de Vox, Helena Gartzia, de Bildu y Asun Merinero que es candidata de Podemos.

Ahora que toda actividad pública que se presuma polémica es evitada o preparada con todo cuidado y la mayor de las prevenciones -que no hay papel de fumar bastante en los estancos de la villa- le pega todo a Antonio afrontar este debate a portagayola, con seriedad pero sin asomo de miedo.

Una vez en el ruedo público, los intervinientes mansearon en torno a aspectos económicos como el importante impacto de las corridas generales de agosto para la hostelería bilbaína y a las primeras de cambio escapaban buscando el cómodo olivo del relevo generacional de la fiesta o de la composición más o menos adecuada de la Junta Administrativa de Vista Alegre, tal y como era de esperar del frágil encaste que presentan nuestros políticos de ahora.

La faena discurría sin entrar al trapo de la auténtica brega para la que habían sido convocados y que presentaba el indudable peligro de que una palabra mal colocada supusiera alguna banderilla de castigo por parte de un sector u otro de un electorado respetable pero siempre frágil.

Un político de raza es el que resulta capaz de transmitir un criterio moral firme y claro, que sirva a sus electores e incluso a sus adversarios para adivinar por sus hechuras la que será su reacción ante el castigo que sin duda encontrará cuando se haga cargo de las responsabilidades a las que quiere acceder.

Quien pretendiera tal cosa pinchó en hueso. Los intervinientes salieron corretones y evitaron manifestarse con rotundidad, salvo para cargar la suerte contra la representante de Bildu, que trataba de armonizar su rotunda postura contraria a las corridas de toros, así en general, con el mantenimiento y apoyo local a la fiesta en algunas localidades guipuzcoanas de gran tradición taurina en las que su partido gobierna.

Como la corrupción y sus derivados no puede faltar nunca, no ya en un debate político sino incluso cuando se entrevista a un actor o a una folclórica (y si no fíjense en las secciones de ocio y TV) la lidia pronto derivó hacia el abuso de las entradas de la feria por parte de los concejales, que las reciben en razón de su cargo, y de si se debe o no destinar dinero público a actividades lúdicas que al fin resultan privadas, por más que supongan brillo y animación para la ciudad. Un debate que a mí me resulta tan interesante que me gustaría que se realizase no en el Club Cocherito sino en el campo de San Mamés. Lo digo para que quepamos todos y todas.

Finalmente, viendo que irrumpían en el debate las violencias (término que tomo prestado de la Secretaría General para la Paz y la Convivencia del Gobierno Vasco) el Presidente optó por el aviso, dando por terminado el festejo.

Silencio.

Publicado en eldiarionorte.es el 27 de abril de 2015