lunes, 28 de marzo de 2022

Autónomos prisioneros

 Tiempo de lectura 2 min


La persuasión más exitosa es aquella que consigue que alguien haga algo en tu beneficio sin darse cuenta de que lo está haciendo. La huelga de los transportistas autónomos está siendo un estupendo ejemplo.

A base de una constante persuasión social y mediática los transportistas han asumido como un principio indiscutible que no pueden negociar los precios de sus portes. Una vez cegados para que sientan que las tarifas bajísimas son una realidad “natural” parte del paisaje y, por eso mismo, sin responsables, a los angustiados camioneros solo les queda pedir subvenciones y ayudas que suplan con dinero público lo que sus cargadores privados se niegan a pagarles.

Este mensaje nunca se expresa y por eso quienes están ganando la batalla de la huelga son sus clientes. Su éxito se hizo carne cuando el portavoz de los huelguistas manifestaba la semana pasada que “nosotros no tenemos que hablar con las empresas sino con el Gobierno” y que “la solución pasa por un descuento en precio del gasóleo”.

Este hombre, agobiado por su situación, ha comprado la mentira de que “no te puedo pagar más, búscate la vida y pídele dinero a Sánchez”. Engañado o auto engañado, que da lo mismo, señalaba como “migajas y propinas” las ayudas públicas, temeroso de asignarle esos mismos calificativos, bien merecidos, a la miseria que le pagan sus clientes. 

Bonificar el litro de gasoil no mejorará el precio al que cobra los portes, pero sí desviará la atención el asunto hacia el Gobierno o hacia los impuestos, lo que permitirá a sus contratadores seguir actuando en la sombra sin que nadie se fije en sus abusos.

Tal vez la ayuda que necesitan los camioneros sí venga del Gobierno, pero no facilitándoles dinero público sino poder real para enfrentarse a sus verdaderos adversarios, que temen que se prohíba comprar el servicio a pérdidas, como hace la muy reciente Ley de la cadena alimentaria pero, sobre todo, que temen ser visibles.

lunes, 21 de marzo de 2022

No entiendo lo del CIS

 Tiempo de lectura 1:55 min

Siempre me asombra lo que sucede con las encuestas del CIS. Cuando se publica una aparecen tres tipos de personas: Los que no tenemos ni idea de sociología pero nos gustaría aprender algo, los que tampoco tienen idea pero ni les importa ni lo necesitan para ir por ahí dando lecciones de barra de bar (o de portada) y los únicos interesantes: los sociólogos profesionales, que suelen criticar también con gran dureza el trabajo de Tezanos “el infame”.

Mis pocos conocimientos sobre el tema me alcanzan para saber que lo caro de una encuesta es el trabajo de campo, lo de ir por ahí buscando gentes a quienes preguntar. Luego viene lo que no dudo que será difícil, pero mucho más barato, que es revisar las respuestas, diseccionarlas, compararlas, aplicarles la experiencia de cada profesional y sacar conclusiones. Lo que se llama con ignominia “la cocina”.

Es a esa “cocina” del CIS a la que se dirigen siempre los dardos, los tiros y aun los misiles mediáticos y políticos. Nunca se critican los datos mismos sino la interpretación que el centro público hace de ellos.

Sin embargo, los profesionales de la investigación sociológica no ignoran que los datos con los que el CIS hace su “cocina” son públicos y accesibles. Que se los pueden descargar y con las respuestas originales establecer sus propias interpretaciones que estarían libres de los sesgos ideológicos que atribuyen al gurú.

No entiendo que se usen los datos públicos del Banco de España, del INE, de la seguridad Social, del SEPE… que para eso están, pero no los del CIS. Nunca he visto una interpretación “libre” de los datos del CIS a cargo de alguno de esos profesionales que abominan del chef Tezanos. Insisto, no entiendo por qué. 

He mirado algunas encuestas de las últimas elecciones en que se pudo verificar el resultado final, que son las de Castilla y León y no me parece para tanto escándalo. 





lunes, 14 de marzo de 2022

El PP pacta con su escisión

 Tiempo de lectura 1:50 min


En la derecha española siempre hubo un sector al que la democracia le resultaba como mínimo incómoda. En el inicio de la Transición ese segmento era bien visible y notorio. Hablaban claro, acostumbrados a la libertad de expresión que siempre habían disfrutado (y que habían negado a los demás) y se les entendía todo fenomenal.

Estaban furiosamente en contra de que España fuese un Estado autonómico. No ocultaban su inquina contra Juan Carlos I, el Rey traidor. No les gustaba nada la laicidad del Estado, ni el divorcio, ni la reforma fiscal y unos votaron la Constitución con la nariz tapada mientras otros la rechazaron.

Afortunadamente el esfuerzo de los derechistas más inteligentes fue integrando a aquellos sectores ultras en la corriente de una democracia que se iba construyendo, lo que no fue mal servicio a España. El éxito fue tal que hasta hubo una refundación que dio a luz un partido de derechas normal, que incluso integró la palabra liberal en su ideario.

La cosa funcionó durante mucho tiempo. Pero la debilidad que supuso para el PP la pérdida del poder en 2018, junto con la efervescencia de partidos nacional-populistas en Europa y los EEUU, hizo que para esos sectores, siempre renuentes a la democracia, empezase a resultar mucho más atractivo estar fuera de la casa común de la derecha, diciendo abiertamente lo que siempre pensaron, que resignarse a estar arropados, pero callados, dentro de ella. 

Y así ha sido que no es que haya aparecido ahora una extrema derecha nueva en España, sino que un sector que siempre estuvo vivo dentro del partido “de orden”, ahora está en la calle, con su propio logo, sus mensajes y sus exitosas papeletas de voto. Con ellos es con quien han pactado Mañueco, y antes Bonilla y Ayuso; con los que hasta ayer eran de los suyos, aunque ni ellos ni nadie imaginaba que fueran tantos.

viernes, 4 de marzo de 2022

Ucrania y nuestro espejismo

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Es sabido que en cualquier guerra la primera víctima es siempre la verdad. La que tenemos en Ucrania no es una excepción. Saber lo que realmente está pasando allí es muy difícil para cualquiera.

Todos entendemos la dificultad de estar informados para los ciudadanos de la Rusia controlada por Putin. Es obvio que cuando hay una censura estricta y general conocer la verdad se hace imposible. Tan claro como que la ignorancia de su población es el objetivo mismo de un tirano que está utilizando las herramientas clásicas de desinformación, perfectamente visibles para quienes estamos fuera de su poder, pero muy eficaces hacia los rusos, prisioneros de su cárcel informativa.

Más complicado es entender que nosotros también estamos sometidos a una desinformación más sutil, pero desinformación al fin. Desde luego que no son situaciones equiparables porque aquí disponemos de una libertad de prensa que los idiotas desprecian y que en Rusia ha muerto, pero nuestro acceso a la información real también está mediatizado. Por un lado, por la lógica dificultad de obtener datos fiables en medio de la confusión de cualquier guerra, pero por otro lado por una irreprimible tendencia de nuestros medios a trasladarnos un relato heroico y sentimental que nos pegue a las pantallas, mostrando un pueblo ciertamente valiente y resistente que se defiende contra el abuso. El presidente Zelenski está aprovechando esa ventana de visibilidad que otros líderes agredidos nunca tuvieron y ojalá eso le salve la vida, pero en algún momento habrá que contar con el incomodísimo pero muy probable final de que Ucrania sea fagocitada por Rusia, como lo fueron Georgia o Crimea. Todos deseamos que no sea así, pero si ocurre no debería pillarnos enganchados al brillante espejismo y a su correlativa decepción, sino preparados anímicamente para los tiempos que vendrán después, que serán largos y difíciles. Pase lo que pase, eso seguro que es verdad.


lunes, 28 de febrero de 2022

Sobredosis de momentos históricos

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Me gusta la historia, pero en los libros: los clásicos latinos, de los que nos diferenciamos tan poco; el medievo, apasionante pero estúpidamente despreciado o la Ilustración, con sus grandes descubrimientos científicos y geográficos que ampliaron la mente y achicaron el mundo.

Me tocó vivir la muerte de Franco (nos dieron libre) y la Transición que hoy se desprecia hablando del “régimen del 78” como si hubiera habido uno mejor. He visto en directo dos golpes de Estado, uno en el Congreso y otro en el Capitolio.

He vivido el final de terrorismo vasco pero padecí demasiado cerca todo el horror que vino antes de aquella rueda de prensa de hace una ya década (en efecto, no fue ayer por la tarde). Las torres gemelas las vi caer en la tele de un bar de Bilbao y los trenes de Atocha reventados en otra de una ciudad del sur de Francia.

Recuerdo algunas guerras, no todas. La de Vietnam la escuchaba de chaval en “el parte” antes de verla en Apocalipse Now. No olvido la de antigua Yugoslavia y los horrores inimaginables que nos relataron. Recuerdo también los pozos de Irak ardiendo y el hundimiento del General Belgrano con cientos de soldados argentinos muertos en el mar helado de las Malvinas.

Después de miles de años tranquilo, va un volcán y erupciona. Hoy todavía salgo con mascarilla por culpa de una maldita pandemia que cambió el planeta entero y ahora resulta que voy a asistir, espantado, a otra guerra en Europa, muy cerca de Chernóbil, en la que se puede jugar con armas nucleares.

Estoy cansado de vivir tantos momentos históricos. Preferiría quedarme con el día (histórico solo para mí) en que mandé mi primer correo electrónico o aquel en el que un amigo me mandó un mensaje que apareció mágica y sorprendentemente en mi Nokia.

Supongo que no me puedo quejar, comparando con lo que vivieron mis padres y mis abuelos, pero siento que tengo sobredosis de historia. Que ya está bien.





lunes, 21 de febrero de 2022

El extraño caso extremeño

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En medio de una bronca política permanente, que estos días vive un episodio especialmente vergonzoso con la erupción explosiva del volcán de odios y e inquinas dentro del PP, cuando la opinión pública ya toma como normal que lo que importe en política sea cualquier cosa menos la vida y las necesidades de los ciudadanos resulta que, en Extremadura, políticos y ciudadanos de dos municipios separados por siglos, y por 4 km, han decidido en referéndum que van a unirse para ser un solo pueblo. Bueno, una ciudad, la tercera en población de la Comunidad a partir de ahora.

La cosa es tan asombrosa que hasta encargaron un estudio a la Universidad de Extremadura sobre la viabilidad económica de la fusión ¿cuándo se ha visto que la fría razón analizada por una institución académica se imponga a la cálida identidad del clan propio? Ni nombre tienen para la nueva ciudad y hasta para eso han llamado a expertos cronistas, a la Universidad (qué manía) y a la pérfida Real Academia Española. ¡Una locura!

Pero, agárrense que hay más: los dos alcaldes que decidieron impulsar la iniciativa han acordado que ninguno de ellos será alcalde del nuevo municipio. Increíble, una auténtica rareza política: gente honrada renunciando al cargo solo porque piensen que es mejor para sus vecinos. Prodigioso, una utopía, un oasis de cordura en medio del desierto de esa contienda constante que nos asola. 

Si resulta asombroso en general, más lo es -se lo aseguro- para los vascos de mi generación, que hemos visto escindirse municipios pequeños en otros menores aún, apelando a “la libertad de los pueblos” y que hemos llegado a sospechar si la escalera de vecindad no sería el auténtico “marco autónomo de la lucha de clases”.

Estos extremeños están resultando gente tan razonable y cabal que al final se van a merecer que les pongan un tren ¿verdad…pariente?




lunes, 14 de febrero de 2022

¿Por qué fallan tanto las previsiones?

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El resultado de las elecciones en Castilla y León en nada se parece al que tenía previsto inicialmente Mañueco cuando se avino a convocarlas. Cierto que sondeos posteriores ya fueron avisando de cómo iba cambiando la cosa, pero los iniciales, los que despertaron el entusiasmo táctico de los populares, se equivocaron notablemente. 

En Portugal el partido de Antonio Costa obtuvo en enero mayoría absoluta mientras todas las encuestas preveían un empate técnico. No fue un error pequeño. En España ninguna encuesta supo adelantar tampoco el excelente resultado de Vox en Andalucía o el bombazo de Ayuso en Madrid.

Si piensa usted que la razón es que todos son unos sinvergüenzas manipuladores no siga leyendo y quédese con su confortable certeza, no quiero incomodarle. Pero es que no pasa solo en el ámbito electoral, siempre tan cargado de adrenalina y cortisol, sino que el error se extiende a otros estudios a partir de los que se construyen muchas decisiones importantes.

El Banco Central Europeo insistía en enero en que los altos tipos de interés se debían a causas transitorias. Ahora resulta que la inflación, que decían coyuntural ha sorprendido a todos y ya nadie promete nada. Nuestro Banco de España avisaba ante la anterior subida del SMI de una pérdida de 100.000 empleos. Afortunadamente se equivocó y el paro bajó en 800.000 personas en 2021.

No es una buena noticia que nuestros expertos nos tengan tan ciegos, porque sus estudios son herramientas muy valiosas y, por lo que se ve, empiezan a dar signos de desgaste. Puede que todo esté cambiando a tal velocidad que les sobrepase pero algo habrá que hacer para que nuestros sistemas de exploración de la realidad no presenten errores tan constantes y tan graves. Tantos datos como circulan por ahí de nosotros ¿por qué no se usan para algo más que para vendernos cosas? De momento el INE acaba de eliminar los reproductores de DVD del listado de productos que sirve para calcular el IPC. La pregunta es ¿qué hacían ahí a estas alturas?




lunes, 7 de febrero de 2022

Ya no se puede contar con el Congreso

 Tiempo de lectura 1:45 min


Por fin se alcanzó la cumbre de la ineptitud culpable que la política ha venido adoptando desde 2011. Muerto el odiado y ya olvidado bipartidismo, la nueva política que iba a traer transversalidad y frescura lo que ha traído han sido trincheras y desfachatez.

El tema más importante de toda la legislatura, el primer acuerdo en 30 años entre empresarios y trabajadores, vinculado a los fondos europeos que necesitamos como el comer, salió adelante en una votación que da mucha vergüenza ajena. Se trataba de convalidar el enorme esfuerzo hecho por una parte de la sociedad civil a la que la propia Constitución reconoce como agente básico de la democracia (Art. 37), pero no. No fueron capaces de entender que el jueves tocaba reconocer que no toda la política la hacen ellos. 

El purismo inmaculado de unos, los intereses tácticos de otros, la venenosísima idea de ilegitimidad del contrario y el olvido deliberado de que hay una sociedad civil ahí fuera se juntaron para vergüenza de quienes solemos seguir las cosas de la política. De ser cierto que hubo una jugada oculta por debajo del escaño con los diputados de UPN, el espectáculo vergonzoso de la votación quedaría completado con una nueva indignidad de truhanes.

Lo peor del resultado final es que ya sabemos que no podemos contar con el Congreso, porque allí les importa sobre todo su espectáculo, no nuestra vida. Lo han demostrado. El objetivo único de cada declaración y de cada voto es alimentar su adicción por la bronca y para eso todo les vale, todo menos escuchar y atender lo que la ciudadanía necesita. Por eso hasta convocan las elecciones cuando creen que les conviene a ellos, no a nosotros. Y todo lo hacen sin disimulo alguno, como quien ha olvidado para qué estaba ahí. Va a ser eso.



miércoles, 19 de enero de 2022

Invierno laboral y demográfico

Tiempo de lectura 1:22 min


No sé bien a qué viene tanta sorpresa por la baja natalidad en Euskadi, que no es sino la consecuencia de decisiones tomadas en atención a las ventajas que supuestamente nos iban a reportar.

Tener un mercado laboral precario, con sueldos muy bajos, que excluye toda confianza en mantener el empleo, para quienes lo tienen, no es algo así como una inevitable consecuencia de la rotación del planeta sino el resultado de la estrategia consciente que adoptamos para ser más competitivos (entendido casi siempre como más baratos) y así adaptarnos a un mundo globalizado.

Que los jóvenes, que son los que pueden tener hijos, sean a la vez los más perjudicados por esa situación de aseguramiento de la precariedad no podía llevarnos a otro destino que al que hemos llegado ahora. Sin esperanza de un futuro mínimamente estable es absurdo para cualquier persona razonable tomar decisiones y compromisos a largo plazo. 

Dos crisis seguidas han afianzado en la población en edad fértil la certidumbre de que la cosa no va a cambiar en los próximos años, o tal vez nunca, de forma que se empieza por no comprar coches (para alarma de nuestra querida industria) y de ahí queda solo a un paso la decisión de no cargar con una familia que les restaría, sobre todo a las mujeres, competitividad personal en un mercado laboral que no solo es precario, sino también exigente.

Mordor político

 Tiempo de lectura 1:09 min


No se puede hablar de clima político. La política no es ya un clima sino un tren de constantes tormentas que se sustituyen una a otra, cuando no se solapan. No caben claros entre nubarrón y nubarrón, de forma que cada fin del mundo semanal es sustituido por el siguiente mientras esperamos el Apocalipsis de este mes. Todo en medio de una niebla que inunda las redes y demasiados medios. 

Hace unos días la presidenta de la agencia EFE, Gabriela Cañas, abogaba públicamente por lograr una alianza de los medios con las grandes plataformas para acabar con las 'fake news' y los bulos. Tiempo y esfuerzo perdidos.

Deberíamos entender que, del mismo modo que no se puede achicar la niebla con cubos, no es posible desmentir el ambiente que generan los bulos, las noticias fakes, los titulares envenenados y las noticias de odio. No lograrán formar una realidad alternativa (salvo para los muy cafeteros), pero lo que sí consiguen es crear un entorno público desabrido, plomizo e incómodo, que nos genera el cabreo de vivir constantemente en Mordor y que fundamentalmente logra que nos sea imposible ver nada más allá de lo inmediato. Como con la niebla de verdad.
 

Lo de Garzón nada tiene que ver con la carne

 Tiempo de lectura 1:33 min

Uno de los ensayos más interesantes de los últimos años: Crítica de la víctima, de Daniele Giglioni, nos puede ayudar a entender el extraño embrollo que se ha creado, fomentado y alimentado en torno a Garzón y los ganaderos, que es algo que no tiene nada que ver con la carne.

Giglioni constata que La víctima es el héroe de nuestro tiempo, que ser víctima no solo crea identidad sino que genera derecho e inmuniza contra cualquier crítica, garantizando la inocencia en todo, más allá de toda duda razonable. Un chollo. La víctima tiene la razón siempre, de saque, y quien a ella se opone o parece que se opone no tiene escapatoria y solo puede ser culpable. Naturalmente convertir en víctima al sector ganadero lo eleva al Olimpo, lo que a nadie amarga, y arroja a las tinieblas a Garzón y todo aquel que no se apunte a lapidarlo. De ahí las primeras respuestas atropelladas de quienes, viendo venir la tormenta, lo criticaron con fiereza suficiente para que les librase de la menor sospecha de tibieza con el hereje. Y de ahí también las titubeantes respuestas del Gobierno, plenamente consciente de que pisaba no un debate sino un charco de lodo mediático.

Se equivoca Garzón al pretender que se entienda lo que quiso decir de verdad, eso no le importa a nadie, ni menos aún que se opine sobre las macrogranjas. Aquí la polémica va de convertir a un sector en mártir y al Gobierno en el villano de una historia de víctimas buenísimas y culpables malísimos. No hay duda de dónde quiere estar todo el mundo. Nada que ver con la carne.
 

lunes, 20 de diciembre de 2021

Una antigua canción navideña para felicitaros el año

Es ist ein Ros entsprungen (una rosa ha brotado) es una conocida canción navideña que compuso un alemán luterano, Michael Praetorius. Vivió entre 1571 y 1621 y adoraba el estilo coral veneciano, por el que se dejó influir con gusto y pasión. Esta pieza tan bella en concreto ha sido cantada por católicos y protestantes a lo largo de la historia.

El arte y la belleza no tienen fronteras ni religiosas, ni de idioma, ni de identidad ni de ninguna clase porque hablan a los seres humanos en aquello que tenemos en común, que es prácticamente todo.

Este blog está en descanso hace muchos meses pero mi tradicional pieza musical navideña no podía faltarle a mis amigos. Son 3 minutos de paz.

Feliz 2022








domingo, 6 de junio de 2021

Jóvenes con la desesperanza de serie


Tiempo de lectura 3:25 min

Los viejos, sus padres y sus jefes de personal, no nos creemos de verdad lo que les pasa a los jóvenes en España. Leo en El País la primera entrega del especial Una generación en busca de futuro y no encuentro nada que no sea lo que ya llevamos mucho tiempo escuchando, leyendo y sabiendo: que la inmensa mayoría de los jóvenes vivirán peor que sus padres, independientemente de su formación, que el ascensor social se ha averiado (ver interesante artículo de Pablo Simón) y que solo los jóvenes de familias mejor posicionadas quedarán a salvo.

Constato una vez más que el porcentaje de no emancipación es espectacular (64%) pero ya lleva años empeorando y todo apunta a que continuará por el mismo camino. Los datos respecto al retraso de la maternidad son también demoledores, con una media de edad para el primer y casi seguro único hijo de más de 32 años. Este último dato alarma a muchos aunque lo cierto es que no será mucho problema cuando, más pronto que tarde, los que hoy pasan nadando por El Tarajal vengan en los barcos de Transmediterránea con el billete pagado por nosotros porque necesitaremos la mano de obra que somos incapaces de crear por nosotros mismos para alimentar, cuidar y pagar las pensiones de los millones de ancianos sin nietos que nos resistiremos a morir. 

Los jóvenes conocen muy bien la situación y, con más o menos rabia, la tienen interiorizada. Somos nosotros los que no queremos entenderla. Seguimos mirando los datos, cabeceamos preocupados ante un problema que somos capaces de reconocer en el papel, pero no de sentir. En el fondo seguimos engañándonos aferrados al “no será para tanto”. Por eso los jefes de personal se quejan cuando los jóvenes de ahora preguntan demasiado por los días libres y los horarios de trabajo al recibir una oferta, algo que nunca hacíamos los de nuestra generación. 

Pero esos contratadores, viejos como nosotros, se equivocan cuando creen que detrás de esa defensa de su tiempo de ocio hay frivolidad o desapego; es peor, mucho peor. Lo que hay es una completa renuncia a la esperanza, hay la seguridad de que ese empleo que se les ofrece es como todos los demás que han conocido: un trabajo que será temporal, que no les permitirá consolidarse, que nunca les servirá para convertirse en adultos funcionales.

Los jóvenes ya han descontado, como dicen en bolsa, las expectativas. No se las crean porque saben bien que no se cumplirán. Por eso preguntan por el horario y por el tiempo libre, porque es lo único que les quedará después de trabajar: tiempo y algo de dinero para unas cañas, un concierto, una afición, algún viaje…nada que dure, como tampoco durará ese mismo trabajo que se les oferta.

A los viejos se nos hace muy duro entender que los jóvenes ya vienen con la desesperanza de serie porque sospechamos que alguna responsabilidad tendremos en tan desolador fracaso, por eso preferimos seguir contándonos la leyenda de que con esfuerzo y formación saldrán adelante. Aquel fue nuestro manual de instrucciones pero ya no sirve. La maquinaria económica y laboral funciona de otro modo, al menos en España. No premia el sacrificio, sino que se aprovecha de él. Los chavales sí que lo saben muy bien. Puede que encuentren una salida, pero será una propia y no la que imaginamos nosotros mientras miramos, tercos, nuestro propio retrovisor.

martes, 25 de mayo de 2021

La izquierda que ya no habla a las ovejas

Tiempo de lectura: 4:00 min

Hace tiempo que la izquierda ha dejado de emitir mensajes políticos para un amplio segmento de población al que parece considerar si no un privilegiado, sí al menos alguien sin problemas que merezcan atención alguna. Puede que incluso se trate de una parte más pequeña de la población de lo que ella misma cree, pero la realidad es que es un sector social que sigue existiendo y que, además, suele votar cívica y disciplinadamente.

No es fácil de definirlo porque sus características son muy variables en cuanto a economía, distribución territorial, nivel cultural, e incluso relación laboral o empresarial. Estoy hablando de gentes que no viven en la pobreza, pero que tampoco disponen de las oportunidades y grandes colchones económicos de las élites. Trabajan con asiduidad pero nada les garantiza quedar libres del paro o de que sus pequeños negocios quiebren.

Son gentes con viviendas muy variadas, dependiendo del nivel que tienen y del que tuvieron sus padres y abuelos, pero en general dotadas de las comodidades habituales y sin grandes carencias. Compran sin derrochar y pagan sus impuestos con normalidad, los de consumo, el IRPF y, en su caso, sociedades. No se trata de cantidades escandalosas, pero sí apreciables para sus economías familiares muy medianas. De hecho, sostienen el grueso de la recaudación general.

Son mujeres no maltratadas y varones blancos heterosexuales no maltratadores. A veces con hijos en común a los que atienden superando las dificultades que todos los hijos e hijas ponen siempre, pero no más. Hijos en los que pusieron unas esperanzas que -inquietos- ven ahora tambalearse, cuando no evaporarse. No tienen pensado cambiarse de sexo y todas sus generaciones anteriores que recuerdan son españolas, posiblemente con abuelos o bisabuelos que estuvieron en ambos bandos de aquella guerra. De algunos de ellos no se habló más en la familia, pero tampoco quieren meterse a remover cunetas.

Entre estas gentes las hay de la más variada composición ideológica pero se suelen comportar siempre con civismo y cuando se sienten privilegiados es más por omisión, al ver por comparación, que no han sufrido ninguna desgracia lacerante y destructora como las que ven cada día en los medios, pero en general no sienten que vivan en ningún paraíso de privilegios. Algunos porque les cuesta mucho llegar a fin de mes, otros, que sí llegan, porque la incertidumbre sobre el futuro suyo y de sus hijos les inquieta. La mayoría, por ambas cosas.

Estas gentes son raras en el discurso público de la izquierda, hace tiempo que ya no encajan en el modelo tradicional de obrero industrial al que, por otra parte, tampoco se le hace demasiado caso ya. No pueden presentarse como víctimas de nada que no sea la propia vida, que siempre nos daña a todos. Pero en cualquier caso nada que pueda elevarles a la condición de merecedores de especial y urgente atención pública. Por eso no la tienen.

Hay quien les llama clase media, apelando solo a lo económico pero son también medios en lo ideológico, en lo sentimental, en lo social y en lo laboral. Alejados de los extremos, se hacen invisibles, pero lo cierto es que existen y que sobre estas gentes recae buen parte del tejido económico y se sustenta la propia democracia. Su “normalidad” les ha apartado de todos los focos de la izquierda, más dirigidos a los dramáticos extremos de la sociedad, y ahí están, sin que nadie les interpele y cuando raramente se hace, lo es en forma de reproche más o menos velado.

San Lucas no lo pudo expresar mejor: “Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra?” Lucas (15, 3-7). Solo que el evangelista, al que parece haber leído con gran provecho esa izquierda renovada, no dijo nada de cuántas de las noventa y nueve ovejas que abandonaba en el campo tan vez no estuviesen ya a su alegre regreso con la perdida.

Si le ha parecido interesante esta reflexión pero no es usted muy de los evangelios, también puede leer “La traición progresista”, de Alejo Schapire.

miércoles, 14 de abril de 2021

Cuando la izquierda desconfiaba de las mujeres

Clara Campoamor y Victoria Kent

En el momento en el que se debatió la aprobación del derecho al voto de las mujeres, hace ahora 90 años, apareció en escena el el vértigo de si la libertad y el derecho son universales o deben estar condicionados a lo que se haga con ellos. Una idea intrínsecamente reaccionaria pero muy presente no solo en la derecha sino también en la izquierda.

Aunque se discutía nada menos que un derecho fundamental, la izquierda temía que las mujeres utilizasen su voto libremente para apoyar a la derecha, tanto que estuvo cerca de negarles el derecho al sufragio.


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miércoles, 7 de abril de 2021

Los jóvenes cobran menos que en 1980


Noticia es aquello que no se quiere publicar, el resto es propaganda

La media actual del salario mensual real de quienes tienen entre 18 y 35 años ya era antes de la pandemia inferior a la media de 1980. Simplemente me resulta difícil de creer que ese dato no haya ocupado las portadas de todos los medios.

Que a la crisis del 2008 se haya sumado ahora la del Covid no ayuda nada, por supuesto, pero tampoco debiera servir para justificar o disimular la forma indigna en que se trata salarialmente a nuestros jóvenes, a los que se nos llena la boca de decir que son los más preparados de la historia


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miércoles, 31 de marzo de 2021

El libre mercado no sabe de arraigos

 


En el nacimiento de Euskaltel hubo una inocultable visión “nacional” un tanto rancia pero muy de aquel momento en que se construía la autonomía.

Se pretendió que tuviéramos una Compañía Telefónica Nacional de Euskadi, que no podría llamarse CTNE, porque esas siglas ya estaban cogidas.

Que su nacimiento tuvo un claro tinte político lo demuestra que su creación hubo de negociarse entre Xabier Arzalluz y José María Aznar.

Al final ha resultado que unos fondos de inversión y unos operadores internacionales serán quienes manejen una infraestructura que nació, con mas o menos acierto, de la iniciativa y el dinero público, del de usted y del mío.


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viernes, 26 de marzo de 2021

En el Jardín Botánico


Leo que a este olmo (Ulmus minor) del Real Jardín Botánico le llaman “Pantalones” por la forma de sus dos ramas más gruesas.

En la foto no se aprecia bien pero el árbol sigue vivo y la rama a la izquierda de la foto estaba ayer echando sus yemas del año 2021.

"Pantalones" estaba ahí, en lo que ya era el Jardín Botánico, cuando Beethoven compuso su Novena sinfonía, el año en que Daguerre empezó a obtener las primeras imágenes fotográficas. Cuando México y Venezuela se independizaban de España mientras Napoleón Bonaparte moría en la remota isla de Santa Helena.

Al terminar mi paseo recordé el poema de Antonio Machado que, aunque habla de otro olmo a orillas del Duero de su Castilla, pareciera que lo hace de "Pantalones", el viejo olmo que ve pasar la historia junto al Paseo del Prado de Madrid.

Al olmo viejo, hendido por el rayo

Y en su mitad podrido

Con las lluvias de abril y el sol de mayo

Algunas hojas verdes le han salido

El olmo centenario en la colina

Un musgo amarillento

Le lame la corteza blanquecina

Al tronco carcomido y polvoriento

Antes que te derribe, olmo del Duero

Con su hacha el leñador y el carpintero

Te convierta en malena de campana

Lanza de carro o yugo de carreta

Antes que rojo en el hogar, mañana

Ardas de alguna mísera caseta

Antes que el río hasta la mar te empuje

Por valles y barrancas

Olmo, quiero anotar en mi cartera

La gracia de tu rama verdecida

Mi corazón espera

También hacia la luz y hacia la vida

Otro milagro de la primavera


miércoles, 24 de marzo de 2021

El alquiler es el nuevo eslogan


El nuevo eslogan lanzado a la arena del circo político, como si fuera un robusto y brillante gladiador, es el del alquiler.  Iglesias no va a abandonar el Gobierno de forma pacífica, naturalmente que no, y ha escogido la ley de alquileres como arma.

Tratando de atender todas las circunstancias posibles, se ignora la fundamental: que la Ley de la oferta y la demanda siempre funciona y que añadir elementos que disuadan a los propietarios de meterse en el mercado de alquiler solo puede tener como consecuencia la reducción de la oferta y, como consecuencia, la subida final de los precios de los alquileres. Justo lo contrario de lo que se dice buscar.

El eslogan de “yo sí que defiendo a los inquilinos, no como tú” habrá funcionado estupendamente para la pelea política, pero traerá más pronto que tarde pisos más caros o una oferta más reducida.


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miércoles, 17 de marzo de 2021

Cuando la política se olvida de la ideología

 

Tenía razón Pablo Casado cuando se quejaba en estos días convulsos de que hay quien entiende la política como una partida de ajedrez. Yo creo que se quedó corto, que en realidad hay quien la entiende como uno de estos juegos de rol, como una actividad en la que el único objetivo es ganar en un entorno de antagonismo acotado y sin conexión con la realidad.

Sin embargo, la política no es un juego sino una herramienta de transformación de la sociedad y de la vida de la gente.

Hay quien no sabe nada de política, aunque sepa bien cómo ganar elecciones. Se hacen llamar a sí mismos “spin doctors” y son profesionales muy apreciados, lógicamente. Pero no son políticos.

Un partido sin alma, sin ideología, no transmite una forma propia de ver y sentir el mundo, se queda sin sueños, sin proyectos y se convierte en una pura herramienta electoral.

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