Cuando despareció la cultura de la escasez los consumidores estrenaron el poder de decidir. Pasaron de ser simples compradores agradecidos a quien cubriese su apremiante necesidad a convertirse en inmisericordes jueces, atentos solo a su propia conveniencia o capricho. La costumbre nos ha hecho olvidar la revolución que supuso pasar del mostrador de la tienda al lineal del supermercado. A falta de prescriptor, los productos tuvieron que empezar a ser convincentes por sí mismos. Y a fe que lo hicieron.
Las herramientas para conseguirlo fueron muchas y variadas pero podríamos agruparlas en torno a lo que se denomina marketing o mercadotecnia (La RAE recomienda la grafía márquetin pero a mí me gusta usar una españolización más burra acentuando la a).
El márketing trata de cómo obtener los objetivos satisfaciendo a consumidores o clientes que se encuentran ahí fuera, dispersos y atentos a sus propias cosas. En un contexto de libre oferta ideológica como el que vivimos era inevitable (y lógico) que los principios, métodos y técnicas del márketing acabasen siendo utilizados en la confrontación política.
No me parece mal que así sea y, de hecho, las técnicas modernas de comunicación y persuasión política han dado algunas de las campañas más creativas. Sin embargo en la política democrática es peligroso atenerse ciegamente a las herramientas del márketing y sólo a ellas, haciendo como si detrás de cada opción lo único que hubiese fuera un producto. Conviene no ignorar que los partidos políticos son también un mundo de sentimientos de pertenencia, de lealtades, de ambiciones, de generosidad, de ilusión y casi diría ¿por qué no? de amor/odio. Un montón de cosas sobre las que las técnicas de mercadotecnia entienden poco.
Tiene razón Pepe Blanco cuando dice que se ha cumplido el objetivo y que ahora el PSOE en Madrid “está en mejores condiciones de ganar que hace tres meses". Una vez más Blanco demuestra que es lo suficientemente inteligente como para que la realidad no le deje nunca atrás. Bien por él.
Pero también es cierto que quienes adujeron razones exclusivamente de márketing para promover una candidatura, se han encontrado con la paradoja de que la tormenta ha servido como revulsivo y como impulso para que el otro candidato esté ahora mucho mejor posicionado que antes.
En todo caso, no puedo estar de acuerdo con quienes se hinchaban a reclamar airadamente a los partidos democracia interna y cuando ésta se ejerce auguran toda clase de desgracias ¿En qué quedamos? Yo me voy a quedar en el PSOE y deseando ver a Tomás Gómez como Presidente de la Comunidad de Madrid.
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