Todos hemos visto imágenes estremecedoras de la destrucción causada en Japón por el tsunami que siguió a un seísmo devastador. La policía habla cautelosamente de 2.000 muertos y 3.000 desaparecidos y dice que se han rescatado a unas 15.000 personas, que son las que ha podido contar. Hay todavía una enorme confusión y las autoridades provinciales de Miyagi, una de las zonas más afectadas, apuntan a unas 9.500 personas sin localizar solo en el pueblo de Minamisanriku, lo que supone la mitad de su población.
Pero a nuestros medios locales lo único que parece importarles es el indudable peligro nuclear en la central de Fukushima. Abren todos los informativos con ello, dan toda clase de informaciones y de detalles sobre de las maniobras que, al parecer, se están haciendo y aunque desconocemos aún el número de muertos definitivo del terremoto y de la ola gigante, estamos perfectamente informados de que los dos reactores afectados son el 1 y el 3, de la opinión de la agencia nuclear de la ONU, de los 11 trabajadores heridos en la última explosión, de los dos metros que los operarios han conseguido elevar el nivel de refrigerante de la piscina, eso sí con agua de mar… y ya para que no falte detalle, el Pentágono ha informado de que 17 militares que participan en las labores de asistencia en Japón han dado positivo a "bajos niveles" de radiactividad, pese a ello se encuentran en buen estado y al tratarse de un nivel mínimo de contaminación el personal afectado pudo eliminar la radiactividad con agua y jabón.
Me da mucha vergüenza que las alusiones a posibles peligros en nuestra cercana central de Garoña precedan a las informaciones sobre el aún desconocido número de muertos ciertos, de heridos reales, de personas vivas que lo han perdido todo, de ciudades efectivamente arrasadas. Solo al final del tiempo dedicado a esta catástrofe, tras las inevitables reflexiones sobre que en Europa se reabre el debate nuclear, en una breve lectura final, el corresponsal o el locutor “se acuerda” de informarnos de las víctimas, de la destrucción, del miedo, de la muerte y habla unos segundos de ello antes de pasar a la noticia siguiente.
No sé si se han superado en mucho o en poco los límites de radiación legalmente admitidos pero sí sé que se han superado con creces los límites, si existen, de destrucción de viviendas, de arrastre de coches por riadas, de barcos arrastrados bajo los puentes, de olas negras sumergiendo pueblos y valles, de desolación muerte y dolor. Esos seguro que se han superado. Y a veces pienso que se han superado también los límites de egoísmo local, de indecencia y de inhumanidad en nuestros medios de comunicación.
Me temo que vamos a necesitar mucha más agua y jabón que en Fukushima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario