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Ha dicho Pablo Iglesias que lo suyo no es ningún experimento, que van a por todas así que están de más esas interpretaciones de que esto es una llamada de atención a los partidos “tradicionales” o “del Régimen del 78” o “de la casta”. El partido que acaba de estrenar Secretario General y Junta directiva tiene vocación de poder y ninguna intención de convertirse en un pintoresco e interesante fenómeno sociológico.
Dicen, con razón, que son un partido sin hipotecas, sin mancha, que puede presentarse ante la sociedad limpio de cualquier problema. Así es. Son como un recién nacido, al que nadie puede reprochar aún nada. Por si fuera poco, a esa “inocencia por omisión”, hemos de añadir la inmensa sobrelegitimidad que le está concediendo una opinión pública entregada, por contraste con el hastío que le producen los demás partidos. El resultado es que a Podemos se le aceptan y aun aplauden las mismas cosas que a los demás partidos se les reprochan con dureza y sin piedad.
Mientras sea la opinión indignada y publicada la que ponga las reglas, seguirá siendo así, seguirá funcionando sin demasiados problemas esa especie de “embudo proPodemos” pero a mí me preocupa que un día van a llegar las Elecciones Generales esas a las que se quieren presentar y allí lo que funcionará será la Ley Electoral y no el favoritismo sociológico. Podemos tendrá que presentar listas en todas las provincias, en las que tiene mucho apoyo y en las que no lo tiene tanto y, les guste o no, su votos contarán lo mismo que los de los demás partidos, no valdrán las encuestas sino solo las papeletas efectivamente introducidas en las urnas, los demás partidos también se presentarán a las elecciones y lo harán razonablemente organizados, no como los contrincantes internos de Iglesias y Monedero, y ni siquiera se podrá votar por Internet.
Así que podemos encontrarnos con el “asombroso” hecho de que Podemos, aun siendo gente tan simpática, no gane las elecciones. ¿Y entonces qué? Pues temo que entonces la democracia española se encuentre con que un enorme sector de la opinión pública simplemente diga que las elecciones no son válidas, que la ley electoral no es justa (ninguna lo es del todo) y que no puede ser y que esto es otro abuso y que lo de la casta y que todo eso... El resultado puede ser una deslegitimación general, y televisada (audiencias mandan), no de los partidos “del régimen” como ellos dicen, sino de la propia democracia española. Y solo nos faltaba.
Otros se están ocupando de imaginar lo que puede pasar si ganan. A mi me preocupa también lo que puede pasar si no ganan.
Dicen, con razón, que son un partido sin hipotecas, sin mancha, que puede presentarse ante la sociedad limpio de cualquier problema. Así es. Son como un recién nacido, al que nadie puede reprochar aún nada. Por si fuera poco, a esa “inocencia por omisión”, hemos de añadir la inmensa sobrelegitimidad que le está concediendo una opinión pública entregada, por contraste con el hastío que le producen los demás partidos. El resultado es que a Podemos se le aceptan y aun aplauden las mismas cosas que a los demás partidos se les reprochan con dureza y sin piedad.
- Si en cualquier debate televisivo alguien descalifica personalmente a quien acude en nombre de Podemos, se le critica duramente, mientras que a ellos se les acepta y jalea cuando descalifican a todos los demás políticos.
- Si a un partido de los que ellos descalifican se le ocurriera hacer unas elecciones internas y el 57% de los militantes se abstuviese de acudir a la urnas no dudo un momento de que tal resultado merecería el calificativo de fracaso total. En cambio cuando lo hace Podemos ese mismo 43% de participación solo ha merecido parabienes y aplausos.
- La expresión “a la búlgara” se inventó para denunciar la falta de democracia de un partido en el que los resultados fueran sospechosamente abultados a favor de la dirección. En Podemos la dirección saca 95.311 votos y su contrincante interno 995 y nadie osa ni toserles.
- Las abominables listas cerradas solo merecen tal calificativo cuando las hacen los otros partidos, cuando la dirección de Pablo Iglesias presenta listas completas, cerradas, que se votan en bloque con un solo clic y copa así todos los órganos de dirección y también los de control y también los de “garantías democráticas” del nuevo partido, no pasa nada.
Mientras sea la opinión indignada y publicada la que ponga las reglas, seguirá siendo así, seguirá funcionando sin demasiados problemas esa especie de “embudo proPodemos” pero a mí me preocupa que un día van a llegar las Elecciones Generales esas a las que se quieren presentar y allí lo que funcionará será la Ley Electoral y no el favoritismo sociológico. Podemos tendrá que presentar listas en todas las provincias, en las que tiene mucho apoyo y en las que no lo tiene tanto y, les guste o no, su votos contarán lo mismo que los de los demás partidos, no valdrán las encuestas sino solo las papeletas efectivamente introducidas en las urnas, los demás partidos también se presentarán a las elecciones y lo harán razonablemente organizados, no como los contrincantes internos de Iglesias y Monedero, y ni siquiera se podrá votar por Internet.
Así que podemos encontrarnos con el “asombroso” hecho de que Podemos, aun siendo gente tan simpática, no gane las elecciones. ¿Y entonces qué? Pues temo que entonces la democracia española se encuentre con que un enorme sector de la opinión pública simplemente diga que las elecciones no son válidas, que la ley electoral no es justa (ninguna lo es del todo) y que no puede ser y que esto es otro abuso y que lo de la casta y que todo eso... El resultado puede ser una deslegitimación general, y televisada (audiencias mandan), no de los partidos “del régimen” como ellos dicen, sino de la propia democracia española. Y solo nos faltaba.
Otros se están ocupando de imaginar lo que puede pasar si ganan. A mi me preocupa también lo que puede pasar si no ganan.
1 comentario:
Podemos es como un cántaro nueces medio vacío, al agitarlo hace mucho ruido, sólo eso, ruido
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