lunes, 26 de septiembre de 2016

Prietas las filas


La democracia es siempre un sistema político lleno de debilidades, en el que todo es cuestionable y donde hay pocas certezas. Por si fuera poco es norma que las opiniones se puedan expresar libre y públicamente en medio de una algarabía de voces que los partidarios del autoritarismo suelen señalar con desprecio. Sin embargo ese estruendo es parte indisociable de una democracia y su reducción es siempre el primer síntoma de su enfermedad.

Los partidos políticos, que tanto contribuyen a la “creación de la opinión pública” son también más o menos ruidosos en función de su mayor o menor democracia interna pero en todos ellos funciona una suerte de censura hacia el discrepante, en unos casos por autoritarismo, porque simplemente nadie tiene que hablar en contra de quien manda y en otros, más sutiles, porque la expresión de una discrepancia aun considerada “legítima” podría causar el debilitamiento del colectivo en caso de ser expresada externamente.

Esta última es la justificación que muchos militantes socialistas están utilizando para arremeter contra cualquiera de sus compañeros que ose expresar una opinión discrepante.

Como el PSOE ha sido siempre un partido democrático y plural, no hay ningún socialista que se atreva a decirle a otro militante que lo que defiende es abominable y que no debería ni pensarlo (bueno, alguno sí que hay). Lo que no es óbice para que haya muchos socialistas que piensen exactamente eso: que lo que opinan algunos de sus compañeros es intolerable, inaceptable y una traición.

Pero como no es presentable impedirle pensar lo que quiera al compañero de al lado (y seguir creyéndose uno mismo defensor de la libertad de expresión), se apela a la inconveniencia absoluta de cualquier idea o expresión pública que no sea la oficial. La fortaleza hacia fuera sirve así para acallar la discrepancia de dentro.

El PSOE, acostumbrado a abrirse públicamente en canal en cada congreso y que hace ostentosamente públicas sus elecciones primarias, para contento de los medios de comunicación y también para orgullo de sus militantes más libertarios, se está convirtiendo, sorprendentemente, en un entorno cerrado y sectario en el que, no ya la descalificación rotunda, sino la expresión de la más leve discrepancia, especialmente en las redes sociales, asegura que una legión de vigilantes de la ortodoxia se abalanzarán airados, críticos (y a menudo faltones) sobre el impío.


Que un partido caracterizado por ser aquel de todos los de España en el que la libertad se ha podido ejercer con más brío se esté convirtiendo ahora en un entorno tan coactivo es una mala noticia para España y para el PSOE.



jueves, 1 de septiembre de 2016

El fin del bipartidismo también era esto


El fin del odiado bipartidismo parece que es, por ahora, la única buena noticia de este tiempo político. La irrupción de nuevos partidos con considerable representación parlamentaria hizo caer, por fin, una de las peores características de la política española, a decir de la mayoría de analistas.

Los grandes males del bipartidismo eran tan obvios que ni siquiera hacía falta proclamarlos. De hecho solo preguntar por ellos era ya hacerse sospechoso así que todo quedaba solucionado con una apelación genérica a los innegables males de la política, de la transición, a la corrupción y demás indignidades, todas ellas causadas -faltaría más- por el bipartidismo.

Cada cual podía, por tanto, hacer su propio menú personal de los males del bipartidismo. Me avergüenza un poco que siento “tantos” y “tan evidentes” se me hayan ocurrido tan pocos pero humildemente les ofrezco los míos: la tendencia a un reparto invasivo de las instituciones, la pérdida de la pasión política y el distanciamiento del votante, la creación de aparatos poderosos que cierran la puerta a la renovación…el aburrimiento y la falta de tensión informativa (ese dolía sobre todo a los medios) en fin, según los escribo me entran dudas de que se vayan a solucionar así que no sigo.

Destruida bicha semejante, llegaría sin duda el advenimiento de las soluciones imaginativas, de la frescura, la limpieza y la pasión política que despuntaba en columnas, editoriales y barras de bar.

Pero, sobre todo, el nuevo escenario iba a promover la necesidad de acuerdos multilaterales para gobernar, alejadísimos de rodillos parlamentarios o de convalidaciones de mero trámite en las Cortes de los Decretos Ley gubernamentales. La democracia, ahora sí, en acción.

Nadie nos explicó que en un ecosistema muy repartido, cada grupo político ocuparía un espacio menor, más concreto, más definido y más cómodo (para sus militantes) del que no tendría ningún incentivo para moverse. Todo lo contrario, ya que siempre habría votantes en disputa con los grupos ideológicamente contiguos.

Así, la lealtad a los principios se ha convertido en marchamo de honor para los leales y paradójicamente la necesidad de acuerdos globales choca ahora de lleno con la satisfacción de unos militantes encantados en su nueva, y estrecha, zona de confort. En tales condiciones no es difícil que el arreglo se confunda fácilmente con la traición y, en todo caso, lo que queda claro es que del multipartidismo no han surgido acuerdos automáticamente sino más bien líneas rojas.

Tampoco hay que olvidar que la misma opinión pública que exige a los políticos que cedan y se pongan de acuerdo, machaca sin piedad a aquel que cede (no hay más que ver lo que dicen ahora de Ciudadanos) supongo que todo el mundo debe pensar que acordar es conseguir que “el otro” haga lo que yo digo o que me deje hacer a mí lo que me parezca (tal y como atinadamente plantea Rajoy).

Pocos creían que habría terceras elecciones. Ahora es prácticamente seguro que las habrá. Lo que está en duda es qué sucederá antes: que nuestros partidos aprenderán, por fin, a moverse en un panorama de 4 y añadidos o que volverá el bipartidismo.  Este año perdido podría ser el doloroso principio de un tiempo realmente nuevo o una experiencia fallida no menos dolorosa. Lo iremos viendo en diciembre.

domingo, 24 de julio de 2016

Sánchez tendría que empezar a hablar de terceras elecciones


Hace unos días Ramón Jáuregui, socialista por el que tengo una nada secreta admiración, publicaba un artículo titulado “No basta abstenerse” lleno de sentido común, como siempre hace, y perfectamente inadecuado al momento interno que vive el PSOE.

Una inoportunidad que a Ramón le acompaña hace ya tiempo como precio por su libertad, y que le sitúa como persona apreciadísima dentro de su partido pero a la que todo el mundo quiere un poquito alejada.

En ese texto Jáuregui choca frontalmente con la posición oficial del PSOE y de su Secretario General que sostiene, con toda razón, que la responsabilidad de gobierno no es de su partido sino del PP y que es a Rajoy, y no a él mismo, a quien se debe preguntar lo que va a hacer para conseguir su investidura y evitar las terceras elecciones.

La táctica de Sánchez es moralmente impecable: el PSOE es lo contrario que el PP, los votantes han decidido que sea oposición y no tiene intención alguna de apoyar ni con su voto ni con su abstención la investidura de Rajoy y “No es No”.

Sin embargo, aunque irreprochable, esa postura tiene fecha de caducidad y ésta es ya inminente.

Porque el líder socialista no puede seguir sosteniendo esa convicción, tan legítima que se ha hecho firme entre su militancia más activa, y pensar simultáneamente que no se va a ver ante la convocatoria de unas terceras elecciones.

No puede ignorar, porque todo el mundo lo sabe de sobra, que el PP de España es el que es; nada que ver con otros partidos de la derecha europea que, sin ninguna duda, se habrían movido desde la primera convocatoria para conseguir acuerdos de gobierno. Esto aquí no pasa, y además se da por descontado que no va a pasar hasta el punto de que toda la opinión pública, especialmente la de la misma derecha, exige a Sánchez una responsabilidad que ni espera de Rajoy.

En consecuencia, puesto que nadie alberga esperanza alguna de que el PP sea capaz de resolver por sí mismo la papeleta en la que le han puesto sus propios resultados, si la investidura fracasa todo el mundo le echará la culpa al PSOE.

Es, precisamente, ese vértigo de resultar injusta pero socialmente culpable la única arma con que cuenta el PP para torcer el “No es No” de Sánchez. Por tanto, si quiere desarmar a sus adversarios y seguir siendo coherente con sus militantes el Secretario del PSOE debería empezar a hablar de la convocatoria de terceras elecciones. Lo que resulta insostenible es seguir aparentando que se tiene algún misterioso conejo en la chistera.

El único problema es que, una vez bien instalada, la consigna del “No es No” puede sobrevivir a unas terceras o a unas cuartas elecciones…así hasta que alguien consiga una mano de cuatro reyes. Es la táctica que decían de Clemente: la del “patadón p’alante” de la que Ramón Jáuregui no es partidario, y yo tampoco.





jueves, 14 de julio de 2016

No hay nadie que confíe en Rajoy?

Foto EFE

Al Presidente en funciones le han votado casi 8 millones de españoles, más que en las elecciones de diciembre. El éxito para el PP, y para el propio Rajoy, ha sido indiscutible.

Por eso mismo no parece muy normal que un ganador como Mariano despierte tan poca confianza entre los suyos, tanto entre sus propios correligionarios como en la variada y poderosa prensa de derechas. No se oye a nadie en el entorno conservador avanzar cuáles vayan a ser sus decisiones como ganador de los comicios y próximo presidente, ni se apuntan las maniobras que podría realizar para lograr su investidura. Menos aún se le supone medida de gobierno alguna. A lo más se comenta si la multa que nos van a poner, seguro, desde Europa será de cero euros o de muchos millones.

Lo llamativo de tan estruendoso silencio en torno a su paladín es que resuena sobre todo en los espacios de la derecha, donde debía reinar ahora el entusiasmo y la algarabía. Nada de eso ocurre. Nadie avanza hipótesis, ni hace propuestas, ni apela al héroe de Génova para que “haga algo”.

Como él mismo dice, Rajoy tiene derecho a gobernar pero también obligación de hacerlo y, sin embargo, nadie se dirige a él para preguntarle ¿qué va usted a hacer, presidente?.

Todas las miradas a izquierda y derecha se dirigen al PSOE y a Pedro Sánchez, que parece que hubiese ganado las elecciones en lugar de perderlas, a juzgar por el requerimiento constante que se le hace al socialista desde la prensa que no es suya, o sea toda ella, e incluso –pásmense- desde el propio gabinete del Gobierno en funciones.

A Sánchez no le están dejando disfrutar de su derrota, tanto apelar a sus ahora reconocidos patriotismo y sentido de Estado. Mientras, a Rajoy nadie de los suyos le dice nada, no sé si por un respeto reverencial o por simple desconfianza en que tenga capacidad alguna de salir de ningún atolladero del que no le saquen otros.

Si son tan pocos los que creen en la destreza de Mariano Rajoy para superar una primera votación, la de investidura, me asalta la inquietante duda de pensar en cómo creen los suyos que va poder gobernar y lidiar con su minoría amplia, pero minoría, en una cámara donde cabe imaginar que el PP se va a hinchar a perder votaciones. ¿Llamarán a Sánchez, una y otra y otra vez? Si yo fuese Rajoy estaría celoso.

miércoles, 22 de junio de 2016

“No a Iglesias”. Primer acto de campaña de Sánchez


Por fin el candidato del PSOE lo ha dicho: no hará presidente a Iglesias. Es la primera declaración clara y nítida de que el PSOE tiene intención de quedarse en su propio espacio, sea este el que sea que le asignen los votos ciudadanos.

En realidad se trata de la primera declaración electoral significativa de Sánchez en toda la campaña y parece obvio que ha venido obligada por unos sondeos que repetidamente indicaban que está en juego precisamente esa posibilidad: que Podemos obtenga más votos y escaños que el PSOE. Una opción tan repetida que el líder socialista ya no podía seguir ignorándola.

Es lógico, y legítimo, que cualquier candidato de un partido grande diga que su único objetivo es ganar. Sin embargo también es legítimo que los votantes sepan a qué atenerse respecto a lo que hará cada partido ante situaciones previsibles y, si puede ser, incluso ante las imprevisibles. Lo otro es esconder las cartas.

Finalmente Sánchez se ha visto obligado a hablar de lo que todo el mundo hablaba por la combinación de tres factores: la unanimidad de los sondeos (ya veremos si acertados o no) las declaraciones de destacados dirigentes socialistas y, sobre todo, la evidentísima y creciente desconfianza de los afiliados y simpatizantes socialistas hacia Iglesias.

Puede que Sánchez se equivoque de adversario al atacar al de Podemos pero es seguro que Iglesias se equivoca de amigos apelando a los militantes socialistas.

Con toda lógica los partidos quieren alcanzar el poder y no es defecto sino virtud que sean capaces de moverse de sus posiciones originales para negociar o acordar cosas con sus adversarios. Pero para poder moverse de una posición original es imprescindible tenerla y en los últimos tiempos no se sabía muy bien cual era la casilla de salida del PSOE, por lo que resultaba imposible saber cuánto se estaba alejando o no de ella.

Las declaraciones de Pedro Sánchez vuelven a colocar las cosas en su sitio y al PSOE en el suyo, aquel en el que sus votantes y militantes sientan que pisan terreno firme (aunque sea pequeño) y no arenas movedizas, por extensas y prometedoras que pudieran resultar.

También es posible que los estrategas del PSOE hayan calculado que a estas alturas estaban perdiendo más votos hacia la abstención que los que se pudieran escapar todavía hacia los morados, pero un PSOE que no se sabía lo que iba a hacer en un escenario tan de extremos como el que padecemos estaba dejando el mensaje de la moderación contra la aventura en manos exclusivas de Rajoy. Lo que tiene bemoles.

El domingo veremos si este inicio de campaña tan tardío le sirve o no.

jueves, 9 de junio de 2016

El triunfo final de los socialdemócratas de mierda


Dos socialdemócratas fundadores
Una de las ventajas de la política 3.0 o 4.0 (que ya me he perdido) es la velocidad a la que suceden los cambios. Las grandes evoluciones históricas que antes iban asentándose poco a poco, casi como movimientos tectónicos, ahora se producen a la velocidad de los telediarios.

Es cosa que maravilla poder disfrutar de estos tiempos interesantes (o padecerlos, que decían los chinos) no a lo largo de toda una vida, sino a cámara ultrarrápida, que tengo yo yogures en la nevera de cuando izquierda y derecha eran conceptos obsoletos.

La última bomba es la conversión instantánea de Marx y Engels en dos señeros y primigenios representantes de la hasta ayer odiadísima socialdemocracia. Esta traición histórica a tantos millones de sinceros, auténticos y rudos comunistas es lo que explica que a algunos de ellos les vaya a costar tanto votar a su partido, o a lo que quede de él, en las próximas elecciones.

Un socialdemócrata leninista

Pero la marea histórica “es lo que tiene”, como decía Chus Lampreave, que uno ha de ser capaz de adaptarse a lo que los líderes determinan en cada momento. Tampoco es cosa que les resulte del todo novedosa a los comunistas de siempre, tan acostumbrados históricamente a grandes evoluciones ideológicas de carácter fuertemente retroactivo. Si acaso aceptaría que les pueda sorprender la velocidad a la que me refería al principio, pero no el cambio mismo.

Modificar el pasado para alterarlo y ajustarlo a las necesidades del líder del momento ha sido una de sus tradiciones más acendradas. En esa tarea tan revolucionaria que incluso revolucionaba la historia, el padrecito Stalin fue maestro indiscutible y precursor de herramientas tan actuales como Photoshop, aunque la inmensa mayoría de sus “correctivos” se aplicaran por métodos más tradicionales y expeditivos.
Un socialdemócrata estalinista


Nadie describió tan bien como George Orwell en “1984” la importancia de esa tarea “liberadora” de corrección a posteriori, que en su libro realizaba Winston Smith como funcionario del Ministerio de la Verdad.

Por boca del querido líder de Podemos hoy asistimos asombrados al privilegio de ser testigos de un momento histórico: aquel en el que los hasta ayer socialdemócratas de mierda, vencen por fin la batalla y se convierten en la auténtica referencia de la izquierda, no ya de hoy sino, como corresponde a la mejor tradición orwelliana, con carácter retroactivo, comenzando por el mismísimo autor de “El manifiesto comunista”. ¡Socialdemócratas del mundo, uníos!”.

Un socialdemócrata trostkista

Que la hasta ayer vil socialdemocracia ha sido la auténtica revolución que venció y trajo derechos y bienestar a los trabajadores es algo que no tiene disputa. Que por hacerlo fueron tildados durante
décadas de traidores a la misión histórica del proletariado, aliados objetivos del capital, al que servían con bagatelas para engañabobos como los derechos laborales, a la educación, a una jornada limitada, a la sanidad, a la vivienda digna, a las pensiones… y toda esa mandanga. Eso tampoco hay quien lo pueda negar sin que se le caiga la cara de vergüenza. El que la tenga.

Algunos creímos que la socialdemocracia estaba muriendo de éxito, precisamente porque lo mucho que logró se había convertido ya en un estándar que no discute en voz alta ni la misma derecha (excepto Rosell) pero ahora vemos que no se trataba de ningún fracaso sino de un éxito absolutamente histórico, que la disputa entre comunismo y socialdemocracia nunca existió, que por fin se ha sabido que desde el principio era la socialdemocracia lo que molaba.

Un socialdemócrata maoista
Grandes noticias para gentes como el antiguo militante del PSOE, Wenceslao Carrillo, que hoy ya puede descansar tranquilo sabedor de que su hijo no fundó otro partido sino otra forma de socialdemocracia.Los mencheviques salen de sus fosas comunes, rehabilitados, Lenin y Olof Palme, Gramsci y Fernando de los Ríos, Willy Brandt y Erich Honecker se abrazan hoy en el limbo de las libertades. ¡Albricias!. Lástima de tantos millones de muertos ¿qué muertos? ¡Ah, perdón! ¿En qué estaría yo pensando?

Un socialdemócrata que tenía un piolet
Visto que, de la mano del nuevo líder, volvemos a la más auténtica tradición de revisión y reescritura del pasado, yo si fuese Monedero me andaría con cuidado de dónde dejo el piolet.

viernes, 29 de abril de 2016

No hay mus. Habla!

Fournier blog

El próximo 10 de junio comenzará oficialmente la campaña electoral para las elecciones del 26, pese a que realmente estemos en campaña casi desde el mismo 21 de diciembre, según se conoció el resultado de las anteriores.

Aunque ahora muchos, incluso el Rey, proponen hacer poco gasto publicitario, lo cierto es que se tratará de la campaña electoral más cara de todas las conocidas, y con enorme diferencia. No estoy hablando de los 100 o 130 millones de euros que costará la organización de los comicios, ni de las subvenciones que llevan aparejadas, sino de los miles de millones que nos está costando la paralización de muchas decisiones políticas no tomadas y cuyos primeros efectos ya tendrían que estar viéndose. También cuento con las decisiones de inversión que están a la espera de saber cuál va a ser el nuevo entorno legislativo y de gobierno que se encontrarán a partir del verano. Lo dicho: una ruina.

Pero como dice mi amigo Luis con toda razón: “es lo que tiene la democracia” así que tendremos que asumir que un cambio tan importante como el que se ha producido en la voluntad de los electores era lógico que conllevase dificultades.

No tengo ni idea de cuál será el resultado electoral. Puede ser que el nuevo reparto de cartas lo ponga todo muy fácil pero probablemente no sea así. La granizada de encuestas no está ayudando mucho porque nos trae muchas piedras y muy poca agua de boca.

Lo que es seguro es que la de junio será la última mano; que con lo que salga habrá que apañárselas. Así que mejor sería que en lo que queda de campaña electoral (o sea desde hoy al 24 de junio) se dejasen atrás los calentones y esto no fuese una nueva sucesión de alardes, líneas rojas y de promesas de desalojar a unos o a otros.

Porque esa idea tan nuestra de la ilegitimidad del adversario supone una enorme barrera para acordar y por eso, mejor dejarla ahora fuera de campaña no sea que, sabido el nuevo resultado, se nos interponga a la hora de negociar. Pero sobre todo, y conviene recordarlo, porque, además de inútil para trabajar, es en sí misma una idea contraria a la democracia y, por tanto, muy peligrosa.

Puesto que no va a haber unas terceras elecciones, el resultado de junio gustará más o menos a cada cual pero será con esas cartas con las que habrá que hablar y que formar Gobierno.

Es más, creo que este tiempo que hemos perdido obliga a que el acuerdo sea definitivo. La posibilidad que se ha apuntado a veces de una legislatura corta, solo para poner un poco de orden, se ha ido por el mismo desagüe que estos meses perdidos. Apostar por un adelantamiento electoral en uno o dos años se vería como unas intolerables terceras Generales de 2015.

Hemos perdido demasiado tiempo con los sueños, los titulares, las fotos estupendas y las declaraciones de santa indignación. Ahora no va a haber otro remedio que hablar. Y hacerlo con todos. O sea: correr riesgos, porque más mus no va a haber.

viernes, 8 de abril de 2016

Es por tu bien

El cigarrillo electrónico emite un vistoso e inocuo vapor de agua
El Parlamento Vasco ha decidido tomar el relevo de nuestras madres y abuelas a la hora de protegernos de malos hábitos y costumbres dañinas que nos empeñamos -tercos- en mantener. En consecuencia, el jueves pasado ha aprobado una ley muy pionera de Atención Integral de Adicciones y Drogodependencias. Tan pionera es que Euskadi se convierte en la primera Comunidad que no solo va a impedir que los fumadores le dañen a usted con el humo, prohibición perfectamente legítima, sino que tampoco permitirá que le den mal ejemplo utilizando vapeadores electrónicos en espacios públicos.

Los argumentos en favor de la prohibición han sido enternecedoramente maternales: Se han referido a los menores, almas cándidas que quedarán ahora protegidos de la horrenda contemplación de alguien emitiendo vapores inocuos mientras se envenena por dentro según su libre y consciente voluntad. También se apeló a la defensa de “los más desfavorecidos” sin que sea un servidor capaz de entender lo que signifique una expresión tan loable como vacía: tal vez se trataría de proteger a los pobres de que gasten lo poco que tienen en lo que no les conviene ¡vaya usted a saber!

Desdeñada “de saque” en esta ley tan integral la propia libertad individual de una persona adulta para hacer algo perfectamente legal y, sobre todo, perfectamente inocuo para los demás, la polémica se ha dirigido a determinar si los cigarrillos electrónicos sirven o no para desintoxicarse o si la Organización Mundial de la Salud los recomienda o rechaza como terapia. Es decir, si son buenos o malos para sus usuarios. En definitiva, volvemos a hacer leyes para promover las buenas costumbres e impedir las desviaciones. Ahora que la Iglesia pierde influencia, los parlamentos toman el relevo.

La ley es un alarde de pedagogía que se olvida de que esa misma palabra viene del griego “paidión” (niño) y agōgós ' (guía) porque se pensó para definir la forma en que una persona adulta conduce a otra que no lo es. O sea ustedes y yo, según deben de creer nuestros representantes.

Por supuesto que la Sociedad de Prevención del Tabaquismo se ha felicitado por la prohibición de la nicotina en los bares. Muy lógico, porque según los principios de la división del trabajo, su competencia se centra exclusivamente en ese veneno y nada tiene que decir contra el alcohol, las bebidas con sacarosa, la cafeína o las grasas saturadas, tan habituales en nuestras barras y terrazas.

Costó muchos años y mucho sufrimiento lograr que las libertades privadas venciesen a la imposición obligatoria de buenas costumbres sociales y que, en consecuencia, dejasen de ser perseguidos el ateísmo, la herejía, la homosexualidad, la infidelidad conyugal, los derechos de las mujeres, las minifaldas o los besos en el parque. Pero lamentablemente, y ahora con aires de sanísima modernidad, vuelve la tentación de utilizar la fuerza del Estado para obligarnos a mantener un comportamiento privado intachable. Hoy ha sido la nicotina pero un día vendrán con la ley en la mano a hablar del alcohol, de los tacones de aguja, del suicidio, de las carnes rojas, de la sal, de la TV, de los videojuegos, de los tejidos sintéticos o de las malas posturas, y apelarán a la OMS.

No soy de obligar pero sí recomendaría a nuestros parlamentarios leer a los políticos clásicos:

Ningún hombre puede, en buena lid, ser obligado a actuar o a abstenerse de hacerlo, porque de esa actuación o abstención haya de derivarse un bien para él, porque ello le ha de hacer más dichoso, o porque, en opinión de los demás, hacerlo sea prudente o justo.

“Sobre la libertad”, de John Stuart Mill fue publicado en 1859, solo 33 años después de que un pedagogo, el maestro Antonio Ripoll, fuese ahorcado en Valencia por negarse a “restituir su alma a las verdaderas ideas de nuestra santa religión”. Kontuz.

Publicado en eldiarionorte.es el 8 de abril de 2016


















martes, 22 de marzo de 2016

Para k keremos hunibersitarios?

Puerto Rico. 15 de marzo de 2016

La patronal Confebask ha hecho público un informe muy interesante sobre las necesidades de empleo y cualificaciones de las empresas vascas. Según sus datos, las empresas tienen más necesidad de personas con formación profesional que universitarios, quedando quien no tenga formación alguna en posiciones de absoluta marginación laboral.

Reconozco que los datos no son ninguna novedad. Lleva tiempo hablándose de la diferencia entre lo que los jóvenes estudian y lo que luego el mercado demanda. Según el estudio, de los 25.100 puestos de trabajo que se prevén a lo largo de 2016 en el País Vasco, casi la mitad demandarán una formación de grado medio o superior en FP y sólo el 30% buscarán universitarios (en su inmensa mayoría ingenierías y estudios económico/financieros).

Es fácil deducir, y no falta quien lo hace siempre, que hay que dejarse de mandangas y adaptar la formación a lo que el mercado va a demandar. Una actitud que se presenta, además, con marchamo de certeza y modernidad.

Ciertamente las familias que se han esforzado para que sus hijos tuviesen la mejor formación posible no lo hicieron pensando en el progreso social y cultural de la patria, sino que creían estar invirtiendo en el bienestar de sus vástagos, facilitándoles el ascenso social. Es en ese sector es donde mejor cala la idea de que hay que estudiar lo que se demande. De hecho la desazón de haberse equivocado entra como un cuchillo caliente en la mantequilla o -mejor- como un puñal en la espalda.

Pero la parte más interesante del informe viene de que las “quejas” empresariales no se quedan el aspecto formativo sino que el estudio señala que el 44% de ellas dice tener dificultades para contratar, no por problemas salariales, sino por una deficiencia en la “actitud del demandante” que en un 48% parecen no tener la «disposición o interés» deseable.

Las empresas dicen que los valores más apreciados al contratar son, entre otros, la responsabilidad, la constancia, la confianza y una actitud positiva en el trabajo. Hace pocos días que otro informe, éste del Consejo de la Juventud de España, nos informaba de que con los salarios actuales (que no parecen ser el problema para las empresas), un joven vasco necesitaría ganar un 178% más para comprar un piso y que, como consecuencia, apenas el 18,7% de los menores de 30 años han dejado el hogar de sus padres.

Asombra la dificultad de nuestros empresarios para comprender ambas caras de la moneda: no puede extrañar a nadie que a un joven al que se le ofrece un nivel salarial que excluye cualquier esperanza de abandonar la adolescencia, lo que le falte sea justamente la confianza, la constancia y la actitud que el empresario busca. Que busca pero que no está dispuesto a pagar, claro.

Las empresas se quejan también de la falta de experiencia, cuando lo cierto es que a los jóvenes de eso les sobra: son expertos en contratos temporales, en trabajar como falsos autónomos, en saltar de una empresa a otra, en escuchar eso de que “esto son lentejas”. Es justamente la mucha experiencia de los jóvenes en cómo funciona el mercado laboral que las empresas han creado (y que defienden con fruición) lo que les hace ser fríos y desapegados hacia los deseos de la empresa que les quiera contratar. (El propio informe avisa de que una cuarta parte de los puestos de trabajo de los que habla serán sólo para cubrir bajas y vacaciones).

Los trabajadores temporales y pobres, que es la apuesta nítida y rotunda que ha hecho la patronal vasca y española para ganar competitividad, no necesitan tanta formación, ciertamente, pero suelen tener una actitud poco corporativa e inconstante. Y no vale ahora quejarse.

Pero no quiero terminar sin volver a la cuestión de lo que hace o no falta estudiar. Sin universitarios no hay investigación pura (a lo sumo I+D+i, que no es lo mismo), no hay creación de cosas nuevas, no hay descubrimientos sobre los que hacer negocio en el futuro y no hay invención (si acaso mejora continua, que tampoco es lo mismo).

Cuando se abandona el conocimiento por sí mismo, creyéndolo gasto inútil, comienza el tobogán de la decadencia de una sociedad, que poco a poco, o mucho a mucho, se despeña, empezando por cosas como subtitularle “Magestad” al Rey de España en el Congreso Internacional de la Lengua Española, que un empresario procesado escriba “mi Sicólogo”, “e decidido”, “no e estafado” y “mas solo” o que el propio informe de Confebask tenga varias faltas de ortografía sólo en la página 3.

Recuerdo a Felipe González contando que cuando su Gobierno convirtió la educación básica en un derecho subjetivo para todos, un empresario agrario de su tierra se lo reprochó diciendo: “Y ahora ¿de dónde vamos a sacar los braceros?”. Pues eso mismo, pero con cuadros y estadísticas.

viernes, 18 de marzo de 2016

La ley electoral y el efecto Manoteras


Es muy fácil encontrar en toda España conductores bien informados de los graves y habituales problemas de tráfico que se forman en el madrileño nudo de Manoteras. Lo curioso es que muchísimas de esas personas jamás habrán conducido por ese lugar y la mayoría posiblemente tampoco lo hayan hecho en su vida por ninguna carretera de Madrid.

La evidente causa de tal paradoja es la sobrerrepresentación informativa de la capital en los partes de tráfico y en general en los medios de comunicación. Ese “efecto Manoteras”, sin embargo, pasa desapercibido para los madrileños, del mismo modo que los aficionados del Real Madrid y del Barcelona creen sinceramente que la atención de los medios hacia sus equipos es perfectamente lógica, aunque una lesión de uno de sus jugadores estrella pueda contar con más atención mediática que toda la Segunda División junta.

Ni madrileños, ni madridistas, ni culés suelen darse cuenta de la sorda reacción de rechazo y mala leche que suelen producir estos abusos informativos entre las personas que ni circulan por la M30 ni son aficionados de esos equipos.

Viene esto a cuento de la idea (muy madrileña también) de que cambiar la ley electoral para hacerla perfectamente proporcional (1 persona = 1 voto) fuese algo simple y sencillo que, de puro obvio, no requiriese prácticamente discusión, constituyendo una de esas pocas cosas innegables y urgentes que un próximo gobierno tendrá que impulsar, sin duda y con la aquiescencia general.

En medio de esa moda de “calentar y listo” que asola nuestra superficialísima opinión publicada no es raro que esta idea de lo fácil que es cambiar la ley electoral se haya convertido en una más de las muchas tonterías exitosas que padecemos.

Todos los sistemas electorales democráticos se enfrentan a una trilogía de conceptos enfrentados: la proporcionalidad, la territorialidad y la gobernabilidad. Lo que, en definitiva, diferencia las leyes electorales de cada país es la mayor o menor importancia que le dan a cada uno de esos tres conceptos incompatibles. Puesto que lo que se gana de uno habrá de detraerse de los otros, podrá haber cierto equilibrio pero atender a los tres es imposible por definición. Así tenemos sistemas como los anglosajones que dan todos los votos electorales de un territorio a un solo partido, aunque haya ganado por una sola papeleta, o la llamativa gobernabilidad a machetazos griega, que directamente “regala” 50 escaños al partido ganador.

Así que de fácil, nada. La evidente injusticia de que a los partidos nacionales menores les cueste cada escaño muchísimo más que a los grandes o a los territoriales, no sé si se corregiría desdeñando el peso electoral de quienes tienen fuertes representaciones en sus comunidades. 48.000 votos en Álava son, sin duda, tan dignos como 48.000 en toda España pero los primeros significan el 27% del electorado, mientras que los segundos son el 2%. ¿Realmente debe ser lo mismo en cuanto a representación?

Corregir los desequilibrios electorales haciendo que Madrid, Barcelona, Valencia y, muy por detrás, Alicante y Sevilla sean las provincias que manden a la hora de tomar las decisiones, podría hacer muy poca gracia a los ciudadanos de territorios menos poblados que quedarían irreversiblemente sin voz y que verían alejarse cualquier posibilidad de que se dedicasen recursos a su entorno.

El efecto Manoteras, entendido como el rechazo de quienes se sienten colonizados y despreciados por aquellos que se prevalen de su número, puede que sea una buena piedra en el camino de esa modificación electoral que se nos presenta estos días como como algo tan sencillo y fácil.

La cosa será, por el contrario, compleja y difícil como casi todas. Hay estudios sobre el tema como el muy interesante que presentó en 2009 el Grupo de Investigación en Métodos Electorales de la Universidad de Granada. Pero tiene muchos más de 140 caracteres…y así no hay manera.

martes, 8 de marzo de 2016

La última generación de mujeres libres?


Se lo vi escribir muchas veces a mi madre de niño, cuando la acompañaba a alguna gestión: profesión…“sus labores”. Ese era el término que comúnmente se utilizaba en los formularios oficiales para las mujeres que no desempeñaban un trabajo remunerado.

Precisamente bajo aquel “sus labores” se escondía la definición de las tareas sin valor social y ajenas a cualquier evaluación económica objetiva.  Al fin y al cabo no eran más que “sus” labores, un trasunto cortés de “sus obligaciones”.

Por eso durante años el 8 de marzo fue el “Día de la mujer trabajadora”, porque fue realmente el trabajo remunerado el que abrió a las mujeres la puerta de su independencia. Fueron sus salarios en metálico los que las empoderaron. Fue el trabajo reconocido y pagado y no el doméstico, ni el del campo, ni el de cuidado de las personas, ni todos los otros que hacían -durísimos- y que se escondían en aquel indefinido y cruel “sus labores”. Afortunadamente, el 8 de marzo es ya el “Día Internacional de la Mujer” porque la condición de sujeto de derechos se ha extendido a todas.

Pero la realidad es terca y dura. Hace unos días supimos que la Encuesta de Estructura Salarial del Instituto Nacional de Estadística (INE) refleja que la brecha salarial entre sexos no solo no disminuye sino que crece. Por supuesto, no se trata de que las mujeres cobren salarios menores que los varones en sus mismos puestos, es que la estructura de nuestro mercado de trabajo ha favorecido claramente la desigualdad y que, estadísticamente, las mujeres y los hombres no desarrollamos exactamente los mismos trabajos. Que los empleos a tiempo parcial, peor pagados, son muchísimo más habituales ente mujeres que entre hombres. Hasta seis veces más habituales.

En Euskadi las mujeres cobran un 25,16% menos que los varones, y esa diferencia es del 24% en el conjunto de España. Sorprendentemente el mismo estudio nos informa de que cuando se trata de contratos fijos las diferencias salariales entre hombres y mujeres no solo no disminuyen sino que aumentan hasta el 27,15%. Y lo peor es que estas diferencias lejos de irse eliminando, van creciendo año tras año. ¡Aquí pasa algo!

Claro que pasa. Pasa que un mercado laboral desalmado, que ha optado por la ampliación de horarios y la disminución de derechos de sus trabajadores, está expulsando a quienes quieran compaginar su empleo con, por ejemplo, el cuidado de los hijos, sean hombres o mujeres. Y pasa que ellas suelen ser las principales paganas, con gran diferencia.

Desde luego que darle la vuelta a la misma tortilla y que fuéramos los hombres quienes renunciásemos a nuestras carreras laborales para que ellas saliesen temprano y no regresaran hasta que los niños estuviesen ya acostados y apenas verles en toda la semana, podría resultar una buena revancha pero no creo que mejorase mucho las cosas.

Y pasa también que las mujeres que se han formado cuidadosamente, a menudo con un aprovechamiento mayor que el de los varones, lógicamente no están dispuestas a renunciar a sus carreras por las que tanto se esforzaron y, para poder competir sin impedimentos en ese mercado ciego a todo lo que no sea el beneficio inmediato, optan por no tener hijos o retrasarlos hasta tener alguna seguridad de que un embarazo no significará su expulsión inmediata de su carrera profesional, como saben bien que ocurrirá si empiezan jóvenes.

Lo terrible es que entre esas mujeres están muchas de las mejor preparadas, las que han sido vanguardia del pensamiento feminista, las que han impulsado la que sin duda es la revolución más poderosa que ha experimentado la humanidad en miles de años. Y muchísimas de esas mujeres no van a poder ser ejemplo para sus hijas, simplemente porque no las tendrán.

Si las condiciones laborales no cambian, y rápido, como ha cambiado la sociedad, puede pasar que retrocedamos, como tantas veces ha pasado en la historia, y que nuestras compañeras e hijas sean las últimas generaciones de mujeres libres. Que en unas pocas décadas volvamos al terrible “sus labores”. Esa sería una de las consecuencias más demoledoras de la crisis. De momento parece que vamos mal.

jueves, 3 de marzo de 2016

La cal viva y la cara de Errejón

Foto El Español

A Pablo Iglesias ya no le queda más remedio que ganar las elecciones de junio. No digo ganar al PSOE, digo exactamente ganar las elecciones y hacerlo, además, con una mayoría suficiente para que pueda formar gobierno sin contar para nada con los socialistas.

La especulación, tan deseada, de que el partido de Ferraz sufra la misma debacle que el PASOK griego (que de ser hegemónico pasó a contar con 13 escaños y menos de un 5% de los votos) ha dejado de ser ya una ensoñación para convertirse en la única posibilidad de que Pablo Iglesias y los suyos lleguen alguna vez al Gobierno. Y tendrá que ser sin contar con ninguno de esos hipotéticos 13 escaños de un PSOE supuestamente destruido.

Cierto es que ninguna batalla se pierde por un solo traspié, ni los aviones se estrellan por un solo fallo pero siempre hay un error clave, una decisión equivocada, un cagada perfecta, puede que pequeña pero desastrosamente oportuna que, sumada a todo lo demás, decanta el resultado hacia un desastre irreversible. Eso es lo que creo que pasó ayer cuando Iglesias dijo desde su escaño que Felipe González tenía las manos manchadas de cal viva, en alusión a uno de los episodios más negros de la historia reciente de España.

La actitud prepotente, de perdonavidas, llena de “soberbia intelectual” que venía manteniendo Pablo Iglesias hacia el PSOE, había logrado cabrear a muchos socialistas, significativamente a la dirección, aunque también a no pocos militantes.

La táctica obvia era reconocer a estos últimos una legitimidad y una honestidad de izquierdistas auténticos que se negaba a barones, baronesas y otros dirigentes. Eso fue, justamente, lo que saltó por los aires ayer. Es el peligro que tiene construir un discurso “patchwork”, como hizo Iglesias, tomado retales de cualquier idea que se haya dicho alguna vez que suene a cosa izquierdista: que en medio del revuelto puedes llevarte a la boca alguna seta muy venenosa. Tal ha sido el caso.

Que ETA y sus subordinados utilizasen el repugnante GAL como coartada para seguir matando demócratas fue una de las cosas más innobles e indecentes que se han conocido. Además, para que aquel argumento tuviera peso fue imprescindible implicar a las autoridades y al entonces Presidente González. Aquello que sonaba bien, que sonaba “rojo” y “revolucionario” en los pasillos de la Complutense sirvió al entorno de ETA para señalar como asesinos “virtuales” a todos los socialistas que a lo largo de años serían realmente asesinados por la banda. Eso no se ha olvidado en ninguna sede del PSOE, ni en Ferraz ni en Mondragón, ni en Portugalete, ni tampoco en Mérida, Sevilla, Valencia, Valladolid o la calle Nicaragua de Barcelona, que son los lugares donde se reúnen de verdad los socialistas y no en Twitter, como muchos creen.

Iglesias no solo ha roto los puentes con la dirección del PSOE sino que, lo que es peor, la ha hecho prisionera de la indignación de unos afiliados que posiblemente no le permitirán a Sánchez ningún pacto futuro con Podemos, a no ser que ese acuerdo lo contemple Pablo Iglesias sentado junto a Monedero desde la tribuna de invitados del próximo hemiciclo.

Cuentan que a Otegi le sorprendió la noticia del atentado de la T4 reunido con Jesús Eguiguren. La cara que pondría el líder nacionalista no sería entonces muy distinta a la que ayer le vimos a Errejón cuando escuchó a su líder lanzado, tirando por la borda el trabajo de zapa que durante tanto tiempo estaba haciendo Podemos hacia las bases socialistas. Era la cara que quien acaba de darse cuenta de que todo ha terminado.

Publicado en el diario norte.es el 3 de marzo de 2016