lunes, 31 de octubre de 2016

Qué va a pasar con el PSOE en Cataluña?


La ruptura de la disciplina de voto del grupo parlamentario por parte de los diputados y diputadas del PSC ha abierto otro frente de dificultades para el PSOE, por si tuviera pocos.

La primera consecuencia parece que podría ser una revisión del protocolo entre los dos partidos, hermanados nada menos que desde 1978.

Ciertamente, que el PSC pueda participar y votar en los órganos de dirección del PSOE pero que no se sienta después obligado a cumplir lo acordado apelando a que son un partido distinto suena raro, pero tiene su explicación: el protocolo establece que el PSOE renuncia a existir como tal en Cataluña, lo que significa que los ciudadanos de Cataluña que se sienten socialistas españoles y, por tanto, del PSOE, no pueden afiliarse a su partido y deben hacerlo al PSC. Sus fichas de militantes no están en Ferraz, pero sin duda esas personas existen. Por tanto, que el PSC tenga derecho a votar en los órganos Federales del PSOE no es más que el normal reconocimiento a la representación de todos los ciudadanos que viviendo en Cataluña son socialistas.

Es por eso que, si se abre ahora el protocolo, no va a resultar tan fácil acotar el ajuste a que simplemente el PSC deje de tener representación en los órganos del PSOE y que la cosa se quede ahí.

No va a ser fácil porque muchos de los militantes del PSC, que lo son porque no se les permite ser afiliados catalanes del PSOE, podrán levantarse inmediatamente para reclamar su voz en Ferraz, como les correspondería si viviesen en cualquier otra parte de España. Y con razón.

Se puede poner así en marcha un peligroso tobogán y volcada la primera ficha del dominó puede ser imposible parar la caída de todas las demás.

Para reconocer el derecho de los militantes catalanes del PSOE habría que saber cuántos y quiénes son y para hacerlo el PSOE tendría que abrir un censo de afiliados en Cataluña que podría romper el del PSC en dos. Caída esa ficha la siguiente es que el PSOE existiría efectivamente en aquella tierra.

La distinción entre militantes catalanes del PSOE y del PSC abriría un buen roto al socialismo en Cataluña y de ahí a que ambos partidos se presenten a las elecciones en listas diferentes hay un trecho peligrosamente corto.

La dirección del PSC ha pedido al PSOE comprensión ante las especiales dificultades que atraviesa Cataluña, apelando a la actual deriva independentista, y tiene sus razones pero otros socialistas creen, por el contrario, que nada aclararía tanto el panorama como un movimiento nítido que establezca dónde está cada cual en esa grave polémica. La duda que cabe es ¿cuántos de estos últimos son catalanes y están ahora afiliados al PSC?

Menudo lío! Al PSOE le está pasando, como dice el refrán, que a perro flaco todo son pulgas.



jueves, 27 de octubre de 2016

Rajoy gana sin combatir


Rajoy se ha hecho con el monopolio de la moderación, por eso gana las elecciones. Porque ese campo inmenso, aburrido y electoralmente fértil ha sido ruidosamente abandonado por el resto de sus oponentes, que se lo han dejado a él solo y a su partido.

Es obvio que ni el Presidente del PP ni los suyos han hecho movimiento alguno para conquistar ese segmento tan deseado del cuerpo electoral. Todo lo contrario: el PP y sus dirigentes se mantienen impertérritos en sus posiciones de derecha pura. Nada hay que haga pensar en una evolución hacia posiciones más centristas del partido que va a volver a gobernar España. Ni falta que les hace.

Ha sido la torpeza ajena y no la virtud propia lo que ha regalado al PP el espacio de la moderación percibida. Del que se está apropiando sin esfuerzo alguno. Como decía Trillo: ¡Manda huevos!

Las ardorosas izquierdas (siempre en plural) han decidido subirse al monte a pelear entre ellas por el grial de la autenticidad, mientras dejaban el campo libre a quien lo quisiera ocupar. Veremos cómo regresan de esa guerra y cuánto tardan luego en recuperar el voto más templado, si es que lo hacen. De momento parece que ni les interesa.

Porque la cosa pinta que va a continuar por el mismo camino. El PSOE, como siempre que sufre una bronca interna, transmite en la calle con toda claridad (incluso en directo) que la pelea entre los “auténticos” y los “pragmáticos” tiene todavía recorrido y que nos esperan todavía muchos titulares, gritos, pancartas y tal vez hasta expulsiones. Nada que se parezca a la tranquilidad, desde luego.

En Podemos la autenticidad también florece estos días vigorosa, los titubeos neosocialdemócratas se han volatilizado y regresan los mensajes del miedo de los poderosos, de la toma de la calle y el orgullo por los escraches a políticos y periodistas de la “casta”. Tampoco aquí reinan ni el sosiego ni la paz.

Por si fuera poco, en las comunidades autónomas en las que el PP no gobierna gracias a acuerdos de izquierdas pintan bastos para sus presidentes. Así que el estruendo de la Villa y Corte puede extenderse pronto al resto del país.

Cuando oigo decir a tantos que no entienden cómo es posible que el PP, en pleno momento procesal por sus casos de corrupción y tras una legislatura marcada por una política indisimulada de derecha pura, obtenga tanto apoyo popular (y creciendo) siempre me entra la duda de si no lo entienden o es que no lo quieren entender. A mi me parece bien fácil: cuando uno abandona un terreno valioso lo normal es que otro lo ocupe. Incluso aunque no haya hecho nada para merecerlo.

Ya lo decía Sun Tzu hace 2.500 años “los verdaderamente hábiles en la guerra someten al ejército enemigo sin batallar”. Es lo que está haciendo Rajoy.
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miércoles, 26 de octubre de 2016

El reality Comité Federal del PSOE. Transparencia o nudismo?


El programa televisivo Gran Hermano fue pionero en establecer que es socialmente lícito convertir la intimidad en un espectáculo y de hecho transformó la propia TV. Otros formatos basados en el mismo principio cotilla lo han ido sustituyendo en lo alto de los índices de audiencia pero siempre manteniendo el formato de que unas personas actúan supuestamente con toda naturalidad delante de las cámaras. Como si éstas no estuviesen ahí, grabándolo todo.

Naturalmente tal cosa es falsa: los programas que aparentan naturalidad están guionados, los protagonistas representan un papel asignado y pautado e incluso algunas veces quienes muestran su intimidad son en realidad actores. Pasa también en esos interminables debates ruidosos y faltones, en los que los famosetes se desuellan mutuamente.

El último reality ha sido el Comité Federal del PSOE, en el que, supuestamente a puerta cerrada, lo socialistas discutían de sus importantes cuitas y donde cada cual opinaba delante de sus compañeros para llegar a alguna resolución final. Como así fue.

Si alguno de los intervinientes creyó que podía hablar libremente durante el debate porque lo que se juzgaría iba a ser la resolución final se equivocaba. Estaba en un reality más, en el que lo que dijese en cada momento sería valorado y analizado públicamente después. La intimidad del PSOE había saltado por los aires. Los miembros de su Comité Federal ya saben que será así en adelante. Importará lo que acuerden pero importarán sobre todo las ocurrencias, los zascas, las críticas, los tonos de voz y todo lo accesorio, como pasa en el resto de realitys.

Es obvio que las grabaciones se han hecho públicas porque alguien del PSOE, alguien dentro del propio Comité, se ocupó de obtener laboriosamente la exclusiva y la ha pasado a los medios. Quién sabe a cambio de qué. Quizás solo de vanidad.

Llegados a este punto lo lógico sería que a partir de ahora la propia organización del PSOE grabase con buena calidad las intervenciones, mejor aún con cámaras, los miembros del Comité acudiesen convenientemente maquillados y se seleccionase a alguien que condujese los debates para que se ajustasen bien a las necesidades del directo. Que el público pudiese votar desde casa y expulsar a algunos miembros de la sala sería ya el colmo de la transparencia. Incluso podría estudiarse la venta de la exclusiva.

Lo que es evidente es que, a partir de ahora, los miembros del Comité Federal socialista van a tener que preparar sus intervenciones cuidando bien el guión, pensando no tanto en convencer a sus correligionarios como en brillar ante la audiencia, "que tanto les quiere y a quien tanto deben". Eso sí, las decisiones reales tendrán que tomarse en otro sitio.




domingo, 23 de octubre de 2016

Cómo nos suena esto a los vascos

Primero se crean las consignas

La realidad compleja es siempre incómoda y podría no darte la razón siempre, así que nada hay mejor para llevar el agua a tu molino que simplificarla con unos eslóganes, preferentemente que rimen, cosa muy útil puesto que el objeto es que puedan ser recordados y repetidos. Cada día es más fácil, al lado de las escuetas pintadas y dianas de otros tiempos, los 140 caracteres de Twitter son casi un ensayo.

Después se etiqueta a los contrarios con ellas

Si conviene banalizar la realidad y convertirla en algo explicable en blanco y negro, más aún es preciso etiquetar a los adversarios y colocarlos en una posición perfectamente simple, obviamente en la negra, de forma que no quepa para ellos calificación alguna que no sea la que tu consigna haya establecido: txakurra, asesino, txibato, Señor X, da igual. Lo importante es encerrar todo lo que significa tu adversario en una jaula muy pequeña y muy maloliente. Que sea verdad o mentira es perfectamente irrelevante.

A continuación se les “cosifica”

Una vez etiquetada, la persona que pudo ser tu adversario deja de tener carácter humano, ya no es alguien sino “algo” y ese algo es solo y exclusivamente la etiqueta que le hayamos asignado. Ya no hay historia, no hay recuerdo de nada positivo, ni siquiera neutro. Ese individuo nació con la etiqueta cosida a la ropa como una estrella amarilla y punto.

Se establecen espacios físicos excluyentes

Los nostálgicos del franquismo llamaban “zona nacional” a algunos barrios de Madrid, los nacionalistas radicales vascos tenían sus “pueblos y barrios”, donde mandaban “las cuadrillas”. Se trata de presentar como una “provocación” la mera presencia de alguien no afecto en esos lugares y justificar así una reacción violenta contra él. Si esos espacios son universitarios mejor que mejor, porque tienen el marchamo de la cultura y el conocimiento. Sin olvidar que suelen estar llenas de personas cultas y respetuosas, que se apartarán del tumulto que has montado.

Se organizan manifestaciones “espontáneas”

Una vez establecido que la presencia de ese tipo en el espacio vedado es una provocación, queda plenamente justificado que “la gente” reaccione violentamente, le agreda y le quiera expulsar de ese sitio donde -obviamente- no debería haberse atrevido a entrar.

Se niega toda responsabilidad

Si se ha seguido el manual, a estas alturas ya no hace falta reivindicar la agresión como propia, aunque todo el mundo sepa que así es. Por el contrario, aunque los eslóganes, las consignas y los gritos sean los que tú mismo has sembrado y cultivado, siempre podrás alegar que se trata de manifestaciones de autenticidad popular en las que no tienes nada que ver. Faltaría más. Si la agresión se va de las manos esta actitud de falso pero declarado alejamiento hacia los protagonistas del abuso es especialmente conveniente para evitarte mayores problemas.

Se responsabiliza al agredido

¿Cómo va uno a oponerse a una manifestación tan genuina y popular? Si te preguntan, que te preguntarán, deberás manifestar de entrada tu contrariedad, deplorando “los hechos”, lamentándolos y manifestando tu sincera desazón (el diccionario ofrece un buen ramillete de palabras blandas para esto) para acto seguido y, ahora sí con toda rotundidad, criticar al agredido por provocador y convertirlo en agresor virtual. Culparle de cualquier cosa mala que haya pasado recientemente es una táctica infalible, vale desde un asesinato hasta un motín en el CIE de Aluche.

Siguiendo este manual, que los vascos demócratas conocemos de sobra por haberlo padecido, te harás primero con la calle, y después cuando el miedo se haya instalado en los corazones de tus vecinos, habrás vencido.

Ahora que empieza la campaña de vacunación contra la gripe, es buen momento para vacunarse también contra las ideologías del odio y de la amenaza, que siempre se inician como “espontáneas” manifestaciones populares y que siempre acaban muy mal. Para ello recomiendo un libro que habla de Euskadi pero que puede servir perfectamente a cualquiera como antídoto contra la tiranía del grito y la capucha. Se titula “Patria” y lo ha escrito Fernando Aramburu.





domingo, 16 de octubre de 2016

El Ayuntamiento de Badalona se anticipa


Escribo esto un 12 de octubre, nada más subir de la frutería de mi barrio, donde he comprado unos puerros y un pimiento que me faltaban para las alubias. Al entrar con mi bolsa leo que el Ayuntamiento de Badalona, lo mismo que mi verdulero, ha decidido empezar a abrir en festivos. Excelente noticia. Ya va siendo hora de que las Administraciones no exijan a sus ciudadanos que tengamos que pedir horas libres (o darlas en caso de empresarios y autónomos) para hacer trámites y consultas.

Las discusiones que nuestros líderes mantienen sobre fiestas e identidades nacionales quedan en el más absoluto ridículo cuando a uno le toca pasarse una mañana entera sin trabajar para obtener un papel en su Ayuntamiento, que deberá entregar luego en la Diputación, en el departamento autonómico de Educación o incluso a menudo en el propio Ayuntamiento. Trámite que casi siempre es en papel, en persona y en día y horario laborables, por supuesto.

Es obvio que los motivos por los que ese consistorio catalán ha abierto hoy al público nada tienen que ver con la comodidad y el servicio a sus vecinos, pero si hoy se puede (por los motivos que sean) no veo la razón por la que no podamos considerar este acto como un oportuno experimento de lo que podría ser una buena práctica en nuestras Administraciones Públicas. Una práctica que se adaptaría, por fin, a las necesidades de una sociedad que ni es tan simple ni se mueve de forma tan sincronizada y previsible como pasaba hace 50 años.

El día que nuestras Administraciones se organicen para atendernos, sea on line o en persona, también en días festivos (como si se tratase de un auténtico servicio público) y pongan para ello en marcha sus turnos, sus compensaciones laborales, sus acuerdos y lo que sea necesario para preservar los derechos de los empleados públicos, habrán entrado en una modernidad en la que en mi barrio ya hace tiempo que están la panadera, el frutero, el verdulero, el del asador de pollos y todos los bares. Ese día tendremos todos algo que celebrar, sea o no 12 de octubre.




lunes, 26 de septiembre de 2016

Prietas las filas


La democracia es siempre un sistema político lleno de debilidades, en el que todo es cuestionable y donde hay pocas certezas. Por si fuera poco es norma que las opiniones se puedan expresar libre y públicamente en medio de una algarabía de voces que los partidarios del autoritarismo suelen señalar con desprecio. Sin embargo ese estruendo es parte indisociable de una democracia y su reducción es siempre el primer síntoma de su enfermedad.

Los partidos políticos, que tanto contribuyen a la “creación de la opinión pública” son también más o menos ruidosos en función de su mayor o menor democracia interna pero en todos ellos funciona una suerte de censura hacia el discrepante, en unos casos por autoritarismo, porque simplemente nadie tiene que hablar en contra de quien manda y en otros, más sutiles, porque la expresión de una discrepancia aun considerada “legítima” podría causar el debilitamiento del colectivo en caso de ser expresada externamente.

Esta última es la justificación que muchos militantes socialistas están utilizando para arremeter contra cualquiera de sus compañeros que ose expresar una opinión discrepante.

Como el PSOE ha sido siempre un partido democrático y plural, no hay ningún socialista que se atreva a decirle a otro militante que lo que defiende es abominable y que no debería ni pensarlo (bueno, alguno sí que hay). Lo que no es óbice para que haya muchos socialistas que piensen exactamente eso: que lo que opinan algunos de sus compañeros es intolerable, inaceptable y una traición.

Pero como no es presentable impedirle pensar lo que quiera al compañero de al lado (y seguir creyéndose uno mismo defensor de la libertad de expresión), se apela a la inconveniencia absoluta de cualquier idea o expresión pública que no sea la oficial. La fortaleza hacia fuera sirve así para acallar la discrepancia de dentro.

El PSOE, acostumbrado a abrirse públicamente en canal en cada congreso y que hace ostentosamente públicas sus elecciones primarias, para contento de los medios de comunicación y también para orgullo de sus militantes más libertarios, se está convirtiendo, sorprendentemente, en un entorno cerrado y sectario en el que, no ya la descalificación rotunda, sino la expresión de la más leve discrepancia, especialmente en las redes sociales, asegura que una legión de vigilantes de la ortodoxia se abalanzarán airados, críticos (y a menudo faltones) sobre el impío.


Que un partido caracterizado por ser aquel de todos los de España en el que la libertad se ha podido ejercer con más brío se esté convirtiendo ahora en un entorno tan coactivo es una mala noticia para España y para el PSOE.



jueves, 1 de septiembre de 2016

El fin del bipartidismo también era esto


El fin del odiado bipartidismo parece que es, por ahora, la única buena noticia de este tiempo político. La irrupción de nuevos partidos con considerable representación parlamentaria hizo caer, por fin, una de las peores características de la política española, a decir de la mayoría de analistas.

Los grandes males del bipartidismo eran tan obvios que ni siquiera hacía falta proclamarlos. De hecho solo preguntar por ellos era ya hacerse sospechoso así que todo quedaba solucionado con una apelación genérica a los innegables males de la política, de la transición, a la corrupción y demás indignidades, todas ellas causadas -faltaría más- por el bipartidismo.

Cada cual podía, por tanto, hacer su propio menú personal de los males del bipartidismo. Me avergüenza un poco que siento “tantos” y “tan evidentes” se me hayan ocurrido tan pocos pero humildemente les ofrezco los míos: la tendencia a un reparto invasivo de las instituciones, la pérdida de la pasión política y el distanciamiento del votante, la creación de aparatos poderosos que cierran la puerta a la renovación…el aburrimiento y la falta de tensión informativa (ese dolía sobre todo a los medios) en fin, según los escribo me entran dudas de que se vayan a solucionar así que no sigo.

Destruida bicha semejante, llegaría sin duda el advenimiento de las soluciones imaginativas, de la frescura, la limpieza y la pasión política que despuntaba en columnas, editoriales y barras de bar.

Pero, sobre todo, el nuevo escenario iba a promover la necesidad de acuerdos multilaterales para gobernar, alejadísimos de rodillos parlamentarios o de convalidaciones de mero trámite en las Cortes de los Decretos Ley gubernamentales. La democracia, ahora sí, en acción.

Nadie nos explicó que en un ecosistema muy repartido, cada grupo político ocuparía un espacio menor, más concreto, más definido y más cómodo (para sus militantes) del que no tendría ningún incentivo para moverse. Todo lo contrario, ya que siempre habría votantes en disputa con los grupos ideológicamente contiguos.

Así, la lealtad a los principios se ha convertido en marchamo de honor para los leales y paradójicamente la necesidad de acuerdos globales choca ahora de lleno con la satisfacción de unos militantes encantados en su nueva, y estrecha, zona de confort. En tales condiciones no es difícil que el arreglo se confunda fácilmente con la traición y, en todo caso, lo que queda claro es que del multipartidismo no han surgido acuerdos automáticamente sino más bien líneas rojas.

Tampoco hay que olvidar que la misma opinión pública que exige a los políticos que cedan y se pongan de acuerdo, machaca sin piedad a aquel que cede (no hay más que ver lo que dicen ahora de Ciudadanos) supongo que todo el mundo debe pensar que acordar es conseguir que “el otro” haga lo que yo digo o que me deje hacer a mí lo que me parezca (tal y como atinadamente plantea Rajoy).

Pocos creían que habría terceras elecciones. Ahora es prácticamente seguro que las habrá. Lo que está en duda es qué sucederá antes: que nuestros partidos aprenderán, por fin, a moverse en un panorama de 4 y añadidos o que volverá el bipartidismo.  Este año perdido podría ser el doloroso principio de un tiempo realmente nuevo o una experiencia fallida no menos dolorosa. Lo iremos viendo en diciembre.

domingo, 24 de julio de 2016

Sánchez tendría que empezar a hablar de terceras elecciones


Hace unos días Ramón Jáuregui, socialista por el que tengo una nada secreta admiración, publicaba un artículo titulado “No basta abstenerse” lleno de sentido común, como siempre hace, y perfectamente inadecuado al momento interno que vive el PSOE.

Una inoportunidad que a Ramón le acompaña hace ya tiempo como precio por su libertad, y que le sitúa como persona apreciadísima dentro de su partido pero a la que todo el mundo quiere un poquito alejada.

En ese texto Jáuregui choca frontalmente con la posición oficial del PSOE y de su Secretario General que sostiene, con toda razón, que la responsabilidad de gobierno no es de su partido sino del PP y que es a Rajoy, y no a él mismo, a quien se debe preguntar lo que va a hacer para conseguir su investidura y evitar las terceras elecciones.

La táctica de Sánchez es moralmente impecable: el PSOE es lo contrario que el PP, los votantes han decidido que sea oposición y no tiene intención alguna de apoyar ni con su voto ni con su abstención la investidura de Rajoy y “No es No”.

Sin embargo, aunque irreprochable, esa postura tiene fecha de caducidad y ésta es ya inminente.

Porque el líder socialista no puede seguir sosteniendo esa convicción, tan legítima que se ha hecho firme entre su militancia más activa, y pensar simultáneamente que no se va a ver ante la convocatoria de unas terceras elecciones.

No puede ignorar, porque todo el mundo lo sabe de sobra, que el PP de España es el que es; nada que ver con otros partidos de la derecha europea que, sin ninguna duda, se habrían movido desde la primera convocatoria para conseguir acuerdos de gobierno. Esto aquí no pasa, y además se da por descontado que no va a pasar hasta el punto de que toda la opinión pública, especialmente la de la misma derecha, exige a Sánchez una responsabilidad que ni espera de Rajoy.

En consecuencia, puesto que nadie alberga esperanza alguna de que el PP sea capaz de resolver por sí mismo la papeleta en la que le han puesto sus propios resultados, si la investidura fracasa todo el mundo le echará la culpa al PSOE.

Es, precisamente, ese vértigo de resultar injusta pero socialmente culpable la única arma con que cuenta el PP para torcer el “No es No” de Sánchez. Por tanto, si quiere desarmar a sus adversarios y seguir siendo coherente con sus militantes el Secretario del PSOE debería empezar a hablar de la convocatoria de terceras elecciones. Lo que resulta insostenible es seguir aparentando que se tiene algún misterioso conejo en la chistera.

El único problema es que, una vez bien instalada, la consigna del “No es No” puede sobrevivir a unas terceras o a unas cuartas elecciones…así hasta que alguien consiga una mano de cuatro reyes. Es la táctica que decían de Clemente: la del “patadón p’alante” de la que Ramón Jáuregui no es partidario, y yo tampoco.





jueves, 14 de julio de 2016

No hay nadie que confíe en Rajoy?

Foto EFE

Al Presidente en funciones le han votado casi 8 millones de españoles, más que en las elecciones de diciembre. El éxito para el PP, y para el propio Rajoy, ha sido indiscutible.

Por eso mismo no parece muy normal que un ganador como Mariano despierte tan poca confianza entre los suyos, tanto entre sus propios correligionarios como en la variada y poderosa prensa de derechas. No se oye a nadie en el entorno conservador avanzar cuáles vayan a ser sus decisiones como ganador de los comicios y próximo presidente, ni se apuntan las maniobras que podría realizar para lograr su investidura. Menos aún se le supone medida de gobierno alguna. A lo más se comenta si la multa que nos van a poner, seguro, desde Europa será de cero euros o de muchos millones.

Lo llamativo de tan estruendoso silencio en torno a su paladín es que resuena sobre todo en los espacios de la derecha, donde debía reinar ahora el entusiasmo y la algarabía. Nada de eso ocurre. Nadie avanza hipótesis, ni hace propuestas, ni apela al héroe de Génova para que “haga algo”.

Como él mismo dice, Rajoy tiene derecho a gobernar pero también obligación de hacerlo y, sin embargo, nadie se dirige a él para preguntarle ¿qué va usted a hacer, presidente?.

Todas las miradas a izquierda y derecha se dirigen al PSOE y a Pedro Sánchez, que parece que hubiese ganado las elecciones en lugar de perderlas, a juzgar por el requerimiento constante que se le hace al socialista desde la prensa que no es suya, o sea toda ella, e incluso –pásmense- desde el propio gabinete del Gobierno en funciones.

A Sánchez no le están dejando disfrutar de su derrota, tanto apelar a sus ahora reconocidos patriotismo y sentido de Estado. Mientras, a Rajoy nadie de los suyos le dice nada, no sé si por un respeto reverencial o por simple desconfianza en que tenga capacidad alguna de salir de ningún atolladero del que no le saquen otros.

Si son tan pocos los que creen en la destreza de Mariano Rajoy para superar una primera votación, la de investidura, me asalta la inquietante duda de pensar en cómo creen los suyos que va poder gobernar y lidiar con su minoría amplia, pero minoría, en una cámara donde cabe imaginar que el PP se va a hinchar a perder votaciones. ¿Llamarán a Sánchez, una y otra y otra vez? Si yo fuese Rajoy estaría celoso.

miércoles, 22 de junio de 2016

“No a Iglesias”. Primer acto de campaña de Sánchez


Por fin el candidato del PSOE lo ha dicho: no hará presidente a Iglesias. Es la primera declaración clara y nítida de que el PSOE tiene intención de quedarse en su propio espacio, sea este el que sea que le asignen los votos ciudadanos.

En realidad se trata de la primera declaración electoral significativa de Sánchez en toda la campaña y parece obvio que ha venido obligada por unos sondeos que repetidamente indicaban que está en juego precisamente esa posibilidad: que Podemos obtenga más votos y escaños que el PSOE. Una opción tan repetida que el líder socialista ya no podía seguir ignorándola.

Es lógico, y legítimo, que cualquier candidato de un partido grande diga que su único objetivo es ganar. Sin embargo también es legítimo que los votantes sepan a qué atenerse respecto a lo que hará cada partido ante situaciones previsibles y, si puede ser, incluso ante las imprevisibles. Lo otro es esconder las cartas.

Finalmente Sánchez se ha visto obligado a hablar de lo que todo el mundo hablaba por la combinación de tres factores: la unanimidad de los sondeos (ya veremos si acertados o no) las declaraciones de destacados dirigentes socialistas y, sobre todo, la evidentísima y creciente desconfianza de los afiliados y simpatizantes socialistas hacia Iglesias.

Puede que Sánchez se equivoque de adversario al atacar al de Podemos pero es seguro que Iglesias se equivoca de amigos apelando a los militantes socialistas.

Con toda lógica los partidos quieren alcanzar el poder y no es defecto sino virtud que sean capaces de moverse de sus posiciones originales para negociar o acordar cosas con sus adversarios. Pero para poder moverse de una posición original es imprescindible tenerla y en los últimos tiempos no se sabía muy bien cual era la casilla de salida del PSOE, por lo que resultaba imposible saber cuánto se estaba alejando o no de ella.

Las declaraciones de Pedro Sánchez vuelven a colocar las cosas en su sitio y al PSOE en el suyo, aquel en el que sus votantes y militantes sientan que pisan terreno firme (aunque sea pequeño) y no arenas movedizas, por extensas y prometedoras que pudieran resultar.

También es posible que los estrategas del PSOE hayan calculado que a estas alturas estaban perdiendo más votos hacia la abstención que los que se pudieran escapar todavía hacia los morados, pero un PSOE que no se sabía lo que iba a hacer en un escenario tan de extremos como el que padecemos estaba dejando el mensaje de la moderación contra la aventura en manos exclusivas de Rajoy. Lo que tiene bemoles.

El domingo veremos si este inicio de campaña tan tardío le sirve o no.