domingo, 22 de agosto de 2010
Insurgencia molona
Este País Vasco nuestro se ve a menudo sacudido por polémicas asombrosas. Ahora resulta que unos grupos de jóvenes queman contenedores y camiones, como todos los veranos, y nos sumergimos en una polémica profunda sobre si esto es terrorismo organizado o simple gamberrismo propio de una sociedad opulenta como la nuestra (en los países pobres no hay contenedores de basura).
Lo que en su momento se bautizó como “kale borroka”, queriendo significar que era una de las formas de terrorismo practicado por ETA, siempre tuvo, en mi opinión, un gran componente de simple gamberrismo callejero.
Eso sí, un gamberrismo que contaba con la impagable complicidad y con el apoyo logístico de los círculos abertzales. Qué más quiere el gamberro que escuchar cómo alguien le da sentido a su vandalismo y que le transforma a él de bruto estúpido en luchador revolucionario. ¡Menudo Txollo!. En otros lugares los gamberros callejeros se tienen que conformar con la frágil excusa del fútbol para romper cosas. Aquí era muchísimo mejor, aquí podías quemar el autobús urbano de tu barrio y sentirte como el Che Guevara liberando Sudamérica de la opresión yanqui. Hay que recordar que en fiestas de Bilbao hasta venían jóvenes extranjeros a disfrutar del parque temático de la revolución vasca.
Pero lo mismo que algunos clubes de fútbol alimentaron en tiempos a sus propios hooligans y luego han tenido muchos problemas para desactivarlos, seguramente a la izquierda abertzale le va a costar tiempo y esfuerzo parar ahora a esas brigadillas de jóvenes “supermegarevolucionarios” que durante tantos años utilizó en su provecho político. Sin duda los estimuló y ayudó pero ni los controló entonces y los controla ahora.
Es justo que se exijan explicaciones a quienes actuaron como verdaderos aprendices de brujo impulsando y aprovechándose del gamberrismo (un fenómeno negativo pero que siempre ha existido entre los jóvenes) pero tampoco nos creamos los demás que estamos ante un ejército revolucionario. De eso nada. Se trata sobre todo de insurgencia molona y poco más.
La foto es de Jesús Uriarte, publicada en El País
sábado, 7 de agosto de 2010
Qué hacemos cuando no estamos en el escaño
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En el Parlamento Vasco hay 102 escaños para 75 parlamentarios, incluidos los cinco asientos de la mesa. Los Senadores y los miembros del Gobierno Vasco tienen su escaño asignado, que por supuesto los primeros no ocupan nunca salvo en actos de especial protocolo, y los segundos sólo cuando son interpelados o en plenos de especial importancia.
Los miembros de la mesa también tienen su propio escaño en el hemiciclo, que de hecho ocupan cuando tienen que intervenir, abandonando temporalmente su asiento habitual.
Por eso, aunque es muy raro que un solo parlamentario falte a un pleno, cuando estamos todos se ven 27 asientos vacíos (más de la cuarta parte.)
A ese vacío digamos “estructural” se suman en cada pleno los escaños de quienes estamos atendiendo temporalmente tareas en el despacho de nuestro grupo parlamentario o reunidos con colectivos que aprovechan los días de pleno para entrevistarse con nosotros.
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