Algún amigo me ha reclamado opinión sobre el Congreso del PSOE y, aunque sea al ritmo perezoso que impone estar bajo un limonero en la Extremadura profunda, voy a intentar complacerle. Ya saben, uno se debe a su público…y a su vanidad.
No estuve en el Congreso del PSOE como delegado pero estuve. Era evidente que el ambiente era de cierta alegría y bastante relajo. Varios amigos del “aparato” de organización me recordaban que éste era un congreso extraordinario, que sus rutinas no eran las normales y que, de hecho, podía haber durado solo unas horas, ya que únicamente se trataba de refrendar la decisión ya tomada por los militantes y nombrar a Pedro Sánchez como Secretario General. Desde luego se notaba que no había mucho que decidir y, en consecuencia, el congreso era un poco mezcla de escaparate y pasarela.
Alguna razón había para la alegría puesto que, como ha escrito Luis Solana y yo comparto, el PSOE es, seguramente, el único partido de España capaz de hacer una operación de renovación democrática tan importante e inmediata como la que ha encumbrado al hasta hace nada desconocido Pedro Sánchez. Esa es, desde luego, una buena noticia salvo que se convierta en la última buena noticia, salvo que el PSOE crea que pasadas las primarias y sus fastos ya todo puede volver a los cauces conocidos y probados de siempre.
Sin embargo, en las salas y pasillos del mastodóntico hotel también se respiraba un fondo de cautela e inquietud que dejaba a la vista que, además de la alegría, al menos había otros dos sentimientos que intranquilizaban a los asistentes.
Por un lado estaban aquellos a quienes les preocupaba su posible pérdida de poder e influencia en medio de este cambio con tantos aires de vendaval. Es de suponer que tal inquietud se manifestaría más descarnada en las salas del poder, que quedaban al margen de la algarabía de los pasillos. La inmensidad de la nueva ejecutiva nos da una pista de cómo se manejó este asunto.
Pero el sentimiento de inquietud más interesante, a mi juicio, estaba, en los pasillos y en los corros. Era la sensación compartida por muchos militantes de que las primarias son la puerta que se ha abierto a un cambio que va a modificar profundamente el PSOE que conocían. Que la elección de Sánchez tal vez sea sólo la exitosa llegada al “campo base” a partir del cual el PSOE ha de comenzar otras etapas de una ascensión que será lenta y difícil, llena de nuevas dificultades y de pronóstico incierto y en la que, junto a los deseados éxitos, aparecerán sin duda dificultades nuevas ahora no previstas, por ejemplo: el cesarismo en los nuevos dirigentes elegidos directamente por el “pueblo militante”, la consolidación de elites vinculadas exclusivamente a esos líderes y totalmente ajenas a la vida orgánica, los enfrentamientos públicos nada edificantes entre candidatos internos, la consolidación por los perdedores de facciones propias permanentemente enfrentadas al ganador, las temidas bicefalias de dos líderes ambos electos, uno para el partido y otro para el cargo público…en fin. Un buen montón de nuevos problemas.
Una de las causas principales de la desafección ciudadana ha sido el error de la inmediatez, de creer que basta con hacer de la política un espectáculo, una tómbola de promesas y de soluciones instantáneas. Funciona a corto plazo y puede hacer ganar algunas elecciones pero acumula poco a poco un poso de falsedad que al fin acaba estallando como lo ha hecho. Por eso mismo el PSOE no debería engañarse creyendo que ya ha salido del pozo, ni sus militantes pensando que la nueva ejecutiva ya se ocupará de todo mientras ellos regresan a sus rutinas de siempre. La cosa no ha hecho más que empezar. Llegar al campo base ha sido un éxito pero confundirlo con la cumbre y quedarse en él sería fracasar de lleno.
Aunque es comprensible que el nuevo secretario General ponga mucha atención en las próximas elecciones municipales, no comparto la idea de hacer de ellas la prueba del éxito de la recuperación del PSOE. A lo sumo serán la primera etapa, y puede que no sean una etapa demasiado brillante, porque el desprestigio es mayor del que algunos quieren reconocer y el recorrido que el Partido Socialista tiene por delante es mucho más largo que el que pueda completar en unos meses, incluso está por ver que tenga tiempo de hacerlo de aquí a las próximas generales así que cuidado al poner el listón, que el fracaso en la vida no depende tanto de los resultados como de las expectativas y el error de la inmediatez sigue ahí.