viernes, 29 de abril de 2016

No hay mus. Habla!

Fournier blog

El próximo 10 de junio comenzará oficialmente la campaña electoral para las elecciones del 26, pese a que realmente estemos en campaña casi desde el mismo 21 de diciembre, según se conoció el resultado de las anteriores.

Aunque ahora muchos, incluso el Rey, proponen hacer poco gasto publicitario, lo cierto es que se tratará de la campaña electoral más cara de todas las conocidas, y con enorme diferencia. No estoy hablando de los 100 o 130 millones de euros que costará la organización de los comicios, ni de las subvenciones que llevan aparejadas, sino de los miles de millones que nos está costando la paralización de muchas decisiones políticas no tomadas y cuyos primeros efectos ya tendrían que estar viéndose. También cuento con las decisiones de inversión que están a la espera de saber cuál va a ser el nuevo entorno legislativo y de gobierno que se encontrarán a partir del verano. Lo dicho: una ruina.

Pero como dice mi amigo Luis con toda razón: “es lo que tiene la democracia” así que tendremos que asumir que un cambio tan importante como el que se ha producido en la voluntad de los electores era lógico que conllevase dificultades.

No tengo ni idea de cuál será el resultado electoral. Puede ser que el nuevo reparto de cartas lo ponga todo muy fácil pero probablemente no sea así. La granizada de encuestas no está ayudando mucho porque nos trae muchas piedras y muy poca agua de boca.

Lo que es seguro es que la de junio será la última mano; que con lo que salga habrá que apañárselas. Así que mejor sería que en lo que queda de campaña electoral (o sea desde hoy al 24 de junio) se dejasen atrás los calentones y esto no fuese una nueva sucesión de alardes, líneas rojas y de promesas de desalojar a unos o a otros.

Porque esa idea tan nuestra de la ilegitimidad del adversario supone una enorme barrera para acordar y por eso, mejor dejarla ahora fuera de campaña no sea que, sabido el nuevo resultado, se nos interponga a la hora de negociar. Pero sobre todo, y conviene recordarlo, porque, además de inútil para trabajar, es en sí misma una idea contraria a la democracia y, por tanto, muy peligrosa.

Puesto que no va a haber unas terceras elecciones, el resultado de junio gustará más o menos a cada cual pero será con esas cartas con las que habrá que hablar y que formar Gobierno.

Es más, creo que este tiempo que hemos perdido obliga a que el acuerdo sea definitivo. La posibilidad que se ha apuntado a veces de una legislatura corta, solo para poner un poco de orden, se ha ido por el mismo desagüe que estos meses perdidos. Apostar por un adelantamiento electoral en uno o dos años se vería como unas intolerables terceras Generales de 2015.

Hemos perdido demasiado tiempo con los sueños, los titulares, las fotos estupendas y las declaraciones de santa indignación. Ahora no va a haber otro remedio que hablar. Y hacerlo con todos. O sea: correr riesgos, porque más mus no va a haber.

viernes, 8 de abril de 2016

Es por tu bien

El cigarrillo electrónico emite un vistoso e inocuo vapor de agua
El Parlamento Vasco ha decidido tomar el relevo de nuestras madres y abuelas a la hora de protegernos de malos hábitos y costumbres dañinas que nos empeñamos -tercos- en mantener. En consecuencia, el jueves pasado ha aprobado una ley muy pionera de Atención Integral de Adicciones y Drogodependencias. Tan pionera es que Euskadi se convierte en la primera Comunidad que no solo va a impedir que los fumadores le dañen a usted con el humo, prohibición perfectamente legítima, sino que tampoco permitirá que le den mal ejemplo utilizando vapeadores electrónicos en espacios públicos.

Los argumentos en favor de la prohibición han sido enternecedoramente maternales: Se han referido a los menores, almas cándidas que quedarán ahora protegidos de la horrenda contemplación de alguien emitiendo vapores inocuos mientras se envenena por dentro según su libre y consciente voluntad. También se apeló a la defensa de “los más desfavorecidos” sin que sea un servidor capaz de entender lo que signifique una expresión tan loable como vacía: tal vez se trataría de proteger a los pobres de que gasten lo poco que tienen en lo que no les conviene ¡vaya usted a saber!

Desdeñada “de saque” en esta ley tan integral la propia libertad individual de una persona adulta para hacer algo perfectamente legal y, sobre todo, perfectamente inocuo para los demás, la polémica se ha dirigido a determinar si los cigarrillos electrónicos sirven o no para desintoxicarse o si la Organización Mundial de la Salud los recomienda o rechaza como terapia. Es decir, si son buenos o malos para sus usuarios. En definitiva, volvemos a hacer leyes para promover las buenas costumbres e impedir las desviaciones. Ahora que la Iglesia pierde influencia, los parlamentos toman el relevo.

La ley es un alarde de pedagogía que se olvida de que esa misma palabra viene del griego “paidión” (niño) y agōgós ' (guía) porque se pensó para definir la forma en que una persona adulta conduce a otra que no lo es. O sea ustedes y yo, según deben de creer nuestros representantes.

Por supuesto que la Sociedad de Prevención del Tabaquismo se ha felicitado por la prohibición de la nicotina en los bares. Muy lógico, porque según los principios de la división del trabajo, su competencia se centra exclusivamente en ese veneno y nada tiene que decir contra el alcohol, las bebidas con sacarosa, la cafeína o las grasas saturadas, tan habituales en nuestras barras y terrazas.

Costó muchos años y mucho sufrimiento lograr que las libertades privadas venciesen a la imposición obligatoria de buenas costumbres sociales y que, en consecuencia, dejasen de ser perseguidos el ateísmo, la herejía, la homosexualidad, la infidelidad conyugal, los derechos de las mujeres, las minifaldas o los besos en el parque. Pero lamentablemente, y ahora con aires de sanísima modernidad, vuelve la tentación de utilizar la fuerza del Estado para obligarnos a mantener un comportamiento privado intachable. Hoy ha sido la nicotina pero un día vendrán con la ley en la mano a hablar del alcohol, de los tacones de aguja, del suicidio, de las carnes rojas, de la sal, de la TV, de los videojuegos, de los tejidos sintéticos o de las malas posturas, y apelarán a la OMS.

No soy de obligar pero sí recomendaría a nuestros parlamentarios leer a los políticos clásicos:

Ningún hombre puede, en buena lid, ser obligado a actuar o a abstenerse de hacerlo, porque de esa actuación o abstención haya de derivarse un bien para él, porque ello le ha de hacer más dichoso, o porque, en opinión de los demás, hacerlo sea prudente o justo.

“Sobre la libertad”, de John Stuart Mill fue publicado en 1859, solo 33 años después de que un pedagogo, el maestro Antonio Ripoll, fuese ahorcado en Valencia por negarse a “restituir su alma a las verdaderas ideas de nuestra santa religión”. Kontuz.

Publicado en eldiarionorte.es el 8 de abril de 2016