martes, 19 de diciembre de 2023

Vox no se equivoca. Ha encontrado la debilidad del PP

 Tiempo de lectura: 3:15 min


Antigua división territorial de España

Vox ha encontrado la gran debilidad del PP y la está manejando con éxito. Se trata de la ideología de nuestra derecha o, mejor dicho, de su falta de ideología. Uno de mis amigos geniales acuñó una frase perfecta para definir esta carencia tan generalizada: “La gente de derechas no sabe que es de derechas, cree que es normal”.


En efecto, es habitual ver a personas, por supuesto que normales, legítimamente conservadoras que sienten íntimamente que lo que ellas mismas piensan no son opiniones políticas discutibles, como lo son todas, sino obviedades incontestables. Son personas convencidas de que las decisiones solo son “políticas” cuando se alejan de sus propias creencias, mientras ven como neutras y evidentes las que se ajustan a su ideología; esa que creen no tener. Asombra que eso mismo se escuche también a altos líderes de nuestra derecha, que a menudo presumen de gobernar “sin condicionantes ideológicos” y otras expresiones parecidas, sin duda continuadoras de aquella célebre: “usted haga como yo y no se meta en política”, que decía Franco.


Creer que no hace falta ideología para gobernar es una debilidad enorme del PP porque le impide presentar un proyecto de país. Se sabe lo que no quieren: a Sánchez y pagar impuestos, pero es imposible saber qué es lo que sí quieren para España, aparte de mandar ellos. No ayuda a imaginarlo que cuando han gobernado mantuvieran todas aquellas libertades públicas, derechos y decisiones contra las que clamaban escandalizados desde la oposición. Todo lo contrario: se divorcian, mantienen el aborto, se casan con sus parejas homosexuales, suben los impuestos como nadie…


Por eso Vox no se equivoca cuando les reprocha su inanidad. Vox sabe bien cuál es su ideología. Vox sí sabe lo que hacer con la violencia machista, con el aborto, con las autonomías, con la memoria histórica, con las zonas urbanas de bajas emisiones, con el calentamiento global y con los inmigrantes no cristianos. Va abiertamente contra todo lo que íntimamente ha incomodado siempre a las gentes de la derecha. Normal que a esas personas el aroma de las cosas que dice Vox les resulte confortablemente familiar y hasta estimulante. Como quien abandonó la pasión para hacer una vida “normal”, cómoda y razonable, pero aburrida, sin sal, y de pronto un día se encuentra con la sonrisa y los ojos de aquel amor de su juventud. Esa es la enorme debilidad del PP; que una buena parte de su gente se entusiasme con su ideología que ya creía olvidada, al reconocerla en Vox.


A falta de un proyecto para España, el PP pensó haber encontrado su filón en la indiscutible destreza de Pedro Sánchez para generar rechazo hacia su persona. El problema es que con eso solo no basta; hace falta una alternativa más concreta y visible que el simple: “acabar con Sánchez”. Anunciar el apocalipsis semanal y el fin del país con media España de vacaciones, con las tiendas a rebosar en navidades o con el Ibex 35 disparado no resulta creíble y apostar por la descalificación y el insulto es una batalla que tendrán siempre perdida porque en esa competición colgar a un presidente de los pies siempre será más impactante que simplemente llamarle hijo de puta.

lunes, 6 de noviembre de 2023

De dónde viene el viento?

 Tiempo de lectura: 1:45 min


La sociedad no es un motor sino más bien un viento, algo que no podemos comprar y que, además, es cambiante, inestable e incontrolable. Como el viento, tiene sus rachas, sus calmas, sus remolinos y, a veces también sus huracanes destructivos.


Este fin de semana ha hecho muchísimo viento; tanto que mis amigos no pudieron sacar sus pequeños veleros. No tuvieron que escuchar de JM, el monitor, la pregunta constante: “¿de dónde viene el viento?”.


Quien navega ha de hacerse esa pregunta constantemente, porque es el viento y ninguna otra cosa lo que le hace moverse y su atención ha de ser permanente para reaccionar con rapidez y habilidad ante sus cambios de dirección e intensidad y prever las rachas mirando su rastro en el agua.


No es fácil. Los motores nos han malacostumbrado a pensar que podemos decidir cuándo, hacia dónde y a qué velocidad avanzamos en el agua, en la carretera y en la vida misma; que lo único que importa es el combustible y la potencia que podamos pagar. Este espejismo de control total no se aplica a la navegación a vela y tampoco a la sociedad, que no es un motor que nos pertenece, sino más bien un viento, algo mucho más poderoso, que no podemos comprar y que, además, es cambiante, inestable e incontrolable. La sociedad humana tiene -como el viento- sus rachas, sus calmas, sus remolinos y, a veces también sus huracanes destructivos. 


Navegar a vela, aprendiendo a depender de unas fuerzas incontrolables e invisibles que podemos utilizar con respeto y habilidad para llegar al destino escogido, sería un buen entrenamiento para cualquiera que quiera estar en política. Aprender a llevar el timón y orientar las velas no para dejarnos llevar por el viento sino para aprovechar esa fuerza, que en absoluto dominamos, para dirigirnos al objetivo serviría de mucho a la hora de entender que, además de practicar la humildad, en la política también hay que estar todo el tiempo preguntándose ¿de dónde viene el viento?


lunes, 18 de septiembre de 2023

Contra las expulsiones

  Tiempo de lectura: 2:45 min


Antiguos dirigentes del PSOE ignoran que quienes hoy les aplauden tanto, en el fondo siguen pensando de ellos lo mismo que pensaron siempre.


Para todo hay que valer. En efecto, para cualquier actividad conviene tener unas aptitudes concretas que faciliten el éxito. Los seres humanos nos adaptamos a todo, pero algunas destrezas vienen al pelo para según qué actividad, desde el deporte hasta la gestión empresarial o la reparación de relojes. Pasa también en la política.

 

Un político debe ser una persona inteligente, cabal, trabajadora, valiente y honesta pero también conviene que tenga otros rasgos de personalidad que resultan virtudes para alcanzar el poder: ambición, mucha confianza en sí mismo y habilidad para estar en el lugar adecuado en el momento oportuno. Tales gracias, que ayudan enormemente a alcanzar y mantener el poder, devienen en defectos cuando este se pierde: la ambición se convierte en frustración, la autoconfianza en sobrevaloración de uno mismo frente los demás, mientras que la destreza para acomodarse a su nueva ubicación suele ser incompatible con la humana vanidad. Felipe González lo expresó como nadie en aquella metáfora de los expresidentes como jarrones chinos.

 

La derecha ha sido muy hábil a la hora de arropar calurosamente y utilizar a exlíderes socialistas. A cambio de dejarse usar conscientemente (porque la ingenuidad no está entre los defectos de los expolíticos) éstos logran regresar, siquiera por un rato, a primera línea y reciben el calor mediático y el aplauso de quienes en otro tiempo los despreciaron y los insultaron sin piedad.

 

La destreza de quienes así manipulan a los expolíticos socialistas, combinada con el miedo de estos a quedar olvidados, hace que antiguos dirigentes del PSOE lleguen a perder de vista que quienes hoy les aplauden tanto, en el fondo siguen pensando de ellos lo mismo que pensaron siempre, solo que ahora no les resultan tan temibles como cuando mandaban y, en cambio, sí útiles para la causa de debilitar a quien mande en el PSOE. Antes ellos mismos, hoy otros.

 

Un partido no es un ejército. Los ciudadanos tienen derecho a saber que dentro hay pensamientos discrepantes y para que se vea conviene que de vez en cuando salgan a la luz. Manejar la indudable dificultad que supone la gestión de los ex y sus comprensibles defectos, otrora virtudes, debería ser una tarea más dentro de los partidos democráticos, no una molestia incómoda. 


Sea por táctica política o por humanidad, mejor tener disidentes incómodos dentro que entregarlos como munición al adversario. De otro modo a los ex solo les quedará la salida que les brinda la derecha, que para mantener el falso cariño que dice tenerles les exigirá un endurecimiento creciente de sus críticas hasta la expulsión, que es la cumbre exitosa para quienes al día siguiente los desecharán como herramientas inútiles.



sábado, 3 de junio de 2023

Hasta podrían votar al PSOE

 Tiempo de lectura: 1:35 min

Andan estos días los lideres de la izquierda transformadora enfrascados en la tarea de transformar su propia tradición y avenirse a acordar una única candidatura que presentar a las inminentes Elecciones Generales del 23 de julio. Pablo Iglesias ha dicho en relación con la necesidad de esa unidad ante las urnas que: "Si no hay acuerdo, yo creo que la gente nos corre a gorrazos".

No se sabe a qué gente se refiere Iglesias. Desde luego que no será la que ya les ha negado el voto, que es muchísima y que les ha dado el gorrazo con la propia papeleta electoral el pasado 28 de mayo. 

Ocurre que a menudo se olvida que los votantes no pertenecen a nadie, que aunque tengan ideología, sentimientos y, desde luego, que haya un pequeño número de militantes siempre entregados a su causa (poquísimos en relación con la población en general), la realidad es que la inmensa mayoría de quienes van a las urnas y, por tanto, quienes quitan y ponen Gobiernos, escogen entre las opciones que se les presentan aquella que les inspira más confianza en general (o menos desconfianza, si prefiere usted ser pesimista)

La idea de que a tal o cual partido “le corresponde” un segmento de gente o de cargos electos es tan falsa como ofensiva hacia los electores, a los que considera peones de los listísimos líderes. A la vista está que no es así y que partidos como Ciudadanos, que llegó a aspirar a mayorías de Gobierno, ha desaparecido del mapa político. De hecho, si atendemos a sus resultados últimos, Podemos podría ser el nuevo Ciudadanos.

Lo importante es que las personas que acuden a votar no son prisioneras de nadie y sí son, por el contrario, libres de decidir lo que hacen con su voto. De forma que si hay acuerdo entre Podemos y SUMAR, pues mejor, pero si no lo hay, tampoco se hundirá el mundo de la izquierda porque los votantes -insisto- no “le pertenecen” a nadie y tendrán otras opciones, incluso podrían votar al PSOE, oiga. ¡Vaya usted a saber!



domingo, 14 de mayo de 2023

La paz era esto


 Tiempo de lectura: 2:12 min


Tomo prestado este titular del libro de Eduardo Mateo, publicado en 2016 por la Fundación Fernando Buesa y el Instituto Valentín de Foronda, porque me quiero limitar a recordar la obviedad de lo ya dicho por otros con mayor profundidad.
La paz consiste en poder hacer vida normal sin miedo; en que a nadie lo maten por pensar diferente y por defender sus ideas. Solo eso y nada más que eso. Parece una simpleza, suena a bien poca cosa, pero es una enormidad en comparación con lo que pasaba en Euskadi hasta hace 12 años.
Hacer vida normal no quiere decir que quienes mataban desaparezcan, menos aún que cambien de opinión, o de sentimientos, o que se arrepientan públicamente (lo que en todo caso será una elección moral de sí mismos). 
Pasa el tiempo. Los que asesinaron salen de la cárcel cuando cumplen sus condenas y ese día están ahí, en la calle, incluso en una lista electoral. Ya sé que es duro, pero es así. La vida normal no es el advenimiento de un paraíso del amor entre los hombres. Es solo la vida normal. 
“O bombas o votos” era la elección que el fallecido Alfredo Pérez Rubalcaba imponía a los partidarios de ETA. José María Aznar también se mostró partidario de que las ideas que no compartía en absoluto se defendieran con las armas de la política: “Tomar posesión de un escaño siempre es preferible a empuñar las armas”. Entonces todo el mundo entendía la evidencia de que la democracia era capaz de acoger incluso las ideas más repugnantes a la propia libertad mientras no fueran defendidas mediante la violencia.
Mejor haríamos en no despreciar ahora el valor de lo que la democracia española consiguió (y a un altísimo precio) pretendiendo que la paz sea algo más que lo muchísimo que es.
ETA duró tanto tiempo porque tuvo mucho apoyo social. Con más o con menos entusiasmo y con altibajos, miles de personas en Euskadi apoyaron, comprendieron, justificaron, aceptaron o simplemente miraron para otro lado. Pretender que una sociedad marcada durante décadas por la violencia terrorista quedaría convertida con la llegada de la paz en algo radicalmente diferente y ajeno a todo aquello o es una ingenuidad o es una manipulación interesada.

lunes, 8 de mayo de 2023

Tendría que haber habido una pandemia mundial


 Tiempo de lectura: 1 min

El Gobierno de Pedro Sánchez ha batido el récord de Reales Decretos Ley. Es el que más ha enviado a las Cortes para su convalidación. No se lee otra cosa en la prensa de la derecha confesa y en alguna que dice ser independiente.

Lo que resulta más llamativo es que esto, que se presenta como demostración del “abuso intolerable del sanchismo”, se ha venido afirmando con desde los primeros meses en los que Sánchez llegó a la Moncloa cuando, por supuesto, ni tiempo había habido para que se superase la marca de los anteriores presidentes. Se ve que no hacía falta que se llegase a lo que ahora sí ha ocurrido para que el escándalo se desatase. Entonces lo criticable era el ritmo, ahora ya es el número.

Los Reales Decretos Ley son una figura que permite al Gobierno aprobar leyes sin que estas tengan que pasar previamente por el parlamento. Bien es cierto que han de ser votadas y avaladas en todo caso por las Cortes antes de que pasen 15 días de su aprobación, pero no lo es menos que suponen una facilidad muy grande para el Gobierno, que “se ahorra” tener que esperar a la larga tramitación de las cámaras para que entren en vigor. Puesto que son una solución excepcional y en buena medida esquivan el debate parlamentario, la Constitución establece que solo pueden utilizarse en caso de “extraordinaria y urgente necesidad”.

Así que para que pudiera entenderse este record de Reales Decretos Ley que ha aprobado el Gobierno de Sánchez tendría que haber habido… no sé… algo así como una pandemia mundial, quizás un volcán, o una guerra, o tal vez una crisis energética en Europa ¡qué se yo!. Tendría que haber ocurrido alguna cosa excepcional y gravísima para que se justificase que el Gobierno haya superado en 10 (diez) los 127 Reales Decretos Ley aprobados por Aznar o en 8 (ocho) los 129 de Felipe González. Arriba pueden verse los números del escándalo.

miércoles, 3 de mayo de 2023

Los fiscales a los que no gusta la democracia deberían disimular mejor

 Tiempo de lectura 2:20 min



A las personas nos pasa lo mismo que a las motos vespa tradicionales: que si las dejas caer siempre lo hacen hacia el lado donde tienen el motor, el derecho. Por supuesto que ni las scooters ni nosotros estamos pensados para dejarnos caer, sino para mantener el equilibrio todo el tiempo, pero cuando lo perdemos se nota enseguida el lado por el que cargamos. A mí también.

Algo así les ha pasado a los miembros de la conservadora Asociación de Fiscales, que invitaron el pasado 18 de abril a Alberto Núñez Feijóo a una cena que ha levantado cierta polvareda. Más allá del ruido electoral lo más llamativo del evento, en mi opinión, fueron ciertas afirmaciones hechas por alguno de tales altos funcionarios pronunciadas al calor de sentirse entre adeptos, como la fiscal que dijo que el problema más grave, a su juicio, era que “las proposiciones de ley que se presentan y se tramitan a través de enmiendas donde los deseos de los grupos minoritarios se convierten en ley” escandalizada, al parecer, porque diputados elegidos para hacer leyes se atrevan nada menos que a hacer leyes según establece el reglamento de la cámara, algo inaudito según su parecer.

En su defensa diré que esta fiscal, que por cierto ha ocupado altísimas responsabilidades, no es la única persona que cree que una ley propuesta por los diputados del Congreso es poco menos que un subterfugio para escaparse de los informes consultivos que sí son obligatorios cuando las leyes las propone el Gobierno. Estamos tan acostumbrados a que el Gobierno sea quien legisla realmente y a considerar el trabajo del Parlamento poco menos que como un trámite, vistoso pero trámite al fin, que ya a algunos les parece hasta tramposo que el Legislativo se atreva a legislar por sí mismo y, como se ha visto, casi un escándalo que diputados “minoritarios” se atrevan a ejercer de diputados presentando enmiendas e influyendo en las Leyes, que es justamente para lo que les votaron y para lo que existen las Cortes.

Que España sea una democracia, podrá gustarles más o menos a algunos de nuestros más altos funcionarios públicos y desde luego que son libres de no creer en el sistema parlamentario, pero al menos, atendiendo a sus responsabilidades, deberían no manifestarlo públicamente con tanta obscenidad. Por simple decoro, ¡oiga!

lunes, 24 de abril de 2023

La Fox acaba de invertir 787 millones de dólares

  Tiempo de lectura 2:50 min

Fox es una cadena televisiva americana que percibió que había un sector social y, por lo tanto, un nicho de mercado que no estaba siendo convenientemente atendido por las demás cadenas (ABC, CBS y NBC). Vio que había hueco libre y decidió ir a por él. Algo perfectamente legítimo para el responsable de vender un producto cualquiera: Ahí fuera hay un público que quiere un producto concreto y no otro y nosotros se lo vamos a ofrecer.

Seguramente la información no debería ser un producto cualquiera, pero lo es. Nadie lo ha entendido tan bien como el equipo de directivos que comanda Rupert Murdoch.

Fox ha sido noticia estos días porque ha llegado a un acuerdo para evitar un juicio en el que se iba a hacer pública su descarada utilización de bulos que la propia cadena sabía que lo eran. Sin embargo, el proceso, finalmente suspendido por el acuerdo judicial, ha dado suficientes pistas de cómo la cadena mentía a sabiendas, con plena conciencia de ello pero con un irreprochable objetivo comercial: mantener a su lado a ese público que no quería saber la verdad, sino que alguien corroborase en la televisión las mentiras del presidente saliente sobre una victoria que solo estaba en sus delirios. En los suyos y en los de ese público que la Fox buscaba retener a cualquier precio.

Finalmente el precio ha sonado un poco alto y los medios que todavía creen en el periodismo se han hecho eco del supuesto castigo con considerable satisfacción. Sin embargo esos 787 millones habría que ponerlos en relación con lo que habría podido perder la empresa si hubiera permitido escapar a su querido y mimado público hacia cadenas que compiten con ella mintiendo con aún mayor descaro e intensidad. 

Hace unos días escuchaba en Madrid a Marty Baron, ex director del Washington Post y del Boston Globe que hablaba de polarización y reconocía que el público de la Fox cree firme y sinceramente que lo que dicen Trump y la cadena Fox es la verdad y que el resto de medios formarían parte de una suerte de conspiración. 

La dicotomía que tenemos delante es si considerar la información como un derecho o como un producto. Cuando se escoge esto último, y así lo hizo la Fox, que la información sea verdad o mentira es perfectamente irrelevante, lo que importa es que guste, que se siga y que la cadena facture. El propio Murdoch no lo pudo expresar mejor cuando dijo: “No es rojo o azul, es verde”, en referencia al color de los billetes de dólar y desdeñando los colores de los contendientes políticos.

Disgustar a un cliente nunca es buen negocio y Murdoch lo ha captado perfectamente. Es mucho mejor considerar el oneroso acuerdo como una inversión o como un peaje que probablemente sus espectadores verán incluso como un ataque a los “valientes” que dijeron la verdad, esa en la que creen, la que es falsa pero la única que están dispuestos a comprar. Y la Fox a venderles.