miércoles, 22 de junio de 2016

“No a Iglesias”. Primer acto de campaña de Sánchez


Por fin el candidato del PSOE lo ha dicho: no hará presidente a Iglesias. Es la primera declaración clara y nítida de que el PSOE tiene intención de quedarse en su propio espacio, sea este el que sea que le asignen los votos ciudadanos.

En realidad se trata de la primera declaración electoral significativa de Sánchez en toda la campaña y parece obvio que ha venido obligada por unos sondeos que repetidamente indicaban que está en juego precisamente esa posibilidad: que Podemos obtenga más votos y escaños que el PSOE. Una opción tan repetida que el líder socialista ya no podía seguir ignorándola.

Es lógico, y legítimo, que cualquier candidato de un partido grande diga que su único objetivo es ganar. Sin embargo también es legítimo que los votantes sepan a qué atenerse respecto a lo que hará cada partido ante situaciones previsibles y, si puede ser, incluso ante las imprevisibles. Lo otro es esconder las cartas.

Finalmente Sánchez se ha visto obligado a hablar de lo que todo el mundo hablaba por la combinación de tres factores: la unanimidad de los sondeos (ya veremos si acertados o no) las declaraciones de destacados dirigentes socialistas y, sobre todo, la evidentísima y creciente desconfianza de los afiliados y simpatizantes socialistas hacia Iglesias.

Puede que Sánchez se equivoque de adversario al atacar al de Podemos pero es seguro que Iglesias se equivoca de amigos apelando a los militantes socialistas.

Con toda lógica los partidos quieren alcanzar el poder y no es defecto sino virtud que sean capaces de moverse de sus posiciones originales para negociar o acordar cosas con sus adversarios. Pero para poder moverse de una posición original es imprescindible tenerla y en los últimos tiempos no se sabía muy bien cual era la casilla de salida del PSOE, por lo que resultaba imposible saber cuánto se estaba alejando o no de ella.

Las declaraciones de Pedro Sánchez vuelven a colocar las cosas en su sitio y al PSOE en el suyo, aquel en el que sus votantes y militantes sientan que pisan terreno firme (aunque sea pequeño) y no arenas movedizas, por extensas y prometedoras que pudieran resultar.

También es posible que los estrategas del PSOE hayan calculado que a estas alturas estaban perdiendo más votos hacia la abstención que los que se pudieran escapar todavía hacia los morados, pero un PSOE que no se sabía lo que iba a hacer en un escenario tan de extremos como el que padecemos estaba dejando el mensaje de la moderación contra la aventura en manos exclusivas de Rajoy. Lo que tiene bemoles.

El domingo veremos si este inicio de campaña tan tardío le sirve o no.

jueves, 9 de junio de 2016

El triunfo final de los socialdemócratas de mierda


Dos socialdemócratas fundadores
Una de las ventajas de la política 3.0 o 4.0 (que ya me he perdido) es la velocidad a la que suceden los cambios. Las grandes evoluciones históricas que antes iban asentándose poco a poco, casi como movimientos tectónicos, ahora se producen a la velocidad de los telediarios.

Es cosa que maravilla poder disfrutar de estos tiempos interesantes (o padecerlos, que decían los chinos) no a lo largo de toda una vida, sino a cámara ultrarrápida, que tengo yo yogures en la nevera de cuando izquierda y derecha eran conceptos obsoletos.

La última bomba es la conversión instantánea de Marx y Engels en dos señeros y primigenios representantes de la hasta ayer odiadísima socialdemocracia. Esta traición histórica a tantos millones de sinceros, auténticos y rudos comunistas es lo que explica que a algunos de ellos les vaya a costar tanto votar a su partido, o a lo que quede de él, en las próximas elecciones.

Un socialdemócrata leninista

Pero la marea histórica “es lo que tiene”, como decía Chus Lampreave, que uno ha de ser capaz de adaptarse a lo que los líderes determinan en cada momento. Tampoco es cosa que les resulte del todo novedosa a los comunistas de siempre, tan acostumbrados históricamente a grandes evoluciones ideológicas de carácter fuertemente retroactivo. Si acaso aceptaría que les pueda sorprender la velocidad a la que me refería al principio, pero no el cambio mismo.

Modificar el pasado para alterarlo y ajustarlo a las necesidades del líder del momento ha sido una de sus tradiciones más acendradas. En esa tarea tan revolucionaria que incluso revolucionaba la historia, el padrecito Stalin fue maestro indiscutible y precursor de herramientas tan actuales como Photoshop, aunque la inmensa mayoría de sus “correctivos” se aplicaran por métodos más tradicionales y expeditivos.
Un socialdemócrata estalinista


Nadie describió tan bien como George Orwell en “1984” la importancia de esa tarea “liberadora” de corrección a posteriori, que en su libro realizaba Winston Smith como funcionario del Ministerio de la Verdad.

Por boca del querido líder de Podemos hoy asistimos asombrados al privilegio de ser testigos de un momento histórico: aquel en el que los hasta ayer socialdemócratas de mierda, vencen por fin la batalla y se convierten en la auténtica referencia de la izquierda, no ya de hoy sino, como corresponde a la mejor tradición orwelliana, con carácter retroactivo, comenzando por el mismísimo autor de “El manifiesto comunista”. ¡Socialdemócratas del mundo, uníos!”.

Un socialdemócrata trostkista

Que la hasta ayer vil socialdemocracia ha sido la auténtica revolución que venció y trajo derechos y bienestar a los trabajadores es algo que no tiene disputa. Que por hacerlo fueron tildados durante
décadas de traidores a la misión histórica del proletariado, aliados objetivos del capital, al que servían con bagatelas para engañabobos como los derechos laborales, a la educación, a una jornada limitada, a la sanidad, a la vivienda digna, a las pensiones… y toda esa mandanga. Eso tampoco hay quien lo pueda negar sin que se le caiga la cara de vergüenza. El que la tenga.

Algunos creímos que la socialdemocracia estaba muriendo de éxito, precisamente porque lo mucho que logró se había convertido ya en un estándar que no discute en voz alta ni la misma derecha (excepto Rosell) pero ahora vemos que no se trataba de ningún fracaso sino de un éxito absolutamente histórico, que la disputa entre comunismo y socialdemocracia nunca existió, que por fin se ha sabido que desde el principio era la socialdemocracia lo que molaba.

Un socialdemócrata maoista
Grandes noticias para gentes como el antiguo militante del PSOE, Wenceslao Carrillo, que hoy ya puede descansar tranquilo sabedor de que su hijo no fundó otro partido sino otra forma de socialdemocracia.Los mencheviques salen de sus fosas comunes, rehabilitados, Lenin y Olof Palme, Gramsci y Fernando de los Ríos, Willy Brandt y Erich Honecker se abrazan hoy en el limbo de las libertades. ¡Albricias!. Lástima de tantos millones de muertos ¿qué muertos? ¡Ah, perdón! ¿En qué estaría yo pensando?

Un socialdemócrata que tenía un piolet
Visto que, de la mano del nuevo líder, volvemos a la más auténtica tradición de revisión y reescritura del pasado, yo si fuese Monedero me andaría con cuidado de dónde dejo el piolet.