Hace ya muchos años que las conferencias, charlas y presentaciones no utilizan aquellos antiguos proyectores de diapositivas y tampoco los proyectores de transparencias que eran parte del equipo habitual de cualquier sala académica o profesional.
Si alguien de menos de 35 años lee este texto es posible incluso que nunca haya conocido tales artilugios, pero les juro que existían. El ordenador es ahora la herramienta y el programa de presentaciones más común es Power Point que, aunque tiene grandes posibilidades que la mayoría desconocemos, en su uso básico es extremadamente sencillo, lo que no es poca virtud. Casi cualquiera puede preparar una presentación sencilla rápidamente pero una vez preparada proyectarla es ciertamente un juego de niños. Su comodidad y sencillez de manejo lo han convertido en la opción más habitual en conferencias y presentaciones.
Sorprende sin embargo que tan a menudo personas de enorme competencia profesional en sus áreas tengan dificultades para manejar las presentaciones que nos muestran como ilustración de su saber.
Es asombroso que habiendo hecho lo muy difícil, que es seleccionar e interpretar la información relevante, se atasquen una y otra vez con el ratón o con las pantallas a la hora de iniciar el trámite de exposición de las “diapositivas”.
El cuadro es siempre muy parecido: el experto, que ya ha empezado su comentario, tiene dificultades para saber dónde debe pinchar para que se abra el documento o para hacer cualquier otra cosa; en la pantalla aparece el escritorio o cualquier otra imagen no buscada, el acto se interrumpe, el gurú empieza a disculparse y a hacer bromas sobre su torpeza; mientras un joven colaborador se acerca solícito a ayudarle haciendo uso de su enorme conocimiento informático que le permite saber, por ejemplo, que debe hacer doble clic en el icono del documento o bien seleccionar la opción “presentación de diapositivas”. Cosas así.
Un amigo me explicó que cuando esto ocurre no es porque que falten conocimientos informáticos sino porque falta humildad. Una vez alcanzado el prestigio merecido por su saber, pocos de los grandes popes del conocimiento se rebajarán a admitir que un jovenzuelo les explique nada, ni siquiera cómo funciona un programa que les resultaría tan útil y que es tan sencillo. Ellos son los que saben y no se rebajan a recibir lecciones de nadie que no vean como su igual. Prefieren que alguien se ocupe de preparar las presentaciones, como en tiempos hacían con las diapositivas, y limitares ellos a la función de decir “la siguiente” cuando correspondía que el ayudante cambiase de imagen.
Ya nos prevenía Ortega de aquellos “sabios ignorantes” que llegan a “proclamar como una virtud el no enterarse de cuanto quede fuera del angosto paisaje que especialmente cultivan”(1).
Me temo que en esto también tenía razón.
(1) José Ortega y Gasset. La rebelión de las masas. 1930
Nota: Para los que no lo conocieron, esta imagen es la de un proyector de transparencias.
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lunes, 30 de marzo de 2009
miércoles, 4 de marzo de 2009
Eusquebec
Patxi López va a ser el próximo lehendakari, cada minuto que pasa está más claro que será así y tal vez por eso la reacción de una gran parte del nacionalismo vasco está rayando en la histeria.
Como un púgil noqueado, el PNV balbucea su asombro por la evidencia de que en Ajuria Enea no va a vivir uno de los suyos. Todos y cada uno de los argumentos que salen de sus dirigentes:… “debe gobernar el más votado”… “no valen pactos contra natura”… “sería un golpe institucional” y otros aún peores chocan con la evidente realidad de que todo eso que se denuncia, absolutamente todo, lo ha hecho antes o lo está haciendo el PNV ahora mismo. Gobierna tranquilamente instituciones en las que no es mayoritario, Ibarretxe pactó con los abertzales proetarras sus investiduras y sus planes, pactó con el PP en ayuntamientos y fue con Aznar con quien se estrenó votando por primera vez a un presidente del Gobierno de España. Una lista interminable.
Un PNV fuera del Gobierno Vasco, fuera de su misma razón de ser como partido “nacional”, puede verse envuelto en grandes dificultades, externas e internas, de ejecutoria política y de cohesión. Dificultades que solo podrá afrontar con enorme inteligencia y habilidad. Y desde luego con la cabeza fría.
Han pasado muy pocas horas y todavía se puede entender que el impacto tenga al PNV esforzándose por explicarse qué hace tumbado en la lona después de tan buen resultado como el que ha obtenido. Es de admitir, durante unos días, que sigan con la cantinela deslegitimadora contra Patxi López, pero hay que esperar que más pronto que tarde empiecen a reaccionar con normalidad y sin arrebatos. Porque, además del descrédito que les supondría mantenerse indefinidamente en tal posición, su principal tarea va a ser la que haga dentro de su propia casa, revisando las propuestas que ha hecho a la sociedad vasca y repensándose a sí mismo, como hizo el PSOE en aquel congreso de 1979 y la derecha española en su congreso de refundación como Partido Popular diez años después. Sin aquellas revisiones profundas y claro que sí, también traumáticas, acaso hubiese sido imposible que unos y otros hubiesen alcanzado el Gobierno.
El PNV nunca ha necesitado hacer esa tarea para estar en el poder pero el domingo pasado se le terminó la cuerda y tendrá que ponerse a ello, con la terrible diferencia de que lo que otros hicieron desde la esperanza en la victoria, ellos lo va a hacer desde la amargura de la derrota. Lo han retrasado demasiado pero el PNV es un partido grande y sólido. Si no fuese así tal vez ni siquiera le sería posible intentarlo a estas alturas.
Si algún amigo nacionalista está en condiciones de pensar le recomiendo el interesante y oportuno artículo que, sobre el caso de Quebec, publicó en El Correo Alberto López Basaguren, Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad del País Vasco y conocido por sus aportaciones al debate sobre bilingüismo en Euskadi.
Como un púgil noqueado, el PNV balbucea su asombro por la evidencia de que en Ajuria Enea no va a vivir uno de los suyos. Todos y cada uno de los argumentos que salen de sus dirigentes:… “debe gobernar el más votado”… “no valen pactos contra natura”… “sería un golpe institucional” y otros aún peores chocan con la evidente realidad de que todo eso que se denuncia, absolutamente todo, lo ha hecho antes o lo está haciendo el PNV ahora mismo. Gobierna tranquilamente instituciones en las que no es mayoritario, Ibarretxe pactó con los abertzales proetarras sus investiduras y sus planes, pactó con el PP en ayuntamientos y fue con Aznar con quien se estrenó votando por primera vez a un presidente del Gobierno de España. Una lista interminable.
Un PNV fuera del Gobierno Vasco, fuera de su misma razón de ser como partido “nacional”, puede verse envuelto en grandes dificultades, externas e internas, de ejecutoria política y de cohesión. Dificultades que solo podrá afrontar con enorme inteligencia y habilidad. Y desde luego con la cabeza fría.
Han pasado muy pocas horas y todavía se puede entender que el impacto tenga al PNV esforzándose por explicarse qué hace tumbado en la lona después de tan buen resultado como el que ha obtenido. Es de admitir, durante unos días, que sigan con la cantinela deslegitimadora contra Patxi López, pero hay que esperar que más pronto que tarde empiecen a reaccionar con normalidad y sin arrebatos. Porque, además del descrédito que les supondría mantenerse indefinidamente en tal posición, su principal tarea va a ser la que haga dentro de su propia casa, revisando las propuestas que ha hecho a la sociedad vasca y repensándose a sí mismo, como hizo el PSOE en aquel congreso de 1979 y la derecha española en su congreso de refundación como Partido Popular diez años después. Sin aquellas revisiones profundas y claro que sí, también traumáticas, acaso hubiese sido imposible que unos y otros hubiesen alcanzado el Gobierno.
El PNV nunca ha necesitado hacer esa tarea para estar en el poder pero el domingo pasado se le terminó la cuerda y tendrá que ponerse a ello, con la terrible diferencia de que lo que otros hicieron desde la esperanza en la victoria, ellos lo va a hacer desde la amargura de la derrota. Lo han retrasado demasiado pero el PNV es un partido grande y sólido. Si no fuese así tal vez ni siquiera le sería posible intentarlo a estas alturas.
Si algún amigo nacionalista está en condiciones de pensar le recomiendo el interesante y oportuno artículo que, sobre el caso de Quebec, publicó en El Correo Alberto López Basaguren, Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad del País Vasco y conocido por sus aportaciones al debate sobre bilingüismo en Euskadi.
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