lunes, 30 de diciembre de 2013

Multazo a las teles


Hubo un tiempo en que los políticos aún no monopolizaban para ellos solos todo el odio ciudadano, como ocurre ahora. La inquina estaba entonces más repartida y los terroristas, las grandes corporaciones, las constructoras, la banca y otras entidades, como las cadenas de TV, contaban con sus propias cuotas de antipatía popular. A estas últimas se les reprochaba en público la pésima calidad de una programación que, sin embargo, se seguía privadamente de forma mayoritaria.

En respuesta a tales críticas las cadenas establecieron en 2004 un código de autorregulación en el que prometían no ofrecer contenidos “perniciosos” para la infancia en las horas en que se suponía que los menores veían la tele. Se le llamó “horario protegido” y hace poco aquella iniciativa pasó de ser una declaración de buena voluntad a contemplarse en la nueva Ley de Comunicación Audiovisual.

Vista la destreza de nuestros chicos y chicas con el mando, su acceso constante a internet y su asombroso conocimiento de todas las novedades, hablar de un horario infantil a estas alturas suena bastante falso y tan anacrónico como la familia “Telerín” animando a los pequeños a acostarse. Sin embargo, la Ley es la Ley y la Comisión Nacional de la Competencia acaba de multar a dos grandes grupos televisivos con 2 millones de euros por vulnerar ese pretendido horario infantil. Lo más curioso es que se les castiga por un caso concreto en medio de un mar de incumplimientos cotidianos.

En 2004 les recuerdo que no había más cadenas que las grandes y una de pago, resultado de la fusión de dos anteriores. No había ni TDT, ni temáticas ni, por supuesto, cadenas de dibujos animados las 24 horas el día. La tele aún se veía en el salón de casa, ni en el ordenador ni en el teléfono y menos aún en la tablet.

Sin embargo en muy pocos años nuestras casas y nuestros bolsillos se han llenado de pantallas, los horarios se han ido al garete y las normas que entonces se crearon se han revelado perfectamente inútiles. No debería extrañarnos: ocurre siempre que queremos sustituir la civilidad, el respeto y el sentido común por la Ley y la sanción, pero es algo a lo que en España parece que tenemos auténtica adicción. ¿Aprenderemos? Lo dudo.



viernes, 20 de diciembre de 2013

Implacables


Ese fue adjetivo, bien tajante, que en noviembre escogió el portavoz del Gobierno Vasco para mostrar su firme determinación de evitar que Cantabria pudiese saltarse las normas europeas de la libre competencia y concediera ayudas de Estado a empresas para que se ubicasen allí, en vez de aquí: “Seremos implacables”, dijo.

Europa denomina “ayudas de Estado” a las que puedan recibir las empresas de parte de cualquier Administración Pública y que les supongan ventajas sobre las empresas competidoras de otros lugares. Tales ayudas están prohibidísimas y por eso mismo adoptan toda clase de formas y subterfugios que traen de cabeza a los inspectores europeos.

Sin embargo todas son idénticas en una cosa: en la enorme popularidad y aceptación que tienen allí en donde se ofrecen. Es humano que nos guste recibir apoyo cuando estamos mal y, sin duda, la popularidad de quien nos lo da se incrementa mucho cuando lo hace, lo que electoralmente resulta muy tentador.

Desde aquellas clásicas vacaciones fiscales (cuánto arte en el nombre y cuántos problemas después) hasta el último susto que nos a traído de Europa -vaya por Dios- un socio del Athletic, pasando por el sector naval, un intento en Edesa, coches eléctricos y hasta por algún otro equipo deportivo local…la trayectoria vasca es casi la de un “parque de atracciones” de las ayudas de Estado, y siempre, como digo, con la aquiescencia y el aplauso popular más entregados.

Ya se sabe que los viejos cocineros devienen en avispados frailes así que los gobernantes de Cantabria pueden estar tranquilos porque nunca encontrarán mejor vigilante de la legalidad de su iniciativa que las Instituciones Vascas. Implacables ellas.

Menos mal que el nuevo San Mamés se ha salvado del expediente del socio Almunia porque, como todo el mundo sabe, no lo va a usar solo el Athletic sino que todos y todas vamos a poder disfrutar de sus instalaciones deportivas…¿verdad que sí?





Publicado en Danok Bizkaia el 20 de diciembre de 2013

NOTA añadida el 11 de enero de 2014: No ha habido que esperar ni un mes para que las instituciones vascas (tan implacables ellas) se presten generosas a ofrecer ayudas de Estado sin que nadie abra la boca salvo, en todo caso, para exigirlas cuanto antes. Me entra la duda de si el capitán Renault no sería vasco-francés.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Marx en Algorta


En 1852, en su obra “El 18 de Brumario” Karl Marx escribió que los hechos históricos siempre se repiten dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa.

Algo así ha sucedido en Getxo. Resulta que ahora que por fin nos veíamos libres del terrorismo real, han “secuestrado” la imagen del sireno que adornaba el muelle del Puerto Viejo de Algorta. Han pintado en su lugar una gran interrogación y en un video han exigido a los poderes públicos condiciones políticas para la “liberación” de la obra. Los Robin Hoodes costeros exigen también que se repartan retoños de árboles autóctonos entre la población y todo ello lo reclaman mediante una escenografía típicamente terrorista, aunque más cercana al Yihadista que a nuestro terrorismo autóctono.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Ha molestado

Foto Fernando Bustamante. La información de Alicante

Leo que algunos responsables televisivos se han sentido ofendidos porque crezca la sospecha de que pudieran estar preparando algún programa especial llevando a sus platós a Miguel Ricart, recién liberado tras 21 años en prisión por el crimen de las niñas de Alcàsser.

“La pregunta es insultante”, ha protestado ya alguno de los responsables de ese tipo de programas. Niegan que quieran dar “minutos de gloria a un asesino temido y repudiado” y alguno hay que se ha preguntado indignado: “¿por qué hay esa imagen de que los reporteros de TV van con un talonario detrás?”. La respuesta es bien simple: Porque hay reporteros de TV que van con un talonario detrás. Justo por eso mismo. Y además con un talonario que se usa a menudo para comprar la presencia y las palabras, ciertas o falsas (que eso da lo mismo) de cualquiera que genere el suficiente escándalo como para que les compense la audiencia; auténtica diosa pagana de la TV, a cuya voracidad insaciable se sacrifican la honestidad, la calidad, la decencia y lo que haga falta. Así que lo del dinero es lo de menos.

Hay tantos precedentes de indignidad en este tipo de programas (incluido alguno relacionado con ese mismo crimen) que no comprendo que puedan ahora extrañarse de que se les ponga bajo sospecha. Es sabido que a Ricart y a otros delincuentes se les ha seguido y perseguido, micrófonos y cámaras en mano, para obtener declaraciones, así que no faltan motivos para esa sospecha. Incluso, ya puestos, quién sabe si no habrá sido la misma reacción ciudadana lo que ha abortado el previsto bombazo.

Sea o no así lo que no es de recibo son sus protestas.  Son esas personas que, para oprobio de esa profesión se hacen llamar periodistas, las que han creado la idea de que cualquier acusación, sospecha, revelación, duda…se apoye en datos, en suposiciones o en meras imaginaciones delirantes de cualquier lunático gritador es susceptible de ser emitida para millones de personas y debatida públicamente durante horas. Quienes nos han acostumbrado a ver como normal que la reputación de cualquiera sea destripada en sus programas no son los más adecuados para protestar ahora, cuando sobre ellos recaen sospechas sobre si tenían o no previsto pasarse de la raya también esta vez.


domingo, 1 de diciembre de 2013

Barakaldo desaparece


Tenemos menos hijos. Los jóvenes dejan de serlo sin conseguir la casa que todo casado quiere. El arroz se les va pasando mientras su confianza en el futuro se acompasa con sus salarios -es decir- cae. O tal vez solo sea que las series de TV terminan demasiado tarde. ¡Vaya usted a saber! Por si fuera poco la crisis golpea con dureza a los fértiles inmigrantes, que se nos van. Algún idiota se alegrará de ello.

El Instituto Nacional de Estadística (INE) publicó hace días un estudio en el que se confirma la tendencia: De seguir el camino que llevamos, y nada apunta a que cambie, Euskadi habrá perdido en sólo diez años la población actual de Barakaldo y de Basauri juntas (unas 143.800 personas).

En su inolvidable canción “Mayo”, Imanol cantaba “ha muerto ya Barakaldo” pero se refería a la contaminación, no a la población. Ni él ni nadie podía imaginar entonces que llegase a ser casi cierto. De hecho nunca se había dado tal situación, salvo en la Guerra Civil o en la epidemia de gripe de 1918, 1919.

En toda España la población disminuirá en 2.600.000 personas y la tendencia no podrá ser ya revertida por los nuevos nacimientos puesto que se prevé también una dramática disminución de las personas entre 20 y 49 años. Imagine, por ejemplo, que Euskadi y la Rioja fuesen un desierto, o tal vez un bonito parque natural, pero en todo caso sin vida humana. Uff.

Obviamente la caída de población estará repartida pero asusta imaginar por un momento el silencio, los cristales rotos, los coches abandonados, los árboles colonizando fachadas y edificios, el polvo que ya nadie barre levantado por el viento en calles desiertas y oscuras.

No será una peli catastrófica de ciencia-ficción pero tampoco ningún cuento de hadas. Menos gente son menos bocas pero también menos manos, menos cerebros, menos imaginación, menos cultura, menos riqueza. Siempre hemos dado por hecho que seguiríamos creciendo, estábamos a otros problemas pero no a éste. Sin embargo ahora sabemos que a las muchas incertidumbres que nos asaltan deberemos añadir otra que nunca creímos posible pero con la que tendremos que apañarnos. Solo una recuperación económica que vuelva a traernos rápidamente nuevos inmigrantes podrá parar esta caída.

Me pregunto por qué esta noticia tan importante ha pasado por los medios con tan poco ruido. Que si, como cantaba el tango: 20 años no es nada, 10 son aún menos.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Tumbas




Hoy he estado en el cementerio de Derio y cuando regresaba he visto esta corona, colocada no en una tumba, sino frente a la tapia, alejada de los enterramientos. Recuerda a los milicianos fusilados. Probablemente lo hace, además, justamente allí donde murieron.













Unas decenas de metros más abajo está este otro monumento de la fotografía de abajo. Construido en recuerdo de los muertos en el bando sublevado, que fue el que ganó la guerra.

Puede que la muerte nos iguale a todos pero, desde luego, no será en el recuerdo de los que se ocupan de los símbolos.

viernes, 22 de noviembre de 2013

¡Así no vale!


Al ser en Madrid, la huelga de basuras ha tenido un gran repercusión pública. Es lo que pasa cuando los creadores de opinión bajan de sus brillantes púlpitos y se encuentran el suelo lleno de mierda. Parece que ya no sobran allí los 1.134 trabajadores de la limpieza que sobraban hasta hace días y se ha encontrado un arreglo entre la empresa contratista y sus empleados.

Hace poco se ha certificado también lo que ya se sabía: que los hospitales privatizados de Madrid tuvieron que ser rescatados con dinero público, porque resulta que a las empresas privadas que se adjudicaron los concursos no les salían las cuentas en cuanto empezaron a ocuparse de los enfermos. No han tenido que pasar décadas. El fracaso ha sido casi inmediato (dos años).

Gestionar un servicio público a través de una contrata privada no tiene por qué ser ni malo ni erróneo, pero a la vista está que tampoco tiene por qué ser ni más barato ni más eficaz, que es justamente lo que siempre se argumentaba para justificar su traspaso. El único argumento, bastante ofensivo por cierto, era que los trabajadores públicos son de natural vagos y remolones, mientras que la gestión privada es demostradamente eficientísima. Parece que la realidad no confirma tales prejuicios.

Lo que nadie puede negar, aunque tampoco lo proclamen, es que cuando entra una empresa privada a gestionar el gasto público aparecen inevitablemente unos señores, los accionistas que, con toda legitimidad, exigen quedarse con una parte del dinero. Y cuando la inversión es mucha exigen mucho dinero, y todos los años si puede ser. Así que para que un servicio funcione mejor en lo privado que en lo público es absolutamente imprescindible que la hipotética ineficiencia de los trabajadores públicos sea tal que resulte más gravosa que la segura exigencia de dinero de los accionistas privados.

La realidad es que cuando un servicio es complejo, los administradores privados se equivocan como los demás y si a ello le sumamos el accionista que viene pidiendo a fin de año, puede pasar justamente lo que está pasando: que aun rebajando los salarios de los trabajadores y empeorando sus condiciones laborales el mismo servicio (o uno peor) nos resulta más caro que antes ¿dónde está, entonces, la que se decía indiscutible eficiencia de lo privado?

Lo peor es que cuando lo que se adjudica es un servicio de primerísima e inexcusable necesidad no hay margen de error y enseguida se acude a la “ineficaz” caja pública para pedir más tela en cuando se acaban las vendas privadas. Y así no vale.

Publicado en Danok Bizkaia el 22 de noviembre de 2013

viernes, 15 de noviembre de 2013

Golosas mentiras


Un conocido periodista y bloguero, aficionado a la sátira y a la ironía, publicó hace tiempo en su popular bitácora una pieza satírica en relación con las memorias de un ex presidente del Gobierno. Dice el autor que sus parodias son deliberadamente exageradas, muy exageradas. Muchísimo. Justamente para evitar que alguien pueda tomárselas en serio y para que no quede duda de que se trata de bromas. Doy fe de que son muy extremas.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Se buscan millonarios

Foto Reuters

Dicen que cuando todas las puertas se cierran siempre se abre alguna ventana y parece que el dicho va a ser cierto también en medio del huracán que ha arrasado con la confianza en los políticos. Cuando ya creíamos que no había salida alguna, que era imposible regenerar el prestigio de la actividad pública, se atisba en medio de la negrura una solución limpia, brillante, instantánea y que cuenta cada día con más afecto popular: Que los políticos y las personas que ejerzan responsabilidades públicas lo hagan por afición y no cobren sueldos, ni dietas, ni remuneraciones de ningún tipo.

Ya que dicen que están en la cosa como servicio público, como un acto de generosidad y entrega al bien común, que lo demuestren trabajando por la cara. Pero ¡ojo! que no nos sirve sólo que trabajen gratis, que eso ya lo hacen miles de humildes concejales españoles a los que despreciamos igualmente. Es preciso, además, que los nuevos políticos estén forrados, que sean millonarios y que todos lo sepamos. Solo así quedaremos tranquilos. El ya ex alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, ha sido el mejor ejemplo de esta solución. Los 23.000 millones de dólares de riqueza personal que se le estiman le han disuadido de cobrar un sueldo (se puso un dólar simbólico) e incluso declinó el privilegio de usar la residencia oficial de alcalde y se quedó a vivir en su domicilio (un edificio de cinco plantas en lo mejor de la ciudad). Luego decidió que el dinero público debía destinarse a Manhattan y a las grandes inmobiliarias pero él jamás ha tocado más que ese único dólar ¡Así da gusto!

Es tan buena solución que los periódicos siempre ponderan la generosidad de quien renuncia a cobrar. Lo hemos visto estos días en el relevo de la BBK y en Castilla-La Mancha los parlamentarios no tienen sueldo. La propia Presidenta que impulsó tanta austeridad dijo que un fontanero o un electricista perfectamente “pueden sacar un rato libre” para dedicarse a la política. Mala solución me parece esa porque siempre nos quedará la duda de su poca dedicación o de que cobren algo a escondidas. Nada como encontrar auténticos millonarios, que seguro que cuando miran la caja pública en lugar de codicia les da la risa.

Cosa distinta es lo que al cabo de unos años nos riamos o no los demás. Por si acaso mejor no pregunten en Queens ni en Brooklyn.

jueves, 31 de octubre de 2013

No me rayes


“El delantero se colaba y no ha tenido más opción” (que hacerle una falta terrible). Esta expresión, nada sorprendente en el mundo del fútbol, perfectamente podría haberla pronunciado el responsable de la NSA (la Agencia Nacional de Seguridad americana) respecto a las escuchas ilegales realizada a miles de ciudadanos europeos, incluidos algunos presidentes y primeros ministros.

Es fácil comprobar que vivimos un mundo en el que las reglas, sean las del deporte, las de circulación o las de la misma democracia, se consideran válidas siempre y cuando no impidan el objetivo fundamental que es que yo gane. Lo asombroso no es la violación misma de los reglamentos y leyes, que siempre ha estado dentro de lo previsto, sino que tal desafuero se presente como parte de otras reglas “no escritas” que supuestamente todo el mundo conocería y debería aceptar de buen grado: Si un delantero hábil se cuela, vale usar la violencia y, si no hay más remedio, se aceptará la tarjeta como mal menor. Si no hay otra plaza libre es normal aparcar en la de minusválidos y si dispongo de los medios para hacerlo pincharé el teléfono de Angela Merkel, a ver lo que habla. Y que nadie me reproche porque apelaré a argumentos tan sólidos como “las cosas son así”, “todo el mundo lo hace” o “no me rayes”.

Los norteamericanos se saltan sus propias reglas para pincharle durante 10 años el móvil a la Merkel y conocer así sus secretos, pero persiguen con sagrada indignación a Edward Snowden, refugiado ahora en Rusia, por saltarse sus reglas y contar los secretos obtenidos saltándose las reglas.

Pero no hace falta irse lejos. En el deporte escolar vasco se va a instaurar ahora la tarjeta negra para los padres, y también madres, que actúan como rabiosos hooligans en los partidos de sus hijos. Un 27% de agresiones verbales y un 14% de ataques físicos les ha parecido suficiente a los responsables de esta actividad, que se suponía educativa. Y también van a ocuparse de evitar la práctica de obtener ventajas para el equipo falsificando fichas de chavales mayores. Si, si, lo que ha leído.

No sé si estamos ante lo que se ha llamado relativismo moral o ante la simple, tradicional y castiza cara dura. Pero si empezamos a enseñarla los fines de semana en las canchas de polideportivos y colegios, un día serán nuestros hijos quienes nos pinchen el teléfono o nos crackeen la clave de la tarjeta. Y no les rayes.

jueves, 24 de octubre de 2013

Keep calm

Cesare Beccaria

En 1764 Cesare Beccaria publicó un libro titulado “De los delitos y de las penas”, que inició la transformación de la Justicia y de su aplicación. Hasta entonces la cárcel era el lugar en el que simplemente se esperaba la muerte, fuera en la propia celda o en la plaza pública. El delito o las leyes daban un poco lo mismo, lo que importaba era lo que opinase el poder, y a veces el pueblo enardecido.

Varios siglos después vino otro enorme cambio: el que establecía que las penas tienen como objetivo último la reinserción del preso y no el simple castigo. Así lo recoge nuestra Constitución y por eso hay educadores en las cárceles, beneficios, terceros grados, etc. En definitiva, el Estado se impone deberes a sí mismo incluso respecto a quienes quebrantan la Ley.

La excarcelación de Inés del Río y de otros asesinos orgullosos de serlo ha puesto a prueba estos días la templanza de nuestra sociedad. Resulta íntimamente duro aceptar que las leyes democráticas ofrezcan derechos a quienes seguramente son imposibles de reinsertar o reeducar porque no reconocerán nunca su miseria moral, sean terroristas, asesinos en serie o violadores. Sin embargo es así. Y debe ser así. El Estado democrático es moralmente superior a los delincuentes porque se obliga a sí mismo a actuar con respeto a la ley y tratando, además, de reinsertarlos. Incluso cuando sabe de sobra que el resultado no será el deseado. No es su dignidad la que les hace merecedores de derechos. Es la nuestra.

Es por esa misma dignidad por lo que no negamos el derecho a la educación a ningún niño, por obvio que sea que sus limitaciones o su actitud le impedirán aprender. Ni suprimimos la atención sanitaria a quien no se cuida adecuadamente o a aquellos que se sabe sin duda que no podrán ya mejorar.

Lo máximo legal que alguien puede estar en la cárcel en España son 30 años (40 en la nueva Leyhaya hecho lo que haya hecho. Comprendo a quienes se duelen porque alguien que ha matado a decenas de personas salga antes de ese tiempo pero sospecho que tampoco ese plazo les parecería suficiente. En tal caso lo que tenemos no es un problema con el Tribunal de Estrasburgo, lo tenemos con nosotros mismos y con nuestra tentación de regresar a antes el siglo XVIII, a los tiempos no del derecho sino de la venganza pública. Yo creo que, incluso acalorados como ahora, debemos mantener la dignidad.


sábado, 19 de octubre de 2013

¡Somos ricos!

Foto La Vanguardia

Si todavía no ha oído usted hablar de la “Balanza Fiscal” prepárese porque es el concepto económico que está arrasando en las pasarelas del debate político de estas semanas y apunta a que va a ser tendencia durante bastante tiempo.

El invento consiste en tomar en cuenta los impuestos que pagamos los habitantes de cada comunidad autónoma, no uno a uno sino todos juntos en unión y restarle lo que el Estado invierte globalmente en ese territorio. Gracias a este novísimo método de cómputo una simple cuenta divide España, instantáneamente, en comunidades ricas (las que aportan más impuestos de lo que reciben) y pobres (las que reciben más de lo que pagan sus ciudadanos todos en mogollón). A partir de ahí se desprenden como cerezas enganchadas las reivindicaciones de “equidad colectiva” y las denuncias de supuestos abusos y hasta de robos.

Pues resulta que en ese reparto de ricos y pobres a nosotros los vascos, y las vascas, nos ha tocado ser de los ricos, junto con catalanes, madrileños y un poco los riojanos. Es fantástico. Maravilla ver lo bien que nos sientan esos aires que nos llegan del Noreste de la península.

Somos de los ricos -oiga- así que no se moleste usted en mirar su cartera, ni tampoco el extracto de su cuenta (es más, le recomiendo que no lo haga). Lo que tengamos usted y yo es lo de menos porque a partir de ahora lo que va a contar es lo que tenemos entre todos los habitantes de cada comunidad, seamos vascos, castellanos o murcianos, sin bajar a engorrosos detalles que tanto complican y afean la cosa.

La duquesa de Alba, por ejemplo, sumada al resto de los andaluces, será de los pobres. Lo serán incluso más que todos los gallegos sumados, incluido Amancio Ortega.

Usted y yo, en cambio, seremos de los ricos. Menudo chollo. Hasta ahora ser vascos nos había servido para convertirnos de saque en trabajadores, honrados, gente de palabra, innovadores, buenos cocineros eta abar, todo ello sin hacer esfuerzo alguno. Ahora es que, además, nos hemos hecho ricos. ¿Para qué queremos más?

No se deje engañar, todo esto ha nacido con el objetivo de justificar un retroceso de las obligaciones fiscales de las personas ricas y, de paso, abandonar un poco más a sus vecinos pobres y para eso nada mejor que disimular las diferencias entre la opulencia de unos y la miseria de otros detrás de un mar de banderas al viento. Es solo eso. Ya puede volver a mirar su cartera, si quiere.


viernes, 11 de octubre de 2013

Benditas mafias


Algunos de los submarinistas que trabajan en la isla de Lampedusa salían del mar llorando, impresionados por haber visto a cientos de cadáveres en torno al barco hundido. “Mires donde mires hay cuerpos” -se quejaban- y en la bodega parece que quedan muchos cadáveres, entre ellos niños abrazados a sus madres.

Cuando escribo esto se han recuperado 287 muertos y aún faltan, porque los 155 supervivientes hablan de unos 500 pasajeros. Toda Europa está conmocionada y en la propia isla han abucheado al Presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, y a los representantes gubernamentales italianos. Buscamos culpables porque la tragedia nos resulta aplastante, insoportable y nuestro enfado es mayor al saber que a los fallecidos se les hará un funeral de Estado, mientras que a los supervivientes se les impondrá una multa antes de ser expulsados. ¡Es para morirse!

En los últimos 25 años se estima que se han ahogado en el Mediterráneo unas 25.000 personas pero los gobiernos, incluido el nuestro, han reaccionado ponderando los avances en los sistemas de control de fronteras, que ha evitado que miles de personas mueran en el mar y en su lugar lo hayan podido hacer, discretamente, en los lugares de los que quisieron huir.

Pero es la misma sociedad europea que hoy, piadosa, se remueve de pena la que no quiere inmigrantes en sus calles. Son los medios que cada día publican encendidas cartas contra los supuestos abusos de las personas extranjeras los mismos que esta semana han desplazado corresponsales y cámaras a documentar el horror en Lampedusa.

Menos mal que han detenido al capitán. Benditas mafias a las que afortunadamente podemos echar la culpa. Gracias a ellas podemos engañarnos y decirnos que es por culpa de esos traficantes por lo que tanta gente se embarca en los cascarones de la muerte. Cuánta ceguera voluntaria para no ver que son nuestras leyes, que a tantos europeos les parecen demasiado permisivas, las que les obligan a ponerse en manos de delincuentes. Si no fuese por ellas, embarcarían en barcos legales, pagarían un billete a precios normales, tendrían seguro de viajeros, agua, comida y servicios médicos.

Hemos hecho que la inmigración sea ilegal y toda demanda de algo ilegal genera mafias que la aprovechan, sea en las luminosas playas de los paraísos fiscales del Caribe o en las nocturnas del norte de África. Solo que en este caso lo que las leyes europeas están prohibiendo es la esperanza de una vida digna. Por eso mismo venían con sus niños en brazos. Sí que es para morirse, sí.

Publicado en Danok Bizkaia el 11 de octubre de 2013

viernes, 4 de octubre de 2013

El Papa sí puede


La democracia es un régimen lleno de virtudes, pero no por eso carece de defectos e inconvenientes. A la tiranía, que es el gobierno absoluto, unipersonal y sin contrapesos, le pasa justo lo contrario: que está llena de desigualdades y peligros pero que, paradójicamente, también tiene sus ventajas.

Un buen ejemplo lo tenemos con los cambios que el Papa Francisco está impulsando desde Roma, sobre los que se levantan voces de admiración entre los sectores progresistas de la Iglesia y de fuera de ella. Han gustado mucho sus declaraciones al diario La Repubblica en contra del funcionamiento de la corte vaticana, a la que ha tildado nada menos que de “lepra del papado” y no faltan demócratas de izquierdas que se ha felicitado de que el Vicario de Dios en la Tierra se manifieste contrario al “liberalismo salvaje” que hace que "los fuertes se hagan más fuertes, los débiles más débiles y los excluidos más excluidos". Confieso que a mí también me ha parecido muy bien que dijese que "se necesitan reglas de comportamiento y, si fuera necesario, también la intervención del Estado para corregir las desigualdades más intolerables".

Da gusto saber que quien tiene el poder en una institución mundialmente tan importante es una persona buena, con altos valores, preocupada por la injusticia y -como también ha dicho- con "la humildad y la ambición" de impulsar cambios a mejor.

Porque, si se empeña, podrá llevarlos a cabo precisamente porque la Iglesia no es una democracia, sino una tiranía (recuerde el lector lo que le dice Jeremy Irons a Robert de Niro en “La Misión”). Nadie en el Vaticano tiene derecho a torcer la voluntad de quien tiene el poder absoluto. Precisamente en eso consisten las tiranías.

Y cuando al frente de ellas hay alguien sabio y bondadoso todo son ventajas: Las cosas se resuelven en un titá, los “malos” son apartados sin posibilidad de rechistar, lo que hay que hacer se hace sin pérdida de tiempo y aquí paz y después gloria. Lo malo suele ser que hay muy pocos tiranos santos y que pretender atajar por ahí suele acabar como el Rosario de la Aurora.

Yo ya he deseado en estas mismas páginas al Papa Francisco voluntad, fuerza y acierto, pero de ninguna manera quiero que el sistema de gobierno del que él disfruta se extienda más allá de su Iglesia. Es más, me preocuparía que creyésemos en la democracia sólo cuando los resultados son los que deseamos y aplaudiésemos la tiranía cuando sus resultados nos complaciesen.

Publicado en Danok Bizkaia el 4 de octubre de 2013

viernes, 27 de septiembre de 2013

Pan con pan




Los niños de mi generación que íbamos a la escuela pública comíamos casi todos en casa. No sé si aquello resultaba más sano pero sí que nos chupábamos cuatro viajes diarios entre nuestro domicilio y el colegio. Algo debía ayudar aquel ir y venir a evitar la obesidad infantil. Recuerdo que había muy pocos que se quedasen en el comedor. Las madres trabajaban mayoritariamente en casa y por eso podían dedicar tiempo a cocinar para la familia.

La progresiva emancipación de las mujeres vino del brazo del trabajo asalariado, con su correspondiente autonomía económica respecto a sus maridos y también trajo todo un rosario de nuevas libertades y posibilidades para aquellas niñas, ahora ya mujeres, con las que tampoco nos habíamos mezclado en el cole. Sin embargo tan buena noticia aumentó la demanda de plazas de comedor en los colegios. Parecía que era la agenda laboral y no la necesidad material la que mantenía a los pequeños en el colegio a la hora de comer.

Sin embargo ahora estamos conociendo una de las caras más amargas y desoladoras de la crisis y del paro que la acompaña. Y es que con asombrosa rapidez la necesidad infantil ha regresado con toda su fuerza para sorprendernos y avergonzarnos. Hay educadores que nos recuerdan que para algunos niños su única comida del día es la que reciben en el colegio y hay comunidades que han tenido que instaurar programas de comedores gratuitos incluso en verano.

Pocas veces la televisión nos ofrece algo que remueva conciencias, pero tal vez el anuncio de este año sea el de una ONG en el que una madre ofrece a su hija un pan vacío diciéndole que es un bocadillo mágico en el que la pequeña debe imaginar su contenido. No es una película en blanco y negro, es una realidad en muchas cocinas y al verla se le parte a uno el alma.

Las becas de comedor se revelan ahora como ayudas fundamentales para que niños y niñas estén alimentados. Ya no es el trabajo de padres y madres lo que llena los comedores sino, precisamente el no trabajo, el paro y la precariedad.

57.893 alumnos vascos de educación obligatoria recibieron el año pasado becas para comer en el colegio. Seguramente fueron los 34 millones de euros de nuestros impuestos mejor empleados. La inmensa mayoría de esos pequeños no se encontrarán en una situación tan dramática pero, por favor, que por si acaso no recorten de ahí. De ahí no.

Publicado en Danok Bizkaia el 27 de setiembre de 3013

viernes, 20 de septiembre de 2013

Cuidado con Konstantínovski


Sólo si padece usted alguna rara dolencia que le haga adicto a la información internacional se habrá enterado de algo de lo que trataron a primeros de mes los altos mandatarios del G20 en el palacio Konstantínovski, en la asombrosa ciudad rusa de San Petersburgo. No le culpo. Le confieso que ha sido exclusivamente la casualidad la que me ha hecho dirigir la atención a esa cumbre.

Allí estuvieron también el Presidente Rajoy (España es invitado permanente) y el inefable José Ángel Gurría, secretario General de la OCDE, al que he citado ya en alguna otra ocasión. Bueno, pues resulta que algunas cosas de las que se decidieron resuenan muy cercanas a nuestras propios ruidos domésticos: Mientras aquí polemizamos sobre si la Hacienda guipuzcoana debería o no conectarse con los datos de la vizcaína o si el fisco foral alavés tiene o no derecho a “fisgar” los ficheros de las otras dos Haciendas, en la brillante capital de Pedro I el Grande, 56 países que representan el 80 por ciento de la economía mundial (mucho más que nosotros, ni comparar) han acordado que a partir de 2015 las Haciendas Públicas de los distintos países mantendrán un “intercambio rutinario y automático” de información, que fluirá libremente de la mesa de un inspector de hacienda ruso a la de un alemán, americano, chino o australiano. Lo que tanto cuesta a nuestros Diputados Generales (cada uno de un partido vasco diferente) lo han resuelto ya los Jefes de Estado y de Gobierno del mundo (cada uno hablando un idioma distinto).

También han dicho que ya no va a colar lo de tener la empresa en Astrabudua y la sede social en las islas Caimán, donde se pagarían unos inexistentes impuestos. Los grandes dirigentes mundiales tienen de tontos lo normal y han acordado que los beneficios se gravaran allí donde se produzca la actividad.

Para rematar, van a crear un cuerpo de “Inspectores de Hacienda sin Fronteras” (que para nada será una ONG) que ayudarán a los países en vías de desarrollo a que los defraudadores no los usen como refugio de sus chanchullos.

Se ve que el cerco se estrecha y que el mundo se empieza a hacer cada día más incómodo para los aprovechateguis. Pero lo que también resulta evidente es que algunas polémicas, tan nuestras, sobre la sacrosanta foralidad y el intocable secreto fiscal entre Ermua (Bizkaia) y Eibar (Gipuzkoa) será mejor que no las vayamos aireando por ahí, no sea que se rían de nosotros. Eso en el mejor de los casos.


viernes, 13 de septiembre de 2013

Voto individual y secreto (COI. Primer ensayo)


La elección de Tokio 2020 y, sobre todo, la fulminante eliminación de la candidatura de Madrid ha sido tomada por unos con enorme decepción, por otros con alivio, e incluso hay quienes la han recibido con velada satisfacción.

Guste o no el resultado final, en lo que todo el mundo parece coincidir es en que detrás del voto de cada uno de los 98 miembros del COI hay, sin la menor duda, razones no conocidas, presiones oscuras, intereses en la sombra y estrategias inconfesables. Partidarios y detractores de la candidatura de Madrid coinciden todos en ese convencimiento profundo y no faltan aquellos que reprochan a los promotores su ineptitud no solo para hablar inglés sino sobre todo a la hora de moverse eficazmente en esos fangosos y subterráneos foros de influencia en los que se habría decidido el voto.

Sorprendentemente no he leído una sola línea ni he escuchado una sola voz que haya aplaudido la transparencia, la claridad, la libertad y la frescura del sistema de votación individual y secreto aplicado en la cita de Buenos Aires. Y me extraña que así sea puesto que ese mismo método es justamente el que día sí y día también se nos propone aplicar aquí para rehabilitar nuestro sistema político y devolverle el brillo perdido: Que cada diputado vote exactamente lo que le de la real (o republicana) gana, sin atenerse a disciplinas de partido y con plena libertad para decidir según su conciencia y lealtad hacia sus electores (o hacia quien le haya pagado la campaña). Lo contrario de lo que pasa ahora y exactamente lo que hacen en el COI.

Saber de antemano el resultado final de cualquier votación parlamentaria nos molesta. Con razón. Lo consideramos un grave defecto democrático a corregir pero al parecer tampoco nos gusta nada ignorar los motivos que se esconden detrás de cada voto individual y, en consecuencia, inmediatamente nos lanzamos a rebuscar razones vergonzosas y secretas.

Aclarémonos. No puede ser que fiemos la regeneración democrática de nuestro sistema parlamentario a la voluntad libérrima de cada diputado o diputada y luego, en el primer ensayo de aplicación de tal procedimiento, todos demos como hecho indiscutible que hay una trampa oscura detrás de cada voto. Convendría un poquito más de reflexión y un poco menos de ligereza, no sea que estemos queriendo hacer un pan con unas tortas.

Publicado en Danok Bizkaia el 13 de setiembre de 2013


viernes, 6 de septiembre de 2013

Superhéroe

El Capitán Calzoncillos es el superhéroe
favorito de mi hija, y el mío

A veces -solo a veces- pasa que en plena desesperación aparece explosiva, instantánea, una inesperada y brillante solución. Cuando tal cosa ocurre los seres humanos recuperamos por un rato los ojos ingenuos y asombrados que tuvimos cuando niños, tan confiados entonces en la llegada inevitable y salvadora de la magia.

El milagro, que llega solo después de haber apurado la amargura hasta el límite, es un guión tan exitoso siempre que probablemente lo tenemos grabado en alguna de las misteriosas y primitivas volutas allí al fondo de nuestro cerebro. El mismo relato que sostenía los cuentos con que nos durmieron de pequeños lo utilizamos más tarde, ya mayores, para crear superhéroes espectaculares y todopoderosos que nos devolvían por un rato aquella satisfacción tranquila que creíamos perdida.

Pero cuando esos milagros pasan en la vida real, las poquísimas veces que ese guión se cumple allí donde nadie esperaba que interviniese la fantasía, entonces sentimos una mezcla extraña de alegría infantil con ribetes de extrañeza adulta. Es lo que ha pasado con el principal equipo ciclista vasco que, a punto de desaparecer víctima de esta abrasadora crisis, ha sido rescatado “in extremis” por el piloto de Fórmula 1 Fernando Alonso. Un deportista de los que parece que sí creen en el valor de los equipos y al que sin duda le atraen irresistiblemente las ruedas tengan o no un motor al otro lado.

De lo que se ha conocido parece que no se trata de una solución momentánea y de emergencia sino de una nueva ilusión por impulsar un proyecto serio, cabal y con recorrido. Un auténtico milagro. Algo realmente fantástico.

Fernando Alonso tiene méritos suficientes para merecer la admiración de mucha gente a que le gustan las carreras. Espero que con esto aún gane más prestigio y desde ahora digo que aplaudiré si también gana dinero. Veremos lo que pasa pero yo de entrada he encerrado mi cinismo en el sótano y, aunque tengo ya una edad, me pienso aferrar a mi corazón de niño y sentir que ha llegado volando un superhéroe a ahuyentar el miedo y el desaliento.

Con la que está cayendo, me parece que no hay nada mejor para empezar el nuevo curso que una sobredosis de esperanza. Ojala que cada uno tengamos en casa nuestro propio pequeño milagro. Nos hace mucha falta.

Publicado en Danok Bizkaia el 6 de setiembre de 2013



martes, 6 de agosto de 2013

El error sindical


Ahora que todo lo que creíamos asegurado se desmorona se está convirtiendo en hábito hablar también de los muchos y grandes errores cometidos por los sindicatos españoles y seguramente con bastante razón. Se critica sobre todo que, apostados en un tratamiento institucional muy ventajoso hacia ellos mismos, se centraron exclusivamente en la defensa de los sectores y empresas que les resultaban más confortables, aquellos donde tenían la mayoría de sus afiliados, y que abandonaron o desatendieron justamente los segmentos en los que las condiciones laborales eran peores y donde más se les hubiese echado en falta. Efectivamente salvo casos excepcionales, los sindicatos mostraban su fuerza en los ámbitos industriales, donde siempre, y en las Administraciones Públicas, precisamente donde las condiciones laborales, la negociación y la afiliación eran mejores.

La crítica feroz a su institucionalización olvida que en su momento los sindicatos asumieron públicamente la responsabilidad de representar a todos los trabajadores, afiliados o no, y que esa responsabilidad casi "de Estado" era lo que justificó que se les diera un tratamiento de entidades de interés público ya que se les consideró instrumentos básicos de la economía en un sistema democrático. Esa función se puso de manifiesto en el Estatuto de los Trabajadores, en buena parte de la legislación laboral y en los acuerdos socioeconómicos generales del país, que contaron con la colaboración de los grandes sindicatos "institucionalizados".

Como ya hay columnistas de sobra para criticar éstos y otros defectos conocidos de nuestros sindicatos no me extenderé sobre ellos. Prefiero señalar otras dos equivocaciones evidentes que cometieron las organizaciones sindicales pero que al parecer nadie ve. A saber: La primera es que los sindicatos españoles actuaron en la esperanza de que conseguir buenas condiciones laborales y salariales allí donde podían lograrlo llegaría a crear un estandar que paulatinamente se extendería al resto de los sectores, y que tal vez con tal extensión, lo haría también su afiliación. No fue así. Evidentemente se equivocaron: Allí donde no estaban o no tenían la fuerza suficiente las condiciones de los trabajadores se fueron deteriorando irremisiblemente sin importar lo que pasase en las empresas o sectores en que la acción sindical sí existía. No solo no se produjo ese deseado arrastre sino que las condiciones logradas por los sindicatos se convirtieron en envidiables por parte de una creciente masa de trabajadores excluidos de ellas, y cada vez menos entusiasmados con los que se suponía que eran sus representantes.

La segunda gran equivocación fue que creyeron, como creyó el resto de la sociedad, que ya no existían partidarios de retroceder a sistemas de explotación total, absoluta e inmisericorde de la "mano de obra". Desdeñaron ese peligro que, sin embargo, existía. Sin duda creyeron que todo aquello de las certificaciones de calidad, la mejora continua, la Responsabilidad Social Corporativa, la formación, el I+D+i y demás modas y siglas empresariales apuntaban a un modelo productivo en el que los derechos de los bien formados trabajadores tendrían altibajos pero que ya no retrocederían sustancialmente y que más o menos lentamente se avanzaría de forma natural hacia la práctica universalización de las clases medias.

No fueron capaces de ver que un silencioso pero inmenso sector de la auténtica clase dirigente, como la cabra del refrán, tiraba al monte de la esclavitud, y que ninguna de aquellas "moderneces" de gestión podía vencer el deseo irrenunciable, íntimo y profundo de más beneficios a base de menos salarios o, en una situación "ideal" para ellos, de ninguno.

Obviamente nadie sostenía en voz alta algo tan socialmente reprobable pero lo cierto era que ese otro sindicato partidario del cuenco de arroz y del mendrugo tenía firmes y numerosos partidarios que lo que ahorraban en saliva lo gastaban en hechos. Y que siguen haciéndolo. Solo así se explica que quienes ahora despotrican contra tan horrendos errores sindicales ni mencionen siquiera la existencia de este otro segmento de interés, que gusta de presentar sus deseos no como tales sino como si se tratase de condiciones objetivas, casi naturales.

Es ese mismo sector que se mantuvo agazapado durante los años de bonanza pero que ahora levanta la cabeza orgulloso agitando los informes del FMI, de la OCDE y de las instituciones de la Unión Europea. No lo creíamos pero siempre estuvieron ahí, incómodos, ganando montañas de dinero mediante ingeniería financiera pero inquietos, controlando sus inmensos beneficios desde su aséptico mundo de anotaciones contables, bonus, productos más o menos ficticios pero siempre vinculados al impoluto papel y nunca a la suciedad inherente al trabajo humano en general. Mientras tanto, silenciosos, esperaban su oportunidad ¿quién sabe? tal vez añorando que los niños, tan baratos ellos, puedan un día volver a las minas, como en la Inglaterra de la revolución industrial pero en cualquier caso esperando que toda esa mandanga de los derechos de las personas y de las prósperas clases medias quedase arrumbado por fin como un mal sueño.

Los sindicatos, y lo que no son los sindicatos, se equivocaron al olvidar esto.

Pero siempre es posible aprender y visto el error y sus consecuencias tal vez sería una buena idea que en otros ámbitos fuésemos aprendiendo. En la educación, por ejemplo, es cada día más evidente que detrás de muchas decisiones actuales está un sector deseoso de que los hijos de los trabajadores simplemente no puedan avanzar en su educación y se evite así el peligro de que sus privilegiados hijos se tengan que enfrentar un día en el mercado de los empleos excelentes, no ya con sus compañeros de colegio, sino con los hijos de un contable o de un abogaducho de sus propias empresa o incluso ¡válgame Dios! con los de las asistentas de la familia; ¡hasta ahí podíamos llegar! Ya sé que esto no lo dice nadie ¡faltaría más! pero visto lo ocurrido en materia sociolaboral yo procuraría estar muy atento, no a lo que digan sino a lo que hacen.







viernes, 2 de agosto de 2013

Hasta aquí llegó la marea


Ayer compareció el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, para dar explicaciones sobre el caso de corrupción más grave de todos los que hemos conocido, no solo por su montante económico sino sobre todo por haber implicado directamente a la sede central del primer partido político de España y haberlo hecho durante muchos años.

No voy a competir yo con la inundación de informaciones y valoraciones que hoy llenarán periódicos y emisoras. Porque lo menos importante es si a usted o a mí nos parecieron creíbles las razones del Presidente o si, por el contrario, nos convencieron más los argumentos de la oposición. Lo realmente decisivo de la sesión de ayer es, a mi juicio, si esa cita será o no será capaz de marcar un momento de inflexión en la deteriorada credibilidad de la política española sobre todo ante sus propios ciudadanos pero, a estas alturas, incluso ante la opinión pública internacional.

Sin duda habrá que esperar unos días a que la escandalera mediática remita para que, como decía Machado, podamos pararnos a distinguir las voces de los ecos. Para que demos oportunidad de empezar a decir la verdad con sosiego y sinceridad a los que ahora no podemos escuchar a causa de los gritos y las consignas.

Lo que no es admisible es que la política española siga desplomándose toda ella en la valoración ciudadana. Se equivocan quienes en el PP, apuestan por dejar pasar el temporal pero también se equivocan los que en el PSOE, lo creen su oportunidad para hundir la flota del adversario. Y por supuesto yerran de lleno los pequeños que creen estar a salvo porque a ellos les gritan menos.

Bastante duro es para un país que su Presidente tenga que dar explicaciones sobre acusaciones asombrosamente graves que demasiada gente da por buenas. De forma que, si hemos llegado a este punto, más valdría que la vergüenza cívica que tuvimos que pasar ayer al menos fuera el inicio de una estrategia de regeneración de nuestra política en el que los grandes y los pequeños partidos deberían implicarse. Tenemos derecho a volver a creer que la democracia parlamentaria es el mejor sistema de gobierno y no una simulación interesada. Ayer puede ser el momento perfecto para empezar. Va a ser tarea difícil pero de otra forma corremos el riesgo de que no solo acabemos con la generación actual de políticos sino que sigamos acumulando ira para acabar también con la siguiente.

lunes, 29 de julio de 2013

Callejeando en Oropesa



Regresando ayer de Extremadura a Madrid hicimos una breve parada en Oropesa, cautivados por su espléndido castillo, que se asoma tentador a la N5 y que es un Parador Nacional. Estuvimos muy poco tiempo en el municipio, el justo para estirar un poco las piernas a lo largo de sus calles. Y precisamente en ellas vi estas placas en las que consta el nombre actual de la calle junto con todos los que tuvo y los años en que se le asignaron. Son marcas de un pueblo con mucha historia, que posiblemente por tener tanta, la valora y no la niega.

Alguien ha sabido que la vida da vueltas, a veces para bien y otras no. Que lo de hoy, puede ser distinto mañana. Tal vez lo haya aprendido mirando la autopista actual desde los mismos muros que en otro tiempo vieron llegar por esos campos a tropas portadoras de odio y muerte o en algún momento al mismo virrey del Perú, natural del lugar.

Para un vasco, como yo, acostumbrado a ver cómo en mi tierra a cada momento la historia se pretende negar, tergiversar y retorcer para hacerla encajar como sea con los deseos y argumentos del poder, ver estas placas en las esquinas de las calles primero me sorprendió y después me pareció un acto de sabiduría y respeto de un pueblo por sí mismo. Precisamente lo que a veces no encuentro en el mío.

miércoles, 24 de julio de 2013

Ordalías políticas


La ordalía fue un método judicial utilizado en la Edad Media para determinar sin género de dudas la inocencia o culpabilidad de un acusado. Se le llamaba también Juicio de Dios. Se realizaba en las iglesias y básicamente consistía en someter al acusado a alguna especie de tortura con agua o fuego de la que, si salía indemne o poco dañado, se desprendía que Dios estaba inequívocamente de su parte, quedando así demostrada su inocencia.

La pregunta ¿pondría usted la mano en el fuego?, tan usada ahora en ruedas de prensa y entrevistas, proviene precisamente de aquella antigua costumbre ya que era común que el acusado tuviera que meter la mano en braseros ardientes o sujetar con la mano hierros al rojo durante un tiempo establecido de forma que si se le producían quemaduras su culpabilidad quedaba clara, al demostrar Dios que no acudía, milagroso, en su rescate.

Estos días hemos sabido que el otrora poderoso Pepe Blanco ha salido de todas las acusaciones que se le hicieron. No es solo que fuera inocente, es que las imputaciones eran falsas y, en consecuencia, se ha sobreseído el caso. Él y sus amigos han mostrado su alivio pero da lo mismo. Pocos van a aceptar ese resultado. La mayoría preferirá dudar de la sentencia y mantener para siempre el infamante “si lo sabré yo”. Muchos medios de comunicación se refieren ahora a su absolución en minúsculas columnas en comparación con los generosos espacios que dedicaron a las denuncias, pero aun así aprovechan para recordar punto por punto todas y cada una de las acusaciones a ver si tan abrumadora enumeración de faltas sepulta la incómoda palabra “inocente” que ningún político parece merecer, menos aún si resulta antipático, como le pasa a Blanco.

Como imagino a usted dotado de cordura y criterio moral para valorar estas dos formas de juicio, me ahorro cualquier consideración ética, pero sí señalaré que tantos autos de fe y tantas hogueras justicieras probablemente tengan consecuencias contrarias a las que se dice pretender. Decimos querer que a la política vengan gentes limpias, honestas y profesionales que sustituyan a las actuales pero dejamos bien claro a continuación que siempre los mantendremos sometidos a sospecha y que ni la demostración judicial de su inocencia les salvará de nuestra fiereza. Condiciones, a mi parecer, extraordinariamente disuasorias para esa supuesta gente honrada que queremos que entre, por fin, en política y que a la vista de lo que pasa se lo pensarán dos, tres y mil veces.
¿Sostendría usted un hierro candente para demostrar su propia inocencia? Yo, desde luego que no.

Publicado en Danok Bizkaia el 24 de julio de 2013

NOTA: Este texto hube de enviarlo al periódico varios días antes de su publicación, por lo que no podía saber entonces que en pocas horas el Tribunal Supremo revisaría los delitos a los que fueron condenados Jaume Matas y Antonio Alemany, anulando algunas figuras delictivas que se les habían aplicado y confirmando otras. Como consecuencia las penas se han rebajado sustancialmente de forma que el ex-presidente de Baleares probablemente no ingresará en la cárcel. El resultado ha vuelto a ser que la opinión pública arde en indignación contra la Administración de Justicia y nadie da por buena una sentencia que "perdona" a los que la sociedad ya había juzgado y condenado y a la que no le gusta que le contradigan.

Aquí ya escribí en su momento sobre esto
Y aquí también.

domingo, 21 de julio de 2013

Apetito y obstinación

Foto EP

José Ángel Gurría es un economista y diplomático mexicano de trato campechano y verbo ingenioso. Fue ministro de Hacienda de su país y actualmente ocupa el cargo de Secretario General de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). En noviembre del año pasado estuvo en España para apoyar apasionadamente las medidas de empobrecimiento impulsadas por Europa y por el Gobierno de España. Dijo entonces que la supresión de derechos de los trabajadores que venía con la reforma laboral tenía por objeto estimular en las empresas el “apetito por contratar”. Eso dijo.

La OCDE está formada por los 34 países del mundo más desarrollados (en cuanto a la economía, se entiende) y entre todos ellos atesoran la friolera de 48 millones de parados. Todo un festín para saciar el supuesto “apetito” empresarial por contratar.

Pues resulta que el mismo Gurría nos dice esta semana que su organización está muy satisfecha con la reforma laboral que se han hecho en España pero que le preocupan los efectos de la amarga quina que nos están haciendo tragar. Está visto que lejos de darles a los empresarios muchas ganas de comerrrrrr, el brebaje de la miseria los mantiene por completo “inapetentes” a la contratación.

Se queja el simpático mexicano diciendo que los efectos dramáticos de su propuesta se mantienen “obstinados”. Atento el lector o lectora al fabuloso subterfugio dialéctico: Para el secretario de la OCDE los obstinados no son los economistas como él, que se empeñan en su terapia de más pobreza y menos derechos sino que los obstinados son los efectos de ese veneno, que se empeñan en no darle la razón.

Los mismos que recomendaron facilitar el despido se manifiestan preocupadísimos ahora por el “alarmante” paro. Pocos meses después de despotricar contra lo que consideran excesivos subsidios a los parados, se descuelgan ahora con que es posible que “una parte del desempleo cíclico se convierta en estructural” (o sea ya para siempre) y que tal vez haya que pensar en algún dinero para que esos parados coman.

Pero lo más indignante es que la misma persona, con las mismas propuestas, constata hoy que ha pasado exactamente lo contrario de lo que hace 7 meses pronosticaba y se queda tan ancho, echándole la culpa a lo terca que se muestra la realidad. De verdad que viendo cómo hace bromas y se ríe a mí se me quita el apetito.

Publicado en Danok Bizkaia el 19 de julio de 2013

viernes, 12 de julio de 2013

¿Soplando la nueva burbuja?

El Roto

En cuanto asomaron las orejas de la crisis una de las primeras preocupaciones de la gente fue la posible pérdida del valor de los pisos. En efecto, la vivienda se nos había presentado siempre como el no va más de la seguridad. Lo que nos iba a garantizar el futuro, el refugio inamovible y eterno. Virtudes todas ellas tan milagrosas que hacían al ladrillo merecedor de cualquier precio delirante que pagáramos por él. Parecía que cuanto más debiéramos, más ricos seríamos. En verdad que aquello sonaba raro y al fin resultó además de raro, falso.

El pinchazo de la burbuja no solo ha corregido los precios a la baja sino que, lo que es peor, ha dinamitado aquella seguridad y ahora vemos que el que creímos bunker de nuestra tranquilidad tenía las paredes de papel. Desde 2007 los precios han descendido aproximadamente un 37% y no faltan expertos que apuntan a que puedan bajar otro 30% más durante los próximos cinco años. Sabemos que esos datos globales no pueden aplicarse a todos los casos y también sabemos que las profecías de los expertos son siempre mucho más atinadas cuando explican lo ya sucedido que cuando se refieren al futuro.

Pero puesto que ahora es posible encontrar precios más bajos es lógico que muchos aprovechen para comprar casa. Cuando algún listo señala que no conviene hacerlo porque aún bajarán más me gusta recordarle que la mayoría de la gente necesita pisos para vivir en ellos, actividad que, por extraña que les parezca a los especuladores, no solo es perfectamente legítima sino también bastante más honesta que la de ellos.

Sin embargo sí que hay un peligro cierto y son los intereses vinculados al por ahora bajísimo Euribor (0,53%) que hoy hacen asumibles los Euribor+3,4, Euribor+4 ó + 5 pero que podrían acabar en un nuevo drama colectivo si el valor de este referente subiese, cosa que no resulta para nada impensable en todos los largos años de vida de un crédito hipotecario.

“Si quieres obtener resultados diferentes, no hagas siempre lo mismo”, dicen que dijo Einstein” así que convendría que no siguiéramos creyendo que cualquier esfuerzo está justificado cuando de un piso se trata, no sea que volvamos a crearnos una nueva ola de problemas cuando todavía no hemos sacado la cabeza de la que aún nos ahoga.