viernes, 15 de noviembre de 2013

Golosas mentiras


Un conocido periodista y bloguero, aficionado a la sátira y a la ironía, publicó hace tiempo en su popular bitácora una pieza satírica en relación con las memorias de un ex presidente del Gobierno. Dice el autor que sus parodias son deliberadamente exageradas, muy exageradas. Muchísimo. Justamente para evitar que alguien pueda tomárselas en serio y para que no quede duda de que se trata de bromas. Doy fe de que son muy extremas.

Sin embargo Internet tiene una capacidad asombrosa para hacer indistinguible la certeza de la mentira y la basura de lo valioso así que es arriesgado contar de entrada con que la ironía será entendida y con que la parodia se verá como tal.

Y al fin ha pasado lo que tenía que pasar; que con el tiempo y la repetición, el cáustico simulacro del bloguero ha sido dado por cierto por muchísima gente, que la broma ha rebotado ahora como información veraz de página en página y que, al fin, ha sido criticada con vehemencia por otro ex presidente, éste autonómico, que como miles de otras personas, lo dio por bueno después de verlo tan rebotado en ese pozo inacabable de sabiduría, de maledicencia, de ignorancia y de creatividad que es Internet.

Hace unos días se publicaba una terrible (y falsa) foto de unos fusilamientos en plena Guerra Civil, que anda corriendo por ahí rodeada de comentarios indignados. Está el caso reciente del escandaloso título de un libro para mujeres, tal vez deliberadamente creado para conseguir publicidad gratuita, que ha levantado polvaredas interneteras antes de que lo haya leído nadie. Antes de ésas, las mentiras que arrasaban en las redes fueron las de que en España había más funcionarios por habitante que en ningún otro país de Europa o que teníamos 445.568 políticos.

El muy criticado Goebbels, gran comunicador del nazismo y maestro de la manipulación, dijo que “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad” y ciertamente así parece que sucede cuando la fuerza inmensa de la repetición nos hace tragar tan a menudo con tales ruedas de molino. Tal vez sea que somos golosos y que las enormidades estupendas nos gustan tanto que para poder disfrutarlas renunciamos a la más elemental reflexión o cautela, que sin duda aplicaríamos en cualquier otra faceta de nuestra vida, menos en Internet.

Bueno sería recordar que la inteligencia colectiva existe pero que la estupidez colectiva, también, y que ambas están a un clic.

Publicado en Danok Bizkaia el 15 de noviembre de 2013

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