A los amigos de las grandes palabras, de manifestaciones de santa indignación por casi cualquier chorrada les convendría recordar que la exageración de la mística nacional lleva a caminos muy oscuros.
En mi artículo de Vozpópuli de esta semana, que por cierto será el último que publique, me asombro de la crispación y la vehemencia con la que parece que se nos presenta la inminencia del fin de la nación cuando lo que se está discutiendo en una España en paz es sobre reformas laborales, déficits presupuestarios, eutanasia o relaciones diplomáticas. Puedes leerlo entero aquí.