Los papeles de Wikileaks siguen aportando más titulares que noticias, aunque no faltan de estas últimas. Cada día se va viendo que los servicios secretos y la red diplomática americana hacen lo que buenamente pueden y opinan más de lo que influyen.
La imagen del Imperio como poseedor de la única información realmente valiosa y sin cuya voluntad no se mueve un papel en el mundo, se va derrumbando a medida que se van desgranando las informaciones.
Cuenta un periódico de esos que el Sr. Assange seleccionó para ser receptores de sus filtraciones que “La Embajada de EE UU en Panamá abogó implacablemente para que la estadounidense Bechtel ganase el concurso de la ampliación del Canal, en el que compitió con las españolas ACS y Sacyr”.
A estas alturas ya no es una sorpresa saber del desapego de la administración americana hacia el sistema de libre empresa cuando la libre empresa es de otro. Pasa a menudo también aquí pero eso es para comentarlo otro día. Lo que me parece más llamativo de la noticia de hoy es que aquella presión que los “cables” de Wikileaks describen como tan intensa tuvo como consecuencia la adjudicación del contrato a la española Sacyr por un importe de 2.350 millones de euros, precisamente a la empresa que los norteamericanos no querían. A juzgar por lo filtrado, la frustración de los diplomáticos de EEUU fue grande y también lo fue su preocupación por “un creciente apogeo de la influencia española en Panamá".
En fin, que cable a cable vamos viendo que el león no es tan fiero como lo pintan y que si bien los intentos de influencia internacional de los EEUU son muchos e intensos, sus éxitos son bastante más escasos.
Parece una buena noticia que se vaya marchitando el gran axioma de un mundo controlado y dirigido desde el despacho oval, pero la sonrisa se me congela un poco cuando pienso que no estoy seguro de qué es lo que lo sustituirá.