martes, 26 de mayo de 2020

Éspañoles

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Hace ya tiempo que vengo observando que en el lenguaje político la rótundidad (sic) parece depender más del tono en que que se dicen las cosas que de lo que se dice en realidad. En esa carrera por la firmeza (perdón; fírmeza) una herramienta que lleva unos años ganando peso es la "esdrujulización" de todas las palabras que son un poco largas y lo permiten (perdón; pérmiten).

Es sabido que las esdrújulas, siempre con su graciosa tilde, son palabras estupendas, con mucha fuerza expresiva. Lo descubrió Rodriguez Zapatero y desde entonces ha hecho furor la técnica.

Recopilando las falsas esdrújulas que he ido apuntando una a una mientras escuchaba apenas una sola intervención de hoy de la portavoz (ella dice pórtavoz) del Gobierno me ha salido este texto:

Éspañoles: la buena evólucion en rélación con la pandemia nos va a permitir recúperar la vida y se abre la pósibilidad de que puedan lévantarse las cautelas terrítoriales. No obstante actuar con résponsabilidad es fúndamental para que tal evólucion siga mejorando y sea un dístintivo de España en el contexto ínternacional.

De verdad…

domingo, 17 de mayo de 2020

Hay que salir, aunque sea a comprar lotería

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Hay que salir, hay que volver a las calles. Es imprescindible retomar cuanto antes la actividad y volver a reiniciar la economía. El daño ya es enorme y cuanto más tiempo estemos parados más irreversible será. De modo que estoy muy de acuerdo con quienes dicen que la desescalada debe producirse lo antes posible. 

Eso sí, no acepto que me digan solo aquello que quiero oír y que quieran ocultarme lo que saben que va a pasar, como lo sabemos todos. A los políticos partidarios, como yo mismo, de retomar la normalidad para evitar la ruina económica quiero oírles decir estas palabras: “aunque sé que eso significará más contagios y más muertos”. No quiero que lo digan para saberlo, que ya lo sé, sino para comprobar si tienen redaños para expresarlo en público y poder medir así su valía política y personal. No es cierto que ningún político se atreva a hacerlo, lo dijo anteayer el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla: ”hasta que llegue la vacuna, tendremos que acostumbrarnos a que desgraciadamente todos los días muera alguien y haya infectados”. Ven qué fácil. 

Cuando millones de personas salgamos, las medidas de prevención se incumplirán

Así que no me vale el confortable y escapista “siempre respetando las medidas de prevención” porque todos sabemos perfectamente que eso no va a pasar; que cuando millones de personas salgamos, esas medidas de prevención se incumplirán porque es estadísticamente imposible que se respeten al 100% y hay múltiples actividades en las que simplemente será imposible aplicarlas. Quien nos oculte esa realidad es que quiere tratarnos como a tontos o que lo es él mismo. Eso, o que ya tiene pensado a quién echarle la culpa si su exigencia de hoy trae consecuencias negativas mañana. 

Al SARS CoV-2 le es totalmente indiferente que la inmensa mayoría de los ciudadanos cumplamos con mérito y esfuerzo, El virus no es demócrata, ni conoce ni aplica la Ley D’Hont. No respeta las mayorías, simplemente se difunde en cada oportunidad. Si no salimos nos arruinaremos, pero seamos conscientes de que cuando salgamos, inevitablemente daremos nuevas oportunidades al virus. Lo primero que hay que hacer es asumirlo.

Como al final, pase lo que pase, acabaremos saliendo, propongo un sencillo truco personal para ayudarnos a darnos cuenta del peligro y a prevenirnos mientras desarrollemos nuestra vida normal. En este país en que somos tan aficionados a la lotería será fácil aplicarlo: 

Salgamos a trabajar, a consumir y a vivir, pero fijémonos en las personas a las que nos hemos acercado o nos hemos tocado sin querer en el metro y contemos “un décimo” por cada una. Por cada hora que estemos en una calle llena de gente: “un décimo”. Por cuatro toques al botón del ascensor: un décimo. Por esa caña que tantas ganas tenemos de tomar con los amigos en el bar: un décimo y a la tercera cerveza, cuando la distancia se haya relajado: otro decimito. Si en ese bar o en el ascensor no se respetan los dos metros (que no se respetarán, porque es imposible): otro décimo.  Por cada abrazo a nuestros hijos o nietos “que no pasa nada”: otro décimo de esta lotería del Covid-19. Anímese y haga su propia lista.

Procuraremos comprar los menos décimos posibles, pero sepamos que mientras levantamos la economía poco a poco, también iremos llevándonos a casa cada día algunos décimos, como en Navidad, y una vez allí compartiremos esta lotería con nuestros seres queridos, mientras ellos nos intercambiarán participaciones de sus propios décimos. 

Puede que, como nos pasa siempre en Navidad, tampoco este gordo nos toque…bueno, esperemos que así sea, porque la lotería el Covid-19 viene con más “premios” que “pedreas”. En fin: siento que este no sea un post optimista pero bienvenidos seamos a la nueva normalidad.


viernes, 8 de mayo de 2020

Acuérdate de Lavoisier

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Si eres uno de esos expertos que asesoran al Gobierno y cuyos nombres no se quieren hacer públicos, mejor será que leas esto.

Acabo de escuchar en una emisora pública a un tertuliano (que son los que saben, no como vosotros los científicos) decir que si no se dicen vuestros nombres es para ocultar que en la crisis y la desescalada del coronavirus no hay decisiones científicas en realidad, sino que son todo decisiones políticas. Le ha faltado insinuar que ni existís.

Aparte de argumentos tan increíblemente retorcidos como ese se vienen escuchado otros más presentables y aparentemente blancos sobre la transparencia, la necesidad de que en democracia no haya zonas oscuras y otras obviedades. Son razones que tal vez te puedan tentar para que admitas que tu nombre y tu currículo se den a conocer. Al fin y al cabo, no tienes nada que ocultar, como seguramente ocurre, y no hay motivos para mantener tu nombre oculto ni menos aún tu currículo, del que seguramente estás legítimamente orgulloso. Si piensas eso te equivocas. Seguramente sabrás de lo tuyo como el que más, pero puede que no sepas nada de comunicación o de política.

Ya sin conoceros se dice que si tú y tus compañeros sois tan buenos científicos y tan valiosos expertos, deberíais también saber aguantar la presión. ¡Ojo! toma nota de que no la niegan, sino que la anuncian y de cómo ya te lanzan el primer desprecio, aún sin conocerte. Es solo un aviso, pero no lo tomes a broma.

Hazme caso: ni se te ocurra aceptar que tu nombre se conozca. Los mismos que hoy reclaman saber quién eres mientras manifiestan con la voz engolada su convencimiento de la “seguramente indudable valía profesional” tuya y de los demás, serán los que comenzarán a desollarte en cuanto sepan quién eres. Para eso quieren saber tu nombre y para nada más. Te quieren para la picota pública, para enlodarte en la bronca repugnante y cainita que asola la política española, especialmente por la derecha. Muy especialmente por ella.

Cuando se conozca tu nombre -Dios no lo quiera- pasarás de ser un prestigioso científico o un técnico de altísimo nivel, seguramente respetado y escuchado en su círculo de conocimiento, a ser un paria, un lameculos vendido al Gobierno socialcomunista. No tengas ninguna duda de que tu carrera profesional se resentirá como mínimo y, probablemente desaparecerá. Te cerrarán puertas que hoy ni imaginas y lo seguirán haciendo años después de que pase todo.

Puede que tu currículo te permita marcharte de España para siempre, como tantos otros científicos llevan años haciendo sin que a nadie le importe una higa. Será una forma triste pero real de recuperar tu vida profesional, porque aquí no se te permitirá hacerlo de nuevo. Tu currículo, que tanto esfuerzo te costó, será papel mojado y te verás señalado para los restos como uno de aquellos “presuntos expertos” (te recuerdo que hay quien ya os ha puesto mote) que sirvieron al infame Gobierno para “perpetrar un confinamiento y una desescalada criminales”, de las que fuiste colaborador necesario. La mancha será indeleble. No descartes querellas judiciales, con algunos ya han empezado.

Así que ya sabes: ni se te ocurra aceptar que te lleven a ese auto de fe cuya leña ya preparan. Digan lo que digan ahora, tu recuerda que a los toros de lidia también los ponderan por su estampa, tronío y casta cuando saltan al ruedo pero que ninguno sale vivo de la plaza. El espectáculo consiste precisamente en eso. Supongo que lo sabes.

Pero si tienes alguna duda, te recomiendo que consultes con algún experto en psicología social, tal vez incluso haya alguno en tu equipo. Él o ella te dirá lo que pasa cuando el pueblo está airado. Mira las inquinas que está soportando Fernando Simón, de cuyo impresionante currículo como epidemiólogo nadie se acuerda ya, pero del que dicen chistes y puyas día sí y día también, cuando no cosas peores.

Con que inmolemos a un científico, como hemos hecho con Simón ya es suficiente. Tú procura que no hagan lo mismo contigo. Y si te quedan dudas de lo que es capaz de hacer la ira popular bien conducida y utilizada acuérdate de Lavoisier. Tú, que tendrás cultura científica, sabrás de lo que hablo.