viernes, 19 de marzo de 2010
Oyarzabal se revela y se rebela
Iñaki Oyarzabal es uno de los parlamentarios del Partido Popular. Que no es el mío. Su figura adquirió especial relevancia poco antes de las elecciones autonómicas y, tras ellas, fue uno de los muñidores del pacto entre socialistas y populares que forma la actual mayoría en la cámara de Vitoria.
En su momento dijeron de él que no se ajustaba al prototipo de militante del Partido Popular. Puede que tuviesen razón aunque creo que la mayoría de los que nos sentamos en el Parlamento Vasco nos saltamos esos estereotipos tan estrechos a la torera, lo mismo en uno que en otro lado.
Ayer Iñaki Oyarzabal subió a la tribuna, habló y yo supe por qué está en política.
Se discutía por enésima vez el asunto del nombre Euskal Herria, que los nacionalistas quisieron meter en la educación como sinónimo de la Gran Euskadi. En fin, el tema es una más de esas imposturas tan comunes en la política vasca así que no les aburriré con él.
Oyarzabal intervino por su partido y aunque previamente tomó notas en el escaño, lo cierto es que a lo largo de su intervención me pareció que fue olvidando esas notas para sacar otras que llevaba dentro desde hacía tiempo: Notas y sentimientos que le removían más que el papel. Le salió una intervención que él mismo calificó de vehemente, en la que se rebeló contra la ocultación de un País Vasco mucho más complejo y real que el que se ha pretendido hacernos ver siempre como único posible desde el relato nacionalista oficial. Habló en un espacio difícil, entre el respeto y la rebelión. Y hubo incluso un momento en el que Oyarzabal se supo y se reivindicó heredero de vascos grandes que contribuyeron a un proyecto más grande que el de la pequeña Euskadi de Sabino.
En alguna ocasión he conversado distendidamente con él y le he oído alguna anécdota, que todos tenemos, del cómo y del cuándo empezamos a interesarnos por esto de la política, pero detrás de las anécdotas cada uno tenemos sentimientos personales y profundos que nos empujaron. Ayer Iñaki Oyarzabal reveló los suyos en la tribuna y los pudimos escuchar. Valió la pena porque no es una oportunidad que tengamos todos los días.
La foto es de Marcos Ruiz, de Diario de Noticias de Álava
m
miércoles, 10 de marzo de 2010
¿Subsidios disuasorios?
El Consejo Económico y Social vasco es una institución consultiva en la que participan empresarios, sindicatos, organizaciones pesqueras, agrarias y de consumidores, cámaras de comercio, cooperativistas, sociedades laborales, cajas de ahorro y la Universidad del País Vasco. La función del CES es asesorar al Gobierno y al Parlamento en los aspectos que tengan que ver con la política económica y social.
Hoy el Consejo ha hecho público un dictamen en el que advierte al Gobierno de que las ayudas que en Euskadi reciben las personas que atraviesan graves problemas económicos pueden disuadir a algunas de ellas de buscar trabajo. Sin trabajo ni ingresos se pueden recibir en el País Vasco entre 650 y 930 euros y existen ayudas también para quienes tienen ingresos muy bajos.
He leído con atención la información y he visto que estaba elaborada con cuidado, cosa muy de agradecer en este mundo en el que parece que lo normal es buscar la espectacularidad y la bronca.
Pero según avanzaba en el texto se me ocurrían unas reflexiones que les traslado. ¿Es el Gobierno Vasco demasiado generoso con las ayudas? ¿Sirven estos subsidios para que sus beneficiarios se peguen la gran vida o al menos vivan con extraordinaria holgura? Yo creo que no es así, en absoluto. Y si no pásese usted por un supermercado y por una inmobiliaria.
Más me parece que lo que sucede es que en los últimos años las empresas vascas y no vascas han acostumbrado a la sociedad a un nuevo estándar salarial que sencillamente mantiene a millones de trabajadores activos y cualificados al borde mismo de la miseria, permanentemente necesitados de ayudas familiares y, por supuesto, sin expectativas de salir de tal situación. Es un fenómeno que algunos han bautizado como los “trabajadores pobres”. Y ojo que no es de ahora sino que ha sido “lo normal” en los momentos de enorme alegría económica y de beneficios sin cuento.
No es, por tanto, la “generosidad” del Gobierno de Euskadi sino la cicatería de las empresas lo que podría convertir a esos subsidios en tentadoras alternativas. El fenómeno de los mileuristas está disminuyendo pero no porque sus protagonistas hayan superado ya ese salario mensual sino porque hoy dos idiomas y una titulación universitaria reciente ya no dan para alcanzarlo en la mayoría de los casos.
Esta visión cortoplacista de las empresas, que exigen titulación y experiencia a cambio de mendrugos salariales no creo que nos lleve muy lejos. Se nos llena la boca hablando de la importancia de la educación para el futuro pero como no empecemos a ofrecer un presente más atractivo a nuestra gente, especialmente a la más joven y mejor preparada, vamos a pasarlo muy mal. Si optamos por remunerarlos como si fuesen gorilas más pronto que tarde tendremos gorilas trabajando en las empresas. Y entonces hablaremos de innovación y competitividad. ¡Que risa!
Hoy el Consejo ha hecho público un dictamen en el que advierte al Gobierno de que las ayudas que en Euskadi reciben las personas que atraviesan graves problemas económicos pueden disuadir a algunas de ellas de buscar trabajo. Sin trabajo ni ingresos se pueden recibir en el País Vasco entre 650 y 930 euros y existen ayudas también para quienes tienen ingresos muy bajos.
He leído con atención la información y he visto que estaba elaborada con cuidado, cosa muy de agradecer en este mundo en el que parece que lo normal es buscar la espectacularidad y la bronca.
Pero según avanzaba en el texto se me ocurrían unas reflexiones que les traslado. ¿Es el Gobierno Vasco demasiado generoso con las ayudas? ¿Sirven estos subsidios para que sus beneficiarios se peguen la gran vida o al menos vivan con extraordinaria holgura? Yo creo que no es así, en absoluto. Y si no pásese usted por un supermercado y por una inmobiliaria.
Más me parece que lo que sucede es que en los últimos años las empresas vascas y no vascas han acostumbrado a la sociedad a un nuevo estándar salarial que sencillamente mantiene a millones de trabajadores activos y cualificados al borde mismo de la miseria, permanentemente necesitados de ayudas familiares y, por supuesto, sin expectativas de salir de tal situación. Es un fenómeno que algunos han bautizado como los “trabajadores pobres”. Y ojo que no es de ahora sino que ha sido “lo normal” en los momentos de enorme alegría económica y de beneficios sin cuento.
No es, por tanto, la “generosidad” del Gobierno de Euskadi sino la cicatería de las empresas lo que podría convertir a esos subsidios en tentadoras alternativas. El fenómeno de los mileuristas está disminuyendo pero no porque sus protagonistas hayan superado ya ese salario mensual sino porque hoy dos idiomas y una titulación universitaria reciente ya no dan para alcanzarlo en la mayoría de los casos.
Esta visión cortoplacista de las empresas, que exigen titulación y experiencia a cambio de mendrugos salariales no creo que nos lleve muy lejos. Se nos llena la boca hablando de la importancia de la educación para el futuro pero como no empecemos a ofrecer un presente más atractivo a nuestra gente, especialmente a la más joven y mejor preparada, vamos a pasarlo muy mal. Si optamos por remunerarlos como si fuesen gorilas más pronto que tarde tendremos gorilas trabajando en las empresas. Y entonces hablaremos de innovación y competitividad. ¡Que risa!
Imagen de archivo del portero del Ay Carmela obtenida de http://anomaliacitrica.wordpress.com/
domingo, 7 de marzo de 2010
Hace frío en Mondragón
Tiene razón el Lehendakari cuando dice que ETA "ya nunca va a condicionar el presente y el futuro" de los vascos. Sin duda tiene razón y lo que dice es, además, un gran alivio para la sociedad vasca. Pero esta mañana también le he escuchado otra cosa en la que no le doy menos razón, que Euskadi está llena de huecos, que hay uno cada pocos kilómetros, en cada lugar en donde le quitaron la vida a un vecino y que en la calle Navas de Tolosa está uno de esos huecos.
No condicionarán ya nuestro futuro pero han condicionado tanto y tan profundamente la vida en Euskadi que vamos a tardar mucho en rellenar esos huecos a los que se refería Patxi López. Solo la memoria y el tiempo -ambos- irán llenando las marcas que nos han dejado 40 años de fanatismo. Ya he escrito alguna vez en este blog que estoy convencido de que ese proceso no será nada fácil porque ejercer la memoria nos obligará a abrir puertas que se asoman a los sentimientos más fríos, oscuros e innobles de una sociedad que, sin embargo, tiene un alto concepto de sí misma.
Una vez acabada ETA siempre podremos confiar nuestra tranquilidad colectiva al tiempo y al olvido. Y algo de eso habrá, seguramente. Pero mientras escuchaba hoy a Sandra Carrasco, la hija de Isaías, he pensado que me moriría más tranquilo si los vascos fuésemos capaces de enfrentarnos a nuestros fantasmas: la vanidad colectiva, el miedo, la comodidad cobarde, el desprecio por quien se señala, el egoísmo de la opulencia.
Esta mañana hacía mucho frío en Arrasate (que es el nombre en euskera de la localidad). Espero que los vascos seamos capaces de llenar con calor y no con olvido todos esos huecos que nos han dejado tantas décadas de horror.
La foto es de la Agencia EFE.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)