miércoles, 25 de marzo de 2020

Telepresentismo

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El coronavirus nos ha obligado a hacer de la necesidad virtud y muchos hemos descubierto por fin lo que siempre sospechamos, que en la oficina no hacíamos cosas demasiado diferentes de las que hacemos estos días en casa: los documentos que hoy pasamos por correo al domicilio del compañero antes los pasábamos exactamente del mismo modo a su mesa, situada, eso sí, a menos de 2 metros de la nuestra. Las largas, innecesarias y a menudo inútiles reuniones presenciales de antaño las hemos sustituido ahora por largas, innecesarias y a menudo inútiles videollamadas, si acaso algo más largas incluso, aprovechando que todo el mundo está en casa sin excusa de tener que salir.

Peor aún; esa misma disponibilidad a la fuerza ha estimulado que el horario de tales telereuniones se relaje y puedan convocarse en cualquier momento casi sin previo aviso: “¿Qué otra cosa vas a hacer, si estás tan ricamente en casa?” parecen pensar algunos mientras que otros lo dicen claramente casi con esas mismas palabras.

Muchas empresas han tragado la quina del teletrabajo, pero se les nota el esfuerzo.

Al fin muchas empresas han tenido que aceptar a la fuerza lo que nunca quisieron, que sus empleados pudieran trabajar a distancia. Han tragado la quina del teletrabajo, pero se les nota el esfuerzo. Son de ver algunas notificaciones recibidas de sus compañías por personas que conozco en las que, al informar de la obligación de teletrabajar en lo que se extendían no era en absoluto en describir los nuevos sistemas, métodos o formas de operar que fuesen a implantarse ahora sino en insistir expresamente en la obligación de cumplir el horario, a veces con alusiones indirectas tan torpes que devenían en directísimas sobre la dedicación exigida y la necesidad de no confundir esta situación con unas vacaciones.

El virus no nos ha cambiado tanto. Por encima de todo siguen sin estar los resultados, pero sí el presentismo, aunque sea a distancia, y por debajo se mantiene invencible la corriente de una sorda desconfianza en las personas que simplemente ahora se nota más.

Pierde el tiempo aquí, en tu mesa y en tu horario

Cuando todo esto acabe veremos si el teletrabajo se instala como una posibilidad real y se buscan herramientas para hacerlo más útil y productivo o si, por el contrario, esta experiencia sirve para que las empresas desconfiadas se enroquen en su posición y se refuercen en su prejuicio de que si se pierde el tiempo, piérdelo aquí, en tu mesa y en tu horario.