jueves, 6 de agosto de 2009
SUPerdemagogia
Leo con disgusto y decepción un comunicado del Sindicato Unificado de Policía (SUP) en el que se acusa a “unos cuantos privilegiados” de tener escolta «por una cuestión de distinción social o por disponer de un vehículo 'gratis total'» en contraposición al riesgo efectivo que corren las casas cuartel de la Guardia Civil.
Comprendo y comparto la indignación que han causado los últimos atentados contra la Guardia Civil que han costado la vida a Carlos Sáenz de Tejada y Diego Salvá y que pretendían también matar a guardias, maridos, esposas e hijos de éstos en Burgos. Pero me parece que aprovechar estos momentos de indignación para criticar a otras víctimas menos cercanas al cuerpo es demagógico, innoble e indigno de ninguno de los sindicalistas que a lo largo de mi vida he conocido hasta ahora. Alguno de ellos policía también.
Los que habéis leído mis opiniones en este blog habréis deducido enseguida que soy uno de esos “privilegiados” a los que se refiere el comunicado. No era así hace unos meses pero la vida da vueltas y nos pone ante nuevos retos y responsabilidades.
Los firmantes del comunicado del SUP saben muy bien lo que significa tener que vivir siempre escoltado, claro que lo saben. Y saben también perfectamente que no faltan personas que piensan -en efecto- que tener escolta es un chollo. Porque lo saben y porque saben que decirlo tendrá su público es por lo que han utilizado deliberadamente un argumento tan injusto como hiriente.
Si el SUP o algunos de sus dirigentes supiera, como se deduce de su comunicado, dónde está la línea de seguridad que separa a los “privilegiados” con escolta de los verdaderamente amenazados, deberían hacerla pública. Yo espero y deseo estar en el lado de los innecesariamente protegidos, se lo aseguro, pero la información que indecentemente insinúan tener pero que no facilitan podría haber salvado otras vidas, como la de mi compañero Isaías Carrasco, que renunció a su escolta cuando abandonó la concejalía de Mondragón y quiso así dejar de ser un “privilegiado”. Una pena que los firmantes de ignominioso comunicado del SUP no hubiesen estado allí entonces para decirle que se equivocaba, que él seguía en el lado malo de esa raya que aparentan conocer.
Nunca he creído que para ser policía haya que ser de derechas pero comprendo que mucha gente lo piense, sobre todo al ver a un sindicato cuyos dirigentes han estallado en críticas al Gobierno solo cuando éste ha sido de izquierdas mientras estuvieron bien callados ante los gobiernos anteriores, que mantuvieron a sus afiliados incluso en peores condiciones de las que ahora denuncian como intolerables.
lunes, 3 de agosto de 2009
Ellos tenían razón y yo no
El pasado jueves asistí a la comisión permanente del Parlamento, en la que escuchamos las comparecencias de los consejeros de sanidad actual y anterior. Entre la intervención del Sr. Bengoa y la del Sr. Inclán, la presidenta, nos propuso una declaración institucional de condena del atentado contra la casa cuartel de Burgos. En ese momento se montó un pequeño rifirrafe con el representante de Aralar, Sr. Maeztu, que criticó el procedimiento seguido para la condena. La cosa quedó en poco y al cabo salimos todos a la entrada del Parlamento para manifestarnos contra la –entonces- última salvajada de ETA.
En medio de la discusión entre la presidenta y el parlamentario se dijo que…“para la próxima vez”…se vería de hacer un procedimiento diferente. Me chocó que se hablase con tanta naturalidad de “la próxima vez”. Al fin y al cabo un atentado es una intromisión intolerable en la vida democrática y no me gustó que se diese por hecho que debiéramos tener un procedimiento reglado para su condena.
Siempre me he resistido a darle al terrorismo ninguna carta de naturalidad, ni siquiera en los más mínimos detalles porque creo que hacerlo ha sido uno de los síntomas del deterioro moral de la sociedad vasca.
Cuando ya quedaba poco para terminar la sesión empezamos a recibir noticias del atentado de Palma. “La próxima vez” se había producido durante la misma sesión. Mi pequeña rebeldía había quedado en nada.
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