sábado, 28 de enero de 2012

No corras, que es peor


Cuando de niños nos cazaban en alguna travesura esa era la advertencia que solía preceder al cachete. Hoy no corremos delante de una zapatilla sino detrás de casi todo.

El apresuramiento parece un ingrediente imprescindible en nuestra vida, en la que demostrarnos a nosotros mismos, y a los demás, lo ocupados que estamos se ha convertido casi en una obligación social, en un gesto de buen tono. La consecuencia es que los minutos se nos escurren entre las manecillas del reloj como agua entre los dedos.

Hace un mes corríamos para comprar los regalos navideños y ahora corremos a ver el saldo de la tarjeta con el que pagarlos. Nos apresuramos en acudir a las rebajas antes de que se terminen las oportunidades y nos desazona no haber encontrado tiempo de aprovecharlas el mismo día en que empezaron, pero otras urgencias nos lo impidieron entonces.

Sin embargo, cuando lo urgente entra por la puerta lo importante suele saltar por la ventana. Ahí se nos va el tiempo para nuestros amigos, para nuestros padres o para nuestros hijos que aunque no parecen tener prisa, sí necesitan más atención de la que nos concede la tiranía de la prisa. La carrera cotidiana nos roba el rato para nuestras parejas que así nos sorprenden a veces con un alejamiento que no sospechábamos, y la obligación de llenar cada momento nos impide, sobre todo, estar con nosotros mismos, escucharnos y conocernos, como sabiamente recomendaba el antiguo templo de Apolo, en Delfos, y como actualmente recomiendan no solo los siquiatras sino también los cardiólogos.

Hoy lo que resulta urgente es disponer de tiempo para "nada", que al fin resulta ser el tiempo que usamos para lo realmente valioso. "No corras, que es peor" sigue siendo un buen consejo, aunque hayamos superado la edad de las trastadas.
 
Publicado en Danok Bizkaia el 27 de enero e 2012

domingo, 22 de enero de 2012

El doctor que no se resignó

Como sin duda ya sabrán ustedes el pasado viernes 13, mientras este nuevo periódico nacía, falleció en Bilbao el Dr. Juan Antonio Usparitza, conocido sobre todo por ser el fundador de la asociación de ayuda en carretera DYA.
Foto Luis Calabor El Correo

En el año 1966 Usparitza, un médico ya entonces reconocido y respetado en Bilbao,  optó por no resignarse y meterse en líos. Y así lo hizo. Decidió no aceptar que las personas que sufrían un accidente en carretera muriesen en las cunetas o a causa de traslados precipitados y erróneos, como desgraciadamente ocurría demasiadas veces.

Aquella labor pionera abrió los ojos a la sociedad y las sirenas de aquellas primeras ambulancias amarillas, que a veces conducía él mismo, empezaron a despertar en todos la conciencia de que no era aceptable la muerte de miles de personas; que el automóvil no podía cobrarnos ese peaje de muerte y de dolor en nombre de ningún progreso. Abrimos los ojos y empezamos a parar poco a poco aquella sangría.

Por fin, en la última década se han reducido en más de la mitad los accidentes de tráfico y también los fallecidos. Hoy hay 13.500 personas vivas en España que hubiesen muerto en los últimos 10 años de mantenerse las cifras de 2001.

Sin embargo la lección más esencial que nos dio este hombre fue su determinación a no dejarse llevar, a no aceptar lo inaceptable, a señalar con osadía lo que otros desdeñaban. Ni se acomodó ni se conformó ni se acostumbró. Vio entonces lo que quería cambiar y lo cambió. Con esfuerzo y tesón abrió el camino que luego ha seguido una sociedad que hoy es mejor.

Todos tenemos cosas que quisiéramos cambiar, sea en el mundo entero, en nuestro circulo privado o -las más difíciles- dentro de nosotros mismos. Las personas que mejoran su mundo también transforman inevitablemente su propia vida. Pero para hacerlo hace falta tener los ojos bien abiertos para ver lo que no deseamos y la determinación y coraje para no conformarnos con ello.

La rebelión de Usparitza fue la atención a las personas accidentadas ¿Cuál será la mía? ¿Y la de usted? Hoy es un buen día para pensarlo, y para empezar a no resignarse.

Publicado en DANOK Bizkaia el 20 de enero de 2012

viernes, 13 de enero de 2012

La ropa la compraban las madres

Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que las tareas “propias” de hombres y de mujeres estaban muy bien definidas: Los hombres no cuidaban de los bebés, ni entraban en la cocina mientras que las mujeres no pisaban los bares, ni trabajaban fuera de casa una vez casadas.  Conviene recordar que hasta avanzados los años 70 en España una mujer casada, aunque tuviese ingresos propios, necesitaba legalmente el permiso de su marido para disponer de su propia cuenta bancaria o para viajar al extranjero. Era así y lo era para desgracia de todas y de todos.
Imagen de:

Precisamente una de las tareas propias de la mujer casada, que salvo rarísimas excepciones no trabajaba fuera de su hogar, eran las compras. Con lo que su economía familiar les permitía compraban la ropa para los hijos varones y para el marido y si alguien les acompañaba en la búsqueda y selección eran las hijas o los chicos cuando éramos pequeños.

Aquello no solo tuvo como consecuencia generaciones de hombres perfectamente ineptos para el mundo del textil, que afortunadamente ya vamos remontando, sino que creó unos estándares en los sistemas y en los horarios de venta que han saltado por los aires con la incorporación de la mujer a la educación y a la vida laboral. La auténtica revolución de fondo que nos trajo el final del siglo XX.

Ahora que tanto hombres como mujeres, casados o solteros, trabajan (cuando pueden hacerlo) los horarios comerciales de antaño ya no sirven porque ya pocos y pocas disponen de los días laborables para comprar, como sí pasaba antes. Estos días asistimos en Bilbao a una polémica muy lamentable sobre la apertura en festivos en la que los gritos, improperios y amenazas no dejan que se oigan voces partidarias de que se pueda llegar a un acuerdo que regule cabalmente una realidad que nos viene imparable. Tan imparable y profunda como esa misma revolución que ha venido de la mano de las mujeres y que, entre otras muchísimas cosas, ha hecho que comprar la ropa ya no sea tarea “propia” de las madres, afortunadamente para todas y para todos.

Reconocer la realidad y adaptarse a ella siempre será mejor que negarla hasta el momento final en que inevitablemente nos pase por encima, porque entonces lo hará arrasando con todo.

Publicado en Danok Bizkaia el 13 de enero de 2012

lunes, 2 de enero de 2012

Un paseo por la noche de Madrid

Después de estos días de cenas, comidas y otros festejos culinarios, hoy mi cuñado y yo hemos tenido la necesidad imperiosa de darnos un paseo nocturno por las calles de Madrid (que puede ilustrarse con la obra de Luigi Boccherini, de similar nombre, que adjunto).

Hablábamos de las dificultades que atraviesan ahora muchas empresas y me remarcaba que eso es especialmente cierto en aquellas que creyeron antes de la crisis que lo que importaba era trabajar y producir, las que mantenían sus activos económicos y humanos y reinvertían sus beneficios en ellas mismas en lugar de repartirlos entre sus dueños. Esas son las que peor lo están pasando -me decía-.

Todo lo contrario de aquellas empresas que hicieron caso a los consultores empresariales más diligentes y modernos, que les recomendaban esconder los beneficios, hacer un poquito de ingeniería contable, poner testaferros por medio, pensar en el beneficio y no en el trabajo ni en el cliente, convertir sus activos reales en créditos seguramente impagables pero siempre más ventajosos fiscalmente, mantener en definitiva sus empresas en “la nube”.

Me decía Rafa que los responsables de estas últimas empresas siguen siendo ricos, que siguen disponiendo de dinero y de oportunidades y que la crisis les ha cogido con sus beneficios privados a buen recaudo. Quienes hicieron caso a los asesores financieros han salido muy bien parados de ésta. El único problema fue que sus empresas quebraron, por supuesto, pero los únicos desamparados han sido quienes trabajaban en ellas, nunca ellos mismos.

Definitivamente Rafa y yo somos unos antiguos. (Yo incluso para la música, como se puede ver)