lunes, 18 de septiembre de 2023

Contra las expulsiones

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Antiguos dirigentes del PSOE ignoran que quienes hoy les aplauden tanto, en el fondo siguen pensando de ellos lo mismo que pensaron siempre.


Para todo hay que valer. En efecto, para cualquier actividad conviene tener unas aptitudes concretas que faciliten el éxito. Los seres humanos nos adaptamos a todo, pero algunas destrezas vienen al pelo para según qué actividad, desde el deporte hasta la gestión empresarial o la reparación de relojes. Pasa también en la política.

 

Un político debe ser una persona inteligente, cabal, trabajadora, valiente y honesta pero también conviene que tenga otros rasgos de personalidad que resultan virtudes para alcanzar el poder: ambición, mucha confianza en sí mismo y habilidad para estar en el lugar adecuado en el momento oportuno. Tales gracias, que ayudan enormemente a alcanzar y mantener el poder, devienen en defectos cuando este se pierde: la ambición se convierte en frustración, la autoconfianza en sobrevaloración de uno mismo frente los demás, mientras que la destreza para acomodarse a su nueva ubicación suele ser incompatible con la humana vanidad. Felipe González lo expresó como nadie en aquella metáfora de los expresidentes como jarrones chinos.

 

La derecha ha sido muy hábil a la hora de arropar calurosamente y utilizar a exlíderes socialistas. A cambio de dejarse usar conscientemente (porque la ingenuidad no está entre los defectos de los expolíticos) éstos logran regresar, siquiera por un rato, a primera línea y reciben el calor mediático y el aplauso de quienes en otro tiempo los despreciaron y los insultaron sin piedad.

 

La destreza de quienes así manipulan a los expolíticos socialistas, combinada con el miedo de estos a quedar olvidados, hace que antiguos dirigentes del PSOE lleguen a perder de vista que quienes hoy les aplauden tanto, en el fondo siguen pensando de ellos lo mismo que pensaron siempre, solo que ahora no les resultan tan temibles como cuando mandaban y, en cambio, sí útiles para la causa de debilitar a quien mande en el PSOE. Antes ellos mismos, hoy otros.

 

Un partido no es un ejército. Los ciudadanos tienen derecho a saber que dentro hay pensamientos discrepantes y para que se vea conviene que de vez en cuando salgan a la luz. Manejar la indudable dificultad que supone la gestión de los ex y sus comprensibles defectos, otrora virtudes, debería ser una tarea más dentro de los partidos democráticos, no una molestia incómoda. 


Sea por táctica política o por humanidad, mejor tener disidentes incómodos dentro que entregarlos como munición al adversario. De otro modo a los ex solo les quedará la salida que les brinda la derecha, que para mantener el falso cariño que dice tenerles les exigirá un endurecimiento creciente de sus críticas hasta la expulsión, que es la cumbre exitosa para quienes al día siguiente los desecharán como herramientas inútiles.