jueves, 27 de febrero de 2014

Monumento a Sísifo


En mi barrio hay un gran bulevar y en él, alguien diseñó un riachuelo artificial por el que el agua discurre saltarina, de escalón en escalón, hasta desembocar en una bonita alberca final. El rumor resulta agradable y, además, los servicios municipales mantienen tanto el estanque como el riachuelo impecablemente. Tres o cuatro veces al mes los operarios, vacían completamente el agua del sistema, limpian a conciencia las hojas y restos del fondo, y dejan todo como los chorros (nunca mejor dicho) del oro. Y ahí está el problema.

Aunque la limpieza es muy frecuente, en pocos días -horas incluso cuando hace viento- ese monumento a Sísifo vuelve a llenarse de restos, de hojas, ramitas, algún papel… que cubren el agua y, a las pocas horas, también el fondo.

Me apena ver el zafarrancho que montan operarios tan eficaces a sabiendas del poco tiempo que va brillar su esfuerzo así que he llegado a la conclusión de que no se trata de un elemento decorativo más sino que, a sabiendas de que iba a ser un barrio con muchas parejas jóvenes, alguien pensó que le venía al pelo un monumento a Sísifo, que es el patrono pagano de las personas con hijos pequeños y adolescentes.

La mitología griega asigna a Sísifo el castigo de empujar una gran piedra hasta la cumbre de un monte, desde donde ésta volvía a rodar hasta la base. El condenado debía así repetir el enorme e inútil esfuerzo una y otra vez, eternamente, como pasa en el estanque y con bastante probabilidad en muchas de las viviendas que se asoman a él.

lunes, 24 de febrero de 2014

Audiencia y notoriedad, a toda costa

Tal vez eran actores bien maquillados y falte el desmentido
También Mercedes Milá pretendió disfrazar su programa de “experimento sociológico” cuando no era otra cosa que voyerismo televisado, y del cutre. Con el tiempo y la inestimable ayuda de las bandas de chonis y macarras cuidadosamente seleccionados para gloria tan efímera, la realidad se impuso, el programa se trasladó al ya atestado barrio de “mierda con audiencia” que todas las teles tienen y las pretendidas veleidades científicas de los primeros días se esfumaron.

Lo mismo ha pretendido Évole con su engaño sobre el 23F. Cuando la TV exige cada día un espectáculo mayor y cuando la rebeldía vende tanto, la realidad puede no ser capaz de sostener tan agotador maratón y, en ese caso, se opta por inventársela. El periodismo de investigación se trastoca así en periodismo del “imagínate que” y cuando al final hay que explicar que todo era falso, no queda otro remedio que poner en marcha la patraña del supuesto experimento sociológico-mediático, para tapar el desatino profesional y moral montado para conseguir audiencia, anunciantes y…dinero. Eso es todo.

Bueno, todo exactamente no. Porque el engaño de la Sexta no es tan inocente como el de Mercedes Milá, que solo quería blanquear la mala conciencia de su audiencia cotilla. La simulación de una conspiración relacionada con el 23F se ha hecho sabiendo perfectamente que se riega en campo fácil, abonado. A sabiendas de que, a estas alturas de deterioro de la credibilidad de las instituciones del Estado, cualquier cosa mala que se diga de ellas, sea falsa, cierta o mediopensionista será aplaudida con entusiasmo y rebotada sin cuento. Si, como toda buena mentira, se apoya en datos o imágenes ciertas para manipularlas convenientemente el riesgo para el impostor resulta mínimo y se convierte en nulo si se cuenta, además, con la inagotable vanidad de políticos y protagonistas reales de aquel momento, dispuestos a decir lo que haga falta para verse por un día en pantalla.

Hasta ahora el periodismo de calidad tenía muchos enemigos, como los profesionales sectarios, que se creen sus propias mentiras, los falsarios que mienten a sabiendas y lo hacen a pecho descubierto, tratando de engañar y enredar a la opinión pública para su causa pero veo que aparece un nuevo enemigo: el que inventa lo que muchos quisieran que fuese cierto y lanza la bola para correr a esconderse en el "burladero de la experimentación", pero que lo que busca es, de entrada su propia notoriedad, por supuesto, y después saber hasta dónde llegó la mentira que lanzó; hasta dónde es de tonta la gente  de la que vive y a la que, evidentemente, desprecia. Solo espero que el autobús que lleva al barrio de la basura aún tenga plazas libres. Seguro que sí.



viernes, 21 de febrero de 2014

¿Estética policial?


Todo blanco, en perfecto orden, inmaculado, ni rastro de grasa protectora o del barro que se supondría inherente a algo recién sacado de algún bidón enterrado.
Presidido por el cuadro que la República Española encargó al genial artista malagueño, el silencioso vídeo que hemos visto hoy, tras una intensa campaña de generación de expectativas, no sé si muestra la mitad, unas pocas o todas las armas que le quedan a ETA, pero lo que sí muestra es, desde luego, muy poca imaginación a la hora de diseñar una estética propia.
A falta de ella se ha tirado de lo que más se conoce que, paradójicamente, son las imágenes que suelen enseñar la Policía y la Guardia Civil cuando decomisan alijos de drogas o de armas como esas mismas. Incluso está el inevitable logotipo sobre la mesa. ¡Que paradojas! Solo faltan los fajos de billetes.






miércoles, 19 de febrero de 2014

Europa necesita mentiras

Carlomagno visto por Durero
El Europarlamento que saldrá de las elecciones de mayo será el primero que tendrá potestad para elegir directamente al Presidente de la Comisión Europea, que hasta ahora era propuesto por el Consejo Europeo (formado básicamente los Jefes de Estado o de Gobierno de cada país).

Entre los europarlamentarios se va afianzando la costumbre de votar según su grupo ideológico y no según su nacionalidad. De hecho los socialdemócratas de toda Europa han señalado ya que su candidato único es el alemán Martin Schulz, actual Presidente del Parlamento. Los conservadores no han sido tan rápidos y andan tanteando el suyo; suenan Jean-Claude Juncker (luxemburgués), Vladis Dombrovskis (letón) y Michel Barnier (francés), de momento.

Es importante que las instituciones europeas vayan dejando atrás la costumbre de que cada uno vaya allí a hablar de su país (como hacía Francisco Umbral con su libro) y sigan avanzando francamente hacia un funcionamiento más globalmente europeo.

Es una lástima que este momento tan fundamental para la Unión Europea coincida con un tiempo de percepción tremendamente negativa y de desafección de la ciudadanía respecto a las instituciones comunes. Si en España estamos a ver cómo les atizamos bien a nuestro Gobierno y a nuestra oposición en las ya inminentes urnas azules, en otros países, que creíamos más civilizados que nosotros, crece enormemente la influencia de los partidos xenófobos, ultraderechistas y, desde luego, nada europeístas.

Parece claro que a la Unión Europea no le falta voluntad de seguir adelante pero tampoco le faltan problemas. La crisis no ayuda nada a la hora de conseguir la adhesión ciudadana, desde luego, y hay riesgo serio para la Unión, que no parece capaz de mantenernos en el top de la influencia internacional, como creímos que iba a pasar siempre. Porque la fortaleza percibida de la Unión Europea ha venido mucho de la mano del bolsillo, un poquito de parte de la razón y prácticamente nada ha conseguido del corazón o de la emoción de los europeos.

Esta última es, a mi juicio, una carencia grave. Comprendo que a un proyecto como el de la Europa unida, liderado en general por personas de amplia cultura, es difícil adherirle una mitología de esas que resultaron tan útiles para crear las naciones en su momento. Se hace cuesta arriba a estas alturas ponerse a inventar patochadas historicistas como las que nos enseñaron en nuestras escuelas nacionales a todos los europeos cuando éramos niños y niñas. (Ojo, no crean que salvo a las nacionalidades sin Estado, que compiten ventajosamente en ese ranking del ridículo, no crean.)

¿Quién no conoce la bonita historia de Arturo de Camelot, mito de la Inglaterra unificada, con espada mística y todo, que señala mágicamente al “auténtico” Rey de “toda Inglaterra”?. ¿Cómo no recordar al avispado Rodrigo, tan eficaz vendiendo el servicio de su tropa mercenaria a reyes grandes y pequeños, moros o cristianos, que acaba, sin embargo transmutado en el Cid, héroe legendario de una imaginaria cristiandad hispana.

¿Quién puede resistirse a la belleza del cantar de gesta de Roland, delfín de una protofrancia soñada y muerto por esos ásperos vascones en Roncesvalles?. Pero aunque la Edad Media da muchísimo juego por la más difícil refutación de lo inventado, otros episodios, bien marinados en el jugo patriótico, también cumplen aseadamente su papel de construcción legendaria de la nación: La propia Revolución Francesa, tan francesa ella como la Résistance en la que debieron participar todos los ciudadanos galos menos Pétain. O esa Guerra de la independencia tan nuestra, que expulsó heroicamente a los franceses y con ellos también la esperanza de salir de la tiranía absolutista en la que nos sumergimos entusiastas al grito de ¡vivan las caenas!”

La lista de mitos, exageraciones, abusos, olvidos interesados, invenciones cuidadosas y mentiras puras y duras resultaría interminable pero todas cumplen la importante función de crear la falsa quimera de que cada nación es algo natural y previo a nosotros, algo a lo que nos deberíamos acomodar y que deberíamos “sentir” como propio. Así es como se han construido siempre los sentimientos de pertenencia nacionales: mintiendo.

Precisamente este año se cumplen 100 años de la Primera Guerra Mundial, en la que enarbolando esas banderas patrias tan bien inventadas, millones de jóvenes europeos murieron en las trincheras, asfixiados con gas venenoso o reventados por un obús. En todo caso para nada. La historia real de Europa no es pacífica y algunos de sus episodios más crueles están demasiado cerca para olvidarlos así, de hoy para mañana.

Por si fuera poco la ciudadanía europea está entre las más cultas y no va haber forma de hacerle tragar con las ruedas de molino que sí colaron cuando se fue construyendo la mitología nacional de cada uno de los Estados. Seguro que sería posible encontrar a alguien que nos demuestre el natural hermanamiento secular entre la romería del Rocío y la Oktoberfest pero habrá quien se ría y así no vamos a ningún lado.

Poner al déspota Carlomagno como ejemplo de construcción europea y dar un premio con su nombre fue una buena mentira pero no parece que haya cuajado. Una pena, con lo bonito que es Aquisgrán. (Aachen, Oche, Aken, Aquisgranum)

No va a quedar otro remedio que hilar mucho más fino. Tal vez la cultura, más transnacional, nos pueda ayudar: los grandes autores, músicos, científicos y artistas europeos podrían servir para ir construyendo un cuidadoso relato, falso sin duda, pero útil para la cimentación del gran espacio continental único que tanta falta nos hace. Tampoco hay que descartar la ayuda que puede venirnos de los jóvenes, que gracias a programas de intercambio estudiantil han podido alcanzar un buen conocimiento de otros países y personas, bien profundo a veces.

En definitiva que, además de seguir avanzando en su construcción institucional, la fría, razonable y burocrática Unión Europea no debería descuidar la necesidad de un emocionante storytelling de si misma. Hace mucha falta y no debería ser imposible conseguirlo. Con menos y con peores mimbres se han construido los 28 cestos que la componen ahora.

Sobre las verdades que, en mi opinión, también necesita Europa, hablaremos otro día.




sábado, 15 de febrero de 2014

El pensamiento traidor

Galileo Galilei
“Eso que dices puede ser cierto pero solo contribuye a minar la moral y a debilitar la estrategia”

Bastantes veces he escuchado esa idea expresada de una u otra forma. Por mi experiencia, yo la he padecido en foros políticos pero supongo que pasará lo mismo en religión, en fútbol y en todos aquellos entornos en donde un grupo humano desea alcanzar colectivamente alguna meta.

Asombra la capacidad de muchas personas inteligentes para rechazar de forma rotunda, y a veces airada, las reflexiones ingratas. Y no lo hacen porque duden de que sean ciertas sino, precisamente, porque sospechan que, en efecto, lo son. Ya se sabe que el peor traidor es quien señala el punto débil que realmente tenemos.

Se trata de una mezcla de la natural ceguera voluntaria para no ver lo que se empecina en no encajar en nuestra realidad con un cierto voluntarismo prodigioso que no conocería límites ni barreras y cuyo ilusorio blindaje habría que mimar no acercando a él ninguna peligrosa vacilación.

No me gusta nada esa actitud, pero lo que me resulta especialmente irritante es que ocultar la verdad molesta se justifique casi siempre apelando a la necesidad de hacer “pedagogía” (de παιδιον, paidos – niño en griego)

Estoy siempre encantado de aprender cosas nuevas pero no acepto que se me trate como un ser inferior o inmaduro. No solo eso, sino que, además, creo que lo que más nos hace aprender y avanzar es justamente hacernos preguntas incómodas. Muy pequeña ha de ser la mente de aquel a quien no le quepa la menor duda.

Me ha salido una oportuna reflexión para hoy, que es el 450 aniversario del nacimiento de Galileo Galilei.

sábado, 8 de febrero de 2014

Permanezcan atentos a sus pantallas


ETA aplica el manual de las campañas de generación de expectativa y anuncia "aportaciones significativas" en un comunicado que publicará hoy.
¡Cuánto mejor para Euskadi si se hubiesen dedicado al marketing!

jueves, 6 de febrero de 2014

La izquierda mágica


La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes con quien pienso hacer batalla, y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer: que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra. ¿Qué gigantes? dijo Sancho Panza.


En España no se investiga…Los recortes están expulsando a los científicos…Nuestras universidades no están en los rankings de las excelentes…

Cuando escucho quejas como éstas pienso siempre si no estaremos apostando contra nuestro propio futuro. Porque yo también creo que nada es más rentable que la ciencia. Pero también confieso que no sabría decir cuánto de cierto hay en esta alarma y cuánto de esa costumbre hispana de ignorar y despreciar lo que sí se tiene, para así alimentar ese increíblemente prestigioso complejo de inferioridad colectivo, envuelto en ropajes de chulería. Ese en el que nos complacemos en enlodarnos desde tiempos de Larra o Blanco White.

Lo que resulta evidente es que la contradicción tiene excelente prensa entre nosotros:
  • Somos una potencia en fabricación de aerogeneradores eólicos pero no hay ubicación para ellos que nos parezca buena y en todos los casos propuestos nace la plataforma popular anti-molinos que denuncia el “impacto visual” de las grande hélices. Hasta tal punto es así de que estamos “expulsando” de España a las compañías que los fabrican.
  • No hay europeos con más smartphones que los españoles pero los movimientos que promueven el pánico anti-antenas con un gorro de papel de aluminio en la cabeza logar una credibilidad pública para la que un investigador científico necesitaría al menos el Nobel.
  • Tenemos –todavía- una excelente sanidad pública pero la despreciamos a menudo por no incluir entre sus coberturas la homeopatía, el reiki, las flores de Bach… (rellénese la línea de puntos al gusto)
  • Competimos en todo el mundo con una industria ferroviaria excelente pero lo más izquierdoso y guay es oponerse a las líneas de alta velocidad. ¿Cuánto mejor las autopistas, verdad?
  • No queremos que falte la electricidad en casa, porque se nos caería la red wifi de la que ¡vaya! abominamos en el colegio de los niños, pero no aceptamos ni los molinos eólicos, ni el fracking, ni las nucleares, ni las térmicas, ni las de ciclo combinado, ni…
  • Desconfiamos de las investigaciones genéticas, que quizás sean lo más asombroso de los últimos cien años, hasta el punto de prohibir y aun destruir, las semillas modificadas que pronto necesitaremos para comer sin asolar completamente el planeta.
  • Los nuevos movimientos sociales, justamente enfrentados a deterioro económico y político, acogen como parte de su cambio a los antivacunas, que hablan arrobados de energía vital y autocuración, pero que en realidad amenazan con traernos de nuevo el dolor y la muerte que creímos dominados para siempre.
Lo peor es que detrás de esa ceguera “popular y fresca” pero incapaz de distinguir la tecnología de la magia (como ya nos avisó Arthur C. Clark) hay una corriente social profunda y, por eso mismo alarmante, que mueve no solo a esos movimientos, sino que contamina a buena parte de la sociedad y, sin duda a buena parte de la izquierda de siempre, salvo contadísimas excepciones.

Los izquierdistas de antaño no dudaron un momento de que la libertad vino de la mano de la ciencia y de la cultura, porque así fue. Ni tampoco olvidaron jamás que las herramientas de la tiranía eran justamente la superstición y la ignorancia. El abuelo que luchó para que a su barrio llegase la luz eléctrica no entendería hoy qué hace su nieto twitteando en el móvil un mensaje contra la vacuna que a él le permitió escapar de la polio, por ejemplo. Hoy, sin embargo, quien se resiste a la marea de todo lo que suene a alternativo contra la ciencia “oficial”, es visto como un reaccionario, cuando no como un sicario a sueldo de escondidos poderes en la sombra.

La gran paradoja es que la magia, que ha sido la herramienta más eficaz de la historia para oprimir a los hombres, ha conseguido entrar en la mente de millones de personas sinceramente preocupadas por construir un mundo más justo y mejor. Y lo ha hecho como un troyano, escondida precisamente en los productos y cachivaches que su enemigo secular, la ciencia, nos ha proporcionado a todos para hacernos más sanos, más fuertes, más felices pero…por lo que se ve, no más listos.


Si ha llegado a leer has aquí tal vez es que le ha interesado así que aprovecho para recomendarle a gente más inteligente que yo

http://naukas.com/

miércoles, 5 de febrero de 2014

La utopía y la bolsa de hielo




Si no tienes utopía no sabrás hacia dónde caminar.
Pero si solamente aceptas la utopía misma no darás un solo paso.


(La bolsa de hielo está indicada contra las hinchazones y sobrecalentamientos cotidianos. Imprescindible para reflexionar con claridad. Manténgase al alcance de los adultos)