viernes, 22 de noviembre de 2013

¡Así no vale!


Al ser en Madrid, la huelga de basuras ha tenido un gran repercusión pública. Es lo que pasa cuando los creadores de opinión bajan de sus brillantes púlpitos y se encuentran el suelo lleno de mierda. Parece que ya no sobran allí los 1.134 trabajadores de la limpieza que sobraban hasta hace días y se ha encontrado un arreglo entre la empresa contratista y sus empleados.

Hace poco se ha certificado también lo que ya se sabía: que los hospitales privatizados de Madrid tuvieron que ser rescatados con dinero público, porque resulta que a las empresas privadas que se adjudicaron los concursos no les salían las cuentas en cuanto empezaron a ocuparse de los enfermos. No han tenido que pasar décadas. El fracaso ha sido casi inmediato (dos años).

Gestionar un servicio público a través de una contrata privada no tiene por qué ser ni malo ni erróneo, pero a la vista está que tampoco tiene por qué ser ni más barato ni más eficaz, que es justamente lo que siempre se argumentaba para justificar su traspaso. El único argumento, bastante ofensivo por cierto, era que los trabajadores públicos son de natural vagos y remolones, mientras que la gestión privada es demostradamente eficientísima. Parece que la realidad no confirma tales prejuicios.

Lo que nadie puede negar, aunque tampoco lo proclamen, es que cuando entra una empresa privada a gestionar el gasto público aparecen inevitablemente unos señores, los accionistas que, con toda legitimidad, exigen quedarse con una parte del dinero. Y cuando la inversión es mucha exigen mucho dinero, y todos los años si puede ser. Así que para que un servicio funcione mejor en lo privado que en lo público es absolutamente imprescindible que la hipotética ineficiencia de los trabajadores públicos sea tal que resulte más gravosa que la segura exigencia de dinero de los accionistas privados.

La realidad es que cuando un servicio es complejo, los administradores privados se equivocan como los demás y si a ello le sumamos el accionista que viene pidiendo a fin de año, puede pasar justamente lo que está pasando: que aun rebajando los salarios de los trabajadores y empeorando sus condiciones laborales el mismo servicio (o uno peor) nos resulta más caro que antes ¿dónde está, entonces, la que se decía indiscutible eficiencia de lo privado?

Lo peor es que cuando lo que se adjudica es un servicio de primerísima e inexcusable necesidad no hay margen de error y enseguida se acude a la “ineficaz” caja pública para pedir más tela en cuando se acaban las vendas privadas. Y así no vale.

Publicado en Danok Bizkaia el 22 de noviembre de 2013

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