viernes, 2 de agosto de 2013

Hasta aquí llegó la marea


Ayer compareció el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, para dar explicaciones sobre el caso de corrupción más grave de todos los que hemos conocido, no solo por su montante económico sino sobre todo por haber implicado directamente a la sede central del primer partido político de España y haberlo hecho durante muchos años.

No voy a competir yo con la inundación de informaciones y valoraciones que hoy llenarán periódicos y emisoras. Porque lo menos importante es si a usted o a mí nos parecieron creíbles las razones del Presidente o si, por el contrario, nos convencieron más los argumentos de la oposición. Lo realmente decisivo de la sesión de ayer es, a mi juicio, si esa cita será o no será capaz de marcar un momento de inflexión en la deteriorada credibilidad de la política española sobre todo ante sus propios ciudadanos pero, a estas alturas, incluso ante la opinión pública internacional.

Sin duda habrá que esperar unos días a que la escandalera mediática remita para que, como decía Machado, podamos pararnos a distinguir las voces de los ecos. Para que demos oportunidad de empezar a decir la verdad con sosiego y sinceridad a los que ahora no podemos escuchar a causa de los gritos y las consignas.

Lo que no es admisible es que la política española siga desplomándose toda ella en la valoración ciudadana. Se equivocan quienes en el PP, apuestan por dejar pasar el temporal pero también se equivocan los que en el PSOE, lo creen su oportunidad para hundir la flota del adversario. Y por supuesto yerran de lleno los pequeños que creen estar a salvo porque a ellos les gritan menos.

Bastante duro es para un país que su Presidente tenga que dar explicaciones sobre acusaciones asombrosamente graves que demasiada gente da por buenas. De forma que, si hemos llegado a este punto, más valdría que la vergüenza cívica que tuvimos que pasar ayer al menos fuera el inicio de una estrategia de regeneración de nuestra política en el que los grandes y los pequeños partidos deberían implicarse. Tenemos derecho a volver a creer que la democracia parlamentaria es el mejor sistema de gobierno y no una simulación interesada. Ayer puede ser el momento perfecto para empezar. Va a ser tarea difícil pero de otra forma corremos el riesgo de que no solo acabemos con la generación actual de políticos sino que sigamos acumulando ira para acabar también con la siguiente.

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