miércoles, 24 de julio de 2013

Ordalías políticas


La ordalía fue un método judicial utilizado en la Edad Media para determinar sin género de dudas la inocencia o culpabilidad de un acusado. Se le llamaba también Juicio de Dios. Se realizaba en las iglesias y básicamente consistía en someter al acusado a alguna especie de tortura con agua o fuego de la que, si salía indemne o poco dañado, se desprendía que Dios estaba inequívocamente de su parte, quedando así demostrada su inocencia.

La pregunta ¿pondría usted la mano en el fuego?, tan usada ahora en ruedas de prensa y entrevistas, proviene precisamente de aquella antigua costumbre ya que era común que el acusado tuviera que meter la mano en braseros ardientes o sujetar con la mano hierros al rojo durante un tiempo establecido de forma que si se le producían quemaduras su culpabilidad quedaba clara, al demostrar Dios que no acudía, milagroso, en su rescate.

Estos días hemos sabido que el otrora poderoso Pepe Blanco ha salido de todas las acusaciones que se le hicieron. No es solo que fuera inocente, es que las imputaciones eran falsas y, en consecuencia, se ha sobreseído el caso. Él y sus amigos han mostrado su alivio pero da lo mismo. Pocos van a aceptar ese resultado. La mayoría preferirá dudar de la sentencia y mantener para siempre el infamante “si lo sabré yo”. Muchos medios de comunicación se refieren ahora a su absolución en minúsculas columnas en comparación con los generosos espacios que dedicaron a las denuncias, pero aun así aprovechan para recordar punto por punto todas y cada una de las acusaciones a ver si tan abrumadora enumeración de faltas sepulta la incómoda palabra “inocente” que ningún político parece merecer, menos aún si resulta antipático, como le pasa a Blanco.

Como imagino a usted dotado de cordura y criterio moral para valorar estas dos formas de juicio, me ahorro cualquier consideración ética, pero sí señalaré que tantos autos de fe y tantas hogueras justicieras probablemente tengan consecuencias contrarias a las que se dice pretender. Decimos querer que a la política vengan gentes limpias, honestas y profesionales que sustituyan a las actuales pero dejamos bien claro a continuación que siempre los mantendremos sometidos a sospecha y que ni la demostración judicial de su inocencia les salvará de nuestra fiereza. Condiciones, a mi parecer, extraordinariamente disuasorias para esa supuesta gente honrada que queremos que entre, por fin, en política y que a la vista de lo que pasa se lo pensarán dos, tres y mil veces.
¿Sostendría usted un hierro candente para demostrar su propia inocencia? Yo, desde luego que no.

Publicado en Danok Bizkaia el 24 de julio de 2013

NOTA: Este texto hube de enviarlo al periódico varios días antes de su publicación, por lo que no podía saber entonces que en pocas horas el Tribunal Supremo revisaría los delitos a los que fueron condenados Jaume Matas y Antonio Alemany, anulando algunas figuras delictivas que se les habían aplicado y confirmando otras. Como consecuencia las penas se han rebajado sustancialmente de forma que el ex-presidente de Baleares probablemente no ingresará en la cárcel. El resultado ha vuelto a ser que la opinión pública arde en indignación contra la Administración de Justicia y nadie da por buena una sentencia que "perdona" a los que la sociedad ya había juzgado y condenado y a la que no le gusta que le contradigan.

Aquí ya escribí en su momento sobre esto
Y aquí también.

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