lunes, 30 de marzo de 2009

Diapositivas, presentaciones y gurús

Hace ya muchos años que las conferencias, charlas y presentaciones no utilizan aquellos antiguos proyectores de diapositivas y tampoco los proyectores de transparencias que eran parte del equipo habitual de cualquier sala académica o profesional.

Si alguien de menos de 35 años lee este texto es posible incluso que nunca haya conocido tales artilugios, pero les juro que existían. El ordenador es ahora la herramienta y el programa de presentaciones más común es Power Point que, aunque tiene grandes posibilidades que la mayoría desconocemos, en su uso básico es extremadamente sencillo, lo que no es poca virtud. Casi cualquiera puede preparar una presentación sencilla rápidamente pero una vez preparada proyectarla es ciertamente un juego de niños. Su comodidad y sencillez de manejo lo han convertido en la opción más habitual en conferencias y presentaciones.

Sorprende sin embargo que tan a menudo personas de enorme competencia profesional en sus áreas tengan dificultades para manejar las presentaciones que nos muestran como ilustración de su saber.

Es asombroso que habiendo hecho lo muy difícil, que es seleccionar e interpretar la información relevante, se atasquen una y otra vez con el ratón o con las pantallas a la hora de iniciar el trámite de exposición de las “diapositivas”.

El cuadro es siempre muy parecido: el experto, que ya ha empezado su comentario, tiene dificultades para saber dónde debe pinchar para que se abra el documento o para hacer cualquier otra cosa; en la pantalla aparece el escritorio o cualquier otra imagen no buscada, el acto se interrumpe, el gurú empieza a disculparse y a hacer bromas sobre su torpeza; mientras un joven colaborador se acerca solícito a ayudarle haciendo uso de su enorme conocimiento informático que le permite saber, por ejemplo, que debe hacer doble clic en el icono del documento o bien seleccionar la opción “presentación de diapositivas”. Cosas así.

Un amigo me explicó que cuando esto ocurre no es porque que falten conocimientos informáticos sino porque falta humildad. Una vez alcanzado el prestigio merecido por su saber, pocos de los grandes popes del conocimiento se rebajarán a admitir que un jovenzuelo les explique nada, ni siquiera cómo funciona un programa que les resultaría tan útil y que es tan sencillo. Ellos son los que saben y no se rebajan a recibir lecciones de nadie que no vean como su igual. Prefieren que alguien se ocupe de preparar las presentaciones, como en tiempos hacían con las diapositivas, y limitares ellos a la función de decir “la siguiente” cuando correspondía que el ayudante cambiase de imagen.

Ya nos prevenía Ortega de aquellos “sabios ignorantes” que llegan a “proclamar como una virtud el no enterarse de cuanto quede fuera del angosto paisaje que especialmente cultivan”(1).

Me temo que en esto también tenía razón.

(1) José Ortega y Gasset. La rebelión de las masas. 1930
Nota: Para los que no lo conocieron, esta imagen es la de un proyector de transparencias.
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